The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Jamie D. Niniadis
Sean & Jamie - Primera Noche tras las cosechas forzadas - 12 de la media noche

Han pasado varias semanas desde que regresé de Londres siendo la portadora de la varita más poderosa que se ha creado jamás; paso mi tiempo intentando restaurar las cosas del once que el capitolio intento destrozar en los breves días que estuvimos ausentes. No bastaron más de tres para que casi lo hicieran arder en llamas como hicieron con Hogsmeade, pero con el doble de muertos a pesar de ser un espacio más pequeño, sin embargo, quizá la suerte o la fortuna dejó que llegáramos a tiempo. Hemos perdido a muchas personas, pero hemos salvado más de las que habrían muerto de haber tardado más. Pero una vez terminada la labor principal y delegado el trabajo al resto de personas, empecé a pensar en mi misma y en lo que realmente me importa. Seth. ¿Donde diablos está? Jared no para de decir que intentó detenerlo pero sus "intenté detenerlo" no me valen. Seth es un chico difícil, eso lo sé desde que existe, incluso cuando era apenas un niño pequeño y ni siquiera tenía que vivir con el temor de ser asesinado como el resto de sus hermanos hasta ahora. Incluso, cuando era feliz, era difícil; así que básicamente Jared no me dice nada nuevo.

Estoy más que segura de que salió del distrito después de patearlo de cabo a rabo e incluso hablar con Alice, que queramos o no, fue parte de las últimas personas que le vieron. Sin embargo, ninguno le ve desde entonces, y de eso hace ya varios meses. Desesperada pensando en que tal vez ha caído en malas manos, acabo pensando en la única persona del mundo a la que mi hijo puede acudir siempre que el resto del mundo el falla. Su padre. Claro está que para él esa relación es completamente inexistente, pero seamos realistas, incluso si no sabe que es su padre, llevan comportándose como padre e hijo desde que yo me quité de en medio para mantenerle a salvo. Me visto con una capa negra que cubre el resto de mi ropa, y en especial el rojizo de mi cabello mientras me dirijo al hospital donde está Allen, donde además sé que estará Jared. Encuentro al primero despierto mirando por la ventana y al segundo completamente dormido sentado en una incómoda postura. - Voy a por Seth. Dile que volveré pronto. Eso sí, no le dejes seguirme. - Desenfundo mi varita y señalo a Jared, quien últimamente no para de seguirme a todas partes por un temor absurdo de que haga alguna gilipollez. Después de dedicarle una sonrisa de despedida desaparezco, porque sí, desde que tengo la varita de Saúco ni siquiera la magia de los Black puede retenerme dentro del once.

Aparezco primero en la casa del distrito seis pasadas las 10 de la noche y esperando que Sean aparezca por las escaleras cargando una sartén como arma de defensa. Aquello me arranca una sonrisa que desaparece gradualmente al ver que el lugar está vacío, no hay más que cajas con polvo de objetos que antes eran míos. ¿Ya no viven aquí? ¿Donde diablos están ahora? La idea de que se los hayan llevado me abruma y salgo a toda prisa de la casa. La túnica ondea en la oscuridad mientras me dirijo al segundo lugar del mundo que les pertenece, allí encuentro a Joseph, ese fiel empleado de Sean que se encarga del bar en las horas en las que él no está. Antes de que pueda impedirlo me ha visto, y se deshace de un borracho mientras voy a la trastienda. Aparezco de golpe en el interior, lo cual lo sorprende bastante, pero por suerte es suficientemente inteligente para no gritar. - Están en el ocho. - Me lo debió leer en la cara, porque ni siquiera me da tiempo de abrir la boca. - Ambos - Suelto todo el aire de golpe y luego me lanzo a abrazarlo. - Hey, cuanto tiempo sin verte - Me quedo con él un rato, hablando de todo y anda al mismo tiempo.

Al final me hace unas instrucciones concretas del sitio donde está la casa y después me marcho de allí. En cuestión de segundos estoy vagando por zona residencial del distrito ocho cerca de la doce sin que haya prácticamente un murmullo alrededor. Aún soy ajena a lo que ha pasado con las cosechas, por lo cual no noto extraño, pero tengo más cosas en mente que esa por lo que lo aparto de mi lista de prioridades. Encuentro la casa con bastante facilidad y colarme en el interior es más fácil todavía. Cierro la puerta detrás de mi con total cuidado y me paseo por el salón un rato mirando las fotografías del lugar. Cuando Joseph me explicó que se había mudado aquí porque la madre de SU hija había muerto, sentí un poco de envidia por esa chica, hasta el momento en el que posé mi vista sobre una foto de su madre descansando sobre la televisión. - Oh dios mio - Recuerdo a esa chica porque fue una de esas personas especiales que pasaron por la vida de Andrew, y puedo contarlas con los dedos. Ella fue parte del motivo de que de mis labios jamás saliera lo de Seth, Silván y Sinhué. Ahora está muerta. Y le ha dejado una hija. Dejo la fotografía en su lugar con mucho cuidado y subo las escaleras, primero caigo en la habitación de la chica que se ha quedado dormida sobre la cama con un libro entre las manos y no puedo evitar notar lo mucho que se parece a su madre.

Cierro la puerta y abro la otra habitación donde deduzco que tiene que estar mi hijo además de su padre, porque es la última habitación de la casa. Cuando abro, hay una cama vacía, y Sean descansa en la otra. Suspiro. Al parecer Seth encuentra divertido escaparse de todos sitios. Avanzo por el lugar teniendo cuidado de no chocar con nada, acabando junto a la cama pasando mi mano por la frente de Sean a quien le aparto los mechones de la cara. En cuanto se despierta mi impulso es hacerle "shhh" manteniendo mi mano sobre su hombro para aplastarlo sobre la cama. - Soy yo. Jamie - Mientras se reincorpora noto lo mucho que ha cambiado durante el tiempo que no nos vimos, y me bajo la capucha para que pueda ver que sigo siendo la misma que era cuando me fui. Exactamente la misma. - No sé si lo has notado - Ironizo con cierta sorna, bajando la voz como si se tratara de un secreto que nadie conoce. - Pero Seth no está
Jamie D. Niniadis
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A. Sean Niniadis
Perder a Seth de vista se ha transformado en algo tan rutinario que ya ni me sorprende. Luego de haberlo buscando por absolutamente todos los lugares del ocho en los cuales se pudo haber metido y de haber discutido una vez más con Audrey sobre el asunto, he decidido que lo más probable es que el pobre crío ande necesitado de algo de tiempo con él mismo para reacomodar su cabeza. Ha pasado por mucho en poco tiempo, y a veces me pregunto cómo debe ser tener quince años y tantas cosas metidas en la cabeza. Y ahora ha ido a empeorar el asunto con todo el rollo de mi hija y puedo apostar la vida a que ni siquiera él estaba seguro de ello; ¿quién está seguro de esas cosas con esa edad? Creo que soy la única persona capaz de guiarle, pero lo haré en cuanto esté dispuesto a hablar, en parte porque sé que necesita su espacio y en parte porque últimamente fallo bastante seguido cuando se trata de volverlo a colocar en su camino. Los días que se tendió en la cama sin siquiera moverse fueron una clara muestra de ello.

En momentos como este, en los cuales me tiendo boca arriba en mi lecho y me dedico a repasar mentalmente los últimos meses, es tal vez cuando comprendo mejor a Seth. No me tengo permitido pensar en Silván porque eso solo ocasionaría que acabe pensando en cada una de las personas que perdimos con el correr del tiempo, pero cuando la casa se vuelve silenciosa y oscura, las memorias parecen venir por si solas. A veces más nítidas, tanto que dan miedo, y otras simplemente de un modo algo lento que te atemoriza el creer que estas perdiendo la capacidad para retener a ciertas personas. Bufo y me giro en el colchón, en esa misma posición que le vi hacer a Seth cientos de veces, y noto como poco a poco, los párpados se van volviendo pesados…

La caricia que me regresa a la realidad me desconcierta un momento y mi primer impulso es apartar la mano de un empujón, pero en cuanto mis ojos logran enfocar la silueta que tengo enfrente y reconozco la voz, mi corazón comienza a tranquilizarse.  Ella intenta aplastarme contra la cama, pero por lo contrario, yo le aparto la mano con suavidad e intento sentarme de alguna forma u otra - ¿Jamie? ¿Cómo…? – bah, ni siquiera necesito que me lo diga. Mi prima siempre tuvo los métodos para averiguar absolutamente todo lo que deseaba, y eso incluye el tener que encontrarnos a mí y a su hijo en un distrito completamente diferente al que se encuentra acostumbrada. Me pico los ojos con los dedos para quitar los rastros del sueño y giro la cabeza de mala gana para chequear lo que ya sabía, aunque una parte de mí esperaba ver el bulto que indica que mi sobrino se encuentra en su lugar se ha ido. Lo busqué por todos lados y ni rastro de él. Creo que ha heredado ese talento de ti – le echo una mirada que pretende ser sarcástica, aunque no estoy seguro de que con la poca luz lo haya notado. Eso provoca que me gire y encienda la lámpara de noche, cuya luz cálida se desparrama por todos lados – seguro está en el cuatro. Es el único lugar que tiene a donde ir.

Regresar la vista a Jamie me llena de nostalgia, de esa que parece joderme la vida cada vez que me doy el gusto de pensar en lo fácil que era todo cuando ella no andaba de guerrera salvadora y yo no tenía que cuidar de su hijo. Y ella parece no haber cambiado nada, absolutamente nada, incluso cuando esas cosas deberían estar más presentes en su persona que en la mía - ¿para eso viniste, querida prima? ¿Venías a hacer de la madre del año? – ni siquiera creo que tengo que dar explicaciones sobre esas palabras. Me rasco la barbilla, ligeramente recargado contra la pared, y hago una mueca – algo me dice que no tengo que dar explicaciones de nuestra mudanza.
A. Sean Niniadis
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Jamie D. Niniadis
Esbozo una sonrisa cuando me pregunta como, o más bien cuando está a punto de hacerlo. Dejo que él solo llegue a la conclusión porque después de todos estos años no ha habido ni un solo segundo en el que yo no supiera donde estaban él y donde estaba mi hijo. Hago un leve gesto de "eso ya lo sé" que es bastante condescendiente al verle decir que Seth no está, algo que ya salió de mi boca momentos antes. - Me lo tomaré como un cumplido - Ladeo la cabeza de forma gentil, que a su vez pretende ser una broma. - También heredó mi mal humor - Termino por reírme pasándome una de las manos por la cara, en realidad no sé de donde heredó su mal humor. Sean es... bueno, es Sean, y yo no soy tan exigente ni conmigo misma ni con el resto del mundo, y si lo fuera, no lo sería ni la mitad que mi hijo.

Suelto un suspiro algo amargo cuando me pregunta que hago en éste sitio. Hago una leve mueca al escucharle lo del cuatro, que al final deja de tener importancia, porque lo nombra demasiado de prisa en la conversación con otras cosas que captan mi atención suficiente como para que ni siquiera me de tiempo de preguntar que diablos se le perdió a Seth en el cuatro. ¿Una novia tal vez? - Ojala. Pero ambos sabemos que yo no soy precisamente, lo que se dice, una buena madre. - Perdí a dos de mis hijos, y ahora ni siquiera encuentro al tercero. - De todas maneras me parece increíble que se haya ido antes de que yo pudiera verlo. No le rescaté de ese estúpido antro para... que volviese contigo. - Ciertamente estoy un poco celosa, porque si algo sé y algo por lo que pondría mi mano en el fuego, es que si Seth tuviera que elegir entre quedarse conmigo o con Sean, elegiría al segundo. No le culpo. Él ha estado siempre para el. Los niños no entienden de quien le compra cosas, quien trabaja para qué o quien intenta luchar por un ideal que parecía muerto hasta hace poco; solo entienden de quien está y quien no está.

Sacudo la cabeza ligeramente, lo cual se pasa por una negación. - Hay cosas que me contaron y cosas que intuí. Pero ya sabes que no tienes que contarme nada si no quieres, y yo.. - Me paso el dedo indice por los labios como si cerrase una cremallera, para dejar claro que no pienso hablar de ello tampoco. - ¿Qué tal lo llevas? Supongo que criar una niña es fácil después de lidiar con Seth. - Y para que vamos a engañarnos, con el resto de sus hermanos también; al menos, mientras estaban aquí.
Jamie D. Niniadis
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A. Sean Niniadis
Dejo salir una risa cargada de aire y sarcasmo porque ella sabe, yo sé, todos sabemos, que Seth siempre vendrá conmigo en lugar de ir detrás de ella, lo haya sacado de “ese antro” hace tiempo o no. El enfado del chico cuando murió Silván dejó muy bien en claro la opinión que tiene sobre su madre, pero creo que sería un poco cruel contarle esas cosas a mi querida prima - ¿y para ti no es mejor de esta forma? Sabes que conmigo se encuentra a salvo. Nadie vendría a buscarlo… - a no ser que lo encuentren como encontraron a su hermano y que, de esa forma, se acabe la paz. Pero yo no permitiría que eso ocurra; años criando a Seth me han enseñado a ser un padre sustituto y ese sentimiento es el único que necesito para saber que si van a llevarse al chico, será sobre mi cadáver. Miro sus labios un instante cuando se los “sella” y su pregunta me hace abrir los ojos de par en par, lanzando un pesado suspiro, como si me hubiese preguntado sobre el mayor dilema de mi vida. Incluso me demoro en responderle, porque me pongo de pie con la excusa de cerrar la ventana, por la cual se cuela el frío, pero que en realidad me sirve para darle la espalda y así pensar mejor con claridad.

Me cuesta un poco trabar la ventana porque se encuentra algo vieja y pesada, pero en cuanto se encuentra trabada por completo (con ese sonido que temo por un momento, que despierte a Audrey), me giro para poder mirarla, todavía sentada en mi cama como cuando teníamos alrededor de quince años y nos acurrucabamos en su colchón o en el mío a contarnos secretos – Criar a una niña sería sencillo. Criar a Audrey es algo completamente diferente – y ni hablemos de que no tengo ni la más puta idea de qué es lo que quieren las mujeres, ni jóvenes ni mayores. Más allá de que he intentado de todo para acercarme a ella y que gasto una buena cantidad de dinero en intentar consentirla, mi hija sigue mirándome como si fuese un extraño y siempre me rechaza e ignora cuando tiene oportunidad. Creo que encima las cosas no van a ir mejorando por culpa de los últimos acontecimientos – es un poco testaruda y ha creado una especie de barrera entre nosotros dos. Es como vivir con un extraño que está totalmente negado a conocerte. Y no es como si tuviese muchos amigos, para variar; creo que Seth es el único niño con el cual la he visto.

Dejo el tema de lado para echarme sobre la cama, haciéndonos rebotar, y cruzo las manos detrás de mi nuca. La miro con una sonrisa burlona, casi recordándole de esa forma que lo que acabo de decir se puede aplicar bastante bien a la situación que ella tiene con su hijo – con Seth es otra cosa. Será difícil, pero a un chico es mucho más sencillo comprenderlo y hacerlo feliz. Una competencia de quien come más rápido la hamburguesa era suficiente para entretenerlo – y para dejarnos a los dos descompuestos, dicho sea de paso. Una vez tuvimos la desgracia de comer carne en mal estado y por culpa de ese jueguito, ambos nos turnamos para utilizar el baño durante tres días. Intento ponerme un poco más serio, porque al fin y al cabo, estamos hablando de un niño de quince años que no sabemos a ciencia cierta en dónde se metió. Y eso me deja una sospecha - ¿quieres llevártelo, Jamie? ¿Quieres que Seth viva contigo y el querido tío Jared, en ese lugar peligroso que crearon, como lo es el once? ¿Justo ahora? – Seth está a salvo conmigo, no entre un montón de rebeldes declarados a la guerra. Si eso es lo que desea, está loca.
A. Sean Niniadis
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