OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Al final la casa en la que vivo no está tan mal, es silenciosa, está vacía y demasiado grande para mi sola, pero no es fea, al menos eso es algo bueno, además de que, al ser grande, me entretengo en visitar las habitaciones, en subir de un lado para otro, visitar el sótano, la guardilla, el pequeño jardín trasero... tengo suerte de saber cocina porque si no, no sabría que hacer con la gran cocina que tengo. Me abrazo las rodillas y aprieto el rostro contra éstas. Tengo demasiado tiempo para pensar, mucho tiempo sin hablar con nadie, desde la Coronación, y no es bueno, no me gusta para nada. En un par de ocasiones han venido los médicos a ver como estaba, o vigilar que no hago ninguna locura ahora que estoy sola y sin control constante, y me han dado calmantes cuando entraban por la fuerza en la casa, porque no le sabría la puerta, y me veían dentro de la cama llorando, con el mismo pijama que me habían dejado en la ocasión anterior que me habían visitado. Algo me decía que cuando lo aceptara, que cuando aceptara que había hecho todo aquello, sería mucho más fácil, pero si alguien me lo dijo, o me lo dije yo a mí misma, mentía como una idiota, solamente me quería convencer para no estar tan mal sin pensar en que nunca desaparecería, que en mis sueños cada noche aparecerían los mismos rostros y los mismos momentos que siempre. Separo el rostro de mis piernas y miro la habitación. No tengo casi nada en ella, si acaso la escasa ropa que tengo y... un libro. Ese libro. No he leído nada del libro, pero tampoco me han dicho nada de que tenga que tener ninguna sesión más con aquel chico así que, no tengo la obligación de hacerlo. La verdad es que lo empecé, cuando estaba en el hospital empecé a leerlo pero solo conseguí leerme las primera páginas porque me cansaba de fijar la vista, porque no tenía ganas de hacer nada, y sigo sin tener ganas algunas. Por los gritos, las lágrimas y el poco dormir no estaba, precisamente, al cien por ciento y enseguida se me agarraban feos dolores de cabeza, ¿lo peor que pude hacer? Decírselo al médico que siempre estaba en mi habitación porque tomó cartas en el asunto y me daban unas pastillas que me hacían sentir muy cansada y me quedaba durmiendo en pocos minutos.
Escucho un sonido de golpeteo en la puerta de la casa así que me levanto y camino descalza, por el frío suelo. Bajo las escaleras y voy hacia la puerta de entrada que abro justo cuando un par de médicos estaban sacando algo de un maletín. Parpadeo un par de veces seguidas sorprendida, pero, sin duda, el rostro de más sorpresa no es el mío. -Está fuera de la cama... que agradable sorpresa, señorita Brawn- dice uno con una sonrisa en sus labios, el otro me revisa de arriba a abajo y yo lo miro con enfado. Me hacen un par de preguntas allí mismo, en la puerta hasta que finalmente, el médico de la sonrisa agradable se despide pero antes dice algo más. -Hoy tiene cita con el señor Charpentier.- dice y acto seguido, sin que me de tiempo a decir nada, se gira para irse, el otro médico, hace lo mismo, y me dejan en la puerta de la casa mirándolos atónita. Al segundo cierro la puerta de un portazo y me apoyo contra ésta notando como mi respiración se acelera notablemente. No, no, no, no. Yo no necesito ayuda de ningún tipo así que no tiene por qué venir, no necesito su ayuda en absoluto. Corro escaleras arriba y agarro unos pantalones vaqueros del armario y una camiseta de manga al codo, en unos segundos me quito el pijama y me pongo la otra ropa, calzándome con unas deportivas.
Bajo las escaleras atorada y salgo de la casa, sin coger nada, sin cerrar la puerta con llave detrás de mi, ni coger las llaves para luego poder entrar. Solo quiero huir... huir de tener que hablar de mis pesadillas, de los recuerdos que me atormentan y no me dejan descansar por las noches, de los nombres que ahora odio, huir de mi vida. Lo peor que podía haber hecho... me tenía que haber quedado en casa, encerrada a cal y canto, no abrir la puerta cuando escuchara que llamaran y ya está, pero no salir a la calle, no salir sola. Me precipito contra la puerta intentando abrirla a empujones, pateándola hasta que me hago daño en los pies, gritándole a mi propia casa. -¡No puedes dejar a tu ama fuera, casa!- le grito de nuevo pateando la puerta y, finalmente, dándome por vencida. Las lágrimas corren por mis mejillas a raudales, pero me precipito a retirarlas para que nadie me vea delante de la casa llorando, creo que ya todo NeoPanem me ha visto en más de una ocasión llorando, soy la llorona de la Arena. Al final me giro y trago saliva mirando hacia todos sitios, no fiándome ni de mi propia sombra. Camino dudosa, tocándome de vez en cuando la espalda y sintiéndome como una idiota que no ha perdido la costumbre, esa costumbre fea de intentar coger la flecha por si alguien le ataca.
Mis pies me llevan hacia una zona verde, se supone que un parque, o algo parecido. Lo miro todo y veo que no hay nadie, al menos no de momento. Me atrevo a entrar y camino lentamente sin estar muy segura de lo que estoy haciendo, me tenía que haber quedado en la puerta de casa o haber ido a casa de Benedict para que me ayudara, o incluso ir a la de Derian, que se yo. Me giro en redondo para salir corriendo hacia casa, para saltar la valla trasera de casa y luego entrar por una ventana baja o por donde sea, todo menos estar aquí en medio de un lugar que no conozco, desprotegida, asustada... Mi corazón se acelera con el pensamiento de encontrarme con alguien, mi respiración hace lo mismo y salgo corriendo, pero cuando estoy apunto de salir del parque escucho voces, dos personas que van juntas y van hablando. Me paro en seco y me hago hacia un lado escondiéndome detrás de un árbol, que se ve, claramente, desde el camino que estoy aquí pero espero que estén entretenidos en su conversación y no se cercioren de mi presencia.
Escucho un sonido de golpeteo en la puerta de la casa así que me levanto y camino descalza, por el frío suelo. Bajo las escaleras y voy hacia la puerta de entrada que abro justo cuando un par de médicos estaban sacando algo de un maletín. Parpadeo un par de veces seguidas sorprendida, pero, sin duda, el rostro de más sorpresa no es el mío. -Está fuera de la cama... que agradable sorpresa, señorita Brawn- dice uno con una sonrisa en sus labios, el otro me revisa de arriba a abajo y yo lo miro con enfado. Me hacen un par de preguntas allí mismo, en la puerta hasta que finalmente, el médico de la sonrisa agradable se despide pero antes dice algo más. -Hoy tiene cita con el señor Charpentier.- dice y acto seguido, sin que me de tiempo a decir nada, se gira para irse, el otro médico, hace lo mismo, y me dejan en la puerta de la casa mirándolos atónita. Al segundo cierro la puerta de un portazo y me apoyo contra ésta notando como mi respiración se acelera notablemente. No, no, no, no. Yo no necesito ayuda de ningún tipo así que no tiene por qué venir, no necesito su ayuda en absoluto. Corro escaleras arriba y agarro unos pantalones vaqueros del armario y una camiseta de manga al codo, en unos segundos me quito el pijama y me pongo la otra ropa, calzándome con unas deportivas.
Bajo las escaleras atorada y salgo de la casa, sin coger nada, sin cerrar la puerta con llave detrás de mi, ni coger las llaves para luego poder entrar. Solo quiero huir... huir de tener que hablar de mis pesadillas, de los recuerdos que me atormentan y no me dejan descansar por las noches, de los nombres que ahora odio, huir de mi vida. Lo peor que podía haber hecho... me tenía que haber quedado en casa, encerrada a cal y canto, no abrir la puerta cuando escuchara que llamaran y ya está, pero no salir a la calle, no salir sola. Me precipito contra la puerta intentando abrirla a empujones, pateándola hasta que me hago daño en los pies, gritándole a mi propia casa. -¡No puedes dejar a tu ama fuera, casa!- le grito de nuevo pateando la puerta y, finalmente, dándome por vencida. Las lágrimas corren por mis mejillas a raudales, pero me precipito a retirarlas para que nadie me vea delante de la casa llorando, creo que ya todo NeoPanem me ha visto en más de una ocasión llorando, soy la llorona de la Arena. Al final me giro y trago saliva mirando hacia todos sitios, no fiándome ni de mi propia sombra. Camino dudosa, tocándome de vez en cuando la espalda y sintiéndome como una idiota que no ha perdido la costumbre, esa costumbre fea de intentar coger la flecha por si alguien le ataca.
Mis pies me llevan hacia una zona verde, se supone que un parque, o algo parecido. Lo miro todo y veo que no hay nadie, al menos no de momento. Me atrevo a entrar y camino lentamente sin estar muy segura de lo que estoy haciendo, me tenía que haber quedado en la puerta de casa o haber ido a casa de Benedict para que me ayudara, o incluso ir a la de Derian, que se yo. Me giro en redondo para salir corriendo hacia casa, para saltar la valla trasera de casa y luego entrar por una ventana baja o por donde sea, todo menos estar aquí en medio de un lugar que no conozco, desprotegida, asustada... Mi corazón se acelera con el pensamiento de encontrarme con alguien, mi respiración hace lo mismo y salgo corriendo, pero cuando estoy apunto de salir del parque escucho voces, dos personas que van juntas y van hablando. Me paro en seco y me hago hacia un lado escondiéndome detrás de un árbol, que se ve, claramente, desde el camino que estoy aquí pero espero que estén entretenidos en su conversación y no se cercioren de mi presencia.
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Mi horario en la isla de los vencedores es un maldito caos. No estoy acostumbrado a trabajar con ellos, las urgencias médicas de los psiquiatras en el exterior, con los habitantes de los distritos, suelen poder esperar hasta una hora decente, solía tener alguna que otra en la madrugada, especialmente de gente que estaba muy mal de la cabeza, los esquizofrénico-paranoides eran los que más trabajo daban durante los episodios de crisis donde su única intención era suicidarse para evitar que sea quien sea que crean que les está persiguiendo esa vez, les mate. Es una cosa muy irónica, pero en casos así tenía que levantarme de mi cama a media noche y acudir a donde fuera, para poder aplicar una dosis de calmantes que le dejaran KO lo que restaba de hora. Después venían las horas de calma y por fin, una vez la crisis había acabado, hablábamos de ello. Sin embargo, los vencedores son otra historia. A parte del hecho de que incluso si no son urgencias reales, te obligan a atenderlos a la hora que sea porque son ricos y quieren lo mejor para ellos, la mayor parte ni siquiera es capaz de dormir por la noche, así que todas las malditas urgencias médicas suelen interrumpir mis horas de sueño nocturnas. Por lo general, cuando duermo poco estoy de mal humor y mi madre lo nota nada más suena el busca a las tres de la mañana porque el vencedor de la casa 42 se ha despertado con terrores nocturnos.
Cuando me libro de él, ya son las 10 de la mañana, así que vuelvo a mi casa, me como el desayuno que han dejado sobre la mesa para cuando volviese... o más bien, lo engullo, y me meto en la cama sin siquiera quitarme los zapatos. No me despierto otra vez hasta que le busca vuelve a sonar pero varias horas después. Es Madeline, recordándome que hoy tengo cita con Arianne en la tarde. Me siento en el borde de la cama adormilado todavía, y conforme recupero el sentido me doy cuenta de que no tengo zapatos, y de que además tengo el pijama puesto. Probablemente mi madre me cambió de ropa mientras estaba dormido. Tiene una habilidad casi siniestra para ser sigilosa cuando le conviene. - MAMÁÁÁÁ QUE YA NO SOY UN CRIOOO! - Mi chillido se extiende por toda la casa, y luego posteriormente el suyo con la respuesta. Mientras me cambio de ropa, estoy gritándome con mi madre y discutiendo desde la distancia los motivos por los cuales no puede entrar en la habitación de su hijo de 23 años a cambiarlo de ropa. - POR MI COMO SI ESTÁ ABIERTA LA VENTANA EN INVIERNO Y ESTOY EN BOLAS EN LA CAMA! - Al final consigo convencerla, o al menos eso quiero creer porque la conversación acaba cuando mi padre chilla desde su respectiva localización que nos callemos porque está durmiendo o va a darnos motivos para gritar en serio.
Una amenaza de mi padre en casa es el acabose de todas las discusiones, porque tiene peor humor que yo cuando no he dormido. Además con eso de estar enfermo solemos darle todo los caprichos que no son perjudiciales para su salud, y descansar no es uno de esos. Suspiro y termino de acomodarme el abrigo, de coger todas mis cosas y de bajar para buscar algo de comer antes de irme. O al menos ese era el plan porque otra vez, mamá ya ha hecho comida para mi y dejado sobre la mesa donde está comiendo también. - ¿Sabes? Cuida de papá. No vine aquí para darte trabajo. Me las apaño bien sin ti. - Eso le duele un poco pero me doy cuenta tras soltarlo. - Lo siento. Quiero decir... - Sacude la cabeza quitándome la presión de tener que decir algo más. - Echaba de menos cuidar de ti, es todo. Lo siento. Se me olvida que ya me he perdido esa parte donde crecías - Extiendo una de mis manos hacia ella y la consuelo un rato mientras como con la otra. - Sufres algo que se llama síndrome del nido vacío. Te pondrás bien cuando te compres un gato. - Le arranco una carcajada de esas de madre de "tu siempre igual" que muestra un poco de nostalgia y un poco de desesperación de que seas de otra forma.
Acabo de comer y me levanto, acabando la conversación en algo sobre una telenovela que veía con ella antes de que me desordenaran todo el horario. - Grábala y la vemos por la noche, si nos dejan. - Ruedo los ojos. - Ahora tengo cita con la chica Brawn. - ¿La nueva? - Asiento llevándome a la boca un trozo de tarta que dejo a medias porque no tengo tiempo para comerla. - Se ha sido hace rato. Creo que se quedó por fuera. - Me quedo mirándola esperando a que se aclare, pero se limita a comer natillas durante un rato, antes de notar mi mirada. - Bueno, supongo que no sabe que tiene una llave de repuesto debajo de la alfombra. No la culpo, tu padre no lo supo hasta 5 años después de estar viviendo aquí. - Se ríe, y lo cierto es que me habría reído yo también si no estuviera en el aprieto en el que estoy.
Salgo corriendo de casa para tocar la puerta, realmente necesito tocar la puerta y comprobar por mi mismo que ha salido corriendo. La casa de Arianne no queda muy lejos de la de mis padres, está a tres casas de distancia hacia la derecha y en la acera de en frente. No hay respuesta. Mientras echo a correr hacia el lugar donde me señaló mi madre que se fue saco el teléfono y llamo a las personas que deberían haber estado con ella mientras yo llegaba. - DONDE DIABLOS ESTÁ! - Chillo antes de poder evitarlo, y es que cuando estoy nervioso no puedo evitarlo. Las personas del otro lado aseguran que estaba en casa cuando fueron. - ¿Por qué os fuisteis antes? Se supone que deberíais estar allí hasta ahora que tenía cita conmigo! - La calle se termina y ya no se hacia donde más seguir, me fuerzo a elegir un camino al azar y sigo corriendo. - Si, lo cierto es que me alegro que esté fuera de la cama pero NO ME CAMBIÉIS DE TEMA! - Al final consigo que se unan a la búsqueda, así será definitivamente más fácil encontrarla.
Unos 20 minutos después me llaman para avisarme de que han dado con ella en las áreas verdes escondida tras un árbol, y como creyeron que mi orden de "encontrarla" era sinónimo de apresarla, para cuando me avisan y llego al sitio donde están, veo que la tienen agarrada como si fuese un delincuente prófuga. - ¡Soltadla! - Mis palabras habrían tenido mucha más fuerza si no fuera sin aliento. Nada más llego a su altura, con aspecto de no poder dar ni un solo paso más, me detengo, poniendo mis manos sobre las rodillas y respirando tan forzosamente que me duelen los pulmones. Hago un gesto con mi mano cuando me preguntan si estoy seguro de que la suelten para efectivamente confirmar que estoy seguro, pero parecen tomárselo como el "dadme un segundo" - Que la soltéis! - Grito enfadado en cuanto tengo un poco de aire para utilizar hablando. O en este caso, alzando la voz. - Solo teníais que encontrarla, no secuestrarla. Largo! - Cuando les veo irse avanzo hacia uno de los bancos casi arrastrándome y me dejo caer en él, con la cabeza hacia atrás y la respiración cada vez más calmada. - La próxima vez que decidas dar un paseo pon una nota o algo. Diooos que lejos está todo en ésta maldita isla. - No recuerdo que al ser crío me importara la lejanía de los sitios, supongo que porque si me cansaba mis padres estaban más que dispuestos a llevarme a carga.
Me mantengo en silencio un rato, haciendo un gesto con mi mano bastante vago, para que tome asiento conmigo en el banco. Sinceramente espero que no vaya a echarse a correr porque creo que mis piernas no lo soportarían. - Creía que cuando te dieron el alta clínica te dejaron claro que no podías salir de casa sin un supervisor. - Al menos esas fueron las instrucciones que dejé, pero por lo visto nadie se las comunicó o ella se las pasó por el forro de sus ovarios. - No hacemos esto para fastidiarte la vida, sino por tu seguridad, así que no hagas que me arrepienta de haberte firmado el alta.
Cuando me libro de él, ya son las 10 de la mañana, así que vuelvo a mi casa, me como el desayuno que han dejado sobre la mesa para cuando volviese... o más bien, lo engullo, y me meto en la cama sin siquiera quitarme los zapatos. No me despierto otra vez hasta que le busca vuelve a sonar pero varias horas después. Es Madeline, recordándome que hoy tengo cita con Arianne en la tarde. Me siento en el borde de la cama adormilado todavía, y conforme recupero el sentido me doy cuenta de que no tengo zapatos, y de que además tengo el pijama puesto. Probablemente mi madre me cambió de ropa mientras estaba dormido. Tiene una habilidad casi siniestra para ser sigilosa cuando le conviene. - MAMÁÁÁÁ QUE YA NO SOY UN CRIOOO! - Mi chillido se extiende por toda la casa, y luego posteriormente el suyo con la respuesta. Mientras me cambio de ropa, estoy gritándome con mi madre y discutiendo desde la distancia los motivos por los cuales no puede entrar en la habitación de su hijo de 23 años a cambiarlo de ropa. - POR MI COMO SI ESTÁ ABIERTA LA VENTANA EN INVIERNO Y ESTOY EN BOLAS EN LA CAMA! - Al final consigo convencerla, o al menos eso quiero creer porque la conversación acaba cuando mi padre chilla desde su respectiva localización que nos callemos porque está durmiendo o va a darnos motivos para gritar en serio.
Una amenaza de mi padre en casa es el acabose de todas las discusiones, porque tiene peor humor que yo cuando no he dormido. Además con eso de estar enfermo solemos darle todo los caprichos que no son perjudiciales para su salud, y descansar no es uno de esos. Suspiro y termino de acomodarme el abrigo, de coger todas mis cosas y de bajar para buscar algo de comer antes de irme. O al menos ese era el plan porque otra vez, mamá ya ha hecho comida para mi y dejado sobre la mesa donde está comiendo también. - ¿Sabes? Cuida de papá. No vine aquí para darte trabajo. Me las apaño bien sin ti. - Eso le duele un poco pero me doy cuenta tras soltarlo. - Lo siento. Quiero decir... - Sacude la cabeza quitándome la presión de tener que decir algo más. - Echaba de menos cuidar de ti, es todo. Lo siento. Se me olvida que ya me he perdido esa parte donde crecías - Extiendo una de mis manos hacia ella y la consuelo un rato mientras como con la otra. - Sufres algo que se llama síndrome del nido vacío. Te pondrás bien cuando te compres un gato. - Le arranco una carcajada de esas de madre de "tu siempre igual" que muestra un poco de nostalgia y un poco de desesperación de que seas de otra forma.
Acabo de comer y me levanto, acabando la conversación en algo sobre una telenovela que veía con ella antes de que me desordenaran todo el horario. - Grábala y la vemos por la noche, si nos dejan. - Ruedo los ojos. - Ahora tengo cita con la chica Brawn. - ¿La nueva? - Asiento llevándome a la boca un trozo de tarta que dejo a medias porque no tengo tiempo para comerla. - Se ha sido hace rato. Creo que se quedó por fuera. - Me quedo mirándola esperando a que se aclare, pero se limita a comer natillas durante un rato, antes de notar mi mirada. - Bueno, supongo que no sabe que tiene una llave de repuesto debajo de la alfombra. No la culpo, tu padre no lo supo hasta 5 años después de estar viviendo aquí. - Se ríe, y lo cierto es que me habría reído yo también si no estuviera en el aprieto en el que estoy.
Salgo corriendo de casa para tocar la puerta, realmente necesito tocar la puerta y comprobar por mi mismo que ha salido corriendo. La casa de Arianne no queda muy lejos de la de mis padres, está a tres casas de distancia hacia la derecha y en la acera de en frente. No hay respuesta. Mientras echo a correr hacia el lugar donde me señaló mi madre que se fue saco el teléfono y llamo a las personas que deberían haber estado con ella mientras yo llegaba. - DONDE DIABLOS ESTÁ! - Chillo antes de poder evitarlo, y es que cuando estoy nervioso no puedo evitarlo. Las personas del otro lado aseguran que estaba en casa cuando fueron. - ¿Por qué os fuisteis antes? Se supone que deberíais estar allí hasta ahora que tenía cita conmigo! - La calle se termina y ya no se hacia donde más seguir, me fuerzo a elegir un camino al azar y sigo corriendo. - Si, lo cierto es que me alegro que esté fuera de la cama pero NO ME CAMBIÉIS DE TEMA! - Al final consigo que se unan a la búsqueda, así será definitivamente más fácil encontrarla.
Unos 20 minutos después me llaman para avisarme de que han dado con ella en las áreas verdes escondida tras un árbol, y como creyeron que mi orden de "encontrarla" era sinónimo de apresarla, para cuando me avisan y llego al sitio donde están, veo que la tienen agarrada como si fuese un delincuente prófuga. - ¡Soltadla! - Mis palabras habrían tenido mucha más fuerza si no fuera sin aliento. Nada más llego a su altura, con aspecto de no poder dar ni un solo paso más, me detengo, poniendo mis manos sobre las rodillas y respirando tan forzosamente que me duelen los pulmones. Hago un gesto con mi mano cuando me preguntan si estoy seguro de que la suelten para efectivamente confirmar que estoy seguro, pero parecen tomárselo como el "dadme un segundo" - Que la soltéis! - Grito enfadado en cuanto tengo un poco de aire para utilizar hablando. O en este caso, alzando la voz. - Solo teníais que encontrarla, no secuestrarla. Largo! - Cuando les veo irse avanzo hacia uno de los bancos casi arrastrándome y me dejo caer en él, con la cabeza hacia atrás y la respiración cada vez más calmada. - La próxima vez que decidas dar un paseo pon una nota o algo. Diooos que lejos está todo en ésta maldita isla. - No recuerdo que al ser crío me importara la lejanía de los sitios, supongo que porque si me cansaba mis padres estaban más que dispuestos a llevarme a carga.
Me mantengo en silencio un rato, haciendo un gesto con mi mano bastante vago, para que tome asiento conmigo en el banco. Sinceramente espero que no vaya a echarse a correr porque creo que mis piernas no lo soportarían. - Creía que cuando te dieron el alta clínica te dejaron claro que no podías salir de casa sin un supervisor. - Al menos esas fueron las instrucciones que dejé, pero por lo visto nadie se las comunicó o ella se las pasó por el forro de sus ovarios. - No hacemos esto para fastidiarte la vida, sino por tu seguridad, así que no hagas que me arrepienta de haberte firmado el alta.
Escucho las voces, suenan como alteradas y no me gusta, no me gusta nada. me muevo par aun lado, haciéndome daño al restregar la espalda contra el árbol, pero cierro los ojos con fuerza para no gritar, me muerdo el labio inferior notando como mi corazón se acelera a cada segundo más y más. 'Que no me vean, que no me vean...' Quizá, si me ven, solo me miren y sigan su camino, pero es muy poco probable... se quedarían extrañados al verme, total, hace solo unos días estaba en aquella entrevista, en la televisión, con Benedict, Derian y Viorica, esa asquerosa periodista... Lo único que deseaba era sacarle los ojos. Unos gritos me hacen volver a la tierra de golpe y, al abrir los ojos, veo como uno de los hombres me señala; acto seguido me levanto y salgo corriendo, lo más rápido que puedo, en dirección contraria. Corro entre los árboles, paso al lado de un par de columpios y un tobogán, unos bancos más. Mira hacia atrás y veo que uno de los hombres corre detrás mía pero el otro no lo veo. Me arden los pulmones por al cerrera, mi pelo se enreda en una rama, pero no me paro a desenredarlo, tiro de éste, cosa que hace que grite de dolor, pero no me paro, no ceso de correr. La cabeza es como si me fuera a estallar, un fuerte palpitar me golpea la cabeza y se me nubla la vista. Restriego las manos contra mis ojos para aclararlos y, cuando lo consigo, me paro en seco gritando con todas mis fuerzas y hasta que no queda ni un ápice de aire en éstos. Fuego. Dios, estoy otra vez rodeada de fuego. Me dejo caer al suelo entre gritos y sollozos, escucho el crepitar de las llamas a mi alrededor y me llevo las manos a las orejas acurrucándome en el suelo entre lágrimas. Hay fuego, fuego por todas partes, voy a arder, voy a quemarme , al final voy a acabar como todas esas brujas de las historias de miedo, acabaré como todas ellas.
Unas manos me agarran y reacciono retirando las manos de mi cabeza e intentando arañar el rostro de la persona que me está agarrando. -¡Suéltame! ¡Déjame sola!- grito debatiéndome, pero sus manos no son las únicas que me apresan, otras manos sujetan las mías y yo grito, grito sin cesar. Les grito sin más, les insulto, les propino patadas, pero nada hace que me suelten, ni siquiera que dejen de apretar tanto mis manos o mis hombros. Me arrastran por el suelo y yo lloro sin parar, intentando hincar los pies en el césped, intentando frenar su arrastre sin conseguir absolutamente nada. Al final dejo que me arrastren un par de metros con los ojos fuertemente cerrados para no ver el fuego a mi alrededor, quiero taparme los oídos, dejar de escuchar las llamas, como arden los árboles, el crujido de los troncos al caer abatidos por las llamas. Quiero irme de aquí. Recupero las fuerzas un poco y vuelvo a gritar moviéndome de una forma frenética entre gritos y zapatazos, pero no me hacen caso. Solo me llevan con ellos a la fuerza. Mis gritos rompen el sonido del fuego. Lloro, sigo llorando como nunca, bueno, como últimamente hago. Toso porque me ahogo por el humo, no me hacen caso, me van a dejar morir, no, me llevan a lo más profundo del bosque o que se yo. -¡Soltadme! - grito con ganas y con picor en el garganta, suelto todo el aire de mis pulmones dejándome ir, como las fuerzas me abandonan. -Dejadme irme...- acabo susurran como una súplica. Tiro de uno de mis brazos para soltarme, sin conseguir nada, hasta que escucho que alguien les grita que me suelten. ¿Alguien les ordena eso? No, no, no, no. Si les ordena algo significa que es su jefe, o algo parecido, y que él fue el que me ordenó apresar. Las manos dejan de apretarme con tanta fuerza, pero no se retirando ni un poquito. Otro grito y me sueltan rápidamente, caigo de culo al suelo y me tapo los oídos rápidamente con las manos. 'No pasa nada, Arianne, no pasa nada, solo tienes que correr, de nuevo.' Abro los ojos, mirando hacia todos lados, y veo las llamas por todos sitios aún. Todo está ardiendo. Veo al psicólogo sentando en un bando que amenaza con desmoronarse en cualquier momento. Abro los ojos de par en par al verlo, habla, Dios ¿por qué no para de hablar nunca? ¿Por qué habla cuando el banco está ardiendo? ¿Es idiota o qué le pasa?
Me arrastro por el suelo, evitando las ramas caídas, y lo agarro de la mano, tirando para que se levante del banco y, después, arrastrándolo para correr por el camino del parque. Me paro mirando hacia todos lados con el pánico apoderándose de mí, con el miedo en mi cuerpo y notando como me tiemblan las piernas y las manos, mi mano sigue apretando la suya mientras busco una salida, solo necesito encontrar una salida, dar la alarma para que alguien apague este fuego, para que no saquen de aquí a ambos. -Nos vamos a quemar, nos vamos a quemar, no vamos a poder salir de aquí- mascullo entre lágrimas y ahogándome con mi propia saliva. Suelto su mano y doy vueltas sobre mí misma presa del pánico. -¡El fuego ha vuelto!- grito, dejándome caer al suelo, de nuevo, y escondiendo el rostro entre mis manos para frenar, un poco, mis constantes sollozos. -Lo siento, todo esto es mi culpa, todo es mi culpa...- niego con la cabeza frustrada, no puedo encontrar la salida, de nuevo estoy rodeada de fuego y no sé hacia donde ir, de nuevo siento que me voy a quemar, que lo pierdo todo, bueno, que pierdo la vida por, realmente, no tengo nada ya.
Unas manos me agarran y reacciono retirando las manos de mi cabeza e intentando arañar el rostro de la persona que me está agarrando. -¡Suéltame! ¡Déjame sola!- grito debatiéndome, pero sus manos no son las únicas que me apresan, otras manos sujetan las mías y yo grito, grito sin cesar. Les grito sin más, les insulto, les propino patadas, pero nada hace que me suelten, ni siquiera que dejen de apretar tanto mis manos o mis hombros. Me arrastran por el suelo y yo lloro sin parar, intentando hincar los pies en el césped, intentando frenar su arrastre sin conseguir absolutamente nada. Al final dejo que me arrastren un par de metros con los ojos fuertemente cerrados para no ver el fuego a mi alrededor, quiero taparme los oídos, dejar de escuchar las llamas, como arden los árboles, el crujido de los troncos al caer abatidos por las llamas. Quiero irme de aquí. Recupero las fuerzas un poco y vuelvo a gritar moviéndome de una forma frenética entre gritos y zapatazos, pero no me hacen caso. Solo me llevan con ellos a la fuerza. Mis gritos rompen el sonido del fuego. Lloro, sigo llorando como nunca, bueno, como últimamente hago. Toso porque me ahogo por el humo, no me hacen caso, me van a dejar morir, no, me llevan a lo más profundo del bosque o que se yo. -¡Soltadme! - grito con ganas y con picor en el garganta, suelto todo el aire de mis pulmones dejándome ir, como las fuerzas me abandonan. -Dejadme irme...- acabo susurran como una súplica. Tiro de uno de mis brazos para soltarme, sin conseguir nada, hasta que escucho que alguien les grita que me suelten. ¿Alguien les ordena eso? No, no, no, no. Si les ordena algo significa que es su jefe, o algo parecido, y que él fue el que me ordenó apresar. Las manos dejan de apretarme con tanta fuerza, pero no se retirando ni un poquito. Otro grito y me sueltan rápidamente, caigo de culo al suelo y me tapo los oídos rápidamente con las manos. 'No pasa nada, Arianne, no pasa nada, solo tienes que correr, de nuevo.' Abro los ojos, mirando hacia todos lados, y veo las llamas por todos sitios aún. Todo está ardiendo. Veo al psicólogo sentando en un bando que amenaza con desmoronarse en cualquier momento. Abro los ojos de par en par al verlo, habla, Dios ¿por qué no para de hablar nunca? ¿Por qué habla cuando el banco está ardiendo? ¿Es idiota o qué le pasa?
Me arrastro por el suelo, evitando las ramas caídas, y lo agarro de la mano, tirando para que se levante del banco y, después, arrastrándolo para correr por el camino del parque. Me paro mirando hacia todos lados con el pánico apoderándose de mí, con el miedo en mi cuerpo y notando como me tiemblan las piernas y las manos, mi mano sigue apretando la suya mientras busco una salida, solo necesito encontrar una salida, dar la alarma para que alguien apague este fuego, para que no saquen de aquí a ambos. -Nos vamos a quemar, nos vamos a quemar, no vamos a poder salir de aquí- mascullo entre lágrimas y ahogándome con mi propia saliva. Suelto su mano y doy vueltas sobre mí misma presa del pánico. -¡El fuego ha vuelto!- grito, dejándome caer al suelo, de nuevo, y escondiendo el rostro entre mis manos para frenar, un poco, mis constantes sollozos. -Lo siento, todo esto es mi culpa, todo es mi culpa...- niego con la cabeza frustrada, no puedo encontrar la salida, de nuevo estoy rodeada de fuego y no sé hacia donde ir, de nuevo siento que me voy a quemar, que lo pierdo todo, bueno, que pierdo la vida por, realmente, no tengo nada ya.
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Dejo de mover mi mano sin sentir a nadie sentarse a mi lado, lo cual me obliga a abrir un ojo y después el otro. Su gesto de total pánico hace clic en mi cabeza y repentinamente el cansancio pasa a un segundo plano. Evalúo sus gestos, la tensión de su cuerpo, incluso el sube y baja de su respiración en busca de algún indicio que me diga a que viene tal silencio. Repentinamente reacciona y antes de que pueda hacer nada me está arrastrando por medio parque girando en sitios muy extraños y pasando por zonas por las que no deberíamos estar pisando. - Arianne. Arianne! - Intento llamarla a jadeos, porque mis pulmones aún no se han recuperado de la última carrera y porque además ahora estoy haciendo otra. - Ari... - Se me corta la respiración en algún punto, pero ella no se detiene de todos modos así que desisto de intentar llamarla. Seguramente está teniendo un brote psicótico provocado por el estrés, pero no sé como pararlo porque no sé que lo ha generado y la falta de aire no ayuda mucho a mis procesos mentales, de todas maneras es mi trabajo y tengo que hacerlo.
En tres segundos, incluso mientras mantengo mis pies en movimiento, tengo en mi cabeza todo un mapa mental con la información que poseo sobre ella, recolectada durante su estancia en el hospital, los eventos públicos (pocos) en los que tuvo que participar tras el alta, y su arena. Voy descartando cosas, voy asociando otras. Seguramente el hecho de que la hayan agarrado como si fuera una delincuente haya tenido que ver, eso me deja con las cosas que le ocurrieron en la arena. Cuando estoy a punto de rendirme porque hay demasiadas cosas que no puedo asociar, y menos con al falta del aire, escucho lo de que vamos a quemarnos. - ¿Quemarnos?. - ESO ES! Está huyendo del fuego, como cuando ganó, como cuando saltó del acantilado eligiendo morir aplastada entre las rocas antes que quemada. - No, no ha vuelto. - Respondo, de haber tenido pulmones para hacerlo, habría usado el mismo tono de voz suyo. Por lo general, cuando dos personas discuten, si una alza la voz y la otra no, no se oyen, ese es el motivo de que se hablen a gritos. Es mero instinto de comunicación.
De todas formas mis palabras se pierden entre sus gritos y ajetreos, hasta que se detiene condenada a morir quemada en su cabeza. Agradezco ese momento, agradezco ese respiro y con mis manos en las rodillas tomando bocanadas de aire bruscamente consigo resolver el problema. En ese parque hay una fuente, recuerdo que cuando era pequeño me caí de narices en ella intentando recuperar una moneda que había tirado por accidente antes de pedir mi deseo. No es una fuente de los deseos pero cuando eres pequeño todas las cosas pueden ser cualquier cosa. Recupero el aliento entre esos recuerdos y agarro su muñeca. Ahora soy yo quien la obliga a avanzar, aunque con evidente menos fuerza que la suya. Llegar a la fuente no me cuesta mucho, estábamos a menos de 20 metros de distancia. Entro primero, pasando un pie por encima del cemento que contiene el agua, luego el otro y después la ayudo a pasar a ella poniéndola debajo del chorro de agua que cae desde lo alto de la boca. Todos los fueros se apagan con agua, incluso los que no existen.
Paso mi mano por su cabello cuando éste se precipita hacia su cara y lo mantengo alejado de sus ojos esbozando una sonrisa, empapado hasta las rodillas que es hasta donde me llega el agua, y a partes desiguales por el agua que choca contra su cabeza y se esparce irregularmente por varias partes, entre esas mi ropa. - No hay fuego ¿lo ves ahora? Y si lo hubiera, correr no es la respuesta. - Retiro mi mano de su cabeza esperando que le sirva para calmarse, porque ahora creo que deberíamos volver a casa a cambiarnos de ropa. Va a acabar resfriada, y yo también. - Sé que fue difícil para ti, sé que en la arena debías sobrevivir cada segundo de tu existencia. Pero esto es el mundo real. Aquí nadie tiene que sobrevivir. Aquí cuando hay incendios, existen bomberos. Y cuando alguien es robado existen agentes. Y los malos van a la cárcel. Y los animales abandonados son recogidos por buenas personas que les dan un hogar. - Ese es el mundo en el que yo llevo viviendo tanto tiempo, fijándome en otras cosas, que no me doy cuenta de que no es más que la fantasía en la que muchos estamos sumergidos porque tuvimos más suerte que el resto.
En tres segundos, incluso mientras mantengo mis pies en movimiento, tengo en mi cabeza todo un mapa mental con la información que poseo sobre ella, recolectada durante su estancia en el hospital, los eventos públicos (pocos) en los que tuvo que participar tras el alta, y su arena. Voy descartando cosas, voy asociando otras. Seguramente el hecho de que la hayan agarrado como si fuera una delincuente haya tenido que ver, eso me deja con las cosas que le ocurrieron en la arena. Cuando estoy a punto de rendirme porque hay demasiadas cosas que no puedo asociar, y menos con al falta del aire, escucho lo de que vamos a quemarnos. - ¿Quemarnos?. - ESO ES! Está huyendo del fuego, como cuando ganó, como cuando saltó del acantilado eligiendo morir aplastada entre las rocas antes que quemada. - No, no ha vuelto. - Respondo, de haber tenido pulmones para hacerlo, habría usado el mismo tono de voz suyo. Por lo general, cuando dos personas discuten, si una alza la voz y la otra no, no se oyen, ese es el motivo de que se hablen a gritos. Es mero instinto de comunicación.
De todas formas mis palabras se pierden entre sus gritos y ajetreos, hasta que se detiene condenada a morir quemada en su cabeza. Agradezco ese momento, agradezco ese respiro y con mis manos en las rodillas tomando bocanadas de aire bruscamente consigo resolver el problema. En ese parque hay una fuente, recuerdo que cuando era pequeño me caí de narices en ella intentando recuperar una moneda que había tirado por accidente antes de pedir mi deseo. No es una fuente de los deseos pero cuando eres pequeño todas las cosas pueden ser cualquier cosa. Recupero el aliento entre esos recuerdos y agarro su muñeca. Ahora soy yo quien la obliga a avanzar, aunque con evidente menos fuerza que la suya. Llegar a la fuente no me cuesta mucho, estábamos a menos de 20 metros de distancia. Entro primero, pasando un pie por encima del cemento que contiene el agua, luego el otro y después la ayudo a pasar a ella poniéndola debajo del chorro de agua que cae desde lo alto de la boca. Todos los fueros se apagan con agua, incluso los que no existen.
Paso mi mano por su cabello cuando éste se precipita hacia su cara y lo mantengo alejado de sus ojos esbozando una sonrisa, empapado hasta las rodillas que es hasta donde me llega el agua, y a partes desiguales por el agua que choca contra su cabeza y se esparce irregularmente por varias partes, entre esas mi ropa. - No hay fuego ¿lo ves ahora? Y si lo hubiera, correr no es la respuesta. - Retiro mi mano de su cabeza esperando que le sirva para calmarse, porque ahora creo que deberíamos volver a casa a cambiarnos de ropa. Va a acabar resfriada, y yo también. - Sé que fue difícil para ti, sé que en la arena debías sobrevivir cada segundo de tu existencia. Pero esto es el mundo real. Aquí nadie tiene que sobrevivir. Aquí cuando hay incendios, existen bomberos. Y cuando alguien es robado existen agentes. Y los malos van a la cárcel. Y los animales abandonados son recogidos por buenas personas que les dan un hogar. - Ese es el mundo en el que yo llevo viviendo tanto tiempo, fijándome en otras cosas, que no me doy cuenta de que no es más que la fantasía en la que muchos estamos sumergidos porque tuvimos más suerte que el resto.
No escucho nada, no puedo escuchar nada que no sea el crepitar de las llamas, el quejido de los árboles al ser consumidos por el fuego o el golpe seco que producen éstos cuando caen abatidos al suelo. Quiero salir de aquí, tengo que salir de aquí. Nada está bien, debería haberme quedado en casa, cerrar la puerta a cal y canto para que no entrara, pero no salir a la calle, y aún menos sin llaves. Soy una idiota, soy rematadamente tonta, no sé ni como puedo seguir con vida con todas las idioteces que he hecho durante este poco tiempo. No estuve atenta, casi nunca, en la Arena, estaba más pendiente de que a Theseus no le pasara nada, no quería perderle, metí la pata en la Coronación... Benedict me odia, lo se, yo también me odio pero ¿se cree que soluciona algo diciéndome que me odia y que soy despreciable? ¡No soluciona nada! Solo me hace sentirme peor, y no querer ver a nadie, no hablar con nadie porque, siempre que lo hago, meto la pata hasta el fondo, ¡yo no tengo la culpa de todo! Bueno... sí, tengo la culpa de muchas cosas pero, no quería hablar con aquella mujer, no quería estar allí y me arrastraron, me dijeron que contestara todo, y estaba dispuesta a hacerlo de buenas, con lo que pensaba, pero cuando vi las imágenes... Tomo una gran bocanada de aire, pero me pongo a toser porque el humo me molesta, me quema la garganta. Aprieto las manos contra mi rostro y empiezo a llorar como una idiota, sintiendo que todo se viene encima de mí. ¿Por qué estoy buscando una salida si para mi no hay una? ¿Por qué me estoy intentando salvar? Nada tiene sentido ya, no tengo nada a lo que agarrarme y sigo intentando busca runa salida, algo para poder seguir con vida. Nunca creí en lo que decía la gente de que cuando tu vida está en peligro eres capaz de hacer cosas que jamás hubieras imaginado, pero es verdad, es verdad totalmente. Se que me están hablando pero no hago caso, niego con la cabeza rápidamente. ¿De verdad tengo que acabar con una persona más? ¿Tengo que cargar con otro nombre en mi cabeza? No quiero, no quiero hacerlo. -¡No me mientas! ¡Estoy cansada de que todo el mundo me mienta!- grito histérica pero sin moverme ni un ápice, manteniendo las manos en mi boca.
Antes de que me de tiempo a reaccionar me coge de la muñeca y me obliga a levantarme del suelo, tirando de mi en alguna dirección que desconozco. ¿Sabe como salir de aquí? ¿De verdad lo sabe? Me pego a él todo lo que puedo porque tengo miedo de separarme ni un poquito y me tapo los ojos, con la mano que me queda libre, para no ver por donde caminamos. Pero el calor sigue presente, el calor sigue ahí y cada vez se hace más fuerte. Retiro la mano de mis ojos y veo que cada vez hay más fuego, que cada vez estamos más rodeado. -¡Me estás llevando hacia el fuego!- le espeto enfadada, y tirando de mi brazo para que me soltara, para liberarme de su agarre y poder correr en cualquier otra dirección. 'Aquí no puedes confiar en nadie. Aquí todo el mundo te odia, Arianne. Eres tonta, tonta, tonta.' Me digo a mi misma sintiéndome mal porque haber confiado, durante unos segundos, en éste chico.
De golpe noto que estoy mojada. Sigo tirando y, cuando consigo liberarme, me llevo las manos hacia el rostro, de nuevo, y me tapo la cara por completo. Tomo grandes bocanadas de aire. El agua me golpea en la cabeza y cierro los ojos con fuerza. Agua, agua... el agua apaga el fuego, aquí estoy a salvo aquí... aquí el fuego no puede quemarme. Me dejo caer, sentándome, al suelo y me quedo sentada en la fuente. Mojándome por completo, pero mirando a mi alrededor con los ojos llenos de lágrimas al ver... que no hay nada. Que el sitio que había pisado hacía solos unos minutos seguía igual. Que el césped era verde, que el cielo no estaba tapado por el humo, que no hay fuego en ningún sitio... Me siento... tonta, que cada vez meto la pata más y más, que voy en caída libre y no hay ninguna cuerda que me sujete. -Había fuego... yo lo veía estaba aquí y...- se me corta la voz de golpe y trago saliva con fuerza sin ser capaz de dirigirle ni una pequeña mirada. Niego con la cabeza por sus palabras, no entiendo lo que dice, no tiene sentido alguno, ¿dónde se supone que vive? Cruzo las piernas y dejo las manos sobre mis muslos con la mirada perdida en los árboles. ¿Por qué estaba todo ardiendo? ¿Por qué..? Arrugo la nariz cuando me recorre un escalofrío de arriba a abajo. -Todas esas cosas no pasan... no sé a quien pretendes engañar con todo eso, Je...- me quedo a mitad de su nombre porque no recuerdo como era exactamente y bajo la mirada hacia mis manos. Las muevo debajo del agua y luego me abrazo a mi misma con fuerza. No voy a salir más de casa, no quiero volver a salir de allí, no quiero ver nada ni a nadie, no quiero hablar con nadie, solo... quiero volver a meterme, de nuevo, en la cama y no salir jamás.
Me levanto rápidamente de la fuente, y salgo de ésta antes de que le de tiempo a reaccionar. -Quieroirmeacasa.Nomegustaéstesitio.Tengofrío.- digo frenéticamente y amontonando unas palabras con otras, haciendo que casi ni se me entienda. Me giro y comienzo a andar, sin saber muy bien hacia donde voy, solamente quiero irme de aquí, encontrar aunque sea una mala salida de éste sitio, la salida que sea.
Antes de que me de tiempo a reaccionar me coge de la muñeca y me obliga a levantarme del suelo, tirando de mi en alguna dirección que desconozco. ¿Sabe como salir de aquí? ¿De verdad lo sabe? Me pego a él todo lo que puedo porque tengo miedo de separarme ni un poquito y me tapo los ojos, con la mano que me queda libre, para no ver por donde caminamos. Pero el calor sigue presente, el calor sigue ahí y cada vez se hace más fuerte. Retiro la mano de mis ojos y veo que cada vez hay más fuego, que cada vez estamos más rodeado. -¡Me estás llevando hacia el fuego!- le espeto enfadada, y tirando de mi brazo para que me soltara, para liberarme de su agarre y poder correr en cualquier otra dirección. 'Aquí no puedes confiar en nadie. Aquí todo el mundo te odia, Arianne. Eres tonta, tonta, tonta.' Me digo a mi misma sintiéndome mal porque haber confiado, durante unos segundos, en éste chico.
De golpe noto que estoy mojada. Sigo tirando y, cuando consigo liberarme, me llevo las manos hacia el rostro, de nuevo, y me tapo la cara por completo. Tomo grandes bocanadas de aire. El agua me golpea en la cabeza y cierro los ojos con fuerza. Agua, agua... el agua apaga el fuego, aquí estoy a salvo aquí... aquí el fuego no puede quemarme. Me dejo caer, sentándome, al suelo y me quedo sentada en la fuente. Mojándome por completo, pero mirando a mi alrededor con los ojos llenos de lágrimas al ver... que no hay nada. Que el sitio que había pisado hacía solos unos minutos seguía igual. Que el césped era verde, que el cielo no estaba tapado por el humo, que no hay fuego en ningún sitio... Me siento... tonta, que cada vez meto la pata más y más, que voy en caída libre y no hay ninguna cuerda que me sujete. -Había fuego... yo lo veía estaba aquí y...- se me corta la voz de golpe y trago saliva con fuerza sin ser capaz de dirigirle ni una pequeña mirada. Niego con la cabeza por sus palabras, no entiendo lo que dice, no tiene sentido alguno, ¿dónde se supone que vive? Cruzo las piernas y dejo las manos sobre mis muslos con la mirada perdida en los árboles. ¿Por qué estaba todo ardiendo? ¿Por qué..? Arrugo la nariz cuando me recorre un escalofrío de arriba a abajo. -Todas esas cosas no pasan... no sé a quien pretendes engañar con todo eso, Je...- me quedo a mitad de su nombre porque no recuerdo como era exactamente y bajo la mirada hacia mis manos. Las muevo debajo del agua y luego me abrazo a mi misma con fuerza. No voy a salir más de casa, no quiero volver a salir de allí, no quiero ver nada ni a nadie, no quiero hablar con nadie, solo... quiero volver a meterme, de nuevo, en la cama y no salir jamás.
Me levanto rápidamente de la fuente, y salgo de ésta antes de que le de tiempo a reaccionar. -Quieroirmeacasa.Nomegustaéstesitio.Tengofrío.- digo frenéticamente y amontonando unas palabras con otras, haciendo que casi ni se me entienda. Me giro y comienzo a andar, sin saber muy bien hacia donde voy, solamente quiero irme de aquí, encontrar aunque sea una mala salida de éste sitio, la salida que sea.
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Parece reaccionar y en mi cara puede verse el alivio, incluso palparse. Apenas ignoro que esté reprochándome que sea mas optimista que ella, porque de todas maneras no es la primera vez que me ocurre. La mayor parte de mis pacientes han tocado fondo y muchos de ellos ni siquiera se esfuerzan por salir de ahí pensando en que el camino es demasiado largo, requiere mucho esfuerzo, y no van a poder llegar. Otros son más valientes y siguen adelante, pero todos necesitan el empujón. Una cosa que sé de la psicología es que es 50% parte tuya y 50% del paciente. Ninguna de las dos partes avanza si ambas no funcionan. Como en un reloj. O todas sus partes andan, o el reloj no da la hora y si la da, es una errónea. Me siento en el borde de la fuente cuando ella se deja caer dentro del agua que la cubre hasta la cintura, y suspiro. - No, no había fuego. - La corrijo. - Está en tu cabeza, pero no vas a creerme. - Mis palabras prácticamente son una sátira de lo que viene a continuación.
Sacudo la cabeza cuando dice que esas cosas de las que hablo no pasan. - No engaño a nadie. Son cosas que pasan. Bomberos apagan fuegos, agentes de la paz cogen delincuentes. La cárcel está llena de ellos. De personas que han matado a otras y ahora pagan por ello. - Insisto. Sé que no viene de un distrito tan pobre como para que los agentes de la paz, al menos, no le hayan salvado el culo una vez. - En el distrito once hace poco, hubo un atentado. Miles de personas murieron, miles tuvieron que huir de sus propias casas. ¿Sabes donde están ahora esos delincuentes? en la cárcel. Algunos... al menos... a veces las cosas no son fáciles, eso no significa que vaya a ser así siempre. - Interrumpo mis palabras de golpe porque separa muy de improviso, tanto que me ha pegado un leve susto y casi acabo de culo en el suelo por la otra parte de la fuente desde el bordillo donde estoy sentado. - ¡EH! - Me quejo, porque se me escapa. Definitivamente debí traer mi coche. ¿Que tiene todo el mundo en este sitio con ir corriendo a todas partes?
Suelto una queja, me levanto prácticamente arrastrando y la alcanzo tropezando varias veces por el camino porque no veas tú lo resbaladizos que se ponen los zapatos cuando están empapados de agua. - Arianne, espera. Espera por favor. - Escucho sus fafulleos aunque solo entiendo lo del frío y porque yo también me estoy helando, así que me quito la chaqueta y se la pongo encima aunque no sea de mucha ayuda porque también está mojada; pero sigue siendo más ropa de la que llevaba antes. - No puedes arreglar todas las cosas huyendo -
Sacudo la cabeza cuando dice que esas cosas de las que hablo no pasan. - No engaño a nadie. Son cosas que pasan. Bomberos apagan fuegos, agentes de la paz cogen delincuentes. La cárcel está llena de ellos. De personas que han matado a otras y ahora pagan por ello. - Insisto. Sé que no viene de un distrito tan pobre como para que los agentes de la paz, al menos, no le hayan salvado el culo una vez. - En el distrito once hace poco, hubo un atentado. Miles de personas murieron, miles tuvieron que huir de sus propias casas. ¿Sabes donde están ahora esos delincuentes? en la cárcel. Algunos... al menos... a veces las cosas no son fáciles, eso no significa que vaya a ser así siempre. - Interrumpo mis palabras de golpe porque separa muy de improviso, tanto que me ha pegado un leve susto y casi acabo de culo en el suelo por la otra parte de la fuente desde el bordillo donde estoy sentado. - ¡EH! - Me quejo, porque se me escapa. Definitivamente debí traer mi coche. ¿Que tiene todo el mundo en este sitio con ir corriendo a todas partes?
Suelto una queja, me levanto prácticamente arrastrando y la alcanzo tropezando varias veces por el camino porque no veas tú lo resbaladizos que se ponen los zapatos cuando están empapados de agua. - Arianne, espera. Espera por favor. - Escucho sus fafulleos aunque solo entiendo lo del frío y porque yo también me estoy helando, así que me quito la chaqueta y se la pongo encima aunque no sea de mucha ayuda porque también está mojada; pero sigue siendo más ropa de la que llevaba antes. - No puedes arreglar todas las cosas huyendo -
Escucho lo que dice, con las manos sobre mis piernas, pero no le hago demasiado caso. Lo único que quiero hacer es... ver mi alrededor. Miro todo lo que me rodea como si no me pudiera creer que todo siguiera como al principio, sin creer que los árboles siguen iguales, que el cielo está igual que todo... está como cuando entre hace unos minutos en el parque. No acabo de creerme que todo esté bien, que todo haya sido mi cabeza porque... ¡me estaba ahogando! ¿Cómo se ahoga una persona si no es con humo de verdad? ¡Mi mente no puede hacer todo eso! ¡Mi mente no puede hacerlo! Quiero que todo deje de estar mal, volver a mi casa en el Distrito cuatro, poder meterme en la cama de Jack y abrazarlo como nunca, poder dormirme entre sus brazos y olvidarme de ésto.. olvidarme de que he salido de la Arena, de que todo el mundo me odia, de que Benedict me odia. Pensaba... que podríamos ser amigos, que tendría a alguien en ésta fea Isla, pero no es así. No es todo tan bonito como lo pintan, no es todo de oro cuando sales de la Arena. En mi cabeza algo hace click cuando habla de los Agentes de la Paz, y vuelvo a la realidad. Parpadeo varias veces seguida notando las lágrimas en mis ojos y muevo la cabeza. -¡No tienes razón! ¡No tienes razón en nada que dices!- grito enfadada. Camino de un lado hacia otro delante de él. Como una histérica, como si me hubieran cerrado en una jaula invisible y que cuando llego a una de las paredes tengo que caminar en otra dirección porque no puedo avanzar más por allí. -¡Yo estuve allí y no había hecho nada!- le grito parándome en seco y poniendo las manos contra mis orejas con fuerza. -¡Me llevaron allí cuando no había matado a alguien! ¡Ahora es cuando deberían llevarme! ¡No en aquel entonces!- camino alejándome de él farfullando palabras sin mucho sentido. Murmurando y susurrando maldiciones, tacos, todo lo feo que se me viene a la cabeza, pero me paro en seco porque mamá siempre que decía algún taco me daba una bofetada porque una señorita no debía hablar así, porque no he tenido los mejores profesores y he vivido en uno de los mejores distrito como para comportarme ahora como una salvaje.
Pero enseguida vuelvo a la carga caminando todo lo deprisa que puedo, aunque no voy excesivamente rápida porque no se hacia donde ir y mi cabeza no va procesando todo lo rápido que a mi me gustaría. Solo quiero volver a casa. A mi casa. A la del distrito cuatro, a la de la isla... ¡a la que sea! Ahora mismo no considero ningún lugar como mi casa, como un sitio donde sentirme a gusto o segura, ¡no! En casa mamá me miraría como si no me conociera, como si hubiera matado a alg... como que he matado a alguien. No, no, no, no, no puedo ver el odio de mi madre o mi hermano hacia mi, no puedo ver la pena que pueden sentir hacia mí. La súplica del chico porque me pare hacen que me detenga unos segundos y todo mi cuerpo se tense cuando noto la chaqueta sobre mis hombros. Muevo la cabeza hacia ambos lados confusa y miro la chaqueta, luego al chico en silencio hasta que arrugo la nariz y me la quito. -No necesito tu chaqueta, ni tu compasión... no necesito nada de nadie.- concluyo mirándole con enfado. No es justo culpar a todo el mundo, ni tratar a todo el mundo mal, por lo que me pasa pero es lo mejor. Solamente quiero estar sola, no tener a nadie a mi alrededor y menos a una persona que cree que me podrá ayudar porque tiene una carrera y se cree más listo y mejor que los demás, ¿por qué? Oh, por que es hijo de dos mentores. Porque es hijo de dos asesinos, como yo. Le pongo la chaqueta en las manos y me giro para seguir mi camino y salir del parque. Sigo con la mirada el camino que serpentea por el parque y, supongo, que llevará hasta la salida, ¿no?
Pero enseguida vuelvo a la carga caminando todo lo deprisa que puedo, aunque no voy excesivamente rápida porque no se hacia donde ir y mi cabeza no va procesando todo lo rápido que a mi me gustaría. Solo quiero volver a casa. A mi casa. A la del distrito cuatro, a la de la isla... ¡a la que sea! Ahora mismo no considero ningún lugar como mi casa, como un sitio donde sentirme a gusto o segura, ¡no! En casa mamá me miraría como si no me conociera, como si hubiera matado a alg... como que he matado a alguien. No, no, no, no, no puedo ver el odio de mi madre o mi hermano hacia mi, no puedo ver la pena que pueden sentir hacia mí. La súplica del chico porque me pare hacen que me detenga unos segundos y todo mi cuerpo se tense cuando noto la chaqueta sobre mis hombros. Muevo la cabeza hacia ambos lados confusa y miro la chaqueta, luego al chico en silencio hasta que arrugo la nariz y me la quito. -No necesito tu chaqueta, ni tu compasión... no necesito nada de nadie.- concluyo mirándole con enfado. No es justo culpar a todo el mundo, ni tratar a todo el mundo mal, por lo que me pasa pero es lo mejor. Solamente quiero estar sola, no tener a nadie a mi alrededor y menos a una persona que cree que me podrá ayudar porque tiene una carrera y se cree más listo y mejor que los demás, ¿por qué? Oh, por que es hijo de dos mentores. Porque es hijo de dos asesinos, como yo. Le pongo la chaqueta en las manos y me giro para seguir mi camino y salir del parque. Sigo con la mirada el camino que serpentea por el parque y, supongo, que llevará hasta la salida, ¿no?
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Quito mis manos de la chaqueta cuando la tira al suelo y se gira para gritarme. Todas las cosas que ha hecho hasta ahora son lamentarse y gritar, es cómo si se hubiese cerrado en una burbuja que poco a poco se va haciendo más pequeña solo porque a ella le da la gana. Acabará ahogándose sola si no consigo que pare, y el problema es ¿cómo sacas a alguien de una burbuja donde quiere estar? Cuando la veo marcharse ya ni siquiera me molesto en detenerla, hablar con ella parece misión imposible. Quizá ese sea el problema, que no necesite hablar de ello; tal vez necesita otra cosa... algo como... Doy un bote porque el sonido del teléfono me sorprende bastante. Lo saco del bolsillo y éste escurre agua a borbotones, por suerte mis padres ganan dinero suficiente como para hacer un teléfono resistente hasta a miel, si tengo un accidente de ese tipo que lo he tenido; así que con mucho cuidado sosteniéndolo solo por una esquina lo suspendo cerca de mi oído. - ¿Mamá? - Escucho su voz al otro lado muy apresurada.
Antes de darme cuenta estoy metido en una conversación que no tiene ni pies ni cabeza y que me distrae de lo que debería estarme preocupando. - Ya sé que son las pikotas. Sí, esas de gelatina y babas por dentro. No son babas de verdad mamá. No, definitivamente no debería estarlas comiendo. Dícelo! - A veces tengo la sensación de que en vez de padre tengo hijos. Ruedo los ojos cuando me dice que papá se ha encerrado en su cuarto con una bolsa entera de esas y que no está dispuesto a abrir la puerta ni aunque la tiremos abajo. Al menos esas son las palabras textuales de mi madre y que obviamente no tienen sentido ninguno pero después de varios meses viviendo con ella 24 horas, hay cosas a las que te acostumbras. - Convéncelo con sexo - Escucho la voz escandalizada de mi madre y ruedo los ojos. - Mamá, que tengo 23, estoy seguro de que sé de sexo más que tu - Otra vez su escandalizada voz. Al final dejo caer el teléfono mientras pregunta a que clase de enferma va atener que matar por pervertir a su hijo, y mientras desvaría me agacho por mi chaqueta, sacudo el mugre de la misma y me la cuelgo al hombro.
Cuando creo que se ha callado vuelvo a prestar atención al teléfono. - Voy para allá. Tú sácale. - Cuelgo y marco otro número en el que me contestan casi de inmediato. - Margaret, Amber estaba libre no? dile que necesito que me haga un favor. - Después de explicarle con detalles en qué consiste dicho favor y que es básicamente seguir a Arianne y asegurarse de que no hace alguna estupidez y llamarme si pasa, cuelgo y vuelvo a casa andando, durante lo cual pasa al menos una eternidad.
Antes de darme cuenta estoy metido en una conversación que no tiene ni pies ni cabeza y que me distrae de lo que debería estarme preocupando. - Ya sé que son las pikotas. Sí, esas de gelatina y babas por dentro. No son babas de verdad mamá. No, definitivamente no debería estarlas comiendo. Dícelo! - A veces tengo la sensación de que en vez de padre tengo hijos. Ruedo los ojos cuando me dice que papá se ha encerrado en su cuarto con una bolsa entera de esas y que no está dispuesto a abrir la puerta ni aunque la tiremos abajo. Al menos esas son las palabras textuales de mi madre y que obviamente no tienen sentido ninguno pero después de varios meses viviendo con ella 24 horas, hay cosas a las que te acostumbras. - Convéncelo con sexo - Escucho la voz escandalizada de mi madre y ruedo los ojos. - Mamá, que tengo 23, estoy seguro de que sé de sexo más que tu - Otra vez su escandalizada voz. Al final dejo caer el teléfono mientras pregunta a que clase de enferma va atener que matar por pervertir a su hijo, y mientras desvaría me agacho por mi chaqueta, sacudo el mugre de la misma y me la cuelgo al hombro.
Cuando creo que se ha callado vuelvo a prestar atención al teléfono. - Voy para allá. Tú sácale. - Cuelgo y marco otro número en el que me contestan casi de inmediato. - Margaret, Amber estaba libre no? dile que necesito que me haga un favor. - Después de explicarle con detalles en qué consiste dicho favor y que es básicamente seguir a Arianne y asegurarse de que no hace alguna estupidez y llamarme si pasa, cuelgo y vuelvo a casa andando, durante lo cual pasa al menos una eternidad.
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