The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Seth K. Niniadis
Fugitivo
Esperar a que acabara todo el lío que el grupo de rebeldes llevaba preparado durante días fue la peor parte. Así que cuando nos avisan en el distrito once de que todo está en orden y podemos marcharnos, me pregunto a donde nos llevan. Mamá fue muy clara con sus órdenes, recuerdo verla por los pasillos más seria de lo que nunca la vi, escuchando las opiniones de otros mientras miraban mapas que apenas me sonaban. En el seis estudiábamos geografía, pero mayoritariamente la de nuestro distrito; esos en definitiva no eran planes de nuestro distrito. He tenido pocos momentos para estar con mi madre, y la mayor parte de ellos recuerdo más las cosas malas que las buenas. Éste no es el caso. Ésta vez soy capaz de recordar sus gestos, el tono con el que habla y lo profesional que parece. Mi tío Sean diría que ella ha nacido para ésto. Y quizá tenga razón. Me acomodo como el resto cerca del traslador que nos llevará hacia alguna parte, y cuando nos desvanecemos siento una sensación que no me es familiar en absoluto pero que con experimentarla una sola vez ya tengo suficientemente claro que no quiero que se repita.

Caigo al suelo como todos los demás, salvo los adultos, el resto de nosotros ni siquiera tiene equilibrio suficiente para mantenerse en pie y caer adecuadamente. Me levanto humillado yo solo, porque ni siquiera me están mirando y me acerco para ayudar a Alice a levantarse del suelo que se ha llevado la peor parte porque Neo le ha caído con su gran culo y el de su hermano encima al rebotar. Soy el primero que se ríe, no sé si de la situación o de la tensión que nos rodea. Poco poco los padres de cada uno van apareciendo y se van marchando, y cuando solo quedamos 3 personas, aparece mi madre por el final del pasillo. Mi alivio es tan grande que la llamo a gritos por primera vez y corro hasta donde está. Prácticamente la atropello y hago tambalearse cuando me recibe. No es hasta ese momento que me doy cuenta de que ya soy ligeramente más alto que ella, y que ya no soy ese pequeño niño que cabía en sus brazos con otros dos más cuando nos contaba cuentos. Me separo para mirarla haciendo tantas preguntas a la vez, al otro lado del pasillo puedo ver a Allen congelado en el alfeizar mientras dos personas más sacan un cuerpo sobre una camilla. Tardo bastante en darme cuenta de que ni mi madre ni él parecen muy felices. Alguien dice mi nombre, con la voz baja y casi en un susurro.

Mi sonrisa se borra gradualmente conforme las piezas encajan en mi cabeza y antes de que me diga nada, ya sé cuales son las palabras exactas que van a salir de su boca: Jared está muerto.

Me pasé toda la vida temiendo esas tres palabras, y también aquellas donde el nombre era reemplazado por el de mi madre. Sabía que era una posibilidad tan real que me hice a la idea de que ellos no durarían toda mi vida. Incluso así, el dolor que me embriaga es tal que me derrito por dentro hasta hacerme tan diminuto que tengo miedo de que cualquiera pase por encima de mi y me pise. El resto de lo que pasó cuando esa sensación me inundó por completo, no lo recuerdo. Lo siguiente que recuerdo es despertarme en una cama donde caben al menos 3 personas sin acosarse, y que tiene techo. Es la primera vez que veo una cama con techo. Mi vista se va hacia un sillón con un oso de peluche que lleva traje, incluso diría que se viste como un guardaespaldas por las gafas de sol y el pinganillo que cuelga de su indumentaria. Mi madre me habla, pero no consigo escucharla al menos al principio. Sus manos acarician mi cabeza y siento su cuerpo recostado junto al mío mientras las palabras vuelven a cobrar sentido. Me está diciendo que las personas que lo mataron lo pagarán. Que todas las personas que alguna vez nos lastimaron lo pagarán. - ¿Vas a iniciar otra guerra y a convertirla en una venganza? - Mi voz es áspera, incluso ahogada. Ella se sobresalta porque no esperaba mi respuesta, y de sus labios sale un "no" muy dramático, casi como si la hubiese insultado antes de asegurar que cuidará de todas las personas que fueron oprimidas los últimos 85 años.

Seguramente podríamos haber seguido discutiendo esto si no hubiese entrado alguien por la puerta. Habla rápidamente, y lo suficientemente alto como para que mi madre le oiga. Tras prometerme que volverá más tarde, se levanta de la cama y se marcha. - Espera. ¿A donde vas? - Pese a las emociones contradictorias que ella me provoca, no quiero perderla. No quiero perder a nadie más. Así que amenazo con levantarme de la cama pero apenas pongo un pie en el suelo ella me está parando. Entiendo lo que sale de su boca. Vaya si lo entiendo. Y sé que tiene razón, más de la que me gustaría. - Estas loca. No puedes hacer eso. - Me acusa de estar desorientado mientras con esas mismas manos con las que piensa matar a todos los humanos me acaricia la cabeza. - Hay magos que tienen la culpa también. No puedes echarle el bulto a toda una raza!. Hicieron mal, pero... pero te equivocas! Si haces eso serás... Si haces eso ¿qué diablos te diferencia de los Black?! - Las palabras salen rápido de mi boca, antes de que pueda pensarlas y procesarlas para evitar decirlas. Mi madre me cruza la cara con una bofetada en cuanto termino.

Yo no soy como ellos. Es lo único que escucho. Yo no atormentaré gente para tenerlos muertos de miedo y a mi merced, metidos en sus casas como si fueran ganado. Y después de eso, el cerrojo de la puerta. Es ese cerrojo lo que me hace reaccionar tras la bofetada que me da y choco contra la puerta cuando corro hacia ella tardíamente. Pese a que intento abrirla, no puedo. La golpeo con todas mis fuerzas, le grito que me abra, pero no lo hace. No vuelve. - No puedes matar a Ben. NO PUEDES MATAR A MI MEJOR AMIGO. MAMÁ!! - Aporrear la puerta no sirve y gritar tampoco. En menos de tres segundos estoy dando vueltas por la habitación buscando algo que me pueda servir para... ¿para qué? no lo sé, ni siquiera sé que voy a hacer si consigo abrir la puerta. Me abalanzo contra la ventana y asomo mi cabeza por ella, hay dos plantas hacia el jardín y mi varita no está entre mi ropa, lo cual descarta la idea de saltar por la ventana. Empiezo a patear cosas presa de la impotencia, y entre todo el desorden que se hace diviso un teléfono móvil.

Me quedo inmóvil un momento, mientras mi cerebro procesa lo que significa tener un teléfono a mi disposición. Corro hasta donde está como si el teléfono tuviera posibilidades de salir corriendo en cualquier momento y llevo mis dedos a las teclas para intentar marcar... ¿el número de ben? no me sé el número de Ben, él y yo nunca hablamos por teléfono. Nunca... ¿qué clase de amigos somos?... amigos que nunca se llaman, amigos que solo se ven una vez al mes... amigos de razas distintas... y al final, ni siquiera seremos amigos porque mi madre lo matará y lo que hay entre nosotros se romperá para siempre. Aprieto el teléfono entre mis manos amenazando con destrozarlo por la presión hasta que recuerdo a Sophia. Sophia debe saber el número de Ben. Tal vez no le avise a tiempo, pero solo necesita una pequeña ventaja. Una pequeña. Y eso hago. Marcar el número de Sophia que me sé de memoria.

Los tonos suenan un segundo máximo seguramente, y se callan otro; pero a mi me parece que pasa todo un siglo entre cada silencio. Al final, el teléfono al otro lado se levanta y la voz no ha terminado de sonar cuando yo ya estoy gritando el nombre de Sophia.
Seth K. Niniadis
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Sophia A. Niniadis
Consejo 9 ¾
Mi vida no ha sido de lo más interesante en estos últimos meses, la verdad, no tengo casi nada que hacer sin mi vecino molesto, que también es mi mejor amigo, frente a mi casa. Desde luego que superé su partida después de los juegos y también cuando ganó y se tuvo que ir a vivir a esa maldita isla desde donde sólo viene una vez cada determinado tiempo, y eso si no se celebran los juegos. Papá siempre se las arregla para sacarme una sonrisa, aunque a veces a regañadientes, pero lo logra. Admiro su esfuerzo por mantenerme a flote cuando pienso que todo lo importante ya se ha hundido, todo el tiempo está dispuesto a ayudarme, cosa que no es muy alentadora porque yo no puedo hacer casi nada por él. Dentro de poco cumpliré quince años... o bueno, todavía faltan unos meses pero el tiempo vuelva. No quiero dar mucha lata en casa y tampoco atolondrar a Ben contándole todas mis penas, eso sólo lo pondría en una peor situación. Bien podría marcarle a la isla, cosa que nunca hago por temor. Corrección. No le marco por orgullo a que me conteste Amelie o que cuando hablemos me cuente de su novia. Lo sé, la influencia del orgullo es sorprendentemente grande sobre mí. También podría marcarle a Megg, es mi amiga y hace tiempo que no la veo, o a Seth, tengo su número guardado por ahí. Sólo que hay una cosa que me impulsa a no presionar los números en el teléfono: Después de que se fuera de mi casa a la estación de trenes, fue arrastrado por unos tipos raros hasta que desapareció, fue... magia. Lo que me lleva a pensar que mi lista de amigos se ha quedado en blanco y que se reduce a los pajaritos de la casa del patio, o la anciana que vive al lado de la casa de Ben y que siempre confunde mi nombre por otros que no tienen nada que ver con él. Como por ejemplo... "Stella" (nunca me sentó muy bien que me llamase así por el hecho de que mi madre lleva ese mismo nombre), o "Sabrina", siempre uno diferente. Recuerdo que cada vez que iba a su casa terminaba diciéndome, "¿No te llamas así, Sabrina? Juraría que tienes cara de llamarte así, bueno, es una lástima que no sea ese tu nombre, seguro que entonaría más". O cosas por el estilo. Prefiero no pensar mucho en ello.

En fin. Supongo que la vida no se detendrá sólo porque yo ya no encuentro cómo seguir. Así que muy a mi pesar, pongo mi mejor cara y no suelto ni una sola queja, hay personas que la pasan peor que yo y me pone mal pensar en que ando por aquí, haciendo berrinches internos en lugar de hacer las cosas más fáciles para todos.

Las cosas en el distrito tampoco han ido muy bien desde el día en que se celebraría la supuesta boda de Stephanie Black pero que acabó con un corte a la conexión y nuevas personas en el poder. Nadie sabe con certeza lo que sucede afuera, y tampoco es que haya alguien muy dispuesto a averiguarlo. Aunque la mayoría de las personas aquí prefieren andarse con cuidado, lo típico, como el día que vinieron los agentes para llevarse a los niños que formarían parte de los juegos mágicos. Papá no me dejó ir a la escuela el día después de que los rumores sobre lo que había pasado en la boda y todas las personas que habían tomado el lugar de los Black, se esparcieran provocando el nerviosismo en al menos la mitad del distrito. Luego de eso trató de aparentar un poco de normalidad, pero no la suficiente, pues ahora demora más en ir al trabajo y tarda menos en regresar a la casa. Bastante preocupado está así que prefiero disimular que nada pasa y seguir con nuestras rutinas comunes y corrientes. Claro que hasta yo hallo de qué preocuparme, Ben viene siendo un gran ejemplo. No sé qué pueda pasarle, o si está bien, pero me preocupa demasiado el bienestar de mi mejor amigo. En estos momentos no me vendría nada mal la compañía de alguien cercano, pero como me pasó un mes atrás, mi lista de amigos está medio vacía. No tengo idea de qué ha pasado con Megg, o Audrey, ni siquiera he visto a Verdeen y eso que vivimos en el mismo distrito.

Cuando bajo para ayudar en la cocina, me encuentro con la mesa puesta, un par de platos sobre ella acompañados con vasos, cada uno con la misma cantidad de líquido transparente, como si mi padre se hubiera tomado la molestia de contar las gotas para que no existiera diferencia alguna. Me sorprende encontrar la casa en perfecto orden, ayer no estaba ni cerca de obtener un seis en limpieza. Además de que todo está en su lugar y me llega un ligero aroma a... ¿Aromatizante? No, es imposible que papá se haya encargado de tantas cosas a la vez, todo antes de que yo bajara. Entonces me lo encuentro en el patio, incluso cambió el traste de agua y la comida de los pájaros. En cuanto me ve sonríe, sólo que no es su sonrisa de siempre, sino una cargada de nerviosismo. A decir verdad nunca creí que mi padre se comportara como esas señoras, en este caso entra en la categoría de hombres, claro, que cuando están nerviosas o enojadas se ponen a limpiar todo, hasta la última partícula de polvo. Entra jalando la corrediza y desayunamos en silencio, aparentemente hoy se tomará el día libre.

Sólo hay dos cosas que logran alterar mis nervios: Que aprieten mis mejillas y me cambien el nombre, y que papá se comporte de esa manera. Según yo él trataba de disimularlo todo de la mejor manera, incluso yo lo había ayudado, pero cuando más de un rumor de ese tipo se expande de aquí a allá, no hay mucho por hacer.

La mayor parte del día después de ayudar a levantar las cosas de la mesa y lavar los platos, me la paso en mi cuarto hojeando el álbum de fotos que mamá empezó haciendo cuando yo era muy pequeña, y que papá y yo terminamos llenando de fotos de todos mis cumpleaños y los suyos, del día que conocí a Ben y cuando gané mi primer medalla en el colegio. Acaricio mis preciados recuerdos antes de cerrarlo y ponerlo en el cajón de mi escritorio donde tiene un lugar especial. Tanteo la posibilidad de leer, pero no es muy llamativo justo ahora así que dedico una parte del día a girar en la silla de mi escritorio mientras repaso las imágenes distorsionadas por tantas vueltas de mis posters o cualquier otra cosa con la que se topen mis ojos.

Un riiiiing algo largo me hace parar, y noto por primera vez en estos... diez minutos, creo, que la cabeza me da vueltas y no es sólo la culpa de la silla giratoria. Camino con pasos un pocos torpes por lo mareada que estoy hasta que encuentro la puerta y salgo. Para cuando llego a la sala, que no me toma más que medio minuto, quizás un poco más, papá ya está tomando el teléfono para atender a la llamada. Observo como lo aleja de inmediato y me dedica una mirada que no puede significar más que un "para ti" sin duda con algo de reproche. Me apresuro a agarrar el teléfono, con una sonrisa apenada. Lo coloco sobre mi oreja pero en seguida lo aparto, ahora entiendo por qué papá hizo este mismo gesto, y es que con un Seth histérico al otro lado de la línea mis oídos no la pasan muy bien. Un momento... ¿Seth? - ¿Seth? Espera un momento, deja de gritar. - Le pido con confusión y volteo a ver a mi padre, quien primero me mantiene una mirada firme hasta que se decide a apartar sus ojos de mí y concentrarse en el periódico, aunque bien sé que tendrá el oído agudizado y todo su interés puesto en mí en cuanto regrese la atención al teléfono. Suelto un suspiro y me volteo dándole la espalda. - Seth, ¿Qué sucede? -
Sophia A. Niniadis
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Seth K. Niniadis
Fugitivo
Prácticamente escupo las palabras cuando el teléfono se levanta pero tengo tantas cosas que decir que la mitad de lo que digo se me atraganta y al final no son más que una sarta de gilipolleces todas juntas. Aún así mi voz se oye a gritos por el teléfono y no es hasta que alguien llama a Sophia al otro lado que no me doy cuenta de que he estado hablando con la persona equivocada. Por un momento desconecto, estoy desesperado así que me doy un golpe con la mano en la cabeza y suelto una sarta de improperios. No hago más que perder el tiempo. Mi madre matará a Ben en cualquier momento. En realidad, matará a todos los mentores en cualquier momento pero seamos realistas, solo hay uno dentro de ese grupo que me cae lo suficientemente bien como para que esté tan alterado.

La voz de Sophia pidiéndome que me calme hace que me pare en seco. Había estado dando vueltas por la habitación pateando cosas a la vez que insultaba situaciones y personas que ni siquiera tienen la culpa. Me dejo caer en el borde de la cama y después resbalo hasta que quedo en el suelo respirando un par de veces volviendo a mover mis manos nerviosamente agarrando cualquier cosa que pueda estrujar para intentar dejar de gritar y perder el control sobre mi mismo. Es la primera vez que me pasa algo como esto. Es como estar en pánico constante y tener la sensación de que las cosas serán imposibles de arreglar si no sales corriendo. - ESTOY BIEN! - Suelto un grito cuando escucho a alguien tocando la puerta, seguramente mi tío Sean quien poco después de que mamá se hiciera con el capitolio apareció en éste lugar. En cuanto está a punto de abrir la puerta me abalanzo contra ella la cual la cierra de un tortazo y lo golpea. - QUE ME DEJES EN PAZ. LÁRGATE! NO ESTOY ENFADADO! NO SOY UN CRÍO! - Entre más preguntas me hace o más comentarios sobre mi hace, más me enfado y más me doy cuenta de que estoy perdiendo un valioso tiempo.

A la tercera o cuarta patada que le meto a la puerta cuando me dice que soy como un bebé hambriento y que si tengo hambre, se marcha por el pasillo, lo cual me da vía libre para volver al teléfono. No soy consciente de porqué, pero bajo mi voz al mínimo. - Sophia. Sophia tenéis que iros, pero tienes que avisar a Ben. - Pese a que me esfuerzo por mantener la voz baja, no puedo controlar la velocidad y las palabras se precipitan de mi boca como si hubieran acumuladas tantas que de no dejarlas salir me habrían hecho explotar. - Mi madre se ha vuelto loca. Ha matado a los ministros. Ha quemado el reformatorio. Y ahora quiere matar a los mentores. - Me aferro al teléfono con fuerza, incluso soy consciente de que cruje ligeramente. - Dice que los humanos empezaron matando magos, y que hará que lo recuerden para siempre - Las palabras de mi madre suenan en mi cabeza como si fuera un eco. "Ojo por ojo"
Seth K. Niniadis
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Sophia A. Niniadis
Consejo 9 ¾
Escuchar a Seth así de alterado no me indica nada bueno, ni lo más remotamente cercano al término, en cambio, se podría decir que me alteran de vuelta. A través de la línea se oyen sus gritos, los cuales definitivamente no van dirigidos a mí, pero sí que suenan con claridad. Es más, tengo que alejar un poco el teléfono de mi oreja para que no me destroce el tímpano. - Seth... ¿Está todo bien por ahí? - Es claro que no me escucha, o que sigue hablando con otra persona, porque en cuanto hago la pregunta sus gritos vuelven pero un poco más lejos, seguidos de ruidos extraños. Miro a mi padre con cierto nerviosismo, cosa que provoca que me devuelva la mirada pero con una ceja alzada y una interrogante bien planteada en medio de su rostro. Le hago una seña con mi mano de que todo está en orden y le sonrío de forma torpe antes de conectar la llamada al teléfono de mi cuarto y desaparecer por la puerta color blanco que lleva a mi habitación. Tomo el teléfono con prisa y me tiro sobre mi cama. Estando aquí, sin la presión de la mirada de mi padre sobre de mí, o la poca libertad que tengo para hablar (no es que no se escuche a través de la puerta, pero es más cómodo hablar por teléfono donde crees que nadie puede oírte), me siento mejor. Respiro hondo y pego el auricular a mi oreja.

La voz de Seth me recibe al otro lado de la línea y aunque a la primera no le entiendo mucho porque susurra, capto las palabras principales: "Tenéis que iros" y, por supuesto, "Ben". Me quedo pegada al teléfono pero ya no hablo o hago preguntas. Incluso creo que por algunos segundos, mi corazón se detiene, a la par de mi respiración. - Se-Seht... - No puedo, la voz se me corta, y es que, no sé qué decir. Normalmente me reiría o preguntaría si es broma, pero los gritos que escuché al inicio y todo lo que Seth dice ahora, además de que incluyó a Ben entre la lista de personas que deben irse me indica que nada bueno está pasando. Es como si todas las miradas significativas de papá, todas sus acciones fuera de lo normal, y los rumores del distrito, tomaran sentido ahora y se convirtieran en una bomba de tiempo que explotará cuando menos lo imaginemos.

Creo que me quedo tiempo de más, tiempo que no tenemos, en silencio, porque un ruidito provocado de Seth preguntando si sigo aquí me devuelven a la realidad.  - ¿Qué está sucediendo...? Ben... ¿Él... él está bien? - Por muchas cosas que tenga para preocuparme, una de las más importante justo ahora, es mi mejor amigo. - Seth, ¿Qué debo hacer? ¿A dónde me iré ahora? Tengo a mi papá y aparte está el padre de Benedict, y por supuesto que Ben. Seth, dime qué hacer, por favor. - Mi voz se transforma igualmente en un susurro apenas audible entre Seth y yo, mi corazón late con fuerza y creo que todas mis emociones se están haciendo un nudo dentro de mí, un nudo que no soportaré mucho tiempo.
Sophia A. Niniadis
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Seth K. Niniadis
Fugitivo
Empiezo a respirar demasiado deprisa, tanto que acabo sintiendo que en cualquier momento mis pulmones van a explotar. Me obligo a mi mismo a calmarme aguantando la respiración. Por un momento solo somos la voz de Sophia en el teléfono y yo; y pasos fuera de mi habitación demasiado lejos como para que me preocupe por ellos. Al final, lanza muchas preguntas. ¿Qué hacer? ¿Si Ben está bien? Con qué cara voy a decirle que no lo sé, ni la primera, ni la segunda. - No lo sé - Murmuro. Por un momento deseo que esas palabras nunca hubieran salido de mi boca, y por otro que no las haya oído. Pero sé que las oye. Respiro profundamente y me muevo por la habitación, esquivando las cosas que hay en el suelo, mantenerme en movimiento me mantiene cuerdo también, al menos un rato. - Díselo a tu padre. Dile que es mentira lo que mi madre ha dicho en la televisión. En parte. En realidad… no es del todo mentira. - Antes de darme cuenta estoy haciéndolo otra vez; estoy intentando justificarle algo que no tiene justificación ninguna. Esta matando inocentes, está siendo un monstruo, pero ella cree que está en lo correcto.

Ahogo mi voz un momento con un conflicto interno que va más allá de lo que puedo soportar. Tengo que tirarme al suelo a los pies de la cama, con la espalda en la madera y las rodillas dobladas apretándome el pecho para poder seguir en equilibrio. - Intenta proteger a los magos, pero solo a los magos. Cree que los humanos sois los culpables de todas las muertes mágicas de los últimos 100 años, tanto como si participasteis directamente en los juegos como si no. Si estabais allí por matarlos. Si estabais mirando por dejar que los mataran. - Mi madre siempre ha sido complicada, apenas he pasado tiempo con ella como para saber qué razones la mueve y si son tan buenas como aparenta. Quizá lo sean. Quizá solo se trata desde la perspectiva de la que se mira. - Va a atacar la isla. Va a... intentarlo. No sé si lo está haciendo ya! - Pierdo el control de mi voz y utilizo una voz de reclamo que no debería usar, y menos con Sophia porque no es su culpa. Me llevo la mano a la frente de forma brusca, golpeándome más duro de lo que pretendo pero intentando recuperar la comportura. Ella no tiene la culpa. Ella no debería ser el foco de mi frustración ahora mismo. - Llámalo. Dile que huya. Y si no contesta no insistas. Solo vete Sophia. - No quiero que les hagan daño. Son mis amigos, incluso si estamos en bandos distintos. - Solo... solo coge lo indispensable y a tu padre e iros. Y si alguna vez vuelves a ver a ben... dile que... - ¿Qué? ¿cuales van a ser mis últimas palabras para el primer mejor amigo que he tenido nunca?

No llego a decidirlo, ni tampoco a pronunciar algunas estúpidas de último momento. La puerta suena otra vez y mi madre al otro lado me grita que porqué la he cerrado. - Tengo que colgar. Ponte a salvo antes de que sea tarde. - Entra en la habitación en el preciso momento en el cual he colgado. Su vista se dirige de inmediato hacia el teléfono que tengo en las manos y reacciona rápidamente. Por suerte, no tan rápido como yo. Es cuestión de segundos que mi cuerpo se precipite contra la ventana justo para dejar caer el teléfono con el impulso que puedo coger al intentarlo, y se reviente en pedazos en el fondo de la fuente del patio. Tener a mi madre delante en este momento mirándome desafiante, como si estuviera evaluando si soy de fiar o no, hace que se me pase por la cabeza de que seguramente para Ben, ya es tarde.
Seth K. Niniadis
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Sophia A. Niniadis
Consejo 9 ¾
No puedo creer que todo lo que me dice Seth sea cierto, definitivamente no puedo creerlo, y no quiero hacerlo. Me da miedo pensar que de la nada vaya a llegar un grupo de magos armados que se encarguen de acabar con todos. Me da miedo pensar en que tal vez no pueda volver a ver a mi mejor amigo, o que la vida de mi padre, incluso a mía, están en juego. Respiro profundamente, tratando de concentrarme en la conversación por teléfono, pero justo ahora la voz de Seth se escucha tan lejana... - Seth... yo no soy bruja. - Eso es algo que él ya sabe, ni mi padre ni yo somos magos, pero con tantas cosas en mi cabeza es la única frase coherente que se me ocurre a la hora de abrir la boca. Tal vez no iba dirigida a él, tal vez lo dije en voz alta para que yo me diera cuenta de la verdad: Yo soy humana, y si hay un régimen que sólo apoya a los magos, si va a existir tal cosa... entonces no tenemos oportunidades, a menos que nos vayamos justo ahora, tal como ha dicho Seth. Me paro y comienzo a caminar de un lado a otro de la habitación, hacerlo al menos me mantiene activa, alerta. - Entiendo. Le avisaré en seguida, yo... no puedo dejar que nada le pase. No podemos dejar que nada le pase. -

El resto de las palabras de Seth se van volando, y cuando me doy cuenta ya es hora de colgar. Quiero hacerle tantas preguntas, tengo miedo, quiero que me ayude, pero el tiempo se acaba. Debo aclarar mis ideas pero no puedo, la cabeza me da tantas vueltas que se vuelve abrumador. Para empezar está Benedict, no puedo permitir que le pase algo malo, aún si no estoy ahí tengo que hacer algo desde aquí, tengo que poder ser útil, no me puedo quedar sentada observando cómo fluyen las cosas como cuando se fue a la arena. Después tengo que decirle a mi papá, decirle al padre de Ben y empacar para irnos, seguramente ya habrán planeado algo, últimamente se ven muy raros. Luego... - Espera Seth, no cuelgues, ¿Qué pasará contigo? Seth... ¡SETH! - Mi única respuesta es la del teléfono indicándome que la llamada ha finalizado, un tuuuuuu que no puedo soportar en estos momentos y que me hace arrojar el teléfono a mi cama, pero que con mi suerte rebota directo al piso y acaba haciendo más ruido del que pretendía. Las últimas palabras que flotan en mi mente: "Ponte a salvo antes de que sea tarde." Tal vez aún no sea tarde para mí, ¿Pero para Ben?, ¿Y qué hay de Seth? Ha arriesgado mucho con esta llamada, me ha advertido, ¿Y si le hacen algo por eso?

No me doy cuenta de cuándo pasa, pero mis manos ya han tomado el teléfono y mis dedos se han encargado de marcar el número de la casa de Ben. Suena varias veces timbre, al final, la contestadora. Tanteo la posibilidad de dejarle un mensaje, pero eso sería demasiado riesgoso, aún cuando las palabras se están aglomerando en mis labios y quieran salir a gritos. Cuelgo. Suelto una maldición y siento el impulso de llorar pero es simplemente inaceptable hacerlo en estas circunstancias, debo ser fuerte, tal como Seth lo ha sido para llamarnos por querer protegernos, tal como Ben lo estará siendo ahora, debo ser fuerte si quiero volver a verlos. De nuevo, no me doy cuenta de lo que hago pero sé que estoy abriendo y cerrando cajones, revisando qué tantas cosas tengo: mochilas, bolsas, todo en donde podamos guardar lo más importante. Necesitamos ropa, comida, algo para defendernos... Entonces reparo en un figura en forma de rectángulo sobre mi escritorio, un portaretratos verde decorado con flores azules y amarillas. En él hay una foto vieja, una foto de cuando yo tenía seis años y Ben y Mel cinco y estamos frente al barco de papá, los tres sonrientes. Nunca imaginamos que unos años más tarde nos encontraríamos en situaciones como estas, además de que ya no está Melanie. Acaricio la foto y la coloco junto con las cosas que me llevaré, al lado está otra donde sólo salimos Ben y yo y tenemos toda la cara manchada con pastel, mi cumpleaños número cinco, creo. La aprieto con fuerza y la saco del portaretratos para ponerla con lo demás.

- Soph, Soph, ¿Estás bien? Escuché un ruido, ¿Te caíste? - Me precipito a abrir la puerta dejando ver a mi padre el desorden que me he montado en el cuarto al sacar las cosas de los cajones y le suelto un grito, que la inicio no pretendía serlo, algo que suena como "tenemos que irnos", pero del que seguramente no se entiende nada. Ahora debo explicárselo.
Sophia A. Niniadis
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