OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Ya han pasado unos cinco meses desde que la vida de todos los rebeldes y de todos los magos diera un giro para mejor, de que el sueño que habíamos perseguido los rebeldes durante toda la vida se cumpliera al fin. Ahora somos nosotros los que mandamos, los que hemos traído a todos los magos de NeoPanem la vida que nos merecíamos; por fin podemos vivir en paz y sin temor a que nos maten por lo que somos. Y durante estos meses he estado acomodándome para acostumbrarme a vivir mi nueva vida como Ministro de los Carroñeros, y también a vivir en el 13, trabajar alguna que otra vez bajo tierra. Podría haberme ido a vivir al Capitolio o a alguno de los otros Distritos que ahora tienen una buena economía; sin embargo, prefiero estar aquí por el momento y vivir lejos de Elle y Aaron. Las cosas son más fáciles así. Ahora en mis sueños, aunque técnicamente no sólo me sucede ya entre los brazos de Morfeo, el anciano mentor que asesiné nada más llegar a la Isla acompaña a la alcaldesa del 11 y a Alec para atormentarme. Afortunadamente tengo a Keiran conmigo, quien me facilita las cosas gracias a tener la distracción de que en mi tiempo libre le entreno para que el día de mañana pueda ser cazarrecompensas o algún trabajo por el estilo que le permitan ejercer. De todas maneras, hay momentos en los que me siento mal por no decirle quién soy realmente; por no decirle que soy más que un simple primo.
Durante meses he estado evitando contarle a mi familia la verdad sobre quién soy; pero ya va siendo hora de que la verdad salga a la luz, de que todos los Weynart dejen de vivir en una mentira que se creó hace demasiados años para protegernos. Sé que soy un idiota por pensar que podrían odiarme al enterarse de que su padre engañó a su madre y que de ahí nací yo porque, a fin de cuentas, sigo siendo el mismo de siempre. Sin embargo, ahora lo que temo es que se lancen a la yugular de Ludovic cuando vean que no está muerto como siempre habíamos creído. Yo ya he dejado de culparle, aunque mentiría si dijera que no me ha costado demasiados meses conseguirlo. De todas maneras, no mantengo el contacto con él, pues no hemos hablado desde que me sacó de Alcatraz meses atrás; o mejor dicho: sólo he hablado con él una vez más desde entonces, y fue hace unas semanas para explicarle cómo íbamos a contarle la verdad al resto de la familia. Después de hablar con el que ahora se supone que es mi padre, contacté con Elle y con Aaron para avisarles de que hoy Keiran y yo iríamos para allí, que estuvieran todos en casa del mayor al mediodía.
Decidí que lo mejor era quedar en hacer la reunión familiar en el Capitolio porque es ahí donde actualmente residen casi todos los Weynart. Y ahí es donde estamos Keiran y yo a la hora indicada, frente a la puerta de la casa de Aaron. — Entra tú y saluda a tus hermanos; en unos minutos entraré yo. — Le sonrío de medio lado para transmitirle confianza y le doy un pequeño apretón en el hombro. Sin embargo, le veo un poco reacio, como si se cuestionara el porqué no entramos a la vez, así que decido decirle parte de una verdad pero sin decirla del todo: — Es que voy a traerles una sorpresita — añado rápidamente antes de que empiece a hablar y le guiño un ojo; después, me alejo y camino unas casas más para abajo hasta dar con un pequeño callejón donde le dije a Ludovic que esperara. Es la primera vez que voy a verle desde nuestro... digamos fortuito encuentro en una de las salas de la prisión de máxima seguridad.
Miro a mi progenitor con una expresión que indica que esto probablemente me guste menos a mí que a él. Puede que ya sea del todo consciente de que lo mejor es dejarnos de secretos porque ya han habido demasiados en esta familia, pero eso no quiere decir que me haga gracia, que me encante, ser el que tenga que decir la verdad. ¿Tanto le costaba haber venido hace meses él, antes de salvarme a mí el pellejo y contármelo todo rápida e improvisadamente? Al parecer, sí, y lo entiendo. — ¿Preparado para enfrentarte a tu familia? — digo con una medio mueca y medio sonrisa de lado. — No sólo estarán tus hijos, sino que también estarán Ethan y Lena, tu nieto y nuera respectivamente — añado mientras caminamos hacia la nueva casa de Lena y Aaron. Quizá esto no me guste, pero prefiero que Ludovic esté lo mejor preparado posible porque aunque le hablé de Ethan en Alcatraz, no ha visto ni una foto de él. También le hablé de Lëia, pero esa ya es otra historia; tal y como están las cosas, dudo que alguno de nosotros vaya a volver a ver a la niña... y lo odio.
Unos escasos minutos después, cuando ya estamos frente a la puerta de la casa, hablo: — Entraré yo primero y luego saldré a por ti para que no se lleven la bofetada de golpe. — Evito decir que probablemente ni se la lleven hasta que diga quién es, a fin de cuentas, han pasado unos doce años desde la última vez que lo vieron y ellos no son los únicos que se han ido haciendo mayores. Suspiro antes de sacar la llave que Aaron me dio para hospedarme aquí cuando necesitara venir por temas de trabajo; ahora las cosas ya están mejor entre nosotros y casi he conseguido perdonar todo lo que hizo en un pasado... pero casi. Una vez abierta, entro al salón donde están todos hablando y me cruzo de brazos, apoyado en el marco de la puerta, a la espera de que se haga el silencio antes de traer a Ludovic y acabar con dos de los grandes secretos que esta familia ha tenido.
Durante meses he estado evitando contarle a mi familia la verdad sobre quién soy; pero ya va siendo hora de que la verdad salga a la luz, de que todos los Weynart dejen de vivir en una mentira que se creó hace demasiados años para protegernos. Sé que soy un idiota por pensar que podrían odiarme al enterarse de que su padre engañó a su madre y que de ahí nací yo porque, a fin de cuentas, sigo siendo el mismo de siempre. Sin embargo, ahora lo que temo es que se lancen a la yugular de Ludovic cuando vean que no está muerto como siempre habíamos creído. Yo ya he dejado de culparle, aunque mentiría si dijera que no me ha costado demasiados meses conseguirlo. De todas maneras, no mantengo el contacto con él, pues no hemos hablado desde que me sacó de Alcatraz meses atrás; o mejor dicho: sólo he hablado con él una vez más desde entonces, y fue hace unas semanas para explicarle cómo íbamos a contarle la verdad al resto de la familia. Después de hablar con el que ahora se supone que es mi padre, contacté con Elle y con Aaron para avisarles de que hoy Keiran y yo iríamos para allí, que estuvieran todos en casa del mayor al mediodía.
Decidí que lo mejor era quedar en hacer la reunión familiar en el Capitolio porque es ahí donde actualmente residen casi todos los Weynart. Y ahí es donde estamos Keiran y yo a la hora indicada, frente a la puerta de la casa de Aaron. — Entra tú y saluda a tus hermanos; en unos minutos entraré yo. — Le sonrío de medio lado para transmitirle confianza y le doy un pequeño apretón en el hombro. Sin embargo, le veo un poco reacio, como si se cuestionara el porqué no entramos a la vez, así que decido decirle parte de una verdad pero sin decirla del todo: — Es que voy a traerles una sorpresita — añado rápidamente antes de que empiece a hablar y le guiño un ojo; después, me alejo y camino unas casas más para abajo hasta dar con un pequeño callejón donde le dije a Ludovic que esperara. Es la primera vez que voy a verle desde nuestro... digamos fortuito encuentro en una de las salas de la prisión de máxima seguridad.
Miro a mi progenitor con una expresión que indica que esto probablemente me guste menos a mí que a él. Puede que ya sea del todo consciente de que lo mejor es dejarnos de secretos porque ya han habido demasiados en esta familia, pero eso no quiere decir que me haga gracia, que me encante, ser el que tenga que decir la verdad. ¿Tanto le costaba haber venido hace meses él, antes de salvarme a mí el pellejo y contármelo todo rápida e improvisadamente? Al parecer, sí, y lo entiendo. — ¿Preparado para enfrentarte a tu familia? — digo con una medio mueca y medio sonrisa de lado. — No sólo estarán tus hijos, sino que también estarán Ethan y Lena, tu nieto y nuera respectivamente — añado mientras caminamos hacia la nueva casa de Lena y Aaron. Quizá esto no me guste, pero prefiero que Ludovic esté lo mejor preparado posible porque aunque le hablé de Ethan en Alcatraz, no ha visto ni una foto de él. También le hablé de Lëia, pero esa ya es otra historia; tal y como están las cosas, dudo que alguno de nosotros vaya a volver a ver a la niña... y lo odio.
Unos escasos minutos después, cuando ya estamos frente a la puerta de la casa, hablo: — Entraré yo primero y luego saldré a por ti para que no se lleven la bofetada de golpe. — Evito decir que probablemente ni se la lleven hasta que diga quién es, a fin de cuentas, han pasado unos doce años desde la última vez que lo vieron y ellos no son los únicos que se han ido haciendo mayores. Suspiro antes de sacar la llave que Aaron me dio para hospedarme aquí cuando necesitara venir por temas de trabajo; ahora las cosas ya están mejor entre nosotros y casi he conseguido perdonar todo lo que hizo en un pasado... pero casi. Una vez abierta, entro al salón donde están todos hablando y me cruzo de brazos, apoyado en el marco de la puerta, a la espera de que se haga el silencio antes de traer a Ludovic y acabar con dos de los grandes secretos que esta familia ha tenido.
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¿Cuantos meses habían pasado? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Cinco? Si, casi medio año sin los Black en el poder, con los magos al fin libres de poder demostrar la magia que por tantas décadas fue ocultada por el yugo del gobierno hasta que los rebeldes se hicieron con el poder cambiando totalmente las tornas del juego; ahora ya no tenían que esconderse, se había acabado el mirar por encima del hombro o preguntarse si con cada encuentro con un ser querido sería el último. Surgieron numerosos cambios en la vida de la pequeña Weynart, quizás el más destacado fue la mudanza del Distrito once al Capitolio para vivir con su hermana Elle en una casa que parecía más un palacio a ojos de la joven, acostumbrada a las cosas sencillas, justas y necesarias ante tanto lujo al que aún no se hacía a la idea ni le llegaba a convencer. Sin embargo adoraba la escuela, apenas tardó en hacerse con la rutina de despertar cada mañana temprano, desayunar, vestirse e ir andando hasta el colegio donde a pesar de no tener numerosos amigos, disfrutaba de las clases.
Ese día era diferente pues el primo Riorden solicitó una reunión familiar, desconocía los motivos pero a diferencia de cualquier otra época esta era la mejor para juntar a todos los Weynart ya que vivían en el Capitolio la inmensa mayoría. En cuanto despertó se sentía ansiosa por verlos, esa pequeña felicidad era común recientemente en la castaña que bajó las escaleras a toda prisa para desayunar dando los buenos días; no tardaría en volver a subir para vestirse y matar el tiempo hasta que se acercaba la hora indicada.
La casa anfitriona sería la de su hermano Aaron, no quedaba lejos así que fueron andando casi se podría decir disfrutando del paseo aunque Lily lo veía con otros ojos. Desde la instauración del nuevo gobierno veía a menudo humanos esclavos -se les podía distinguir fácilmente por la ropa- caminando con resignación, como si llevaran un gran peso sobre los hombros del que no podían deshacerse y que la entristecía. Sacudió ligeramente la cabeza para no pensar en ello pues no era un tema que quisiera debatir con su hermana en mitad de la calle.
En cuanto llegó al umbral del mayor de los Weynart atravesó la puerta en busca de su hermano, recorriendo la casa hasta encontrarlo en la cocina de espaldas y prácticamente asaltarlo saltando a su espalda sin la esperanza de asustarlo -¡Aaron!- saluda alegre. Eran ese tipo de situaciones las que devolvían a Lily aquella sonrisa que se llevó el trágico suceso de su segundo hermano mayor; giró el rostro para ver a su cuñada y su sobrino -Lena, Ethan- saluda manteniendo una media sonrisa en lo que se bajaba de la espalda de su hermano -Elle estará en la puerta, me adelante un poco- comenta dirigiéndose al salón, curioseando los estantes y en concreto una librería por si había algo de interés.
Apenas pasaron unos minutos cuando escuchó la puerta de la entrada abrirse, se giró sobre sus talones cuando sus ojos pardos captaron la figura de su hermano pequeño -¡Keiran!- gritó con emoción, demasiado contenta de encontrarse con el rubio al que llevaba semanas sin ver tras su mudanza al Distrito trece; fue hasta él dándole un abrazo, un gesto cariñoso que rara vez ejercía con el resto pero el pequeño de la familia era la excepción -Te echaba de menos...¿Donde está Riorden?- murmura antes de preguntar extrañada de su ausencia pues fue él quien solicitó la reunión -¿Has traído a Chip?- le miró con cierta ilusión ya que adoraba a la pequeña mascota del rubio.
Ese día era diferente pues el primo Riorden solicitó una reunión familiar, desconocía los motivos pero a diferencia de cualquier otra época esta era la mejor para juntar a todos los Weynart ya que vivían en el Capitolio la inmensa mayoría. En cuanto despertó se sentía ansiosa por verlos, esa pequeña felicidad era común recientemente en la castaña que bajó las escaleras a toda prisa para desayunar dando los buenos días; no tardaría en volver a subir para vestirse y matar el tiempo hasta que se acercaba la hora indicada.
La casa anfitriona sería la de su hermano Aaron, no quedaba lejos así que fueron andando casi se podría decir disfrutando del paseo aunque Lily lo veía con otros ojos. Desde la instauración del nuevo gobierno veía a menudo humanos esclavos -se les podía distinguir fácilmente por la ropa- caminando con resignación, como si llevaran un gran peso sobre los hombros del que no podían deshacerse y que la entristecía. Sacudió ligeramente la cabeza para no pensar en ello pues no era un tema que quisiera debatir con su hermana en mitad de la calle.
En cuanto llegó al umbral del mayor de los Weynart atravesó la puerta en busca de su hermano, recorriendo la casa hasta encontrarlo en la cocina de espaldas y prácticamente asaltarlo saltando a su espalda sin la esperanza de asustarlo -¡Aaron!- saluda alegre. Eran ese tipo de situaciones las que devolvían a Lily aquella sonrisa que se llevó el trágico suceso de su segundo hermano mayor; giró el rostro para ver a su cuñada y su sobrino -Lena, Ethan- saluda manteniendo una media sonrisa en lo que se bajaba de la espalda de su hermano -Elle estará en la puerta, me adelante un poco- comenta dirigiéndose al salón, curioseando los estantes y en concreto una librería por si había algo de interés.
Apenas pasaron unos minutos cuando escuchó la puerta de la entrada abrirse, se giró sobre sus talones cuando sus ojos pardos captaron la figura de su hermano pequeño -¡Keiran!- gritó con emoción, demasiado contenta de encontrarse con el rubio al que llevaba semanas sin ver tras su mudanza al Distrito trece; fue hasta él dándole un abrazo, un gesto cariñoso que rara vez ejercía con el resto pero el pequeño de la familia era la excepción -Te echaba de menos...¿Donde está Riorden?- murmura antes de preguntar extrañada de su ausencia pues fue él quien solicitó la reunión -¿Has traído a Chip?- le miró con cierta ilusión ya que adoraba a la pequeña mascota del rubio.
Todo lo que ha pasado durante estos meses se me ha hecho bastante raro, ya que puedo notar como todos los familiares de los Weynart quieren ocultarme algo pero no se exactamente lo que es ya que no dicen ni pio. Durante los últimos cinco meses aproximadamente la familia se ha estado comportando bastante raro, ademas de que nos hemos mudado al Capitolio sin que me digan ninguna razón que pueda entender. Normalmente cuando les hago la pregunta del millón, el que esta pasando exactamente que no quieren contarme, simplemente se dedican a decirme mentiras que puedo notar desde bastante lejos. No me gustan las mentiras y que mi padre o mi madre me digan una mentira se me hace bastante extraño ya que ellos desde pequeño me educaron que las mentiras eran malas, que no llegabas a ninguna parte con ellas. Aparte de todo eso, la mayoría de los Weynart se han mudado al Capitolio con nosotros, solo que no viven en la misma casa que nosotros. Mis tías, Elle y Annie viven cerca de nosotros en el Capitolio, aunque mi otro tío Keiran y mi otro tío, Riorden, se han mudado al Distrito 13. Es lo único que me puedo creer de todo lo que me dicen mis padres.
Mi padre me ha comentado, que toda la familia se iba a reunir en nuestra casa, cosa que me ha emocionado bastante ya que hacía bastante tiempo que no estábamos todos en una misma habitación. Es verdad que con la excusa de que iban a venir todos, me han hecho organizar toda mi habitación, limpiarla de arriba a abajo , cosa que no me ha emocionado nada, todo lo contrario, me ha amargado un poco ya que recoger la habitación no es nada divertido. Además, nadie iba a subir a mi habitación ¿para que tenerla ordenada? Solo íbamos a estar en el salón, en la cocina.. en esos sitios en los que los adultos siempre quieren estar. A veces no entiendo a los mayores, son de complicados..
Cuando he terminado de recoger mi habitación comienzo a bajar las escaleras poco a poco, hasta que voy hacia la cocina, que es donde se encuentran mis padres, haciendo yo que se que. Me siento en una silla para coger un plátano y comenzar a pelarlo, la verdad es que tengo bastante hambre. Mientras comienzo a pelar el plátano escucho como la puerta principal se abre y me pregunto quién será la primera persona que ha entrado a nuestra casa. Cuando escucho el grito, puedo colocar rápidamente a mi tía Annie. Levanto levemente la vista del plátano y veo como esta subida en mi padre, dandole un fuerte abrazo. No puedo evitar reír ante aquella situación. —Hola Annie. —Sonrío mientras le doy un mordisco a mi plátano y me levanto de la silla para ir detrás de ella, no quería quedarme solo en la cocina.
Me quedo observando, con el plátano en la mano lo que hace mi tía, mirando la estantería de libros que tenemos en el salón. Yo ya había aprendido un poco a aprender a leer gracias a la Institutriz que me habían puesto mis padres, aunque se me hacía bastante raro no ir al colegio y que la profesora viniese a mi casa. No pensaba que diría algo parecido en mi vida, pero echaba de menos el colegio y a mis compañeros.. —Mis padres se han leído la mayoría de los libros que ves. Pero yo estoy aprendiendo a leer y todavía no leo libros tan difíciles. —Digo con una abierta sonrisa a mi tía. De nuevo, la puerta se escucha y esta vez es Keiran, mi tío el que se asoma por la puerta. Veo como Annie sale corriendo a abrazarle. Yo simplemente le dedico una sonrisa y un pequeño saludo con la muñeca. Detrás de el, mi tía Elle aparece. —¡Tita Elle! —Grito. Esta vez soy yo quién sale corriendo a darle un abrazo. Es ella quién me levanta en brazos y le doy un fuerte abrazo y un beso en los mofletes. —¿Que tal estás tía? —Añado.
Mi padre me ha comentado, que toda la familia se iba a reunir en nuestra casa, cosa que me ha emocionado bastante ya que hacía bastante tiempo que no estábamos todos en una misma habitación. Es verdad que con la excusa de que iban a venir todos, me han hecho organizar toda mi habitación, limpiarla de arriba a abajo , cosa que no me ha emocionado nada, todo lo contrario, me ha amargado un poco ya que recoger la habitación no es nada divertido. Además, nadie iba a subir a mi habitación ¿para que tenerla ordenada? Solo íbamos a estar en el salón, en la cocina.. en esos sitios en los que los adultos siempre quieren estar. A veces no entiendo a los mayores, son de complicados..
Cuando he terminado de recoger mi habitación comienzo a bajar las escaleras poco a poco, hasta que voy hacia la cocina, que es donde se encuentran mis padres, haciendo yo que se que. Me siento en una silla para coger un plátano y comenzar a pelarlo, la verdad es que tengo bastante hambre. Mientras comienzo a pelar el plátano escucho como la puerta principal se abre y me pregunto quién será la primera persona que ha entrado a nuestra casa. Cuando escucho el grito, puedo colocar rápidamente a mi tía Annie. Levanto levemente la vista del plátano y veo como esta subida en mi padre, dandole un fuerte abrazo. No puedo evitar reír ante aquella situación. —Hola Annie. —Sonrío mientras le doy un mordisco a mi plátano y me levanto de la silla para ir detrás de ella, no quería quedarme solo en la cocina.
Me quedo observando, con el plátano en la mano lo que hace mi tía, mirando la estantería de libros que tenemos en el salón. Yo ya había aprendido un poco a aprender a leer gracias a la Institutriz que me habían puesto mis padres, aunque se me hacía bastante raro no ir al colegio y que la profesora viniese a mi casa. No pensaba que diría algo parecido en mi vida, pero echaba de menos el colegio y a mis compañeros.. —Mis padres se han leído la mayoría de los libros que ves. Pero yo estoy aprendiendo a leer y todavía no leo libros tan difíciles. —Digo con una abierta sonrisa a mi tía. De nuevo, la puerta se escucha y esta vez es Keiran, mi tío el que se asoma por la puerta. Veo como Annie sale corriendo a abrazarle. Yo simplemente le dedico una sonrisa y un pequeño saludo con la muñeca. Detrás de el, mi tía Elle aparece. —¡Tita Elle! —Grito. Esta vez soy yo quién sale corriendo a darle un abrazo. Es ella quién me levanta en brazos y le doy un fuerte abrazo y un beso en los mofletes. —¿Que tal estás tía? —Añado.
Creo que por primera vez en años tengo la sensación de que por fin las cosas nos pueden ir bien, de que no tengo que tener ese constante miedo a que los Black hagan daño a alguien de mi familia como tantas otras veces hicieron durante su gobierno. Aun así, no dejo de recordarme a mí mismo que he hecho cosas indeseables a lo largo de los años, a pesar de que en parte se puedan excusar por la razón que me motivaba a ello. Lo único que quería y sigo queriendo es proteger a mi familia por encima de todas las cosas. Esa es una de las razones por las que no dejo que Ethan vaya a clase, al menos no por el momento, sino que aprende gracias a una institutriz que viene entre semana a casa a darle clases. Al principio la idea no me terminaba de hacer gracia, y a Lena tampoco, pero acabamos dándonos cuenta de que lo más seguro era que nuestro hijo se quedara en casa y, además, así ella no tendría que salir antes de ir a trabajar para ir a buscarle al colegio. Si por mí fuera, hubiera ido yo a por él, pero teniendo en cuenta que más de una vez paso el día en los Distritos cercanos en busca de algún prófugo o traidor... Siempre me hubiera quedado la aparición, pero si por ejemplo estuviera en pleno momento de capturar a alguien, hubiera llegado más tarde que la hora de salida. Así que sí, definitivamente el que una institutriz vaya a casa es la mejor opción.
Ahora los Weynart tenemos unos trabajos indudablemente buenos; Lena es Ministra de Educación, Riorden es Ministro de los Carroñeros y yo... bueno, no es que tenga un trabajo importante como ellos, ¿pero qué más quiero? Ser cazarrecompensas es lo mío, y de eso no hay duda si se me conoce de verdad. Yo no soy de esos que pueden pasarse horas sentados en una mesa haciendo trabajos para el Gobierno; necesito estar en constante movimiento. De todas maneras, entre Lena y yo ganamos dinero de sobras como para permitirnos caprichos y el vivir en una casa que se nos queda enorme para tres personas; así que tampoco es que necesite algún oficio con un mejor sueldo.
El hecho de que Riorden ordenara una reunión familiar hoy al medio día me sorprendió de sobremanera porque... en fin, no es que seamos una familia demasiado unida, al menos no lo hemos sido estos últimos dos años. No obstante, estoy intentando arreglarlo y por eso le ofrecí a mi primo que él y Keiran se hospedaran en nuestra casa siempre que vinieran por temas de trabajo. Ya va siendo hora de que volvamos a estar todos tan unidos como antes, sin riñas y malas miradas por un pasado en el que no hicimos lo que debíamos hacer; el pasado, pasado está. Además, creo que él también está empezando a dar pequeños pasos para arreglar las cosas porque aceptó las llaves de mi casa e incluso se ha ofrecido en llevarse a Ethan algún día al 13; aunque por el momento prefiero que mi hijo no salga del Capitolio ni para ver a su familia.
Y así es como poco antes de la hora fijada estamos mi mujer y yo en la cocina, sentados y a la espera de que vengan mis hermanos y Riorden; segundos después, Ethan entra. Estoy a punto de decirle que no coma nada ahora porque si lo hace luego no tendrá hambre; sin embargo, no puedo porque alguien lanza mi espalda. Sé que es Annie, pues siempre tiene la costumbre de asaltarme y como Elle también tiene las llaves de casa por si algún día tiene que cuidar de Ethan, ha debido de entrar corriendo nada más abrir la puerta nuestra hermana. — ¡Enana! — le saludo mientras ella se baja de mi espalda. — Qué rápido creces, ¿eh?, Annie — añado con una sonrisa burlona porque sé que odia que la llamemos Annie y que prefiere su segundo nombre por razones que nunca llegaré a comprender del todo; cosas de adolescentes, supongo. Mientras miro a mi hermana pequeña, escucho a Ethan decir que está aprendiendo a leer y no puedo evitar hacer una mueca que corrijo al momento. Se me sigue haciendo difícil que por culpa de ese maldito coma se perdiera tantas cosas importantes en la vida de un niño; al menos ahora empieza a intentar "recuperar" el tiempo perdido.
Apenas pasan unos segundos cuando Elle entra prácticamente seguida de Keiran. Mientras todos se dedican a conversar sobre las cosas que han estado haciendo en los últimos días, yo me dedico a quedarme sentado en el sofá después de saludar a todos, a la espera de que Riorden entre porque según ha dicho Keiran, ha ido a hacer no sé qué de una sorpresa. No puedo evitar sorprenderme por ello; es decir, ¿desde cuándo nuestro primo es de ese tipo de personas que hacen sorpresas así como así? Hay algo que no termina de cuadrarme. En fin, ya se verá todo cuando venga. Y no tengo que esperar mucho tiempo más para averiguarlo, porque minutos después escucho la llave de la puerta y Riorden aparece en el umbral para apoyarse en el marco de la puerta del salón. Le miro, intentando descifrar algún signo que me pueda indicar qué quiere; pero Riorden siempre ha sido un buen actor para esconder cosas.
Ahora los Weynart tenemos unos trabajos indudablemente buenos; Lena es Ministra de Educación, Riorden es Ministro de los Carroñeros y yo... bueno, no es que tenga un trabajo importante como ellos, ¿pero qué más quiero? Ser cazarrecompensas es lo mío, y de eso no hay duda si se me conoce de verdad. Yo no soy de esos que pueden pasarse horas sentados en una mesa haciendo trabajos para el Gobierno; necesito estar en constante movimiento. De todas maneras, entre Lena y yo ganamos dinero de sobras como para permitirnos caprichos y el vivir en una casa que se nos queda enorme para tres personas; así que tampoco es que necesite algún oficio con un mejor sueldo.
El hecho de que Riorden ordenara una reunión familiar hoy al medio día me sorprendió de sobremanera porque... en fin, no es que seamos una familia demasiado unida, al menos no lo hemos sido estos últimos dos años. No obstante, estoy intentando arreglarlo y por eso le ofrecí a mi primo que él y Keiran se hospedaran en nuestra casa siempre que vinieran por temas de trabajo. Ya va siendo hora de que volvamos a estar todos tan unidos como antes, sin riñas y malas miradas por un pasado en el que no hicimos lo que debíamos hacer; el pasado, pasado está. Además, creo que él también está empezando a dar pequeños pasos para arreglar las cosas porque aceptó las llaves de mi casa e incluso se ha ofrecido en llevarse a Ethan algún día al 13; aunque por el momento prefiero que mi hijo no salga del Capitolio ni para ver a su familia.
Y así es como poco antes de la hora fijada estamos mi mujer y yo en la cocina, sentados y a la espera de que vengan mis hermanos y Riorden; segundos después, Ethan entra. Estoy a punto de decirle que no coma nada ahora porque si lo hace luego no tendrá hambre; sin embargo, no puedo porque alguien lanza mi espalda. Sé que es Annie, pues siempre tiene la costumbre de asaltarme y como Elle también tiene las llaves de casa por si algún día tiene que cuidar de Ethan, ha debido de entrar corriendo nada más abrir la puerta nuestra hermana. — ¡Enana! — le saludo mientras ella se baja de mi espalda. — Qué rápido creces, ¿eh?, Annie — añado con una sonrisa burlona porque sé que odia que la llamemos Annie y que prefiere su segundo nombre por razones que nunca llegaré a comprender del todo; cosas de adolescentes, supongo. Mientras miro a mi hermana pequeña, escucho a Ethan decir que está aprendiendo a leer y no puedo evitar hacer una mueca que corrijo al momento. Se me sigue haciendo difícil que por culpa de ese maldito coma se perdiera tantas cosas importantes en la vida de un niño; al menos ahora empieza a intentar "recuperar" el tiempo perdido.
Apenas pasan unos segundos cuando Elle entra prácticamente seguida de Keiran. Mientras todos se dedican a conversar sobre las cosas que han estado haciendo en los últimos días, yo me dedico a quedarme sentado en el sofá después de saludar a todos, a la espera de que Riorden entre porque según ha dicho Keiran, ha ido a hacer no sé qué de una sorpresa. No puedo evitar sorprenderme por ello; es decir, ¿desde cuándo nuestro primo es de ese tipo de personas que hacen sorpresas así como así? Hay algo que no termina de cuadrarme. En fin, ya se verá todo cuando venga. Y no tengo que esperar mucho tiempo más para averiguarlo, porque minutos después escucho la llave de la puerta y Riorden aparece en el umbral para apoyarse en el marco de la puerta del salón. Le miro, intentando descifrar algún signo que me pueda indicar qué quiere; pero Riorden siempre ha sido un buen actor para esconder cosas.
La vida de la familia Weynart ha cambiado mucho en los últimos meses. Estamos en una muy buena posición en la nueva organización de la sociedad. Mi trabajo tampoco es gran cosa, soy sanadora, pero no me quejo, estoy a gusto con la nueva vida que llevo. Vivo con Elijah, Annie y Laila, tengo a la mayoría de mi familia cerca y por primera vez en muchos, muchos años he estado tranquila, sin tener que sufrir a cada momento por la seguridad de la gente a la que quiero. Y eso no tiene precio.
Hoy es la reunión de familia. Elijah no vendrá, tenía cosas que hacer, su nuevo trabajo de Ministro es lo que tiene, le quita mucho tiempo a veces. Así que, vigilando que mi hermana ya esté lista, me preparo para salir de casa. Una ducha rápida, ropa cómoda que han limpiado y planchado los esclavos que hay por casa, y venga, para casa de Aaron. Seguramente Lena y Ethan estarán, y puede que Riorden ya haya llegado con Keiran. No mentiré, echo mucho de menos a mi hermanito, he pasado de vivir con él, cuidando de él y verle cada día a verme pocas veces desde que se mudó al Distrito 13 con Riorden. Pero bueno, confío en que cuidará bien de mi enano, sé que lo hará.
Annie y yo salimos de casa, no queda muy lejos de casa de Aaron, así que andamos con paso tranquilo, aunque se nota en las dos que tenemos ganas de llegar. Al poco rato ya estamos frente a la puerta de la familia. Saco las llaves y abro, dejando que mi hermana pase primero —Anda, ve saludando— le digo a Annie, riendo entre dientes. Ella echa a correr hacia el salón en el que seguramente se encuentran todos ya. Yo cierro la puerta tras de mi y voy también con la familia, siguiendo a mi hermana. Nada más entrar, Ethan me llama y se echa a mis brazos, por inercia lo levanto y le devuelvo el abrazo, cariñosa, dándole un beso en la mejilla —¿Cómo está mi sobrino favorito?— le digo, mordiéndole la nariz entre risas, luego lo dejo en el suelo —Caray, cómo creces... Dentro de un par de años ya no podré levantarte en brazos, vas a tener que levantarme tu a mi, ¿eh?— bromeo, y luego levanto la mirada hacia el resto.
Cuando veo a Keiran me echo encima de él, abrazándole con fuerza —¡Kei!— exclamo, llenándole las mejillas de besos —Peque, no sabes cuanto te echo de menos... Espero que Riorden te esté tratando bien, de lo contrario pienso colgarle de los pulgares en alguna torre alta— bromeo, guiñándole un ojo a mi hermano. Saludo a Aaron y a Lena con el mismo cariño y luego me giro hacia la puerta. Riorden está apoyado en el marco de la misma. Levanto una ceja, curiosa —¿Qué ocurre, Rior?— no sería capaz de decir el qué, pero me da a mi que tiene algo que decirnos. ¿Por qué habría convocado esta reunión de no ser así? ¿Para disfrutar de la compañía de su familia? Lo dudo. Algo en su mirada me dice que no es el caso. Pero en vez de seguir preguntando me quedo en silencio, observándole, paciente.
Hoy es la reunión de familia. Elijah no vendrá, tenía cosas que hacer, su nuevo trabajo de Ministro es lo que tiene, le quita mucho tiempo a veces. Así que, vigilando que mi hermana ya esté lista, me preparo para salir de casa. Una ducha rápida, ropa cómoda que han limpiado y planchado los esclavos que hay por casa, y venga, para casa de Aaron. Seguramente Lena y Ethan estarán, y puede que Riorden ya haya llegado con Keiran. No mentiré, echo mucho de menos a mi hermanito, he pasado de vivir con él, cuidando de él y verle cada día a verme pocas veces desde que se mudó al Distrito 13 con Riorden. Pero bueno, confío en que cuidará bien de mi enano, sé que lo hará.
Annie y yo salimos de casa, no queda muy lejos de casa de Aaron, así que andamos con paso tranquilo, aunque se nota en las dos que tenemos ganas de llegar. Al poco rato ya estamos frente a la puerta de la familia. Saco las llaves y abro, dejando que mi hermana pase primero —Anda, ve saludando— le digo a Annie, riendo entre dientes. Ella echa a correr hacia el salón en el que seguramente se encuentran todos ya. Yo cierro la puerta tras de mi y voy también con la familia, siguiendo a mi hermana. Nada más entrar, Ethan me llama y se echa a mis brazos, por inercia lo levanto y le devuelvo el abrazo, cariñosa, dándole un beso en la mejilla —¿Cómo está mi sobrino favorito?— le digo, mordiéndole la nariz entre risas, luego lo dejo en el suelo —Caray, cómo creces... Dentro de un par de años ya no podré levantarte en brazos, vas a tener que levantarme tu a mi, ¿eh?— bromeo, y luego levanto la mirada hacia el resto.
Cuando veo a Keiran me echo encima de él, abrazándole con fuerza —¡Kei!— exclamo, llenándole las mejillas de besos —Peque, no sabes cuanto te echo de menos... Espero que Riorden te esté tratando bien, de lo contrario pienso colgarle de los pulgares en alguna torre alta— bromeo, guiñándole un ojo a mi hermano. Saludo a Aaron y a Lena con el mismo cariño y luego me giro hacia la puerta. Riorden está apoyado en el marco de la misma. Levanto una ceja, curiosa —¿Qué ocurre, Rior?— no sería capaz de decir el qué, pero me da a mi que tiene algo que decirnos. ¿Por qué habría convocado esta reunión de no ser así? ¿Para disfrutar de la compañía de su familia? Lo dudo. Algo en su mirada me dice que no es el caso. Pero en vez de seguir preguntando me quedo en silencio, observándole, paciente.
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Cuando eres pequeño, muchos de los adultos de tu alrededor se limitan a contarte las cosas buenas o las versiones menos explícitas. Y eso era lo que siempre hacían mis hermanos. Esconderme una verdad que yo mismo la estaba viendo. Sabía muy bien como habíamos llegado al poder, como con la muerte de Jared, todo había cambiado. Me caía muy bien, incluso más que Jamie y su pérdida me había puesto triste, pero no como el recuerdo de mi hermano Alec en mi cabeza.
Las pesadillas habían vuelto y aún escuchaba sus gritos imaginarios en mi cabeza todas las noches. Noches que me despertaba y no tenía a mi hermana Elle cerca. Tan solo las paredes blancas de la casa de Riorden, el cual se pasaba casi todo el día trabajando y yo permanecía solo salvo cuando me enseñaba las técnicas de combate y demás o cuando hacíamos las cosas cotidianas de la casa.
Llevo seis meses aquí en el trece, desde que todo cambió y Riorden me propuso enseñarme a luchar el cual acepté porque no me gustaba demasiado estar con tanta gente. Me había acostumbrado tanto a vivir con Elle que ya todo se me hacía un mundo cuando veía a más personas. No es que me lo pasara en grande aquí, pero las veces en las que aprendía algo me gustaba, pero no cuando venía la institutriz para estudiar. Porque otra cosa del nuevo gobierno era la magia por todos lados, los humanos esclavizados, distinciones de raza y los squib por los suelos. Siempre había tenido miedo de que mi familia me rechazara por serlo y aunque no lo hubiesen hecho, el gobierno ahora lo ponía como una ley o algo así y mi miedo cada vez era mayor.
Era un squib, no servía para nada y aunque mi primo quisiese remediar eso. Dentro de mi seguía diciéndome eso. Suspiré cuando llegamos al capitolio y me adelanté para abrir la puerta de casa de mi hermano Aaron. Todos se echaron a mis brazos y sonreí, repartiendo abrazos y besos y tirándome con brusquedad a los brazos de Elle. Enterré la cara en su cuello.- Te echo de menos.- susurré y luego sentí el abrazo de Annie.- Chip siempre va conmigo.- le di un beso en la mejilla.- Riorden ha ido a no se donde. Solo me ha dicho que entre y que avise de que ahora entra.
Las pesadillas habían vuelto y aún escuchaba sus gritos imaginarios en mi cabeza todas las noches. Noches que me despertaba y no tenía a mi hermana Elle cerca. Tan solo las paredes blancas de la casa de Riorden, el cual se pasaba casi todo el día trabajando y yo permanecía solo salvo cuando me enseñaba las técnicas de combate y demás o cuando hacíamos las cosas cotidianas de la casa.
Llevo seis meses aquí en el trece, desde que todo cambió y Riorden me propuso enseñarme a luchar el cual acepté porque no me gustaba demasiado estar con tanta gente. Me había acostumbrado tanto a vivir con Elle que ya todo se me hacía un mundo cuando veía a más personas. No es que me lo pasara en grande aquí, pero las veces en las que aprendía algo me gustaba, pero no cuando venía la institutriz para estudiar. Porque otra cosa del nuevo gobierno era la magia por todos lados, los humanos esclavizados, distinciones de raza y los squib por los suelos. Siempre había tenido miedo de que mi familia me rechazara por serlo y aunque no lo hubiesen hecho, el gobierno ahora lo ponía como una ley o algo así y mi miedo cada vez era mayor.
Era un squib, no servía para nada y aunque mi primo quisiese remediar eso. Dentro de mi seguía diciéndome eso. Suspiré cuando llegamos al capitolio y me adelanté para abrir la puerta de casa de mi hermano Aaron. Todos se echaron a mis brazos y sonreí, repartiendo abrazos y besos y tirándome con brusquedad a los brazos de Elle. Enterré la cara en su cuello.- Te echo de menos.- susurré y luego sentí el abrazo de Annie.- Chip siempre va conmigo.- le di un beso en la mejilla.- Riorden ha ido a no se donde. Solo me ha dicho que entre y que avise de que ahora entra.
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Cinco meses Es el tiempo que ha transcurrido desde que el imperio de los Black cayó, dando lugar a régimen de Jamie Niniadis, y con él a la prosperidad de una familia casi entera de magos y brujas como es la de los Weynarts. Y ahora, después de tanto tiempo, puedo decir con seguridad que nos va bien, realmente bien. Aaron trabaja como cazarrecompensas, y como se le ve contento con ello, yo también estoy contenta. En cuanto a mí soy ministra de educación, algo que me gusta; no requiere demasiado tiempo fuera de casa, y puedo estar con Ethan y disfrutar de él. Desde que sus ojos se abrieron en el hospital cuando pensé que nunca volverían a hacerlo, todos los pequeños problemas que han surgido son minucias para mí, y eso lo hace todo más sencillo. Hace tanto tiempo que me acostumbré a que pasaran cosas malas que mi intuición me dice que algo está a punto de pasar, tal vez sea cosa de paranoia, pero no me fío de esta calma aparente que reina, y procuro mantenerme siempre alerta, aunque me digo a mí misma que esto no tiene que significar que va a pasar algo malo, y que lo que pasa es que no sé disfrutar de cuando las cosas van bien.De cualquier modo, hoy no he tenido mucho tiempo para pensar en ello, hay una reunión familiar en nuestra casa, y limpiar, preparar comida y demás cosas para que todo salga perfecto da mucho que hacer. Entiendo que Aaron desea que todo salga a pedir de boca; lleva sin ver a su familia entera reunida mucho tiempo. Por la mañana ayudo a Ethan a recoger su habitación porque sé que se le hace un poco pesado, y durante el resto del día él me ayuda a mí con todo lo demás, lo cual hace que termine antes de lo previsto.
Cuando quedan apenas unos minutos para la hora acordada, oigo como la puerta se abre y le guiño un ojo a Ethan con una sonrisa, porque sé que estará nervioso, eufórico, o quizá todo a la vez por ver a todos sus tíos. La primera en entrar es Annie, que se tira a la espalda de Aaron. Eso me hace reír y acercarme cuando se baja para darle un beso en la mejilla a modo de saludo. Poco tiempo después entra mi cuñada, Elle, y una vez ha saludado a todos voy hacia ella y le doy un pequeño abrazo, son quitar la sonrisa de mi cara. En poco tiempo, la cocina se convierte en un ir y venir de gente, de saludos efusivos , muestra de cariño, y frases como 'te he echado de menos'. Imagino lo que se deben de haber echado de menos, así que decido quedarme un poco al margen para que los hermanos se cuenten todo lo que se tengan que contar, o simplemente para que estén entre ellos. Keiran también llega, y me agacho para darle un beso en la mejilla como he hecho con todos los demás. Oigo como dice que pronto llegará Riorden, y me pregunto por qué no habrá entrado con él. Me muerdo levemente el labio esperando a que entre y nos diga lo que ocurre, y pensando de antemano lo que podría ser. Probablemente sea esa la razón de que haya convocado la reunión, y tiene que ser algo importante para que lo haya hecho.
Cuando quedan apenas unos minutos para la hora acordada, oigo como la puerta se abre y le guiño un ojo a Ethan con una sonrisa, porque sé que estará nervioso, eufórico, o quizá todo a la vez por ver a todos sus tíos. La primera en entrar es Annie, que se tira a la espalda de Aaron. Eso me hace reír y acercarme cuando se baja para darle un beso en la mejilla a modo de saludo. Poco tiempo después entra mi cuñada, Elle, y una vez ha saludado a todos voy hacia ella y le doy un pequeño abrazo, son quitar la sonrisa de mi cara. En poco tiempo, la cocina se convierte en un ir y venir de gente, de saludos efusivos , muestra de cariño, y frases como 'te he echado de menos'. Imagino lo que se deben de haber echado de menos, así que decido quedarme un poco al margen para que los hermanos se cuenten todo lo que se tengan que contar, o simplemente para que estén entre ellos. Keiran también llega, y me agacho para darle un beso en la mejilla como he hecho con todos los demás. Oigo como dice que pronto llegará Riorden, y me pregunto por qué no habrá entrado con él. Me muerdo levemente el labio esperando a que entre y nos diga lo que ocurre, y pensando de antemano lo que podría ser. Probablemente sea esa la razón de que haya convocado la reunión, y tiene que ser algo importante para que lo haya hecho.
Conforme los minutos van pasando, el silencio se va haciendo en el salón de la casa de Aaron hasta que al final, la mayoría de mis familiares me miran con una curiosidad visible en sus ojos, los cuales también tienen un gesto interrogante, a la espera de que empiece a hablar para decirles por qué he convocado esta reunión cuando en los últimos años apenas hemos estado juntos. Mientras tanto, yo me limito a quedarme apoyado en el marco de la puerta, ideando mentalmente un plan para contar esas dos verdades que llevan meses atormentándome. De todas maneras, y conociéndome, acabaré soltándolo de la primera manera que me pase por la cabeza, como siempre hago las cosas. No soy una persona que sepa decir las cosas con suavidad y dar rodeos para no herir al otro, sino que más bien soy todo lo contrario. Y esta vez no va a ser la excepción. Aun así, intento decir las cosas de la mejor manera posible: — Esta reunión no es una de esas típicas familiares en las que vamos a comer, explicarnos las cosas de los últimos momentos y cómo vamos con nuestra nueva vida de esa tan ansiada libertad. — Las palabras salen de mi boca a la misma par que voy caminando hacia el centro del salón, donde me quedo mirando a todos y cada uno de los presentes; personas que comparten un lazo de sangre conmigo, excepto Lena, que es algo así como mi cuñada, si no tenemos en cuenta que Aaron y yo sólo tenemos el mismo padre y no madre. Durante una fracción de segundo desvío la mirada hacia la puerta, pensando si debería traer ya a Ludovic y que continúe él con esta conversación porque yo ya no sé cómo seguir. Sin embargo, no lo hago, sino que me quedo donde estoy, notando cómo todas las miradas siguen recayendo en mí.
— Nos han engañado. — Tres palaras; catorce sílabas y un significado mucho mayor que el que ellos probablemente le estén dando a lo que acabo de soltar. Porque sí, todo esto no es más que un producto de un engaño, uno detrás de otro hasta crear una cadena. — Soy vuestro hermano porque... — continúo antes de que alguno empiece a decirme que cuál es el engaño y que quién nos ha mentido. Y justo cuando estoy abriendo la boca para dar una explicación en condiciones, la cierro de golpe y lo que hago, esta vez sí, es dirigirme hacia la entrada, en la calle, para agarrar a Ludovic del brazo y tirar de él hasta entrar los dos al salón, donde todos siguen mirando expectantes. Veo a Aaron sentado en el sofá con el ceño fruncido, observando al hombre de mi derecha, y al momento sé que al igual que me pasó a mi en aquella sala de Alcatraz, él también ha reconocido los ojos de Ludovic que tanto se asemejan a los de Alec. Y no es tonto, así que probablemente acabe atando cabos y descubra que es un familiar cercano; sólo espero que no llegue a la conclusión de que es nuestro progenitor, ese que durante más de doce años hemos creído muerto.
Aparto la mirada de mi hermano mayor y miro a Ludovic; después, carraspeo antes de decir las palabras que tanto tiempo llevo temiendo decir en voz alta: — Es mi padre... y también el vuestro. — Los músculos se me tensan al momento y espero, alerta, algún gesto de desconcierto o incluso de enfado por todos los años que nos han tenido engañados, ya no sólo con que soy su medio hermano, sino con que su padre los abandonó. ¿Cómo no iban a enfadarse? Lo cierto es que no sé cómo un padre puede hacerles creer a sus hijos que ha muerto. — Es Ludovic — añado por si a alguno le quedaban dudas al respecto, aunque a estas alturas, no creo.
— Nos han engañado. — Tres palaras; catorce sílabas y un significado mucho mayor que el que ellos probablemente le estén dando a lo que acabo de soltar. Porque sí, todo esto no es más que un producto de un engaño, uno detrás de otro hasta crear una cadena. — Soy vuestro hermano porque... — continúo antes de que alguno empiece a decirme que cuál es el engaño y que quién nos ha mentido. Y justo cuando estoy abriendo la boca para dar una explicación en condiciones, la cierro de golpe y lo que hago, esta vez sí, es dirigirme hacia la entrada, en la calle, para agarrar a Ludovic del brazo y tirar de él hasta entrar los dos al salón, donde todos siguen mirando expectantes. Veo a Aaron sentado en el sofá con el ceño fruncido, observando al hombre de mi derecha, y al momento sé que al igual que me pasó a mi en aquella sala de Alcatraz, él también ha reconocido los ojos de Ludovic que tanto se asemejan a los de Alec. Y no es tonto, así que probablemente acabe atando cabos y descubra que es un familiar cercano; sólo espero que no llegue a la conclusión de que es nuestro progenitor, ese que durante más de doce años hemos creído muerto.
Aparto la mirada de mi hermano mayor y miro a Ludovic; después, carraspeo antes de decir las palabras que tanto tiempo llevo temiendo decir en voz alta: — Es mi padre... y también el vuestro. — Los músculos se me tensan al momento y espero, alerta, algún gesto de desconcierto o incluso de enfado por todos los años que nos han tenido engañados, ya no sólo con que soy su medio hermano, sino con que su padre los abandonó. ¿Cómo no iban a enfadarse? Lo cierto es que no sé cómo un padre puede hacerles creer a sus hijos que ha muerto. — Es Ludovic — añado por si a alguno le quedaban dudas al respecto, aunque a estas alturas, no creo.
OFF: Perdón por un post tan cutre, pero se me borró el post
Había pensado en seguir el orden cuando Ludovic postee para que no sea tan desordenado.
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Esto no me parece buena idea desde el primer momento en el que la sugerencia sale de boca de mi hijo. Aún me cuesta asimilar que es mi hijo, siempre lo he sabido a diferencia de él, pero una cosa es saberlo en la distancia y en las sombras donde no intervienes en su vida y otra muy distinta estar siendo parte de ella. Después de que los rebeldes se hicieran con el poder del país las cosas han cambiado mucho. Ahora no se me permite trabajar en puestos de importancia y por supuesto fui despedido en cuanto mi pureza de sangre salió a la luz. A diferencia del resto de la familia, dios sabe como, el 99% de ellos resultaron teniendo la sangre mágica de su madre, y no la contaminada de la mía. Excepto uno... o eso me han dicho.
Cuando estamos en la puerta decido que voy a dejarle comportarse como el chico maduro que es y a esperar fuera. Dentro se pueden escuchar las voces de la mayoría de las personas de la que hace más de 12 años era mi familia, y acabo poniéndome nervioso. Sé que no va a ser agradable, sé que me espera la más amarga de las tardes, pero es algo que tenía que hacer tarde o temprano. Mi idea inicial era ir apareciendo uno poco uno y poco a poco, aunque supongo que esto es igual de efectivo. Así recibo todos los golpes la misma tarde y luego puedo volver a preocuparme de mis cosas de jubilado. - Sé.... bueno... es... difícil lo sé... déjalo - Intento decirle que me deje en buen lugar pero no hay forma en la que yo pueda quedar en buen lugar después de lo que hice. Sí, claro que lo hice por ellos, lo hice para ponerlos a salvo, pero hoy no solo va a salir a la luz que yo nunca morí, sino que además, uno de mis hijos ni siquiera comparte madre con el resto.
Consumo un par de cicarrillos mientras espero, y cuando voy a medias del tercero la mano de Riorden me pilla desprevenido. Entro torpemente en la casa mas ocupado en evitar irme al suelo que en otra cosa. Las cenizas caen al suelo y el cigarrillo por poco también. De pronto, estoy frente a cada uno de los Weynart que dejé cuando apenas eran unos críos. La cara de los más pequeños apenas me suena, excepto de la de uno, demasiado pequeño incluso para ser mío. ¿Todo eso me perdí? ¿Soy abuelo y no lo sabía? La cara sin duda más reconocibles entre el montón es la de Elle, mi ya no tan pequeña Elle. Cuando la voz de Riorden pronuncia mi nombre muevo la mano. - Esto ha sido una entrada un poco patética - Mascullo para mi mismo mientras me acerco al primer bol que encuentro y en el cual apagar y dejar el cigarrillo. - Tendréis un montón de preguntas, supongo. - Y casi puedo oír en mi mente cuales van a ser. - Pero antes de que empecéis, era lo mejor para vosotros.
Cuando estamos en la puerta decido que voy a dejarle comportarse como el chico maduro que es y a esperar fuera. Dentro se pueden escuchar las voces de la mayoría de las personas de la que hace más de 12 años era mi familia, y acabo poniéndome nervioso. Sé que no va a ser agradable, sé que me espera la más amarga de las tardes, pero es algo que tenía que hacer tarde o temprano. Mi idea inicial era ir apareciendo uno poco uno y poco a poco, aunque supongo que esto es igual de efectivo. Así recibo todos los golpes la misma tarde y luego puedo volver a preocuparme de mis cosas de jubilado. - Sé.... bueno... es... difícil lo sé... déjalo - Intento decirle que me deje en buen lugar pero no hay forma en la que yo pueda quedar en buen lugar después de lo que hice. Sí, claro que lo hice por ellos, lo hice para ponerlos a salvo, pero hoy no solo va a salir a la luz que yo nunca morí, sino que además, uno de mis hijos ni siquiera comparte madre con el resto.
Consumo un par de cicarrillos mientras espero, y cuando voy a medias del tercero la mano de Riorden me pilla desprevenido. Entro torpemente en la casa mas ocupado en evitar irme al suelo que en otra cosa. Las cenizas caen al suelo y el cigarrillo por poco también. De pronto, estoy frente a cada uno de los Weynart que dejé cuando apenas eran unos críos. La cara de los más pequeños apenas me suena, excepto de la de uno, demasiado pequeño incluso para ser mío. ¿Todo eso me perdí? ¿Soy abuelo y no lo sabía? La cara sin duda más reconocibles entre el montón es la de Elle, mi ya no tan pequeña Elle. Cuando la voz de Riorden pronuncia mi nombre muevo la mano. - Esto ha sido una entrada un poco patética - Mascullo para mi mismo mientras me acerco al primer bol que encuentro y en el cual apagar y dejar el cigarrillo. - Tendréis un montón de preguntas, supongo. - Y casi puedo oír en mi mente cuales van a ser. - Pero antes de que empecéis, era lo mejor para vosotros.
Tras el encuentro con su hermano mayor, cuñada y sobrino, caminó con este último hasta el salón pasando por alto que la llamara "Annie" pues seguramente desconocía el desagrado de la castaña hacia su primer nombre; escuchaba con atención las palabras del pequeño, dedicándole pequeñas sonrisas y un "seguro que acabarás leyéndolos todos" como ánimo ante el hecho de estar empezando a leer, era una de las actividades que se había perdido tras el largo coma. La conversación fue interrumpida por la llegada de Keiran y Elle, comenzando nuevamente toda una tanda de saludos acompañados de gestos cariñosos antes de reunirse todos en el salón, donde a la entrada del mismo se encuentra Riorden apoyado en el marco de la puerta; las miradas llenas de curiosidad se centran en él a expensas de saber el motivo por el cual se encontraba la familia al completo reunida.
Lily atiende a sus palabras manteniendo la mirada sobre la figura de su primo que avanza por el salón, las primeras no llegan a ser realmente específicas hasta que llega a la segunda parte, esa donde argumenta que hemos sido engañados lo que provoca cierta confusión en la niña que lo mira sin entender; entonces es cuando suelta que es nuestro hermano. ¿Como? ¿Hermano? Si tenía la misma edad que Alec. La pregunta se quedó ahí, en los labios de la castaña, a punto de ser formulada cuando el Weynart desapareció unos instantes para aparecer seguido de un señor ¿Quien era? ¿Porqué Riorden había traído a un desconocido a la casa de Aaron?
La pequeña de los hermanos es inteligente, no tarda apenas unos segundo en relacionar las acciones del moreno con sus palabras incluso antes que él mismo soltara aquella bomba. Si, bomba. No había otro modo de llamar a la situación en esos instantes ¿O existía nombre alguno al momento en el que un hombre que supuestamente llevaba muerto doce años aparece en el salón como si nada? ¿Y cuando ese hombre era tu padre, el que había muerto y del que no tenías ningún recuerdo?
La mirada parda de la niña se posa en la de su progenitor con desconfianza, aún sin creer del todo lo que esta viendo a la vez que toda una mezcla de sensaciones se entremezclan sin saber especificar si se trata de algo bueno o malo ¿Sorpresa? ¿Confusión? ¿Escepticismo? ¿Curiosidad? Sin embargo, de las breves frases que suelta resulta ser la última la que enciende una chispa en la castaña y con ello, prende la llama -¿Por nuestro bien?- repite. Es la primera en hablar, seguramente menos impactada que sus hermanos mayores pues a diferencia de estos Lily no tiene recuerdos en los que sumergirse por un segundo -Vivíamos en el exilio, con miedo que dañaran a alguno de los nuestros, te marchaste y creímos que habías muerto- comenzó a murmurar, en un tono lo suficientemente alto para ser escuchado en el salón -¿Que bien hay en eso?- el tono de su voz iba quebrándose a cada palabra -De no ser suficiente, engañaste a mamá y te has escondido todos estos años, ni si quiera cuando uno de tus hijos murió en la Arena por defender las ideas que tú le enseñaste, no mandaste ni una carta, ni una señal- el recuerdo de Alec hizo que Lily se hundiera del todo, incapaz de manejar las emociones que se removían en su interior con una intensidad que jamás creyó que volvería a experimentar desde la muerte de su hermano; las lágrimas ya no eran algo que pudiese controlar y pronto sus ojos quedaron nublados -¡Tendría que ser Alec quien estuviese vivo! ¡No tú! ¡No necesito un padre! ¡Quiero a mi hermano!- gritó, con toda la fuerza que pudo permitir en esos momentos mirando con odio al padre que nunca llegó a tener en su día a día -¡Te odio!-
Fue la primera vez en su vida que Lily proclamaba su odio contra alguien, la primera vez que llegaba a alterarse hasta tal punto cuando se caracterizaba por ser una joven tranquila, quien prefería evitar las peleas dentro de lo necesario. Ni si quiera se molestó en esperar una reacción por parte de Ludovic, un gesto, una mirada, una palabra. Nada. Salió corriendo del salón directa hacia la puerta de la entrada, la cual abrió para cerrar tras de si, bajar los escalones y correr a lo largo del enorme jardín de la casa hasta dejarse caer al pie de un considerable árbol que tapaba su cuerpo, no quería ser encontrada. Recogió las piernas y con la cabeza apoyada sobre estas empezó a llorar, intentando respirar en condiciones porque le dolía el pecho pero le resultaba imposible, su mente tan sólo podía pensar en la persona que había dentro de la casa.
Lily atiende a sus palabras manteniendo la mirada sobre la figura de su primo que avanza por el salón, las primeras no llegan a ser realmente específicas hasta que llega a la segunda parte, esa donde argumenta que hemos sido engañados lo que provoca cierta confusión en la niña que lo mira sin entender; entonces es cuando suelta que es nuestro hermano. ¿Como? ¿Hermano? Si tenía la misma edad que Alec. La pregunta se quedó ahí, en los labios de la castaña, a punto de ser formulada cuando el Weynart desapareció unos instantes para aparecer seguido de un señor ¿Quien era? ¿Porqué Riorden había traído a un desconocido a la casa de Aaron?
La pequeña de los hermanos es inteligente, no tarda apenas unos segundo en relacionar las acciones del moreno con sus palabras incluso antes que él mismo soltara aquella bomba. Si, bomba. No había otro modo de llamar a la situación en esos instantes ¿O existía nombre alguno al momento en el que un hombre que supuestamente llevaba muerto doce años aparece en el salón como si nada? ¿Y cuando ese hombre era tu padre, el que había muerto y del que no tenías ningún recuerdo?
La mirada parda de la niña se posa en la de su progenitor con desconfianza, aún sin creer del todo lo que esta viendo a la vez que toda una mezcla de sensaciones se entremezclan sin saber especificar si se trata de algo bueno o malo ¿Sorpresa? ¿Confusión? ¿Escepticismo? ¿Curiosidad? Sin embargo, de las breves frases que suelta resulta ser la última la que enciende una chispa en la castaña y con ello, prende la llama -¿Por nuestro bien?- repite. Es la primera en hablar, seguramente menos impactada que sus hermanos mayores pues a diferencia de estos Lily no tiene recuerdos en los que sumergirse por un segundo -Vivíamos en el exilio, con miedo que dañaran a alguno de los nuestros, te marchaste y creímos que habías muerto- comenzó a murmurar, en un tono lo suficientemente alto para ser escuchado en el salón -¿Que bien hay en eso?- el tono de su voz iba quebrándose a cada palabra -De no ser suficiente, engañaste a mamá y te has escondido todos estos años, ni si quiera cuando uno de tus hijos murió en la Arena por defender las ideas que tú le enseñaste, no mandaste ni una carta, ni una señal- el recuerdo de Alec hizo que Lily se hundiera del todo, incapaz de manejar las emociones que se removían en su interior con una intensidad que jamás creyó que volvería a experimentar desde la muerte de su hermano; las lágrimas ya no eran algo que pudiese controlar y pronto sus ojos quedaron nublados -¡Tendría que ser Alec quien estuviese vivo! ¡No tú! ¡No necesito un padre! ¡Quiero a mi hermano!- gritó, con toda la fuerza que pudo permitir en esos momentos mirando con odio al padre que nunca llegó a tener en su día a día -¡Te odio!-
Fue la primera vez en su vida que Lily proclamaba su odio contra alguien, la primera vez que llegaba a alterarse hasta tal punto cuando se caracterizaba por ser una joven tranquila, quien prefería evitar las peleas dentro de lo necesario. Ni si quiera se molestó en esperar una reacción por parte de Ludovic, un gesto, una mirada, una palabra. Nada. Salió corriendo del salón directa hacia la puerta de la entrada, la cual abrió para cerrar tras de si, bajar los escalones y correr a lo largo del enorme jardín de la casa hasta dejarse caer al pie de un considerable árbol que tapaba su cuerpo, no quería ser encontrada. Recogió las piernas y con la cabeza apoyada sobre estas empezó a llorar, intentando respirar en condiciones porque le dolía el pecho pero le resultaba imposible, su mente tan sólo podía pensar en la persona que había dentro de la casa.
Poco a poco todos vamos reuniéndonos en la casa de mis padres, todo en ese momento eran saludos y besos y todas esas cosas. —Muy bien tita. —Río mientras me da un pequeño mordisco en la nariz. —¿Y que tal está mi tía favorita? —Digo mientras le abrazo de nuevo con mucha fuerza. Es verdad que hace tiempo que no veo a toda mi familia, pero por alguna razón echaba bastante de menos a Elle. Puede ser porque era a la persona más cercana que tenía, cada vez que me caía al andar y me hacía una pupa muy grande ella era la que me curaba y la que me mimaba mucho, seguramente sea por eso, pero sea la razón por la que sea, yo quiero mucho a mi tia. Río ante lo que me dice, pero después de eso me baja y me voy a jugar con mis coches un poco lejos de la cocina.
—BRRUUUUUUM. BRUUUUUUUM. —Comienzo a correr con un coche en cada mano por toda la casa, es un tipo de carrera. —Ethan va a ganarle al otro coche. BRUUUUUUUUM. Vamos tu puedes Ethan. —Digo en un tono más agudo , como si estuviesen animándome. Subo por las escaleras hasta mi habitación todavía haciendo esos ruidos de coche cuando de repente me encuentro a alguien que ya se encuentra en esta. Levanto mi mirada de los coches y puedo ver a mi tío Alec sentado en mi cama. Sonrío y voy corriendo donde el para darle un fuerte abrazo. —¿Cuando has llegado? No te he visto entrar por la puerta. —Digo sentándome al lado de el, en la cama. Él no me contesta, simplemente me dice que cuando he crecido. —No se porque Riorden ha dicho que vengan todos a nuestra casa, pero estoy feliz porque estamos todos juntos y felices. —Digo mientras balanceo mis piernas en el borde de la cama, ya que no llego al suelo. —Bueno.. habrá que ir bajando ya ¿no? Seguramente todos nos estén esperando a los dos. —Digo sonriendo mientras le agarro de la mano y estiro de el para que bajemos por las escaleras que dirigen al salón.
Llegamos los dos justo cuando Riorden ya ha entrado de la casa y veo como arrastra con el a un señor mucho más mayor que el.. ¿que está haciendo exactamente el en nuestra casa? No entiendo nada, se me hace bastante raro y no llego a escuchar claramente lo que dice Riorden, solamente llego a escuchar todo lo que dice mi tía Annie. No entiendo exactamente lo que dice pero lo único que puedo entender que dice antes de que se vaya a todo correr de casa es que Alec no está entre nosotros.. ¿que? —Pero si Alec esta.. —Me voy a girar pero me doy cuenta de que ya no esta detrás de mi. ¿Que está pasando exactamente en esta casa? Es lo único que puedo pensar antes de que mi tía Annie de un gran portazo para salir corriendo, llorando. Paso por la mitad del salón y me paro en frente del señor que supuestamente es mi.. ¿abuelo? Me habían hablado exactamente de el, de que se había.. muerto en un ataque rebelde y bueno, la verdad es que me alegra bastante el hecho de que este entre nosotros, no entiendo porque todos tienen esas caras de enfado y sorpresa. La de sorpresa puedo entenderlo ya que hasta para mi lo ha sido, pero la de enfado de algunos.. Me pongo de puntillas y le hago un gesto para que se agache. —Puede que todos estén enfadados, pero yo estoy contento de que estés de nuevo aquí.. abuelo. —Le digo en un susurro, las palabras solo las puede escuchar el y después de eso le doy un abrazo y un beso en la mejilla.
Salgo corriendo e intento abrir la puerta poniéndome de puntillas. La cierro detrás de mi y salgo corriendo detrás de mi tía, la que puedo ver que está echa una bola y llorando. Me quedo a una pequeña distancia de ella mirándola sin decir nada, la verdad es que me da mucha pena porque esté llorando. —No llores tía.. sonríe.. mira, sonríe como yo. —Hago una sonrisa enseñando todos los dientes pero eso no parece alegrarla del todo. Esta vez me acerco a ella y le doy un abrazo fuerte y me quedo callado un buen rato.
—BRRUUUUUUM. BRUUUUUUUM. —Comienzo a correr con un coche en cada mano por toda la casa, es un tipo de carrera. —Ethan va a ganarle al otro coche. BRUUUUUUUUM. Vamos tu puedes Ethan. —Digo en un tono más agudo , como si estuviesen animándome. Subo por las escaleras hasta mi habitación todavía haciendo esos ruidos de coche cuando de repente me encuentro a alguien que ya se encuentra en esta. Levanto mi mirada de los coches y puedo ver a mi tío Alec sentado en mi cama. Sonrío y voy corriendo donde el para darle un fuerte abrazo. —¿Cuando has llegado? No te he visto entrar por la puerta. —Digo sentándome al lado de el, en la cama. Él no me contesta, simplemente me dice que cuando he crecido. —No se porque Riorden ha dicho que vengan todos a nuestra casa, pero estoy feliz porque estamos todos juntos y felices. —Digo mientras balanceo mis piernas en el borde de la cama, ya que no llego al suelo. —Bueno.. habrá que ir bajando ya ¿no? Seguramente todos nos estén esperando a los dos. —Digo sonriendo mientras le agarro de la mano y estiro de el para que bajemos por las escaleras que dirigen al salón.
Llegamos los dos justo cuando Riorden ya ha entrado de la casa y veo como arrastra con el a un señor mucho más mayor que el.. ¿que está haciendo exactamente el en nuestra casa? No entiendo nada, se me hace bastante raro y no llego a escuchar claramente lo que dice Riorden, solamente llego a escuchar todo lo que dice mi tía Annie. No entiendo exactamente lo que dice pero lo único que puedo entender que dice antes de que se vaya a todo correr de casa es que Alec no está entre nosotros.. ¿que? —Pero si Alec esta.. —Me voy a girar pero me doy cuenta de que ya no esta detrás de mi. ¿Que está pasando exactamente en esta casa? Es lo único que puedo pensar antes de que mi tía Annie de un gran portazo para salir corriendo, llorando. Paso por la mitad del salón y me paro en frente del señor que supuestamente es mi.. ¿abuelo? Me habían hablado exactamente de el, de que se había.. muerto en un ataque rebelde y bueno, la verdad es que me alegra bastante el hecho de que este entre nosotros, no entiendo porque todos tienen esas caras de enfado y sorpresa. La de sorpresa puedo entenderlo ya que hasta para mi lo ha sido, pero la de enfado de algunos.. Me pongo de puntillas y le hago un gesto para que se agache. —Puede que todos estén enfadados, pero yo estoy contento de que estés de nuevo aquí.. abuelo. —Le digo en un susurro, las palabras solo las puede escuchar el y después de eso le doy un abrazo y un beso en la mejilla.
Salgo corriendo e intento abrir la puerta poniéndome de puntillas. La cierro detrás de mi y salgo corriendo detrás de mi tía, la que puedo ver que está echa una bola y llorando. Me quedo a una pequeña distancia de ella mirándola sin decir nada, la verdad es que me da mucha pena porque esté llorando. —No llores tía.. sonríe.. mira, sonríe como yo. —Hago una sonrisa enseñando todos los dientes pero eso no parece alegrarla del todo. Esta vez me acerco a ella y le doy un abrazo fuerte y me quedo callado un buen rato.
Escucho hablar a Riorden con atención, sin evitar poder fruncir el ceño conforme va avanzando en su explicación de por qué nos ha reunido aquí hoy. Mientras van pasando los minutos, empiezo a sentirme incómodo y me siento tentado a salir de aquí y respirar algo del aire exterior. Pero cuando dice que nos han engañado, entonces no entiendo nada de lo que dice. ¿Quién se supone que nos ha engañado? Y, sobre todo, ¿por qué iba a hacer alguien eso? Estoy a punto de decir algo, incluso tengo la boca abierta, cuando suelta la gran noticia que, supongo, nos deja a todos la piel de gallina.
Porque Riorden es nuestro hermano.
Hago ademán de levantarme del sofá, dispuesto a exigirle a mi primo —aunque según él hermano— una explicación en condiciones o, si hace falta, interrogarle hasta que me diga qué narices se ha tomado para estar soltando tantas cosas sin sentido; sin embargo, desaparece del salón para volver a los pocos segundos con un hombre agarrado del brazo. Nada más verle, mi mente empieza a trabajar sin darme cuenta hasta el punto de que antes de que Riorden diga quién es, yo ya lo sé. Son sus ojos los que dan la pista; unos ojos que tantas veces vi años atrás pero, sobre todo, son los ojos de Alec. Me gustaría poder decirle que si está bromeando, pero sólo serviría para poner las cosas en una tensión aún mayor de la que ya están; es obvio quién es porque, además, por muchos años que hayan pasado, sigue teniendo la misma manera de expresarse. El hombre que hay ahí en medio es mi padre, la persona que durante años estuve idolatrando por su actitud rebelde... hasta que yo cambié y pasé a una propia ideología política que consistía en hacer lo que mejor era para mi familia, para protegerles por encima de todas las cosas. ¿Qué manía hay en esta familia con hacernos creer que alguien está muerto y luego no lo está? Aunque en el caso de mi mujer eso fue por culpa de los capitolianos y no por su propia voluntad, a diferencia de mi progenitor.
Observo cómo mi hermana pequeña grita a Ludovic con toda la razón del mundo, pero yo me quedo callado, aún sentado en el sofá, mientras interiormente le doy la razón. Ella ni siquiera le recuerda porque tenía poco más de un año cuando desapareció de nuestras vidas. Suspiro cuando se va corriendo y agacho la vista unos segundos; después, la alzo de nuevo en cuanto escucho a Ethan. Me muerdo la boca por dentro, nervioso, cuando empiece a hablar de Alec por haber escuchado las palabras de Annie. No debería haber estado aquí, no cuando aún no me he atrevido a decirle la verdad, principalmente porque todavía sigo alucinando cada vez que recuerdo que dice que lo vio estando en coma. ¿Cómo le dices a un niño de seis años que su tío a muerto? Aun así, sé que no me quedará más remedio, porque si no se entera hoy atando cabos por lo que ha escuchado, se dará cuenta él solo de que Alec no ha pasado por aquí en todo este tiempo que lleva despierto.
— ¿Por nuestro bien? — espeto, repitiendo las palabras de Annie, a la misma vez que me levanto bruscamente del sofá en cuanto mi hijo se va tras darle un abrazo que hago ver que no he visto. — ¿Sabes lo que es convertirte en el cabeza de familia con sólo catorce años? — Porque sí, cuando él se fue, yo estuve ahí, cuidando de mis hermanos como pude con la ayuda de Elle, que solamente tenía trece años por aquel entones, y de una madre que apenas nos dejaba pronunciar la palabra "rebelde" cuando vivíamos en una zona rodeada de gente como esa. Recuerdo que Eloïsse, nuestra madre, ni siquiera nos dejaba ir al Distrito 11, donde habíamos nacido, porque temía que algún Agente de la Paz nos reconociera y nos disparara como supuestamente le había pasado a nuestro padre en el Distrito 1. ¡Alec acabó muerto por culpa de ir al Distrito en el que nos habían dicho que Ludovic había sido fusilado! Si nunca nos hubiera engañado, si hubiera vuelto a casa y no nos hubiera hecho creer que nos habíamos quedado huérfanos de padre, a Alec nunca se le habría metido entre ceja y ceja querer ir a ese maldito Distrito como recuerdo a nuestro padre. Lo único bueno que saco de todo esto es que al menos dejo de sentirme tan culpable por pensar que también había tenido yo algo que ver con la marcha de mi hermano, pues recientemente había descubierto mis andadas a dos bandos.
Doy un par de pasos hacia el hombre que tanto dolor me provoca mirar a los ojos, y le doy un puñetazo en la nariz. — Tenía que hacerlo — gruño a la par que le doy la espalda y vuelvo a sofá para sentarme al lado de Lena, a quien cojo de la mano. — Por Alec — murmuro entre dientes mientras alterno la mirada entre el hombre con los ojos de mi difunto hermano y entre el que ahora sé que es mi medio hermano. Ahora entiendo por qué es la viva imagen de Alec, quien siempre decían que era igual que nuestro padre cuando era joven. Hasta ahora, había pensado que simplemente Riorden y él se parecían por ser hijo del hermano pequeño de Ludovic. Qué equivocado estaba. Eso ahora mismo es lo que menos me importa; ya tendré tiempo de acusarle por, para colmo, haberle sido infiel a nuestra madre. — ¿Vas a explicarnos en qué se supone que nos ayudaba el que te hayas escondido todos estos años como el cobarde que eres? — me mofo mientras me remuevo en el sofá.
Porque Riorden es nuestro hermano.
Hago ademán de levantarme del sofá, dispuesto a exigirle a mi primo —aunque según él hermano— una explicación en condiciones o, si hace falta, interrogarle hasta que me diga qué narices se ha tomado para estar soltando tantas cosas sin sentido; sin embargo, desaparece del salón para volver a los pocos segundos con un hombre agarrado del brazo. Nada más verle, mi mente empieza a trabajar sin darme cuenta hasta el punto de que antes de que Riorden diga quién es, yo ya lo sé. Son sus ojos los que dan la pista; unos ojos que tantas veces vi años atrás pero, sobre todo, son los ojos de Alec. Me gustaría poder decirle que si está bromeando, pero sólo serviría para poner las cosas en una tensión aún mayor de la que ya están; es obvio quién es porque, además, por muchos años que hayan pasado, sigue teniendo la misma manera de expresarse. El hombre que hay ahí en medio es mi padre, la persona que durante años estuve idolatrando por su actitud rebelde... hasta que yo cambié y pasé a una propia ideología política que consistía en hacer lo que mejor era para mi familia, para protegerles por encima de todas las cosas. ¿Qué manía hay en esta familia con hacernos creer que alguien está muerto y luego no lo está? Aunque en el caso de mi mujer eso fue por culpa de los capitolianos y no por su propia voluntad, a diferencia de mi progenitor.
Observo cómo mi hermana pequeña grita a Ludovic con toda la razón del mundo, pero yo me quedo callado, aún sentado en el sofá, mientras interiormente le doy la razón. Ella ni siquiera le recuerda porque tenía poco más de un año cuando desapareció de nuestras vidas. Suspiro cuando se va corriendo y agacho la vista unos segundos; después, la alzo de nuevo en cuanto escucho a Ethan. Me muerdo la boca por dentro, nervioso, cuando empiece a hablar de Alec por haber escuchado las palabras de Annie. No debería haber estado aquí, no cuando aún no me he atrevido a decirle la verdad, principalmente porque todavía sigo alucinando cada vez que recuerdo que dice que lo vio estando en coma. ¿Cómo le dices a un niño de seis años que su tío a muerto? Aun así, sé que no me quedará más remedio, porque si no se entera hoy atando cabos por lo que ha escuchado, se dará cuenta él solo de que Alec no ha pasado por aquí en todo este tiempo que lleva despierto.
— ¿Por nuestro bien? — espeto, repitiendo las palabras de Annie, a la misma vez que me levanto bruscamente del sofá en cuanto mi hijo se va tras darle un abrazo que hago ver que no he visto. — ¿Sabes lo que es convertirte en el cabeza de familia con sólo catorce años? — Porque sí, cuando él se fue, yo estuve ahí, cuidando de mis hermanos como pude con la ayuda de Elle, que solamente tenía trece años por aquel entones, y de una madre que apenas nos dejaba pronunciar la palabra "rebelde" cuando vivíamos en una zona rodeada de gente como esa. Recuerdo que Eloïsse, nuestra madre, ni siquiera nos dejaba ir al Distrito 11, donde habíamos nacido, porque temía que algún Agente de la Paz nos reconociera y nos disparara como supuestamente le había pasado a nuestro padre en el Distrito 1. ¡Alec acabó muerto por culpa de ir al Distrito en el que nos habían dicho que Ludovic había sido fusilado! Si nunca nos hubiera engañado, si hubiera vuelto a casa y no nos hubiera hecho creer que nos habíamos quedado huérfanos de padre, a Alec nunca se le habría metido entre ceja y ceja querer ir a ese maldito Distrito como recuerdo a nuestro padre. Lo único bueno que saco de todo esto es que al menos dejo de sentirme tan culpable por pensar que también había tenido yo algo que ver con la marcha de mi hermano, pues recientemente había descubierto mis andadas a dos bandos.
Doy un par de pasos hacia el hombre que tanto dolor me provoca mirar a los ojos, y le doy un puñetazo en la nariz. — Tenía que hacerlo — gruño a la par que le doy la espalda y vuelvo a sofá para sentarme al lado de Lena, a quien cojo de la mano. — Por Alec — murmuro entre dientes mientras alterno la mirada entre el hombre con los ojos de mi difunto hermano y entre el que ahora sé que es mi medio hermano. Ahora entiendo por qué es la viva imagen de Alec, quien siempre decían que era igual que nuestro padre cuando era joven. Hasta ahora, había pensado que simplemente Riorden y él se parecían por ser hijo del hermano pequeño de Ludovic. Qué equivocado estaba. Eso ahora mismo es lo que menos me importa; ya tendré tiempo de acusarle por, para colmo, haberle sido infiel a nuestra madre. — ¿Vas a explicarnos en qué se supone que nos ayudaba el que te hayas escondido todos estos años como el cobarde que eres? — me mofo mientras me remuevo en el sofá.
El abrazo de mi hermano pequeño y las palabras que me susurra antes de enterrar su rrostro en mi cuello me hace desear que vuelva al Capitolio, a vivir conmigo, en vez de seguir en el 13 con Riorden. Todos estos años ha estado bajo mi cuidado, al fin y al cabo, me acostumbré a estar sin Annie cuando ella quiso quedarse en el 11 con mamá, y ahora estoy feliz de que vuelva a estar conmigo... Pero Keiran, con él es diferente. Se me hace raro tenerle lejos de nuevo, y se me hace raro que se esté haciendo mayor. Al fin y al cabo, es mi hermanito, mi niño, ese al que prácticamente cuidamos y educamos Aaron y yo solos, siendo muy pequeños.
Riorden vuelve, y le sigue alguien, un hombre mayor. Y cuando veo a ese hombre entrando por la puerta siento que se me va el aliento. Me niego a creer lo que mis instintos intentan decirme a gritos. No, no puede ser él… Aunque, ¿cómo olvidar sus ojos? ¿Cómo olvidar la mirada del hombre que me trajo a la vida? Me tiembla el labio inferior, y noto en mi espalda un sudor frío que me hace estremecer de pies a cabeza. ¿Qué tipo de broma es esta? A diferencia de mis hermanos, que parecen ser capaces de mostrar su reacción, yo me quedo quieta. Una estatua, un cuerpo congelado por la mezcla de sentimientos que estoy intentando descifrar todavía. Soy incapaz de sentir nada. Las palabras de Annie, que es la primera en reaccionar, resuenan con un eco vacío en mi cabeza. Apenas escucho lo que dice, pero cuando veo que se va la miro, preocupada. Ethan va tras ella, no sin antes abrazar a su “nuevo” abuelo. Luego tendré que ir a ver cómo está mi hermana. Sé que estos momentos de estrés no son buenos para ella, sé que por su enfermedad todo lo que pueda alterarla la acerca más a que su bronquitis crónica se manifieste. Aaron, fiel a su carácter, le da un puñetazo en la nariz y luego se sienta con Lena, hablándole a nuestro padre. Yo sigo en pie, frente a él. Su nariz no tiene buena pinta, soy incapaz de no fijarme en eso, mi vena de medimaga se apodera de mí. Sacudo la cabeza. Tengo que reaccionar, decir algo, hacer algo.
Saco la varita y me acerco a nuestro padre, apuntándole la nariz, que le sangra considerablemente por culpa del puñetazo de Aaron —Episkey— digo entre dientes, en voz baja. Su nariz se recompone y deja de sangrar, sin duda la forma de Aaron de expresarse a veces es demasiado violenta para mi gusto. Guardo la varita y me quedo mirando al hombre —Sí, creo que es bastante obvio que tendemos muchas preguntas— y ya no puedo aguantar más tras decir eso. Exploto. Me quedo frente a él con la mirada acusadora, dejando ir lo que llevo conteniendo desde que ha llegado, procurando comportarme como Annie y no como Aaron —¿Lo mejor para nosotros? ¿Qué clase de padre abandona a sus hijos porque es lo mejor para ellos? ¿Qué clase de hombre abandona a su esposa y le hace creer que está muerto? Nos mentiste. Hemos estado engañados todos estos malditos años, y tú… Tú estabas vivo. ¿Sabes las noches que lloramos por ti? ¿Te haces una idea de cuánto sufrimos? ¿Y por qué has vuelto ahora, justo ahora? ¿Te has acordado de que tenías una familia? ¿Te has acordado de que tu hijo murió en la arena?— las lágrimas han empezado a resbalar por mis mejillas, y soy incapaz de seguir hablando, pues los sollozos pueden conmigo. Me quedo mirándole a los ojos, mordiéndome los labios con fuerza, no quiero ser ridícula, no quiero. Pero son demasiados sentimientos mezclándose en mi interior.
Y de repente, como si de un imán se tratara, siento como no puedo resistirlo más, y me abrazo a él, llorando como hace años que no lloro, rodeando con los brazos a mi padre, a mi padre, al que hace años que no veo porque pensaba que estaba muerto. A mi padre, que está vivo. Vivo. Y no sé por qué, ni sé qué le llevó a ocultarlo, pero no puedo evitar una sensación de alivio en mi interior. Y por un momento, me da igual todo. Me da igual que nos abandonara, que engañara a mamá, que no nos dijera que estaba vivo. Me da igual estar siendo completamente incoherente. Solo me importa que vuelve a estar aquí. Tengo un padre, y está vivo.
Riorden vuelve, y le sigue alguien, un hombre mayor. Y cuando veo a ese hombre entrando por la puerta siento que se me va el aliento. Me niego a creer lo que mis instintos intentan decirme a gritos. No, no puede ser él… Aunque, ¿cómo olvidar sus ojos? ¿Cómo olvidar la mirada del hombre que me trajo a la vida? Me tiembla el labio inferior, y noto en mi espalda un sudor frío que me hace estremecer de pies a cabeza. ¿Qué tipo de broma es esta? A diferencia de mis hermanos, que parecen ser capaces de mostrar su reacción, yo me quedo quieta. Una estatua, un cuerpo congelado por la mezcla de sentimientos que estoy intentando descifrar todavía. Soy incapaz de sentir nada. Las palabras de Annie, que es la primera en reaccionar, resuenan con un eco vacío en mi cabeza. Apenas escucho lo que dice, pero cuando veo que se va la miro, preocupada. Ethan va tras ella, no sin antes abrazar a su “nuevo” abuelo. Luego tendré que ir a ver cómo está mi hermana. Sé que estos momentos de estrés no son buenos para ella, sé que por su enfermedad todo lo que pueda alterarla la acerca más a que su bronquitis crónica se manifieste. Aaron, fiel a su carácter, le da un puñetazo en la nariz y luego se sienta con Lena, hablándole a nuestro padre. Yo sigo en pie, frente a él. Su nariz no tiene buena pinta, soy incapaz de no fijarme en eso, mi vena de medimaga se apodera de mí. Sacudo la cabeza. Tengo que reaccionar, decir algo, hacer algo.
Saco la varita y me acerco a nuestro padre, apuntándole la nariz, que le sangra considerablemente por culpa del puñetazo de Aaron —Episkey— digo entre dientes, en voz baja. Su nariz se recompone y deja de sangrar, sin duda la forma de Aaron de expresarse a veces es demasiado violenta para mi gusto. Guardo la varita y me quedo mirando al hombre —Sí, creo que es bastante obvio que tendemos muchas preguntas— y ya no puedo aguantar más tras decir eso. Exploto. Me quedo frente a él con la mirada acusadora, dejando ir lo que llevo conteniendo desde que ha llegado, procurando comportarme como Annie y no como Aaron —¿Lo mejor para nosotros? ¿Qué clase de padre abandona a sus hijos porque es lo mejor para ellos? ¿Qué clase de hombre abandona a su esposa y le hace creer que está muerto? Nos mentiste. Hemos estado engañados todos estos malditos años, y tú… Tú estabas vivo. ¿Sabes las noches que lloramos por ti? ¿Te haces una idea de cuánto sufrimos? ¿Y por qué has vuelto ahora, justo ahora? ¿Te has acordado de que tenías una familia? ¿Te has acordado de que tu hijo murió en la arena?— las lágrimas han empezado a resbalar por mis mejillas, y soy incapaz de seguir hablando, pues los sollozos pueden conmigo. Me quedo mirándole a los ojos, mordiéndome los labios con fuerza, no quiero ser ridícula, no quiero. Pero son demasiados sentimientos mezclándose en mi interior.
Y de repente, como si de un imán se tratara, siento como no puedo resistirlo más, y me abrazo a él, llorando como hace años que no lloro, rodeando con los brazos a mi padre, a mi padre, al que hace años que no veo porque pensaba que estaba muerto. A mi padre, que está vivo. Vivo. Y no sé por qué, ni sé qué le llevó a ocultarlo, pero no puedo evitar una sensación de alivio en mi interior. Y por un momento, me da igual todo. Me da igual que nos abandonara, que engañara a mamá, que no nos dijera que estaba vivo. Me da igual estar siendo completamente incoherente. Solo me importa que vuelve a estar aquí. Tengo un padre, y está vivo.
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Le sonreí a Elle y le di otro beso para que no se preocupara, que siempre iba a estar ahí con ella aunque nos separasen varios distritos. Siempre que tuviese ocasión me escaparía de allí, escabulléndome, aunque a los niños no nos dejaban viajar solos. Solo era cuestión de decir quien era mi primo y ya. Me encogí de hombros ante mis propios pensamientos y fui a sentarme al sofá para ver todo el panorama familiar. Chip jugaba con mi pelo mientras veía como los adultos no dejaban de moverse. Estaban un poco intranquilos, incluso Ethan, pero él era un niño todavía y sonreí cuando lo vi jugar con los coches. Iba a sumarme también cuando vi a Riorden entrar en la casa y me volví a echar contra el respaldo, jugando con los dedos y moviendo el flequillo para quitarme el pelo de la cara, un tanto aburrido. El reencuentro de familiares era un tostón y me levanté de allí cuando las palabras de Riorden me hicieron fruncir el ceño.
Me quedé quieto, viendo como entraba un hombre del que no sabía nada ni lo había visto en mi vida, pero fueron las palabras de Riorden las que hicieron que un balde de agua fría cayera encima de mi. ¿Padre? ¿Hermano? ¿Qué decía? ¿Por qué decía todo eso? ¿Qué broma era esa? Annie se fue, tras soltarle a ese hombre que al parecer era mi padre, palabras que ni siquiera mi cerebro procesaba. Mis ojos estaban fijos en los suyos, en su silueta y las lágrimas empezaron a asomar y caer silenciosas por mi rostro. Mi padre... Ese padre del que me habían hablado tanto, del que siempre hablaba yo a los niños y me sentía orgulloso. Esa figura paterna de la que mi madre me había hablado tantas noches, sus logros, y como había querido él estar ahí en el momento de mi nacimiento si no hubiera... muerto. Ese sueño de querer ser como él; valiente y luchando... Todo eso se había quebrado cuando mis ojos lo miraban y estaba vivo. Vivo. No había ido a verme, no había asistido a mi nacimiento, a mis cumpleaños ni a decirme lo grande que estaba ya. No había recibido sus consejos, sus abrazos.. Nada, estaba vivo. VIVO.
Las lágrimas se hicieron más fuertes, apreté los puños y desvié la mirada cuando Aaron le pegó un puñetazo y Elle se le lanzó a los brazos. Salí de allí, salí de esa casa y corrí y corrí, lejos, muy lejos. No quería saber nada de nadie.
Me quedé quieto, viendo como entraba un hombre del que no sabía nada ni lo había visto en mi vida, pero fueron las palabras de Riorden las que hicieron que un balde de agua fría cayera encima de mi. ¿Padre? ¿Hermano? ¿Qué decía? ¿Por qué decía todo eso? ¿Qué broma era esa? Annie se fue, tras soltarle a ese hombre que al parecer era mi padre, palabras que ni siquiera mi cerebro procesaba. Mis ojos estaban fijos en los suyos, en su silueta y las lágrimas empezaron a asomar y caer silenciosas por mi rostro. Mi padre... Ese padre del que me habían hablado tanto, del que siempre hablaba yo a los niños y me sentía orgulloso. Esa figura paterna de la que mi madre me había hablado tantas noches, sus logros, y como había querido él estar ahí en el momento de mi nacimiento si no hubiera... muerto. Ese sueño de querer ser como él; valiente y luchando... Todo eso se había quebrado cuando mis ojos lo miraban y estaba vivo. Vivo. No había ido a verme, no había asistido a mi nacimiento, a mis cumpleaños ni a decirme lo grande que estaba ya. No había recibido sus consejos, sus abrazos.. Nada, estaba vivo. VIVO.
Las lágrimas se hicieron más fuertes, apreté los puños y desvié la mirada cuando Aaron le pegó un puñetazo y Elle se le lanzó a los brazos. Salí de allí, salí de esa casa y corrí y corrí, lejos, muy lejos. No quería saber nada de nadie.
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