OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Distrito 6 | Mercado de esclavos | Hace 2 meses
La vida de la pequeña Violet había dado un giro de ciento ochenta grados en el último año, lleno de cambios que la afectaron para bien o para mal según el caso y todos tenían un punto de inicio: la muerte de su madre. Desde su fallecimiento, vagabundeó por las zonas del Distrito 4 durante varias semanas hasta que una agente de la paz la atrapó con la intención de llevarla al orfanato, lugar donde pasaría varios meses sin salir hasta esa mañana en el mercado acompañada de la cuidadora y otros dos huérfanos ¿Que sucedió? Mas bien quien. Zoey Campbell. El destino quiso que los caminos de la castaña y la rubia se cruzaran, quizás no por mucho tiempo pero si el suficiente para tener una breve conversación antes de tener que despedirse aparentemente acabando ahí la cosa. Caso error. A las semanas, la capitoliana se presentó en el Distrito 4 dispuesta a adoptar a la niña, algo no muy complicado pues los niños que superaban cierta edad eran difíciles de colocar en familias.
Después de aquello fue la llegada al Capitolio, sitio que la fascinó totalmente pues no hacía honra a todo lo que había oído hasta el momento e incluso le resultaba extraño las notables diferencias existentes. Hasta se perdió los primeros días alguna que otra vez dentro de la misma casa donde vivía Zoey, demasiadas habitaciones y vestidores. Sin embargo, se mudaron al Distrito 9 después de lo que Zoey le explicó como "un cambio en el Gobierno". A pesar de haber escuchado las razones de la rubia por los que era un sitio mejor para vivir no le agradó el saber más tarde que no había playas.
Aquella mañana fue despertada por unos suaves empujones de la rubia, quien portaba una sonrisa para informarle que ese día viajarían al Distrito 6 a hacer unas compras. No tardó en ponerse unos pantalones cortos rojos, una camiseta de rayas blancas y rojas, unas bailarinas rojas y dejar la melena clara suelta. En cuanto estuvo lista salieron de casa directas a la estación, dejando a Lëia al cuidado de Kaylee.
Nada más llegar a la estación Violet se bajó de un salto del tren, le encantaban los viajes tan rápidos y ver por la ventana como todo se difuminaba por la velocidad -¿Que vamos a comprar?- preguntó con curiosidad, girándose sobre sus talones para caminar de espaldas al resto y poder ver a Zoey de frente -¡Podemos comprar cosas para hacer unos pasteles! ¡Os haré una tarta a las tres! ¡O tortitas! ¿A Kaylee le gustan las tortitas?- se podía palpar el nerviosismo de la castaña, motivado por estar en un lugar nuevo y el viaje en tren.
La vida de la pequeña Violet había dado un giro de ciento ochenta grados en el último año, lleno de cambios que la afectaron para bien o para mal según el caso y todos tenían un punto de inicio: la muerte de su madre. Desde su fallecimiento, vagabundeó por las zonas del Distrito 4 durante varias semanas hasta que una agente de la paz la atrapó con la intención de llevarla al orfanato, lugar donde pasaría varios meses sin salir hasta esa mañana en el mercado acompañada de la cuidadora y otros dos huérfanos ¿Que sucedió? Mas bien quien. Zoey Campbell. El destino quiso que los caminos de la castaña y la rubia se cruzaran, quizás no por mucho tiempo pero si el suficiente para tener una breve conversación antes de tener que despedirse aparentemente acabando ahí la cosa. Caso error. A las semanas, la capitoliana se presentó en el Distrito 4 dispuesta a adoptar a la niña, algo no muy complicado pues los niños que superaban cierta edad eran difíciles de colocar en familias.
Después de aquello fue la llegada al Capitolio, sitio que la fascinó totalmente pues no hacía honra a todo lo que había oído hasta el momento e incluso le resultaba extraño las notables diferencias existentes. Hasta se perdió los primeros días alguna que otra vez dentro de la misma casa donde vivía Zoey, demasiadas habitaciones y vestidores. Sin embargo, se mudaron al Distrito 9 después de lo que Zoey le explicó como "un cambio en el Gobierno". A pesar de haber escuchado las razones de la rubia por los que era un sitio mejor para vivir no le agradó el saber más tarde que no había playas.
Aquella mañana fue despertada por unos suaves empujones de la rubia, quien portaba una sonrisa para informarle que ese día viajarían al Distrito 6 a hacer unas compras. No tardó en ponerse unos pantalones cortos rojos, una camiseta de rayas blancas y rojas, unas bailarinas rojas y dejar la melena clara suelta. En cuanto estuvo lista salieron de casa directas a la estación, dejando a Lëia al cuidado de Kaylee.
Nada más llegar a la estación Violet se bajó de un salto del tren, le encantaban los viajes tan rápidos y ver por la ventana como todo se difuminaba por la velocidad -¿Que vamos a comprar?- preguntó con curiosidad, girándose sobre sus talones para caminar de espaldas al resto y poder ver a Zoey de frente -¡Podemos comprar cosas para hacer unos pasteles! ¡Os haré una tarta a las tres! ¡O tortitas! ¿A Kaylee le gustan las tortitas?- se podía palpar el nerviosismo de la castaña, motivado por estar en un lugar nuevo y el viaje en tren.
Me había tirado días y días pensando si hacerlo o no pero, al final, me había decidido por que era lo mejor. No es que apoye todas éstas tonterías de esclavizar a los humanos, porque me parece un poco locura, pero no puedo mantener toda la casa yo sola teniendo a dos pequeñas que no cesan de ensuciar, sobre todo Violet que, ahora, parece que es un poco más feliz que cuando la acogí en el Distrito cuatro y le gusta jugar en el jardín, corre de un lado para otro, cosas que me parece raro que haga como si fuera algo nuevo porque, supongo, que las tendría que haber hecho antes. Por eso le consiento la mayoría de las cosas que hace sin rechistarle. Ahora he decido comprar un esclavo para que la lleve a clases por las mañanas, para que vaya al parque con ella y... quien sabe, aunque Violet le tiene gran cariño a Lëia, ahora mismo no puede hacer grandes cosas con ella por la corta edad de Lëia, escasos diez meses.
Le advertí a Kaylee que la querría en condiciones al día siguiente porque me iría por la mañana con Violet al distrito 6, el que más cercano me pilla de casa, y mi hija se tendría que quedar con ella sola bastante raro así que más le convenía comportarse en el tiempo que estuviera fuera. No le avisé a la pequeña que por la mañana saldríamos así que sería como una especie de sorpresa para ella porque se parece mucho a mí de pequeña. Curiosa, activa, sonriente. Aunque había pensado ir sola al final recabé en qué quizá ella se querría venir, pero me lo tuve que pensar bastante porque ir al mercado de esclavos no es como ir a un centro comercial, si que compras pero son personas a final de cuentas. Entro en su habitación, después de vestirme con unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta rosa ancha con unas bonitas sandalias rosadas también, de puntillas y me recuesto en un lado de su cama y le soplo en el rostro, pero la pequeña solo se remueve sin despertarse así que le toco el brazo para moverla un poco y que, entonces sí, abra los ojos. Le sonrío y le toco la punta de la nariz. -Vamos a ir las dos al distrito seis juntas, así que vístete.- digo antes de levantarme de la cama y salir de allí para que ella se vista.
Nada más salir de casa la cojo de la mano y la hago girar sobre ella, después alzando el dedo pulgar en señal positiva con la ropa que se ha puesto. El viaje se hace bastante corto mientras observo como mira todo a su alrededor con fascinación, como pasan los distritos que nos separan del seis y que, de vez en cuando, hacen que se me escape una sonrisa. Le acomodo el pelo cuando salimos del tren porque, aunque en primavera, hace un poco de aire, lo que es cómodo porque la sensación de calor no es tan grande pero es molesto cuando llevas el pelo suelto. Ella camina alegre, dando saltos de un lado para otro, como si le encantara todo lo que está viendo a su alrededor. No puedo evitar soltar una carcajada cuando le pisa un pie a un hombre que nos mira mal y avanzo hasta ella para cogerla de la mano y avanzar hasta el mercado. -Uhm... sí, si quieres podemos comprar cosas para preparar unos dulces cuando volvamos a casa.- me encojo de hombros tirando, levemente, de ella para llegar cuanto antes y ver lo que vamos a comprar, y al esclavo que vamos a comprar, para irnos a casa porque no me gusta estar a 'campo abierto' por si me encuentro con alguien que no deseo ver. -Vamos a contratar a alguien para que no ayude en casa, ¿vale? Ya verás que divertido.- le sonrío de medio lado internándome entre las personas que caminan por el mercado en busca de 'algo' que comprar.
Le advertí a Kaylee que la querría en condiciones al día siguiente porque me iría por la mañana con Violet al distrito 6, el que más cercano me pilla de casa, y mi hija se tendría que quedar con ella sola bastante raro así que más le convenía comportarse en el tiempo que estuviera fuera. No le avisé a la pequeña que por la mañana saldríamos así que sería como una especie de sorpresa para ella porque se parece mucho a mí de pequeña. Curiosa, activa, sonriente. Aunque había pensado ir sola al final recabé en qué quizá ella se querría venir, pero me lo tuve que pensar bastante porque ir al mercado de esclavos no es como ir a un centro comercial, si que compras pero son personas a final de cuentas. Entro en su habitación, después de vestirme con unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta rosa ancha con unas bonitas sandalias rosadas también, de puntillas y me recuesto en un lado de su cama y le soplo en el rostro, pero la pequeña solo se remueve sin despertarse así que le toco el brazo para moverla un poco y que, entonces sí, abra los ojos. Le sonrío y le toco la punta de la nariz. -Vamos a ir las dos al distrito seis juntas, así que vístete.- digo antes de levantarme de la cama y salir de allí para que ella se vista.
Nada más salir de casa la cojo de la mano y la hago girar sobre ella, después alzando el dedo pulgar en señal positiva con la ropa que se ha puesto. El viaje se hace bastante corto mientras observo como mira todo a su alrededor con fascinación, como pasan los distritos que nos separan del seis y que, de vez en cuando, hacen que se me escape una sonrisa. Le acomodo el pelo cuando salimos del tren porque, aunque en primavera, hace un poco de aire, lo que es cómodo porque la sensación de calor no es tan grande pero es molesto cuando llevas el pelo suelto. Ella camina alegre, dando saltos de un lado para otro, como si le encantara todo lo que está viendo a su alrededor. No puedo evitar soltar una carcajada cuando le pisa un pie a un hombre que nos mira mal y avanzo hasta ella para cogerla de la mano y avanzar hasta el mercado. -Uhm... sí, si quieres podemos comprar cosas para preparar unos dulces cuando volvamos a casa.- me encojo de hombros tirando, levemente, de ella para llegar cuanto antes y ver lo que vamos a comprar, y al esclavo que vamos a comprar, para irnos a casa porque no me gusta estar a 'campo abierto' por si me encuentro con alguien que no deseo ver. -Vamos a contratar a alguien para que no ayude en casa, ¿vale? Ya verás que divertido.- le sonrío de medio lado internándome entre las personas que caminan por el mercado en busca de 'algo' que comprar.
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Demasiada emoción para ser contenida en el cuerpo de la pequeña, quien se movía danzante entre la multitud a la que esquivaba con facilidad hasta que pisó el pie de un señor tan alto que tuvo que alzar el rostro hacia el cielo para poder ver su cara de enfado, paralizando a la castaña, comenzando a tartamudear un intento de disculpa cuando la mano de Zoey que estaba riendo a carcajadas la agarra y la aleja; Violet camina con ligeros saltitos aún aferrada a la mano de la rubia sonriendo ante su visto bueno por los dulces -¡Y también podemos decorarlos! ¡Con azúcar glas, chispitas de colorines o de chocolate...o gominolas!- canturrea alegre, notando el hambre rugir en su estómago al imaginarlo.
Se aventuran entre la multitud de gente, no es algo que agrade a la castaña pero se centra en mantenerse cerca de Zoey, le da miedo perderse en un distrito que no conoce -Si nos ayuda en casa también puede ayudarnos a cocinar o limpiar la alfombra del salón- comenta quizás un poco ilusionada por el hecho de haber una nueva persona en la casa. Casi está a punto de preguntarle porque han ido tan lejos para contratar a una persona cuando el cúmulo de gente se hace más notable, cerrando en unos segundos el paso hasta el punto de acabar separándose de Zoey y arrastrada por la multitud -¡Zoey!- grita asustada, incapaz de ver su cabellera rubia entre tantas personas.
Recibe más de un golpe en los brazos por hombres o mujeres que se cruzan en su camino, sin apenas darle tiempo de reacción ni espacio para moverse. Violet nota el nerviosismo invadir su cuerpo ¿Y si no volvía a ver a Zoey? ¿Y si se iba al Distrito 9 de vuelta sin ella? ¿O si la encontraba alguien y la llevaba al orfanato? Su tamaño la ayudó a salir de la multitud moviéndose entre pequeños huecos hasta quedarse dar con un callejón vacío y sin salida. Violet se sienta en unas cajas de madera, mirando hacia las personas un tanto temerosa de volver a meterse ahí en medio; en esas, el sonido de unos cartones la alerta, girándose con cierta brusquedad para ver a un cachorro intentando acercarse a ella, pero una cuerda atada a un enorme contenedor se lo impide -Hola...¿Tu también te has perdido?- lo mira con curiosidad -Estás un poco delgadito, creo que tengo algo en el bolsillo- de su pantalón saca una galleta del desayuno que no le dio tiempo a comerse y al instante el animal alza la cabeza, estirando esta intentando llegar a la galleta que la castaña no duda en darle -¿Esta rica?- sonríe.
Desató al perrito pues parecía abandonado y hambriento, acarició su pelo suave antes de salir del callejón sin tener el valor de volver a caminar entre las personas así que se sentó en un bordillo -Yo también me he perdido, iba con Zoey, es mi mamá adoptiva, seguro que estará buscándome. Seguro que te cae bien- mira al can, le recuerda a un pequeño oso de cuentos que le leía su madre de pequeña.
Se aventuran entre la multitud de gente, no es algo que agrade a la castaña pero se centra en mantenerse cerca de Zoey, le da miedo perderse en un distrito que no conoce -Si nos ayuda en casa también puede ayudarnos a cocinar o limpiar la alfombra del salón- comenta quizás un poco ilusionada por el hecho de haber una nueva persona en la casa. Casi está a punto de preguntarle porque han ido tan lejos para contratar a una persona cuando el cúmulo de gente se hace más notable, cerrando en unos segundos el paso hasta el punto de acabar separándose de Zoey y arrastrada por la multitud -¡Zoey!- grita asustada, incapaz de ver su cabellera rubia entre tantas personas.
Recibe más de un golpe en los brazos por hombres o mujeres que se cruzan en su camino, sin apenas darle tiempo de reacción ni espacio para moverse. Violet nota el nerviosismo invadir su cuerpo ¿Y si no volvía a ver a Zoey? ¿Y si se iba al Distrito 9 de vuelta sin ella? ¿O si la encontraba alguien y la llevaba al orfanato? Su tamaño la ayudó a salir de la multitud moviéndose entre pequeños huecos hasta quedarse dar con un callejón vacío y sin salida. Violet se sienta en unas cajas de madera, mirando hacia las personas un tanto temerosa de volver a meterse ahí en medio; en esas, el sonido de unos cartones la alerta, girándose con cierta brusquedad para ver a un cachorro intentando acercarse a ella, pero una cuerda atada a un enorme contenedor se lo impide -Hola...¿Tu también te has perdido?- lo mira con curiosidad -Estás un poco delgadito, creo que tengo algo en el bolsillo- de su pantalón saca una galleta del desayuno que no le dio tiempo a comerse y al instante el animal alza la cabeza, estirando esta intentando llegar a la galleta que la castaña no duda en darle -¿Esta rica?- sonríe.
Desató al perrito pues parecía abandonado y hambriento, acarició su pelo suave antes de salir del callejón sin tener el valor de volver a caminar entre las personas así que se sentó en un bordillo -Yo también me he perdido, iba con Zoey, es mi mamá adoptiva, seguro que estará buscándome. Seguro que te cae bien- mira al can, le recuerda a un pequeño oso de cuentos que le leía su madre de pequeña.
No puedo evitar reír con las palabras de Violet que es pura vida y actividad, lo observa todo con detalle, como si quisiera hacer un mapa mental del lugar, pero sin dejar de moverse con alegría. Me gusta que, aunque no lo tuvo que pasar precisamente bien con la pérdida de su madre y su internamiento en el orfanato, siga sonriéndo. ¡Es una niña! Le van a pasar miles de cosas malas en la vida, porque ésta siempre te pone piedras en el camino que has de saltar, pero siempre hay que pasarlas, son baches que todos tenemos que pasar para poder seguir buscando nuestra felicidad, para alcanzar nuestro sueños... y yo voy a hacer que ella consiga los suyos, ¿cómo? No lo se aún, pero va a ser feliz.
Aprieto, un poco, la mano de Violet cuando el gentío es tan presente que no puedes dar un paso sin empujar a alguien o sin pisar al de delante, no quiero que se separe de mi ni un ápice porque aquí es muy fácil despistarte y perderte, y, si al menos fuera el distrito cuatro, la pequeña sabría volver a... no sé, ¿quizá el banco donde hablamos por primera vez? Creo que ese sería el primer sitio donde la buscaría. Coloco una mano tras su espalda, para tener las dos manos cerca de ella, aunque ello implique dejar el bolso desprotegido, cuando, de golpe, se suelta de mi mano y no me da tiempo a cerrar la que tengo en su espalda para cogerla. -¡Violet!- grito por encima del gentío intentando no ser arrastrada y poder intentar buscar a la pequeña. -Maldita sea, ¡dejad de empujarme, imbéciles!- espeto a un hombre que pasa mi lado y me da un codazo que casi me tira. Me quito el bolso del hombro y, en un abrir y cerrar de ojos, me estoy liando a bolsazo limpio con todo el mundo para que me dejen pasar. Me da absolutamente igual si son hombres, mujeres... me da igual porque ¡Violet se me ha perdido! En una de las ocasiones un hombre gruñe algo por lo bajo, lo que hace que le arree con más fuerza, y se pone a gritarme como un histérico, cosa que yo respondo con más gritos. Y un cuerno este tío imbécil va a gritar más que yo. Le pongo la cara en la mejilla para empujarle hacia otro lado mientras me escabullo bolso en mano.
Cuando consigo salir observo el bolso y me lo cuelgo al hombro antes de acariciarlo, se ha portado bien. Doy un paso y meto el pie dentro de una caja que hace que me balancee hacia adelante y me vea en la horrible situación de tener que sujetarme en un contenedor para no caer. -Asqueroso distrito seis... no vengo aquí ni aunque me paguen el billete de tren.- mascullo la mar de molesta mientras me levanto y pongo un poco en orden mi preciosa camiseta rosa. Me pongo de puntillas, para coger un poco más de altura, y camino mirando dentro del gentío aunque, luego, pienso que sería mejor que me agachara un poco porque por encima es difícil que la vea. Suspiro cuando escucho 'mamá adoptiva' y me giro hacia el lugar donde me ha parecido escucharlo para ver a una niña sentada, en una caja, con unos pantalones rojos cortos. En dos zancadas me planto ahí y la cojo en brazos abrazándola con fuerza contra mí durante unos segundos, el tiempo que se había perdido me han parecido horas y, seguro, que no han sido más de cinco minutos y yo ya había entrado en pánico. -No te vuelvas a separar de mí, ¿vale? ¡Casi me da un infarto!- digo casi gritando mientras la dejo en el suelo y me siento yo en la caja, donde estaba sentada antes ella, y pasándome la mano por la cara, además de dando gracias de no haberme maquillado porque, ese pequeño gesto, le hubiera dado peor imagen a mi cara.
Aprieto, un poco, la mano de Violet cuando el gentío es tan presente que no puedes dar un paso sin empujar a alguien o sin pisar al de delante, no quiero que se separe de mi ni un ápice porque aquí es muy fácil despistarte y perderte, y, si al menos fuera el distrito cuatro, la pequeña sabría volver a... no sé, ¿quizá el banco donde hablamos por primera vez? Creo que ese sería el primer sitio donde la buscaría. Coloco una mano tras su espalda, para tener las dos manos cerca de ella, aunque ello implique dejar el bolso desprotegido, cuando, de golpe, se suelta de mi mano y no me da tiempo a cerrar la que tengo en su espalda para cogerla. -¡Violet!- grito por encima del gentío intentando no ser arrastrada y poder intentar buscar a la pequeña. -Maldita sea, ¡dejad de empujarme, imbéciles!- espeto a un hombre que pasa mi lado y me da un codazo que casi me tira. Me quito el bolso del hombro y, en un abrir y cerrar de ojos, me estoy liando a bolsazo limpio con todo el mundo para que me dejen pasar. Me da absolutamente igual si son hombres, mujeres... me da igual porque ¡Violet se me ha perdido! En una de las ocasiones un hombre gruñe algo por lo bajo, lo que hace que le arree con más fuerza, y se pone a gritarme como un histérico, cosa que yo respondo con más gritos. Y un cuerno este tío imbécil va a gritar más que yo. Le pongo la cara en la mejilla para empujarle hacia otro lado mientras me escabullo bolso en mano.
Cuando consigo salir observo el bolso y me lo cuelgo al hombro antes de acariciarlo, se ha portado bien. Doy un paso y meto el pie dentro de una caja que hace que me balancee hacia adelante y me vea en la horrible situación de tener que sujetarme en un contenedor para no caer. -Asqueroso distrito seis... no vengo aquí ni aunque me paguen el billete de tren.- mascullo la mar de molesta mientras me levanto y pongo un poco en orden mi preciosa camiseta rosa. Me pongo de puntillas, para coger un poco más de altura, y camino mirando dentro del gentío aunque, luego, pienso que sería mejor que me agachara un poco porque por encima es difícil que la vea. Suspiro cuando escucho 'mamá adoptiva' y me giro hacia el lugar donde me ha parecido escucharlo para ver a una niña sentada, en una caja, con unos pantalones rojos cortos. En dos zancadas me planto ahí y la cojo en brazos abrazándola con fuerza contra mí durante unos segundos, el tiempo que se había perdido me han parecido horas y, seguro, que no han sido más de cinco minutos y yo ya había entrado en pánico. -No te vuelvas a separar de mí, ¿vale? ¡Casi me da un infarto!- digo casi gritando mientras la dejo en el suelo y me siento yo en la caja, donde estaba sentada antes ella, y pasándome la mano por la cara, además de dando gracias de no haberme maquillado porque, ese pequeño gesto, le hubiera dado peor imagen a mi cara.
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Observaba al perrito con curiosidad ¿Quien habría sido tan malo de dejarlo atado a un cubo donde no llegaba a alcanzar nada para comer ni un cuenco de agua con el que saciar la sed en primavera a punto de empezar un caluroso verano? La castaña se preguntó cuanto tiempo llevaría ahí, sintiendo cierta empatía hacia el animalito pues ella también acabó en la calle buscándose el pan de cada día y pasándolo mal en ciertas ocasiones; pero al igual que Zoey fue la esperanza de un nuevo comienzo en la vida de Violet ella quería serlo en la de ese pequeño peludo. Era curioso el cariño que tomó hacia el can con tan sólo verlo, tan sólo esperaba que le dejaran llevarlo a casa.
Violet estaba tan ensimismada con el animal que no escuchó unas pisadas acercarse hasta ella, sorprendiéndose al sentir que era levantada en brazos y abrazar con fuerza pero no tardó en reconocer el olor de pelo de Zoey aunque desconocía porque olía un poco... a contenedor, pero no dijo nada; correspondió el abrazo con fuerza escuchando su voz claramente alterada, asintiendo como pudo antes de volver a sentir los pies en el suelo -No fue apropósito, la gente no me dejó pasar y me aplastó el brazo- murmuró -Creí que te perdía y volvería al orfanato...- comentó con cierto miedo. Pero ya había pasado, volvía a estar al lado de su madre adoptiva y nunca más se separaría de su lado, como si tenía que dar patadas en las espinillas a la gente para que la dejaran caminar con ella.
La castaña se fija en que Zoey no ha visto al perrito, que esta sentado sobre sus cuartos traseros junto a la caja donde ahora ella se ha sentado para recuperarse del susto; el animalito, con toda la inocencia del mundo mueve su cola de forma amigable y suelta un lametón sobre la mejilla de la rubia -Zoey, este perrito estaba atado a un contenedor y estaba sólo, parece abandonado...¿Puede venirse a vivir con nosotras? No quiero dejarlo aquí...- la miró con pena, poniendo de forma inconsciente esa mirada de cachorro que hacía todo niño cuando deseaba algo de verdad y se lo pedía a sus padres -Lo sacaré de paseo, jugaré con el y recogeré sus caquitas- dijo ilusionada e intentando convencerla a sabiendas que no le gustaba la suciedad.
Violet estaba tan ensimismada con el animal que no escuchó unas pisadas acercarse hasta ella, sorprendiéndose al sentir que era levantada en brazos y abrazar con fuerza pero no tardó en reconocer el olor de pelo de Zoey aunque desconocía porque olía un poco... a contenedor, pero no dijo nada; correspondió el abrazo con fuerza escuchando su voz claramente alterada, asintiendo como pudo antes de volver a sentir los pies en el suelo -No fue apropósito, la gente no me dejó pasar y me aplastó el brazo- murmuró -Creí que te perdía y volvería al orfanato...- comentó con cierto miedo. Pero ya había pasado, volvía a estar al lado de su madre adoptiva y nunca más se separaría de su lado, como si tenía que dar patadas en las espinillas a la gente para que la dejaran caminar con ella.
La castaña se fija en que Zoey no ha visto al perrito, que esta sentado sobre sus cuartos traseros junto a la caja donde ahora ella se ha sentado para recuperarse del susto; el animalito, con toda la inocencia del mundo mueve su cola de forma amigable y suelta un lametón sobre la mejilla de la rubia -Zoey, este perrito estaba atado a un contenedor y estaba sólo, parece abandonado...¿Puede venirse a vivir con nosotras? No quiero dejarlo aquí...- la miró con pena, poniendo de forma inconsciente esa mirada de cachorro que hacía todo niño cuando deseaba algo de verdad y se lo pedía a sus padres -Lo sacaré de paseo, jugaré con el y recogeré sus caquitas- dijo ilusionada e intentando convencerla a sabiendas que no le gustaba la suciedad.
Maldigo el momento en el que se me ocurrió que aquí podríamos comprar un esclavo. Dios, hubiera sido mejor ir al Capitolio o al Distrito trece pero, en el fondo, sé por qué he elegido venir aquí y no a ningún otro distrito. El miedo. Me recrimino a mí misma que tengo que dejar de tenerlo o no voy a poder crías a mis dos hijas de una forma correcta, suficiente tengo con ser madre de dos niñas sin nadie que me ayude, la ayuda de Kaylee la agradezco, pero en muchas ocasiones se muestra huraña e inmersa en sus pensamientos de los que no pienso sacarla hasta que ella misma decida que ya va siendo hora de seguir caminando, que el mundo no se ha hecho trizas, que el cambio, que tanto ella deseaba, está aquí y debería mirar a su alrededor para poder observarlo y, quien sabe, poder regodearse diciéndome que ella tenía razón y que ha pasado, aunque no es para estar muy orgullosos, o al menos en mi opinión.
Abro los dedos y la miro entre éstas cuando habla. Muevo enérgicamente la cabeza hacia ambos lados, quitando las manos de mi rostro, totalmente atónita. Dirijo una mirada enfadada hacia toda la turbe de gente que no cesa de moverse de un lado para otro, parloteando y riendo en un sitio como éste. Ruedo los ojos y regreso la mirada hasta Violet. -No vuelvas a decir eso, ¿vale? No te van a llevar a ninguna parte, por encima de mi cadáver.- mascullo todavía un poco alterada por el susto que me he llevado hace escasos unos minutos. Suspiro cansada y ansiosa de comprar lo que hemos venido a comprar e irnos rápidamente, no quiero permanecer mucho tiempo más aquí por si se pierde otra vez. El solo pensar que podría haberme traído a Lëia y que ella fuera aplastada entre el gentío me dan ganas de vomitar, me deja sin aire por completo.
Algo húmedo me saca de mi ensimismamiento, de la forma más asquerosa y repugnante posible, y hace que me levante de un salto de la caja con un grito en la garganta. ¿De dónde ha salido ese chucho? ¿Estaba ahí cuando he llegado? Alterno la mirada entre Violet y el perro, mientras va hablando hasta que alzo una ceja escéptica. ¿De verdad cree que voy a recoger a un perro de la calle? A saber las enfermedades que tiene ese endemoniado bicho. Abro pero la cierro con el ceño fruncido. -Seguro que ese perro es de alguien, Violet, no nos lo podemos llevar- digo mirando hacia ambos lados con la esperanza de que alguien reclame al dichoso perro. Ruedo los ojos por su mirada y su expresión de ilusión de tener un perro, acerco mi mano a la de ella para cogerla. -Tienes una semana de prueba, si no cumples todo lo que has dicho lo llevaré a la perrera, ¿entendido?- termino la frase mirándola directamente a los ojos porque, espero, y deseo, que me haga caso o el perro tendrá que ir a la calle, sí que vamos a comprar un esclavo pero no lo voy a tener cuidando a… a un dichoso perro que ella ha prometido que cuidaría, además de que la ensuciará todo y… tomo una gran bocanada de aire para retirar esos pensamientos de mi cabeza, cuanto antes mejor, o dejaré a ese perro donde estaba. -Vamos, tenemos que mirar lo que hemos venido a comprar, quiero volver a casa.- susurro entonces cansada, más para mí misma que para que ella lo escuche pero, claramente, lo ha hecho porque lo he dicho en voz alta.
Abro los dedos y la miro entre éstas cuando habla. Muevo enérgicamente la cabeza hacia ambos lados, quitando las manos de mi rostro, totalmente atónita. Dirijo una mirada enfadada hacia toda la turbe de gente que no cesa de moverse de un lado para otro, parloteando y riendo en un sitio como éste. Ruedo los ojos y regreso la mirada hasta Violet. -No vuelvas a decir eso, ¿vale? No te van a llevar a ninguna parte, por encima de mi cadáver.- mascullo todavía un poco alterada por el susto que me he llevado hace escasos unos minutos. Suspiro cansada y ansiosa de comprar lo que hemos venido a comprar e irnos rápidamente, no quiero permanecer mucho tiempo más aquí por si se pierde otra vez. El solo pensar que podría haberme traído a Lëia y que ella fuera aplastada entre el gentío me dan ganas de vomitar, me deja sin aire por completo.
Algo húmedo me saca de mi ensimismamiento, de la forma más asquerosa y repugnante posible, y hace que me levante de un salto de la caja con un grito en la garganta. ¿De dónde ha salido ese chucho? ¿Estaba ahí cuando he llegado? Alterno la mirada entre Violet y el perro, mientras va hablando hasta que alzo una ceja escéptica. ¿De verdad cree que voy a recoger a un perro de la calle? A saber las enfermedades que tiene ese endemoniado bicho. Abro pero la cierro con el ceño fruncido. -Seguro que ese perro es de alguien, Violet, no nos lo podemos llevar- digo mirando hacia ambos lados con la esperanza de que alguien reclame al dichoso perro. Ruedo los ojos por su mirada y su expresión de ilusión de tener un perro, acerco mi mano a la de ella para cogerla. -Tienes una semana de prueba, si no cumples todo lo que has dicho lo llevaré a la perrera, ¿entendido?- termino la frase mirándola directamente a los ojos porque, espero, y deseo, que me haga caso o el perro tendrá que ir a la calle, sí que vamos a comprar un esclavo pero no lo voy a tener cuidando a… a un dichoso perro que ella ha prometido que cuidaría, además de que la ensuciará todo y… tomo una gran bocanada de aire para retirar esos pensamientos de mi cabeza, cuanto antes mejor, o dejaré a ese perro donde estaba. -Vamos, tenemos que mirar lo que hemos venido a comprar, quiero volver a casa.- susurro entonces cansada, más para mí misma que para que ella lo escuche pero, claramente, lo ha hecho porque lo he dicho en voz alta.
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Asintió con levedad ante las palabras ajenas sin decir nada más pues Zoey parecía bastante alterada, incluso por encima que la misma niña cuando ambas fueron separadas ante la turbulencia de las personas. Se quedó frente a ella, estirando su pequeña mano para tomar la de la rubia en silencio en un simple gesto pero que le resultaba reconfortante; sin embargo, no pudo evitar reír cuando el cachorro le dio un lametón en la mejilla y su mamá soltó un grito. Llevó las manos a la boca para que no escuchara su cantarina risa pues quizás se molestaría aunque sus ojos entrecerrados conteniendo la diversión dejaba claro que ocultaba.
Mantuvo sus orbes celestes sobre las contrarias, al parecer ni se dio cuenta que el perro estaba allí hasta que le lamió y su ceja arqueada le decía a la castaña casi rubia que la idea de llevar al perro con ella le causaba tanto agrado como el inocente gesto que realizó el cánido -Estaba atado con esa cuerda al contenedor sin agua ni comida, ¿Que clase de persona dejaría a su perrito así?- le preguntó frunciendo ligeramente el ceño, dudando que ese pequeño tuviera un amo que lo cuidara pues en ese caso le habría dejado algo con lo que alimentarse o saciar la sed. Los ojos de Violet se iluminaron como luciérnagas en la oscuridad cuando escuchó "Tienes una semana de prueba" casi sin prestar atención a las consecuencias de no cumplir con lo dicho, pero la emoción pudo con ella -¡Gracias, gracias, gracias!- chilló mientras rodeaba su cintura con los brazos dado que era más alta -¡Eres la mejor, Zoey!- su voz sonaba unas notas por encima de lo normal, aguda, ante la alegría. Se agachó cogiendo con una mano la cuerda que tenía atado el perrito -¡Ven chico! ¡Ahora soy tu dueña! ¡Verás en que casa más bonita vivimos!- su mano libre se aferró a la de Zoey, pegando su cuerpecito contra el de ella al volver a la multitud temiendo un tanto volver a separarse.
Mientras caminaban, la niña observaba a su alrededor, fijándose en las tiendas que se extendían en torno a ambas y se preguntaba como sería el sitio donde buscarían a esa persona que necesitaban -¿Donde buscaremos a la persona que nos ayude en casa? ¿Cómo va a ser? Podría ser muy, muy alto, para que alcance las cosas de los estantes a los que no llegamos- dijo con una sonrisa alegre.
Mantuvo sus orbes celestes sobre las contrarias, al parecer ni se dio cuenta que el perro estaba allí hasta que le lamió y su ceja arqueada le decía a la castaña casi rubia que la idea de llevar al perro con ella le causaba tanto agrado como el inocente gesto que realizó el cánido -Estaba atado con esa cuerda al contenedor sin agua ni comida, ¿Que clase de persona dejaría a su perrito así?- le preguntó frunciendo ligeramente el ceño, dudando que ese pequeño tuviera un amo que lo cuidara pues en ese caso le habría dejado algo con lo que alimentarse o saciar la sed. Los ojos de Violet se iluminaron como luciérnagas en la oscuridad cuando escuchó "Tienes una semana de prueba" casi sin prestar atención a las consecuencias de no cumplir con lo dicho, pero la emoción pudo con ella -¡Gracias, gracias, gracias!- chilló mientras rodeaba su cintura con los brazos dado que era más alta -¡Eres la mejor, Zoey!- su voz sonaba unas notas por encima de lo normal, aguda, ante la alegría. Se agachó cogiendo con una mano la cuerda que tenía atado el perrito -¡Ven chico! ¡Ahora soy tu dueña! ¡Verás en que casa más bonita vivimos!- su mano libre se aferró a la de Zoey, pegando su cuerpecito contra el de ella al volver a la multitud temiendo un tanto volver a separarse.
Mientras caminaban, la niña observaba a su alrededor, fijándose en las tiendas que se extendían en torno a ambas y se preguntaba como sería el sitio donde buscarían a esa persona que necesitaban -¿Donde buscaremos a la persona que nos ayude en casa? ¿Cómo va a ser? Podría ser muy, muy alto, para que alcance las cosas de los estantes a los que no llegamos- dijo con una sonrisa alegre.
Recorro con la mirada a la gente que pasa delante de nosotras, y del maravilloso perro que Violet me ha hecho aceptar. No me gustaría que se separara más de mí, es más, no lo va a hacer porque si le tengo que pegar a alguien para que no se aleje de mi lo voy voy a hacer, antes me ha pillado desprevenida porque si no... Suspiro mirando a la pequeña, que a su vez está todo el rato diciéndole cosas al cachorro, prestándole más atención de la que se merece ese chucho, y esbozo una pequeña sonrisa acercándola más a mí para que no se pierda. En ésta ocasión vamos a ir bordeando el gentío porque no me apetece tener que volver a rozarme con todo el mundo, ni los empujones ni... en fin, todas esas mierdas que tienes que soportar cuando estás rodeada de gente que no conoces y que no tienen ni una pizca de decencia, ni de vergüenza, y te empujan de un lado a otro sin importarles que vayas con una niña pequeña. Los pensamientos se van de lleno a Lëia. Mi pequeña. No me gusta estar separada mucho tiempo de ella, pero no la podía traer a un sitio como éste, con más razones después de lo que ha pasado hace tan solo unos segundos, así que la he dejado con Kaylee. Es mi hermana y me tengo que fiar de ella, porque me ha prometido que estaba mejorando y que se iba a comportar como una persona porque, desde luego, si siguiera por el mismo camino no la hubiera aceptado en casa... la quiero, es mi hermana, pero no puedo permitir que mis hijas estén con ella en ese estado, ni hablar.
Intento llegar hasta una zona desde se ven... personas expuestas. Siento que el corazón se me para, trago saliva con dificultad y aprieto su mano levemente para que se de prisa y nos vayamos rápido de aquí. -Violet- digo antes de agacharme, para quedar de cuclillas a su lado, y que solo ella escuche lo que voy a decir porque si lo escuchara otra persona tendríamos problemas, tendría un problema. -Las cosas que vamos a ver aquí no son bonitas, así que... bueno, no quiero que hables con nadie ni te separes de mí, ¿vale?- al final acabo hablando con mucha seriedad y me levanto acercándome hasta donde está la gente. Tengo casi que abrirme paso a codazos porque hay varias personas por allí que se paran a, simplemente, mirar y nos molestan a los que verdaderamente venimos aquí por una razón.
Con su petición de que sea alguien alto me hace pensar en un hombro porque, en fin, las mujeres que hay aquí no es que sean muy altas. Me da rabia tener que ver todo ésto y hacer que ella lo vea también pero, en parte, quiero que la persona esté bastante pendiente de Violet porque es la mayor. -Un hombre quizá esté bien...- digo con tranquilidad mientras observo a las personas que hay allí. -¿Lo prefieres guapo o feo?- intento bromear con ella para que desaparezca toda la tensión del momento, para olvidar el momento en el que la he perdido y todos esos rostros tristes y destrozados.
Intento llegar hasta una zona desde se ven... personas expuestas. Siento que el corazón se me para, trago saliva con dificultad y aprieto su mano levemente para que se de prisa y nos vayamos rápido de aquí. -Violet- digo antes de agacharme, para quedar de cuclillas a su lado, y que solo ella escuche lo que voy a decir porque si lo escuchara otra persona tendríamos problemas, tendría un problema. -Las cosas que vamos a ver aquí no son bonitas, así que... bueno, no quiero que hables con nadie ni te separes de mí, ¿vale?- al final acabo hablando con mucha seriedad y me levanto acercándome hasta donde está la gente. Tengo casi que abrirme paso a codazos porque hay varias personas por allí que se paran a, simplemente, mirar y nos molestan a los que verdaderamente venimos aquí por una razón.
Con su petición de que sea alguien alto me hace pensar en un hombro porque, en fin, las mujeres que hay aquí no es que sean muy altas. Me da rabia tener que ver todo ésto y hacer que ella lo vea también pero, en parte, quiero que la persona esté bastante pendiente de Violet porque es la mayor. -Un hombre quizá esté bien...- digo con tranquilidad mientras observo a las personas que hay allí. -¿Lo prefieres guapo o feo?- intento bromear con ella para que desaparezca toda la tensión del momento, para olvidar el momento en el que la he perdido y todos esos rostros tristes y destrozados.
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Cuatro meses encerrado y sin rastro de su mujer y sus hijos, tan solo quizás Alther. La última vez que lo vio fue cuando estuvo en la cárcel con él. Tom salió y él se quedó ahí dentro. Los días pasaban, las horas, los meses y las esperanzas de que Ryan, Alther y Mary estuviesen vivos eran casi nulas, incluso se acordaba de Joey y de Molly. Tom no era un hombre sentimental, pero respecto a la familia lo cambiaba todo. Mary... la necesitaba más que nunca y se sorprendió a si mismo con cosas de ella que ni sabía que estaban ahí. Cerró los ojos cuando depositó las cosas en la cocina del mercado. Era alto y fuerte y le asignaban tareas que requerían un alto contenido físico, como transportar sacos o tirar de cosas, como un puñetero buey.
Había dejado de resistirse a todo, hace ya bastante tiempo y se había acostumbrado a seguir órdenes, cuando no le hacían ni puta gracia. Resistirse era de imbéciles, siempre lo había dicho y no valía ni la pena. Cogió el saco del almacén y salió al exterior de nuevo para la cocina, observando la cantidad de gente repartida deseando comparar algún esclavo. Tom bajó la cabeza con una mueca de asco y la volvió a subir justamente para ver una cara conocida entre el gentío. Se quedó quieto, pese a las protestas del educador para que llevase el saco de harina. Si por él fuera se lo estamparía contra la cara y le haría tragar el cereal molido hasta que se ahogara, pero esos pensamientos tenía que dejarlos para su cabeza y que fueran eso, solo pensamientos. Una punzada de reconocimiento atesoró en su pecho al ver a Zoey y rebajó el paso con la esperanza de que lo viera. Había sido la primera cara conocida en estos meses.
Pero el educador lo atosigó, independientemente de que Tom fuera tres veces más alto que él y más fuerte. Se escudaban en la ley y bajo el muro de que un humano no podía hacerle nada. Tenía unas ganas asesinas de reventarle la cara a puñetazos y se metió en el interior para dejar el saco en la cocina. Salió de allí y fue directo al patio. No podía presentarse directamente a ella, ni decirle nada. Era maga, lo sabía, sentía aversión sobre ellos, pero era Zoey, la amiga de su sobrino y muy en el fondo de él esperaba que ella fuese quien lo sacara de esa pocilga.
Había dejado de resistirse a todo, hace ya bastante tiempo y se había acostumbrado a seguir órdenes, cuando no le hacían ni puta gracia. Resistirse era de imbéciles, siempre lo había dicho y no valía ni la pena. Cogió el saco del almacén y salió al exterior de nuevo para la cocina, observando la cantidad de gente repartida deseando comparar algún esclavo. Tom bajó la cabeza con una mueca de asco y la volvió a subir justamente para ver una cara conocida entre el gentío. Se quedó quieto, pese a las protestas del educador para que llevase el saco de harina. Si por él fuera se lo estamparía contra la cara y le haría tragar el cereal molido hasta que se ahogara, pero esos pensamientos tenía que dejarlos para su cabeza y que fueran eso, solo pensamientos. Una punzada de reconocimiento atesoró en su pecho al ver a Zoey y rebajó el paso con la esperanza de que lo viera. Había sido la primera cara conocida en estos meses.
Pero el educador lo atosigó, independientemente de que Tom fuera tres veces más alto que él y más fuerte. Se escudaban en la ley y bajo el muro de que un humano no podía hacerle nada. Tenía unas ganas asesinas de reventarle la cara a puñetazos y se metió en el interior para dejar el saco en la cocina. Salió de allí y fue directo al patio. No podía presentarse directamente a ella, ni decirle nada. Era maga, lo sabía, sentía aversión sobre ellos, pero era Zoey, la amiga de su sobrino y muy en el fondo de él esperaba que ella fuese quien lo sacara de esa pocilga.
Por suerte esa vez Zoey decidió que era mejor caminar por el exterior de la masa de gente que iba y venía, siendo una caminata mucho menos estresante que la primera pero aún así prefería mantenerse pegada a la rubia con cuidado de no hacerla tropezar en un posible lío de pies; en cierto momento un hombre de rasgos duros se chocó con la niña, quien soltó un "auch" y sin previo aviso el pequeño cachorro que parecía ser tranquilo y templado cual balsa en el agua gruñó antes de dar un ladrido seguido de un mordisco al aire como amenaza. Puede que a fin de cuentas ese pequeño hubiera estado destinado a encontrarse con Violet y protegerla. La squib esboza una ligera sonrisa apresurando su paso, siguiendo el ritmo de Zoey.
Poco después de haber preguntado a su madre las orbes celestes de la niña captaron la imagen de personas caminando a cierta altura por encima del resto, como si fuera algo realizado especificamente para que fueran vistos sin dificultad; muchos iban cargando o arrastrando cosas y en esas la voz de la rubia sacó a Violet de su distracción -Vale- murmuró con una minúscula sonrisa. Dudaba mucho que se parase a hablar con nadie pues todas las personas que habían por allí la asustaban un poco.
Caminó justo detrás de Zoey sin soltar su mano, mientras ella se abría paso para ver mejor a las personas. La pequeña frunce el ceño al verlo todo de cerca pues es cuando percibe los gritos de gente uniformada, nunca le gustaron las personas con uniforme y la ponían nerviosa -Mm... No muy feo, no vaya a asustar a Lëia- comentó. Su mirada se posó en la figura de un hombre alto y moreno, parecía fuerte y no apartaba la mirada -¡Ese!- lo señaló con el dedo mientras daba saltitos sobre el mismo sitio donde se encontraba -¿Puede ser ese? Seguro que llega a los sitios más altos y si me subo a sus hombros seré muy alta- dijo con una sonrisa en los labios esperando una respuesta afirmativa.
Poco después de haber preguntado a su madre las orbes celestes de la niña captaron la imagen de personas caminando a cierta altura por encima del resto, como si fuera algo realizado especificamente para que fueran vistos sin dificultad; muchos iban cargando o arrastrando cosas y en esas la voz de la rubia sacó a Violet de su distracción -Vale- murmuró con una minúscula sonrisa. Dudaba mucho que se parase a hablar con nadie pues todas las personas que habían por allí la asustaban un poco.
Caminó justo detrás de Zoey sin soltar su mano, mientras ella se abría paso para ver mejor a las personas. La pequeña frunce el ceño al verlo todo de cerca pues es cuando percibe los gritos de gente uniformada, nunca le gustaron las personas con uniforme y la ponían nerviosa -Mm... No muy feo, no vaya a asustar a Lëia- comentó. Su mirada se posó en la figura de un hombre alto y moreno, parecía fuerte y no apartaba la mirada -¡Ese!- lo señaló con el dedo mientras daba saltitos sobre el mismo sitio donde se encontraba -¿Puede ser ese? Seguro que llega a los sitios más altos y si me subo a sus hombros seré muy alta- dijo con una sonrisa en los labios esperando una respuesta afirmativa.
La cosa era es bien simple. Queremos comprar un esclavo y punto. Será mejor que nos despachemos antes de que esto se haga mucho más pesado y, al final, acabemos perdiéndonos la una a la otra de nuevo. No entiendo como puede haber tanta gente condensada en un sitio tan pequeño como es el Mercado de esclavos, ¿todos eran así? Y, aún más importante, ¿todo el mundo realmente venía aquí a comprar un esclavo o simplemente se paseaban para ver los rostros que eran expuestos? Asqueroso, hay un millón de cosas más interesantes e higiénicas que hacer que pasearse por aquí. Me pongo un poco de puntillas, intentando resaltar entre el gentío y fijo mi mirada en una zona elevada donde se ve que están 'expuestos' y cerca hay un mercader. Supongo que cada mercader tiene sus 'piezas' y que es el que quiere vendértelas poniéndotelos como si fueran verdaderos dioses cuando, en realidad, por dentro lo que desean más que nada es el dinero sin importarles mucho si saben hacer las cosas bien, aunque es cierto que si no lo hacen bien y el esclavo es devuelto la mala fama se la llevan de lleno.
Tiro de pequeña, y del perro como efecto secundario, hacia una zona céntrica donde podamos acercarnos más y ver mejor. No es que me vaya a poner a escudriñarlos con la mirada, porque uno se debe sentir bastante incómodo y apenado por estar ahí como para que lo vayas recorriendo con la mirada. No puedo reprimir un risueña risa por su comentario, pero me muerdo el labio inferior sintiéndome mal por reírme en un sitio como este. La gente lo hace. Veo a un par de hombros que se ríen a carcajada limpia mientras se dan golpes en el hombro, como verdaderos salvaje, una costumbre de los hombres que nunca llegaré a entender, ni deseo hacerlo, porque a un esclavo se le ha caído algo y el mercader le grita todo tipo de insultos que hacen que el chico se haga cada vez más pequeño mientras recoge lo que se le ha caído al suelo; pasamos por su lado y tiro un poco de Violet, para evitar que se pare porque se muy bien como es ella, adelantando hasta una zona donde nos encontramos con un hombre mayor. Voy a abrir la boca para preguntarle qué ve recomendable para nosotras, y explicarle la situación en casa, cuando la pequeña grita un '¡ese!' que hace que me gire y siga la dirección de su dedo que acaba en señalar a un hombre. Por unos segundos me quedo petrificada pero su nueva intervención hace que salga de ese estado y mueva la cabeza hacia los lados para disipar la nublina que acaba de nublarme el juicio.
Estoy a punto de balbucear algo estúpido cuando, sin ton ni son, sin acercarme siquiera al hombre que Violet señala, me dirijo al hombre mayor de nuevo. -Me gustaría llevarme a aquel.- señalo con el dedo a Tom, sin mirarlo. El hombre se pone a decirme que no está del todo enseñado, que es un poco impulsivo aunque se esfuerce en esconderlo y un par de cosas más que ni recuerdo porque he ignorado por completo. -Me da igual, ¿se cree que porque sea una mujer no podré dominar a un simple eslavo?- alzo una ceja. Empieza a sacar unos papeles donde me pone las cosas que les enseñan, como lo tengo que cuidar para que me dure más tiempo, como lo puedo devolver... en fin, cojo el papel, lo firmo, el hombre se queda con una copia, y yo con otra. Después, como es normal, toca el momento del pago. Saco el monedero del bolso y pongo sobre la mesa la cantidad que está especificada en los papeles. -Gracias, me lo llevaré puesto.- bromeo girándome y caminando hasta donde está. Me sitúo en la parte inferior del bordillo, frente a él, con Violet dando saltitos de un lado para otro. -Si no me equivoco ésta es la segunda vez que contrato sus servicios, ¿no?- no espero que me conteste nada porque se que no pueden hablar a no ser que sea porque les preguntas algo directamente y ésta pregunta ha sido más para ordenar mis recuerdos que para él. -Bien, ya hemos terminado aquí.- me encojo ligeramente mirando a Tom, a Violet y luego al perro. Nos fuimos dos de casa y volvemos cuatro.
Tiro de pequeña, y del perro como efecto secundario, hacia una zona céntrica donde podamos acercarnos más y ver mejor. No es que me vaya a poner a escudriñarlos con la mirada, porque uno se debe sentir bastante incómodo y apenado por estar ahí como para que lo vayas recorriendo con la mirada. No puedo reprimir un risueña risa por su comentario, pero me muerdo el labio inferior sintiéndome mal por reírme en un sitio como este. La gente lo hace. Veo a un par de hombros que se ríen a carcajada limpia mientras se dan golpes en el hombro, como verdaderos salvaje, una costumbre de los hombres que nunca llegaré a entender, ni deseo hacerlo, porque a un esclavo se le ha caído algo y el mercader le grita todo tipo de insultos que hacen que el chico se haga cada vez más pequeño mientras recoge lo que se le ha caído al suelo; pasamos por su lado y tiro un poco de Violet, para evitar que se pare porque se muy bien como es ella, adelantando hasta una zona donde nos encontramos con un hombre mayor. Voy a abrir la boca para preguntarle qué ve recomendable para nosotras, y explicarle la situación en casa, cuando la pequeña grita un '¡ese!' que hace que me gire y siga la dirección de su dedo que acaba en señalar a un hombre. Por unos segundos me quedo petrificada pero su nueva intervención hace que salga de ese estado y mueva la cabeza hacia los lados para disipar la nublina que acaba de nublarme el juicio.
Estoy a punto de balbucear algo estúpido cuando, sin ton ni son, sin acercarme siquiera al hombre que Violet señala, me dirijo al hombre mayor de nuevo. -Me gustaría llevarme a aquel.- señalo con el dedo a Tom, sin mirarlo. El hombre se pone a decirme que no está del todo enseñado, que es un poco impulsivo aunque se esfuerce en esconderlo y un par de cosas más que ni recuerdo porque he ignorado por completo. -Me da igual, ¿se cree que porque sea una mujer no podré dominar a un simple eslavo?- alzo una ceja. Empieza a sacar unos papeles donde me pone las cosas que les enseñan, como lo tengo que cuidar para que me dure más tiempo, como lo puedo devolver... en fin, cojo el papel, lo firmo, el hombre se queda con una copia, y yo con otra. Después, como es normal, toca el momento del pago. Saco el monedero del bolso y pongo sobre la mesa la cantidad que está especificada en los papeles. -Gracias, me lo llevaré puesto.- bromeo girándome y caminando hasta donde está. Me sitúo en la parte inferior del bordillo, frente a él, con Violet dando saltitos de un lado para otro. -Si no me equivoco ésta es la segunda vez que contrato sus servicios, ¿no?- no espero que me conteste nada porque se que no pueden hablar a no ser que sea porque les preguntas algo directamente y ésta pregunta ha sido más para ordenar mis recuerdos que para él. -Bien, ya hemos terminado aquí.- me encojo ligeramente mirando a Tom, a Violet y luego al perro. Nos fuimos dos de casa y volvemos cuatro.
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La pequeña lo había visto. Tom frunció el entrecejo cuando la vio sin poder creer lo que veía. Esa niña no podía ser Lëia, era imposible, como mucho la pequeña tendría meses, así que lo más probable era que fuese algún familiar. De todas maneras, no le importaba en lo más mínimo, tan solo que gracias a esa niña, Zoey había mirado en su dirección. El mercader lo empujó para que se moviera, pero la voz de ella entró en el espacio de ellos dos y Tom se quedó quieto, dejando el saco en el suelo. El mercader no mentía, Tom no era que estuviese demasiado sumiso todavía, pero no protestaba ni se rebelaba. Podría pasar como un perfecto esclavo, aunque por dentro pensase en matar a su amo por la noche.
¿Para que recibir tanta paliza? Finge, finge y no dejes de fingir. Tom sonrió por dentro con la alegría de salir de ahí con ella. No dijo nada cuando le habló, pero tenía razón, era la segunda vez que quería sus servicios, aunque muy diferente esta vez. Iba a ser su esclavo hasta que la mierda de gobierno cayese otra vez. Se quedó atento a toda la transacción y caminó detrás de ellas dos en silencio. Por fin podía averiguar donde estaba su mujer y sus hijos.
¿Para que recibir tanta paliza? Finge, finge y no dejes de fingir. Tom sonrió por dentro con la alegría de salir de ahí con ella. No dijo nada cuando le habló, pero tenía razón, era la segunda vez que quería sus servicios, aunque muy diferente esta vez. Iba a ser su esclavo hasta que la mierda de gobierno cayese otra vez. Se quedó atento a toda la transacción y caminó detrás de ellas dos en silencio. Por fin podía averiguar donde estaba su mujer y sus hijos.
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