The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Cuando bajo del tren acomodo la pesada mochila en mi hombro, mirando de un lado a otro entre la multitud que ha descendido también en la estación del distrito cuatro. Noto el cuerpo ansioso y cargado de nervios, porque siento que dejé esté lugar hace años en lugar de unos pocos meses, y lo único que quiero es ver un rostro conocido que me acomode la vida, que últimamente parece ser una maldita montaña rusa. El viento del otoño me golpea sin mucho cuidado el rostro mientras doy un par de empujoncitos y pido disculpas para acercarme a la entrada de la estación, sin poder ignorar la pregunta que baila por mi cabeza desde que me encaminé a casa… ¿papá vendrá a buscarme esta vez? ¿O me decepcionará cómo continuamente lo hace? Me aparto del camino cuando un señor robusto pasa llevando un carrito repleto de cajas y, durante ese momento, soy capaz de reconocer la silueta familiar de mi padre y algo parecido al alivio me hace suspirar y sonreír.Mi primer impulso es avanzar hacia él y abrazarlo, pero me detengo a llegar enfrente suyo y carraspeo, alzando un poco el mentón para parecer más alto, aunque creo que de todas formas él solito se ha achicado.Abro y cierro los dedos dudando si estrecharle la mano, pero al final me rindo y lo rodeo con los brazos, apoyando la cabeza en su pecho. Y cuando me doy cuenta lo estoy estrechando con fuerza, cerrando los ojos solamente porque lo necesitaba. Supongo que ni siquiera tengo que explicarlo – te extrañé, pá – mascullo desde mi sitio. Que no me malinterprete, me sigue jodiendo su actitud. Sigo creyendo que es un maldito ebrio y que no tiene ningún derecho a hacer nada de lo que ha hecho. Pero es mi padre y, viendo como poco a poco todos parecen morir alrededor mío, prefiero abrazarlo antes de gritarle. De todas formas se lo ganó por haberme venido a buscar esta vez.

No digo mucho, salvo comentarios simples y preguntas clásicas como “¿esperas hace mucho tiempo?”,  mientras avanzamos hacia el coche y, a diferencia de cuando era más pequeño, me acomodo en el asiento del acompañante, apoyando mi mochila en mis piernas. Avanzamos por el distrito cuatro y no puedo dejar de pensar en lo mucho que cambiaron las cosas desde que ya no vivo aquí; pego la nariz a la ventana, viendo las casas pasar, y me pregunto por las familias de Alex y de Ari. Por todo lo que dejé atrás… - ¿Cómo está Sophia? – le pregunto al final, sin despegar los ojos del cristal – debí haberla llamado. Pero estuve ocupado – me arrepiento horrores por no haber dado señales de vida, pero los patrocinadores, el trabajo y Zyanelle ocuparon todo mi verano, y ni hablar de todo lo que eso incluye.  Paso saliva. ¿Qué dira papá cuando le cuente de todo lo que se ha perdido? Me aventuro a mirarlo como si así tuviese la respuesta, pero como todavía ignora esa parte del asunto, solo veo las preocupaciones obvias. Espero que no me pregunte sobre mis tributos de esta edición. Quiero ser solamente Ben estos días.

Al final estacionamos frente a nuestra casa y puedo ver claramente la residencia de los Dawson, algo que me llena de emoción aunque intento contenerme para no salir corriendo a llamar a mi mejor amiga. Se supone que acabo de llegar y ahora soy de mi padre, así que no arruinaré el rato que tenemos para estar juntos incluso cuando la idea no me entusiasme. Es solamente por hoy, ya luego abusaré de mi visita para poder hacer lo que quiera. Me bajo del auto con cuidado de que no se me caiga nada de lo que llevo conmigo y cierro la puerta, clavando los ojos en mi antiguo hogar, pero me detengo, intentando ver qué es lo que ha cambiado. Algo no cuadra. Los adornos colgantes y musicales que hicimos con mis hermanos siguen colgando en la entrada. Las paredes siguen siendo claras. Las flores continúan en su sitio. El mar se sigue escuchando aunque esté del otro lado - ¿ahora dejas las ventanas abiertas? – pregunto con sorpresa y sospecha. Y no parece sucia ni abandonada y a lo lejos escucho la radio que dejó prendida. Casi por un momento puedo decir que mamá, Melanie o Shamel saldrán por la puerta a darnos la bienvenida. ¿Qué pasó aquí?
Benedict D. Franco
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Elioh M. Franco
Como un niño pequeño que espera a que el día de su cumpleaños llegue. Así es como estoy bien entrada la mañana el día que Ben por fin va a poder volver a casa por unos días, cosa que me embriaga de felicidad. De pensar que durante todo el verano las cosas no han ido tan mal, y que lo que antes era un tipo que se lamentaba por cada esquina escondido en la bebida, ahora no hay más que la persona que era antes de que todo pasara e incluso se muestra más activo que antes. Al levantar no he hecho más que tomarme una ducha y abrir todas las ventanas de la casa, así como cada mañana desde hace tres semanas. La pequeña cría de husky sigue rondando la casa y me acompaña a todos lados meneando la colita como una posesa, suponiendo que los perros sienten lo que sienten las personas de su alrededor, por lo que si yo estoy feliz, ella parece tan feliz también. Me tomo mi rato frente al espejo para al menos recortar un poco la barba. De pequeño Ben siempre se quejaba hasta que terminaba por reír de que mi barba le pinchaba cuando le daba el beso de buenas noches, por lo que es algo que nunca me sacaré de encima. Esas risas aún siguen en mi memoria continuamente. Además en las últimas semanas han pasado demasiadas cosas. De primeras que el verano se ha ido, dando pie al otoño y al clima más frío. De segundas que Aitana parece por fin haber dado el paso para recuperar lo que perdió hace muchos años. Y de terceras que mi padre se ve más implicado en todo lo que implica nuestro pequeño núcleo familiar, cosa que me anima a seguir mucho más adelante.

Antes de salir por la casa dejo a la perra en su jaula ya metida sintiendo como los aullidos suenan hasta que apenas son imperceptibles porque se ha cansado. Es un regalo, no puedo dejarla por la casa porque quiero sea sorpresa, así que la dejo apartada aún con la caja apartada, para que nada más llegar lo primero que se encuentre sea la caja y al levantarla vea a la cría. Se nota la sonrisa en mi rostro y varios vecinos saludan al tomar el coche, con el cuál no me lleva mucho llegar a la estación. La primera vez tuvo que venir andando, esta vez seré el padre que él siempre admiró. Todo está tan abarrotado que dejo el coche a varios metros de la estación porque apenas si hay aparcamientos, y al entrar casi me pierdo. El tren ya ha llegado y por un momento tengo miedo de que él crea que no he venido y se vaya por su cuenta al no encontrarme entre todo el gentío, pero no hace falta que pase mucho tiempo para que vea asomar su cabeza con su mochila colgada a la espalda. Se me iluminan los ojos, pero me muestro tranquilo porque no quiero montar el numerito, la gente aún se sigue compadeciendo y no me gusta que hagan eso - ¡Eh! ¡Eh! ¡Estoy aquí! - sacudo el brazo varias veces para que se de cuenta pero no hace falta porque ya me ha visto. Al tenerlo enfrente casi pienso que va a agachar la mirada por si se piensa que voy a volver a golpearlo, pero termino por agacharme un poco para quedar a su altura (aún cuando ha crecido y ya me llega más alto) y termina por abrazarme - Yo también te extrañé, ¿se te hizo duro el viaje? - pregunto, tratando de cargar con su mochila pero él la sigue sosteniendo así que simplemente lo guío al coche y dejo que se coloque donde quiera.

Durante el camino, que no se demora más de diez minutos, me hace preguntas que yo contesto sin parar - Sophia anda bien, seguro se alegra de saber que ya estás de vuelta, hará dos días que vino a preguntar a casa si ya quedaba mucho para tu llegada - le comento sin desviar la atención de la carretera. Estoy tentado a decirle que no hace falta que me diga que estuvo ocupado, porque lo se. La puñetera asistenta o lo que sea que tuviera allá me lo recordaba diariamente cuando llamaba y nadie al otro lado de la línea me lo cogía. Era tortuoso y cansino, pero me mantengo callado. Se que hemos pasado por delante de la casa de su amigo Alex cuando se muestra más apenado e incluso desganado, y por delante de la de Arianne porque aunque se muestra desganado, se ve que una parte de él respira tranquilo por haber sacado a alguien de ese sitio. Y cuando llegamos a casa y aparcamos, parece cambiársele la cara porque no se espera lo que se encuentra - Viene bien para airear la casa, ¿sabes? Ya olía feo después de varios meses y casi que me ahogaba - hago un gesto burlón agarrándome del cuello sonriendo, muy tonto de mi - Todos cambiamos, Ben, tú lo sabes mejor que nadie - le digo apoyando mi mano en su hombro, cogiendo su mochila esta vez para que no la cargue más - Espera un momento aquí -

Entro a la casa con la mochila y cierro tras de mi observando a un Ben completamente extrañado. Interiormente me lo estoy pasando hasta bien porque ya quiero ver que cara se le queda. Estar orgulloso supongo es algo que todo padre quiere, y con él no puedo sentirlo más. Dejo la mochila a un lado del salón, en el sillón donde solía quedarme dormido cada noche cuando volvía de haberme llevado bebiendo durante tanto rato, y saco a la husky de la jaula para colocarla en la caja y llevarla a la entrada, dejándola en el pasillo que justo hay - donde colgamos las cosas - para dejar que entre. Cuando todo está preparado abro la puerta volviendo a ver a mi hijo - Vamos ven, quizás te están esperando dentro - digo, saliendo y guiándolo por detrás para que entre a casa. Ya desde el exterior empiezan a escucharse diferentes ladridos y casi soy capaz de ver como los hombros de Ben se ensanchan de la emoción - Bienvenido a casa hijo, a tu casa - recalco el tu, porque por muy lejos que esté, siempre lo será. La husky casi está por salirse de la caja al verlo, meneando la colita con mucha rapidez - ¡Mira que no soy el único que se alegra de verte! - sonrío, quedándome apartado a un lado del pasillo. Qué bien sienta que las cosas empiecen a ir mejor.
Elioh M. Franco
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
La anécdota de que Soph estuvo preguntando por mí consigue hacerme sentir un poco culpable y me hago pequeño contra el asiento, pero me limito a mover la cabeza para dar a entender que lo he escuchado para que no crea que lo estoy ignorando. Al final soy un pésimo amigo, tan malo que ni siquiera conseguí hablar con Seth cuando sabía que o lo necesitaba más que nadie o quizá estaría esquivando al mundo, porque yo lo hice en su momento. Fuera de eso, no sé qué es lo que me sorprende más. ¿Es la casa aparentemente viva o el hecho de que está intentando hacer bromas que solamente harían reír a niños menores de cinco años? Me volteo a verlo con una ceja arqueada y tengo que reprimir la risa causada por tener esa imagen anormal de mi padre, pero nada de lo que dice está teniendo mucho sentido y cuando me quita la mochila, apenas me muevo y lo miro con extrañeza - ¿Papá...? - pero ya se ha metido dentro de la casa y me dejó solo, así que suspiro y me apoyo en el auto con los brazos cruzados sobre el pecho. Miro hacia atrás y logro ver otra vez la casa de Sophia y me pregunto si puedo cruzar la calle y tocar el timbre, pero algo me tiene los pies atados al suelo. Giro entonces la cabeza hacia la puerta de mi casa y me mastico los labios con impaciencia, hasta que él abre la puerta otra vez y yo dejo caer los brazos en un claro gesto de "¡ya era hora!". Hay una mueca extraña en mi padre que me hace dar cuenta de que, sorprendentemente, se encuentra feliz y entusiasmado y eso solamente consigue que entienda menos - ¿quién me está esperando? - pregunto, mirándolo sobre mi hombro porque se colocó detrás de mí para guiarme dentro. Repentinamente me salta una horrible duda y lo miro con sospecha - Dime que no te casaste otra vez, por favor... - el tiempo pasó, tal vez quería demostrar que era capaz de seguir adelante... aunque no estoy seguro de que consiga una mujer en tres meses.

De todas formas solamente basta con que pise el umbral de casa para que pueda escuchar los ladridos agudos que me desconciertan un momento y luego, consiguen que apriete el paso para entrar con mayor velocidad. Mi vista pasa rápidamente por la sala para asombrarme con lo iluminada y limpia que se encuentra hasta que me fijo en la caja pequeña a mitad del camino, con una bola de penos minúscula y esponjosa que mueve el rabo de acá para allá. Abro la boca para decir algo pero no me sale ningún sonido. ¿Cuántos años estuve pidiendo una mascota y ésta nunca llegaba por diferentes motivos? Siempre nos conformamos con los gatos de la señora Figgins, pero nunca tuvimos algo realmente nuestro. La verdad es que miro a papá solamente para chequear que no es una broma y luego me sobresalto, porque el cachorro dio un pequeño salto que tiró la caja y consiguió que salga de un modo algo torpe. No parece muy dispuesto a cooperar con el hecho de ser una sorpresa, pero...

Me inclino y le silbo hasta que me salta encima y no tardo en sentir la lengua húmeda ensuciando mi cara y hasta tengo que encojerme por culpa de las cosquillas que me produce cuando intenta olfatear dentro de mi oreja. Me río e intento apartarle, lo que consigo nomas cuando se entretiene mordisqueando mi zapatilla y yo así consigo acariciarle la cabeza - ¿es para ? - apenas reconozco mi voz porque hace tiempo no la escucho salir con aquel tono entusiasta, dudoso e incluso infantil, por lo que volteo la cabeza para mirarlo sin moverme de mi sitio - ¿de verdad? ¿me lo llevaré a la isla? - seguro tendría que hablarlo con Amelie primero, pero la verdad es que lo que tenga para decir no me interesa por primera vez. Vuelvo a mirar al perro y estoy seguro de que no podrá decirle que no, y más ahora que parece haberse quedado dos segundos en paz para tirarse al suelo, aparentemente esperando más caricias que yo no tardo en darle en la tripa - gracias. De verdad, papá, gracias - no recuerdo la última vez que me regaló algo solamente porque quiso hacerlo y sé muy bien a qué se debe ahora mismo, pero no voy a ponerme a hacer preguntas sobre cómo lo lleva ahora mismo y arruinar el momento. Me siento un poco incómodo y feliz al mismo tiempo, por lo que mantengo la cabeza gacha mientras me entretengo con el perro en el suelo para que no sea capaz de ver mi sonrisa - ¿Es hembra o macho? ¿Ya tiene algún nombre? ¿Cómo se te ocurrió? - las preguntas se me escapan una tras otra  sin que pueda contenerlas y al final el animal se levanta, así que puedo agarrarlo y hacerle upa. Descubro que no pesa casi nada y que, sorprendentemente, se queda quieto, aunque no tarda en ponerse a lamer mi mentón, lo que consigue que arrugue un poco la nariz - ¿siempre hace esto? - por un momento tengo el arrebato infantil de querer ir a enseñarle a Sophia lo que tengo, porque creo que es la primera vez en mucho tiempo que tengo algo que alardear. Incluso después de haber ganado unos juegos y todas las demás cosas que otras personas consideran de verdad geniales.
Benedict D. Franco
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Elioh M. Franco
Casi ni me di cuenta de que lo primero que se le pasó a Ben por la cabeza era si me había casado o algo por el estilo, cosa que no entraría a la cabeza de nadie. O quizás en la de él si ahora que está tan lejos y se piensa que yo también tengo derecho a rehacer mi vida. ¿Que lo tengo? Si. ¿Qué tengo ganas? No sabría decir.

No obstante me pierdo en su alegría cuando la perrita, en un claro intento de sabotaje a mi sorpresa, se adelante contra la caja y consigue tirarla, para luego tirarse encima de Ben y empezar a lamerlo de arriba a abajo como si fuera una especie de piruleta canina gigante. Echo a reír mientras él también se ríe y la perrita sigue meneando su colita de un lado para otro, como si le fuera la vida en ello - Ha sido mía durante tres o cuatro días, pero porque me negaba a mantenerla en su jaula hasta que vinieras, imagina como la hubieras encontrado - la señalo mientras sigue dando vueltas y vueltas, entre caricias de Ben que parece tan aliviado por saber que las cosas van mejorando, que hasta se lo noto. Me agacho nuevamente para quedar a su altura, donde puedo ver de cerca y mirarle a los ojos, colocando mi mano en su barbilla justo antes de que la perrita le empiece a lamer el mentón y vuelva a hacerle cosquillas - No tienes por qué darlas, te quiero, ¿vale? No debes olvidar eso nunca, y ahora a dónde vayas sabrás que siempre habrá alguien contigo - porque espero al menos que pueda llevársela a la isla - Hembra, es hembra y... ¡claro que no! Es tuya, ¡eso de ponerle un nombre te toca a ti por supuesto! - durante estos días simplemente la llamaba bichito o algo así, lo primero que se me viniera a la mente, porque era como respondía y porque no sabía como llamarla - Digamos que me ayudaron a pensar el regalo, pero yo ya lo tenía decidido desde unas semanas, tómalo como un regalo de cumpleaños atrasado - se que va a sentir el que haya dicho eso, pero en cierto modo es como es. Fue justo en su cumpleaños cuando Melanie murió, y fue justo en su cumpleaños cuando todo empezó a cambiar. Ignoro todo lo demás porque la situación se ve demasiado bien como para empeorarlo, encogiéndome de hombros - Quizás es que estás dulce porque estuviste comiendo golosinas de más en el camino a casa - le digo pellizcándole un poco la mejilla cariñosamente y levantándome para hacerlo entrar al salón y que se pueda sentar o algo.

La mochila sigue en el sillón y la aparto a un lado para que pueda sentarse, mientras recojo varios de los periódicos que hay en el lugar y cierro alguna que otra ventana porque de vez en cuando entra algo de frío - Mira que ahí al lado están sus cosas, ya sabes... su cama, sus comederos, la correa para pasear, todo. No te hará falta comprarle más que la comida, espero que os la vendan al menos - no se como funciona aquella isla, nunca le he preguntado porque cuando viene aquí es Ben, no Ben el mentor del cuatro - ¿Tienes hambre? ¿Quieres merendar algo? ¿Cómo has estado? - tengo tantas preguntas, pero sobre todo una que me hace carcomerme la mente - ¿Por qué no contestabas mis llamadas? ¿Nunca te dijeron que llamé? - la suelto entre medio de tantas otras como si por un casual pasaran desapercibidas porque me da miedo que llegue a pensar que le estoy culpando de algo cuando, en el fondo, la culpa la tienen los imbéciles que nunca le hicieron llegar mis llamadas. Suelto un suspiro colocándome a su lado, en el sofá de dos plazas, mientras doy un trago a la botella de agua y me acomodo hasta que se decida. Quizás y podamos hacer venir a Sophia más tarde a cenar, para que así sea como siempre. Hacer algo de cena juntos, jugar y ver películas hasta tarde, dormir todos en el salón a modo de acampada. Quién sabe.
Elioh M. Franco
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
En cuanto su mano se acerca a mi rostro, mi primer impulso es encogerme un poco e intentar apartar la cara, pero entonces me toma del mentón y puedo ver que está muy lejos de querer golpearme una vez más y eso me provoca un suspiro de alivio, acompañado de mis músculos y mi respiración volviendo a la normalidad. Tal vez debo hacerme la idea de que éste hombre es el mismo que alguna vez me enseñó a pescar, a arreglar los artefactos de la casa, que me llevaba al colegio y jugaba conmigo a los piratas aceptando ponerse disfraces ridículos. Es un poco complicado luego de tantos años limpiando su mugre de ebrio, que parece haber desaparecido. ¿Cómo lo estará llevando? ¿Se perderá a sí mismo por la necesidad de un trago? Intento no pensar en ello cuando me dice que me quiere, lo que le vale que le sonría, pero no que le responda porque las palabras se quedan atoradas en el nudo de mi garganta. Bajo la vista para mirar a la cachorra y carraspeo para intentar aclararme un poco sin traicionarme – tendré que buscar en mis libros, entonces. Quiero un nombre genial, o que al menos signifique algo – le comento. Pensar en mi cumpleaños consigue que le mire para averiguar si está pensando lo mismo que yo. No falta demasiado para mis catorce y será el primer año que lo festejo sin Melanie. ¿Ha pasado tan rápido el tiempo? ¿Cómo es posible que para mí solo hayan sido un par de horas?

Su pellizco cariñoso me toma por sorpresa y parpadeo al mirarlo, sin demorarme en frotarme la mejilla contra el hombro como si de aquel modo pudiese quitarme la sensación, a pesar de que lo hago más por costumbre que por otra cosa – yo no comí golosinas… - le contradigo, aunque mi voz baja considerablemente por el bochorno porque me conoce lo suficiente como para saber que no pude haber hecho todo este viaje sin llevarme algo a la boca – pero me dieron un paquete de papas fritas que estaban deliciosas – acabo admitiendo, incorporándome para ir tras él y dejando a mi nueva mascota en el suelo. Intento limpiarme un poco sus babas mientras voy tras mi padre y ella viene detrás de mí, hasta que me siento en el sofá mirando alrededor. Todo se ve raro, pero creo que empeora porque papá no deja de hablar y todo el tiempo me siento como si estuviese en un sitio muy diferente al que estoy acostumbrado. Ni siquiera soy capaz de decir algo así que solamente lo miro como se sienta a mi lado y por un momento estoy por rogarle que deje de intentarlo, porque sé que lo hace por mí y se lo agradezco, pero casi ni parece él mismo. Teniendo en cuenta de cómo ha sido estos últimos años, creo que esto es algo bueno, pero no deja de sentirse fuera de sitio – No quiero nada, pero si tú quieres comer…adelante – me muerdo la lengua e intento sonar un poco más amable – pero gracias – y ahí se camuflan otros agradecimientos, pero creo que ni tengo que aclararlo.

Me encojo de hombros en respuesta mientras miro a la cachorra que se ha subido con demasiada torpeza al sofá tras un par de intentos y apoya su cabeza en mis piernas, de modo que puedo acariciarla, porque necesito algo de tiempo para pensar en cómo he estado cuando la verdad es que ni yo lo sé. Solamente consigue que lo mire cuando admite que ha llamado y abro la boca con sorpresa e indignación, pero me apresuro a cerrarla. Me toma un momento volver a hablar - ¿llamaste? ¿me llamaste? – intento que no suene como un reproche y lanzo un bufido, casi riendo con incredulidad. Mi enojo por su abandono flaquea un momento y, con algo de dudas, pasa a ser bronca contra la encargada de las comunicaciones – nadie me lo dijo, pero nunca tuve problemas para comunicarme con Zyanelle. Supongo que por vivir en el Capitolio… - mis pensamientos sobre que ahora controlan de dónde vienen las llamadas son congelados cuando me doy cuenta de quién estoy hablando sin haberle dado explicaciones y me llevo una mano a la boca para fingir una tos algo incómoda. Lo miro para chequear su expresión, pero cómo no sabe nada de lo que pasó, no hay nada realmente extraño. Por un momento pienso en dejarlo pasar, pero luego me percato de que él es mi padre, que con Shamel compartía estas cosas y, a decir verdad, es probable que sea la única persona en el mundo que puede darme un consejo basado en experiencia. Después de todo, creo que Seth nunca ha pasado por lo que yo – Papá… ¿a qué edad comenzaste a salir con mamá? – le pregunto, bajando la vista otra vez a la cachorra, que parece demasiado cansada de tanto juego y se ha quedado en su sitio disfrutando de las caricias que le regalo para mantenerme ocupado – es que, bueno… ¿qué se hace cuando una chica te besa pero no te quiere y entonces sales con otra que te gusta pero no tanto como la otra y esa sí te quiere? – creo que se me está trabando la lengua, pero dudo mucho que no me haya entendido. Genial, justo ahora que intento sonar indiferente, el calor me indica que me estoy sonrojando hasta las orejas. A veces apesta intentar ser normal.
Benedict D. Franco
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I'm making my way home again - Elioh 9QTJW19
https://www.themightyfall.net/t8228-franco-benedict-desmond#9926
Elioh M. Franco
Si bien es cierto que no lo hago a posta, se que lo trato como a un completo niño aún y eso se nota en sus expresiones. O quizás si lo hago a posta, pero todo padre reniega una y otra vez de querer ver a su hijo crecer y convertirse poco a poco en un adolescente que tarde o temprano acabará siendo un adulto. De ahora en adelante apenas podré disfrutar siquiera de unos minutos en los que ambos nos disfrazábamos y dábamos vueltas por toda la casa tratando de asustar a sus hermanos y a su madre, o incluso de aquellos gestos que quizás eran algo que siempre le hacían gracia y que ahora simplemente le atraen una sonrisa y nada más, simplemente le trae sin cuidados. Y lo entiendo, pero como cualquiera no quiero que pase. Quiero que siga siendo el niño que siempre fue y no el adolescente frustrado en el que lo han obligado a convertirse - ¿En los libros? Pero así no será original, busca uno que de veras te guste a ti y no porque esté en un libro - es mi consejo, pero mis palabras se las lleva el silencio incómodo que se levanta cada vez que alguno de los dos se queda callado porque no sabe que decir.

Doy gracias que la perrita de vez en cuando da señales de vida en el regazo de mi hijo y ambos nos la quedamos mirando embobados para tratar de romper el silencio, pero entonces vuelve a quedar exhausta y de nuevo nos vemos sumidos en ese malestar general porque hacía mucho que no se sentía tan a gusto en casa, tan como siempre. Niego con la cabeza porque yo ya había comido antes de salir a buscarlo y no tengo nada de hambre, así que me quedo donde estoy con la vista fija en el televisor que está apagado pero para mi es como si estuviera encendido porque por el reflejo puedo ver a un Ben completamente cambiado. Está creciendo, tan deprisa que no me estoy dando ni cuenta. Sus palabras me sacan ese universo en el que Ben sigue siendo un crío y casi estoy un poco molesto porque ni siquiera se molestaron en avisarle de que su padre había llamado - ¿Y qué pensabas? ¿No te prometí un cambio? - se me alza la voz pero no por enfado, sino más bien por sorpresa - Quizás si hubieras preguntado te hubieran dicho algo - lo dejo caer pero en el fondo se que él no se hubiera preocupado por el hecho de que esperaba que no lo llamara, no obstante nunca lo he hecho hasta hace unos meses - De todas formas qué más da, espero que en la isla no tengas asistentas o cosas así que tampoco me dejen hablar contigo - chasqueo la lengua disgustado nada más de pensarlo, mientras entrelazo los dedos de mis manos tranquilamente dirigiendo mi atención de la perrita a Ben y de Ben a la perrita. Su pregunta me pilla un tanto desprevenido porque ni yo mismo creo recordar cuando empecé a salir con ella, o al menos no quiero recordarlo porque el recuerdo aún es doloroso por mucho que me esfuerce a aparentar ser una persona fuerte delante de mi hijo - ¿Y eso? - pregunto, por saber a que se debe y me acerco un poco a Ben cortando distancias del sofá, tratando de hacer desaparecer esa distancia que él dibujó en ese dibujo que sigue en el archivador de la psicóloga - Bueno... yo conocí a tu mamá cuando ambos éramos jóvenes, casi niños en realidad. Teníamos trece años, íbamos al colegio juntos y recuerdo que fue a los dieciséis cuando le pedí una cita oficialmente, la primera vez que de verdad salimos... la saqué a pasear al parque porque por entonces yo apenas tenía dinero y en el restaurante no es que nos fuera muy bien - esbozo una sonrisa melancólica al recordar aquellos días. Aún se me viene a la memoria como Mila sonreía ante la vergüenza que sentí en público de saber que no podía pagar la pequeña cena que habíamos pedido en un restaurante cercano a nuestras casas, y también como tratamos de salir corriendo por patas del lugar cuando se enteraron de que apenas si podía pagar el primer plato... no lo conseguimos y me pasé la noche entera fregando platos mientras Mila volvía a casa, no podía dejarla pagar por algo que fue mi culpa en cierto modo.

Abro los ojos porque no me creo que mi hijo me esté diciendo eso ahora mismo. ¿He entendido bien? Parece que lo he dicho en voz alta pero no es más que una pregunta formulada a mi cerebro que trata de relacionar conceptos - ¿Qué? - frunzo el ceño nerviosamente mientras me adelante unos pasos más cerca, pudiendo observar los gestos nerviosos de Ben - Espera, ¿un amigo? O sea, ¿te refieres a un amigo no? - casi puedo suspirar aliviado porque no creo que sea él, ¿no? ¡Tan sólo tiene trece años! Cosa que en realidad no es molestia porque a esa edad empiezan a interesarse por sus gustos, a querer saber más pero... ¿jugar a dos bandas? ¿De esa forma? No me entra en la cabeza - Por qué te estás poniendo colorado, Benedict Desmond Franco dime que no te estás poniendo colorado porque eres tú el que está en esa situación - me levanto armando la de dios interiormente, mientras que exteriormente sólo me llevo las manos a la cabeza y me río porque no puede ser algo que esté pasando de verdad - ¿Te trajiste una cámara oculta para gastarme algún tipo de broma pesada? - lo miro hablando en voz baja, pero cuando no dice nada mi voz se escucha más fuerte - ¡Tan sólo tienes trece años! ¡T r e c e años! ¡¡¿En qué estás pensando?!! - creo que no estoy gritando pero los ladridos de la cachorra me dan a entender lo contrario y bajo el tono dejándome caer en el sillón sin dejar de mirar por un momento a Ben. No se si estoy enfadado o no, pero no me entra en la cabeza que alguien de su edad haga eso, ¿y con quién? - ¿A qué juegas? Quiero decir, ¿qué se te pasa por la cabeza? ¿Es que no entiendes? Aparte de que estarás volviendo locas a dos chicas a la vez, ¡estás jugando con sus sentimientos! Por no hablar de que sigues siendo muy pequeño, ¿lo he dicho ya? ¡Dios! - estoy volviéndome loco. Se suponía que iba a ser un día tranquilo. ¿Tendré que darle la charla? Ay dios. ¡Trece años!
Elioh M. Franco
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Claro que prometió un cambio, pero la verdad es que no lo esperaba tan pronto, aunque por un lado es mejor para ambos porque eso significa que podremos pasar un fin de semana en paz sin tener problemas con el alcohol. Me siento un poco culpable por no haber tenido la inquietud de preguntar pero intento no demostrarlo, porque al fin y al cabo no es mi culpa, sino de esas personas molestas y tontas que se metieron en el medio y no fueron lo suficientemente útiles como para dejarnos hablar al menos cinco minutos – en la isla tengo mi propia línea – digo tranquilamente, aunque luego recuerdo lo que me dijo una vez Alex, de que probablemente todos los teléfonos que nos dan se encuentran pinchados. Me carcome una ligera molestia ante aquel recuerdo, pero lo único en lo que soy capaz de pensar es en el hecho de que a nadie le interesará lo que tenga para hablar con mi padre porque probablemente sean cosas personales y  poco importantes, a menos que al presidente le interese saber si me cepillo los dientes todos los días.

Sé que puede sorprenderle mi pregunta solamente porque Melanie era la que siempre deseaba enterarse de los detalles  de la vida de mis padres cuando eran jóvenes, mientras que Shamel y yo poníamos caras de asco y nos escapábamos antes de que se pongan empalagosamente cursis. La historia de papá me causa gracia porque no puedo creer que haya esperado tres años para pedirle una cita, e incluso le regalo una sonrisa burlona sin una pizca de maldad - ¿eras tan cobarde? – bromeo, aunque puedo ver cómo la extraña y no lo culpo. Hay mañanas que me despierto y por un momento me olvido que estoy lejos de casa. Que me levanto esperando que mamá me esté preparando el desayuno y gritándole al mismo tiempo a Shamel que se levante de la cama porque llegará tarde a la escuela. También, que Melanie me salte encima para apresurarme y que se ponga a arreglarme el pelo, porque tenía esa manía de siempre intentar ponerme presentable de un modo algo insoportable que ahora mismo extraño horrores. Creo que la peor parte es cuando me doy cuenta de que ellos ya no están y el tiempo está pasando y sigo pensando en ellos. Que yo sí estoy creciendo y ellos seguirán siempre igual. En especial Mel…

La reacción casi psicópata de mi padre consigue que me pegue al sofá como si fuese capaz de atravesarlo y desaparecer, notando que el calor comienza a revolverme las tripas. Que me llame por mi nombre completo me hace dar cuenta que me encuentro en problemas y me pregunto qué es lo que he hecho mal exactamente, pero cuando sigue hablando tengo la respuesta y no puedo hacer otra cosa que comenzar  a sentirme molesto por encima de los nervios. ¿De verdad está respaldándose en que soy “pequeño”  con algo cómo esto, que para colmo le he contado solo porque necesito un consejo? ¡Y luego tiene el atrevimiento de decir que lo dejo fuera de mi vida! - ¡Yo no estoy jugando y no soy pequeño! – le espeto, intentando ignorar los ladridos de la cachorra, a quien intento cerrarle el hocico con una mano - ¿de verdad me dices eso cuando vivo solo y he hecho…  - me interrumpo, notando como mi voz se ha elevado y mi rostro se inclina hacia él con dureza, frunciendo ligeramente el ceño. Acabo por bajar el tono, como si fuese un secreto - … todas esas cosas? ¿Y te escandalizas por algo tan tonto? – creí que besar chicas era normal, no matar personas y salvar a otras de correr la misma suerte. Lanzo un bufido – ya casi tengo catorce. ¿Hasta cuando creíste que…? ¡Además, no es lo que piensas! – balbuceo un poco y me doy cuenta de que me echo hacia atrás porque regresó el bochorno y le miro con cuidado. Al menos la perra se ha quedado callada y nos mira con interés, casi esperando a que alguno de los dos grite de nuevo – yo no estoy… “jugando a dos bandos”…  o como sea que se llame. Es que… ¡Amelie me besó! Estábamos discutiendo un punto y ella solo… ¡y yo no supe que hacer! Y luego me dijo que no significaba nada y blah, las chicas son unas histéricas – hago una muequita de desdén al explicarme y cuando vuelvo a mirarlo, caigo en la cuenta que de verdad le estoy contando estas cosas a mi padre cuando creí que nunca lo haría. Al final sé que no puedo echarme atrás y carraspeo para recuperar la compostura – y luego conocí a Zyanelle. Es hija de un patrocinador y es buena y simpática y parece que le gusto de verdad, y como tiene casi mi edad creí que sería lo correcto. Pero con todo, es que… no lo sé….

Supongo que comprenderá que tengo demasiadas cosas en la cabeza como para entender bien algo tan simple como un pequeño dilema con mujeres. Fue un verano donde solamente pensé en sacar a mis amigos con vida de una arena y, a su vez, me he dado cuenta de que odio cuando Amelie está rodeada de otras personas (en especial hombres), incluso cuando yo intento tener citas típicas de mi edad con Zy. Y ahora que Alex ha muerto, que Arianne se encuentra desiquilibrada, que Seth perdió a su hermano y para colmo, la culpa me carcome cada vez que miro a mi “novia” a los ojos, a veces solamente quiero ponerme a gritar y a romper todo. Tampoco tengo que decirle que Melanie sigue ahí en sueños. Creo que eso no podría soportarlo.

Apoyo el codo en el apoyabrazos del sofá para conseguir sostenerme el rostro con el dorso de la mano, lanzando un suspiro cargado de frustración – en la coronación tenían guardias armados en las puertas, papá. Tenían armas de verdad y nos dejaron bien en claro que dispararían si las cosas se salían de control cuando estuviésemos en el aire. Si no me ayudas a entender algo tan simple como un problema con chicas, creo que ni siquiera podrás acompañarme con el resto de las cosas que me pasan todos los días… - le lanzo una mirada y arqueo las cejas - ¿o vamos a volver a discutir esto? – la última vez que peleamos las cosas no salieron bien y ahora mismo, yo no quiero una pelea. Solamente quiero a mi padre. Quiero ser un chico de mi edad como todos, con problemas normales y consejos simples que cualquiera podría escuchar de la persona que se supone que te dio la vida para ayudarte a vivirla.
Benedict D. Franco
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Elioh M. Franco
Entre tanto caos mental creado por la palabras tan simples pero a la vez tan complicadas de mi hijo, apenas presto atención a todo lo demás. Ni siquiera se exactamente como es que de repente parezca que sea todo un don Juan que se dedica a pasear por aquellos terrenos por los que se mueve como si nada, sabiendo que con tan sólo un gesto causará mil tipos de suspiros a las chicas que en ese momento pasen por su lado. La mera imagen hace que cierre los ojos fuertemente para hacerla desaparecer porque no quiero que mi hijo parezca un showman, ni que siquiera actúe como tal. Porque está actuando como tal, ¿no? ¡Tiene trece años!

- ¿No eres pequeño? ¡Tres años pasaron para que yo tuviera una cita con tu madre, Ben! ¡Tres años! Tr... - casi es como una puñalada en la espalda cuando vuelve a abrir la boca y estoy por apartarme de su lado porque no quiero que vea el sufrimiento que me causa saber que fue él quién mató a varios niños por salir de ese lugar. No le culpo por eso, y sinceramente no sabría si es algo para agradecer, pero él está vivo y desde entonces no me he preocupado por todo lo que pasara en esa arena hace seis meses. Seis meses. Sólo han pasado seis meses, o quizás más, pero mi mente está tan atorada de cosas y de gritos - así como ladridos de la cachorra que no parece muy dispuesta a darnos tregua y se anime a unirse al griterío - que no doy a basto - No es algo tan simple, Ben... por mucho que te empeñes, por mucho que te quieras dar cuenta de que es algo tan tonto, no lo es - no lo es porque quizás sea lo normal a su edad y yo viví otros tiempos, pero no por ello ha de actuar de esa forma simple y llanamente porque no sabe lo que siente por una persona y lo que siente por la otra - Sólo imagina que tienes dos amigos, ¿vale? - quizás con un ejemplo puede que sirva - Con ambos te llevas genial pero entre ellos no se conocen, y entonces cuando estás con uno hablas muy mal sobre el otro, y cuando estás con el otro hace lo mismo - hago una pausa para tomar aire mientras me revuelvo el flequillo y lo aparto del camino que separa su campo de visión con el mío, sintiendo como casi que me hierve la sangre porque que pueda ser algo más me alarma - La cosa es que de manera indirecta estás haciéndole daños a los dos, porque si un día se enteran, sabrán que con ambos hablaste mal del otro - por no hablar que ambas chicas se hagan amigas entre ellas, entonces es cuando puede faltarle mundo para correr de la venganza. Todo parece tan calmado cuando parece escucharme que no me espero que diga justo la palabra mágica - ¡¡¡¿¿¿AMELIE???!!! - estoy por tirar algo al suelo al levantarme porque no controlé bien mis movimientos pero todo permanece en su sitio, excepto la cachorra que ha dado un ladrido tan alto que casi ha caído al suelo al dar un bote - ¡¡¿ME DICES QUE ESTÁS SALIENDO CON UNA CHICA QUE TIENE CINCO AÑOS MÁS QUE TÚ?!! - y que está loca, mata por placer, sólo piensa en si misma, no tiene simpatía por nadie, y muchas cosas más que seguro no se ven detrás de las pantallas - Y luego con la hija de un patrocinador, ¿ahora es cuando me dices que de terceras te fijaste en la tipa que NO ME DEJABA HABLAR CONTIGO? - estoy respirando atropelladamente y trato de calmarme, es en momentos como este en los que me encantaría poder echar mano a una buena botella de alcohol y tratar de calmar mi tensión con ella, pero me mantengo donde estoy y tan sólo doy un trago a la botella de agua.

Quiere hacerlo todo de una forma que tan sólo sirve para atropellarse a sí mismo. Parece querer mandar en sí mismo de manera que todo lo que hace parece estar bien, liderarse a si mismo y ser como el niño que nunca fue. Y aunque entiendo que crezca, no de esa forma. Si eso es lo primero, ¿qué será después?

Me dejo caer en el sofá evaluando su forma de hablarme y tratando de tranquilizarme para poder hablar - Te sigues empeñando en pensar que es algo simple pero no quieres ver más allá de lo que verdaderamente es, Ben - se me nota la tranquilidad en la voz, y por primera vez tengo ganas de dar un golpe a la mesa simple y llanamente para atraer su atención - No es discutir, es tratar de hacerte ver qué está pasando con todo esto. Nunca te diré que no seas amigo con nadie, pero lo que si no te voy a permitir es que esa chica vuelva a tocarte, me niego a que esa chica se te acerque, ¡no es bueno para ti! - es la forma en la que la veo. Ella parece no haberse olvidado de la arena y anda orgullosa, es tan diferente a Ben cuando se ve en pantalla que no entiendo que pudo haber pasado - Eres mi hijo, y aunque eso no signifique sólo yo pueda decidir por ti, tampoco has de actuar tan a la ligera y dejarte llevar por los sentimientos de la forma en la que lo hiciste... - suspiro tomando de nuevo un trago a la botella de agua que entre idas y venidas ya está casi vacía - Se que estás creciendo, pero yo no quiero que crezcas tan pronto... aún eres mi niño pequeño, aquel al que ayudaba a vestirse cuando no sabía dónde iban siquiera los calzoncillos, aquel que quería jugar a todas horas cuando no había colegio, aquel al que enseñaba a tocar la guitarra aunque no quisiera porque le aburría... aquel que una vez fuiste y te arrebataron cuando pasó todo... - casi se me ahoga la voz en mi propia garganta porque me da quemazón tener que callarme tantas cosas sólo para protegerlo - Quiero que aprendas a crecer siendo el Ben que una vez fuiste, no en el que te han convertido... - me apoyo contra su apoyabrazos y alcanzo su mano, estrechándola con fuerza y con una sonrisa tan forzada que casi termine en una especie de lamento. Es tan difícil hacer entender a la gente que de veras los quieres, pero no quieres que terminen desapareciendo en sí mismos de alguna u otra forma... Y quiero darle consejos, de veras que quiero.
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Su ejemplo me parece un poco exagerado y no puedo evitar poner los ojos en blanco, aunque probablemente lo tome como una falta de respeto, pero es que parece ni siquiera escuchar lo que le estoy diciendo y transforma mis palabras en una de esas telenovelas que tanto gustan en el Capitolio, lo que comienza a ponerme impaciente. De todas formas no llego a decir nada porque su grito consigue que la perra dé un salto y yo la imito, pegando un bote en mi sitio y lo miro con los ojos bien abiertos, notando los nervios haciendo cosquillas en mi nuca - ¡NO ESTOY SALIENDO CON ELLA! – acabo soltando, molesto y, a la vez, intentando hacerlo entrar en razón.  Una parte de mí se encoje cuando me recuerdo a mí mismo que eso nunca va a pasar, pero intento no pensar en eso justamente ahora que mi padre parece estar dispuesto a hacerme parecer un barato Don Juan en su cabeza - ¡¿Acaso no entiendes que fue solamente un beso?! – en realidad podría decirse que fueron dos, pero eso no tiene que saberlo -  solamente u-n  s-o-l-o  b-e-s-o, papá. Y ahí se acabó todo. Jamás salí con ella – puede que vivamos juntos, pero eso ni siquiera cuenta, teniendo en cuenta que ella siempre toma el papel de hermana mayor cada vez que pasamos un rato haciéndonos compañía. Pero papá no vive con nosotros, así que no lo sabe.

Regresa al sofá y la cachorra da un salto para bajarse, aparentemente cansada de tanto escándalo, y pronto se pierde por el pasillo y yo tengo que reprimir las ganas de pedirle que se quede conmigo haciéndome compañía. Parpadeo cuando regreso la vista a mi padre sin comprender bien lo que me está diciendo, pero cuando por fin sus palabras toman forma, no puedo evitar indignarme - ¡Papá, ella vive conmigo! – y lo sabe, es una de las pocas cosas que le conté cuando hablábamos por teléfono antes de que me marche a los últimos juegos – no te lo tomes a la tremenda, a ella no le importa. No es como si me hubiese… - me detengo de inmediato porque iba a usar un vocabulario no apropiado para compartir con un padre, pero acabo imitando a Seth y pego mis dos dedos índices para hacer alusión a “eso”.  Otra oleada de calor me indica que me volví a sonrojar, y mucho peor que antes. Me alegra ver que está bebiendo agua en lugar de alcohol, de modo que dejo caer mis manos mientras le escucho hablar y hago todo lo posible por mirar a cualquier otro sitio que no sea él, así que termino clavando la mirada en las fotografías que se encuentran sobre uno de los muebles de la casa. Es casi irónico, teniendo en cuenta las cosas que papá esta diciendo. En ellas puedo verme a mí mismo montando mi primera bicicleta, o junto a mis hermanos al lado del árbol de Navidad, o a mamá abrazando al hombre que tengo enfrente y que parece otra persona. Hay de todo, incluso en una estoy yo siendo abrazado entre Sophia y Melanie cuando no tendríamos más de ocho años, lo que consigue que me sonría un poco. Eran tiempos tan fáciles que parecen mentira.

Aquel que una vez fuiste y te arrebataron cuando pasó todo…

Miro a papá ya sin sonreír y con el rostro casi inexpresivo, y me pregunto internamente cómo es que él me ve si está diciendo esas cosas. Dejo que me tome la mano y puedo sentir a la suya áspera, pero de todas formas se la aprieto un momento – si quieres dejaré que vuelvas a ponerme los calzoncillos – le digo a modo de broma, pero se nota en el tono de mi voz que no estoy de humor para andar de chiste. Suspiro y me acomodo un poco para inclinarme hacia él, armándome de paciencia, y casi puedo decir que en este momento yo soy un adulto y él es un anciano que necesita consuelo – Papá, sigo siendo ese Ben, ¿si? – le digo con suavidad, atreviéndome a mirarlo a los ojos, una de esas  pocas cosas que heredé de él – puede que hayan algunos cambios y muchas cosas se perdieron, pero créeme que estoy intentando salir adelante de la mejor manera que puedo. Pero entiende… estoy solo ahí, ¿si? Y creo que es mi turno de equivocarme y esperar a que me grites o que me corrijas, pero tampoco esperes… que me congele – eso me ha dicho la psicóloga en el colegio cuando me echaba culpas y, al final, tengo que decir que tenía razón. Acabo soltando una risita breve y le suelto la mano – al menos te juro que sigo siendo virgen – bromeo, y espero que esa palabra en mis labios no le resulte escandalosa. Tendrá que acostumbrarse a esto, le guste o no. Con todo lo que ha pasado, entiendo que me cuide, pero he hecho cosas peores que salir con una niña.

Me raspo el pantalón con las manos un momento y acabo por ponerme de pie, dando un par de vueltas por el salón hasta ponerme delante del mueble de las fotografías. Tomo una de mis abuelos para analizarla como si nunca la hubiese visto, pero me parece una buena excusa para no mirarlo – si te deja más tranquilo, algún día puedes conocer a Zy. Te caerá bien, no es para nada lo que uno puede esperar de la hija de un patrocinador. Me hace sentir… bien – me encojo un poco de hombros y dejo la foto en su lugar, intentando disimular lo mucho que me incomoda hablarle de la chica con la que salgo por primera vez – y es raro que algo me haga sentir bien en estos días, ¿sabes? – mis dedos tocan una imagen de Mel abrazando al señor Bigotes; creo que es una de las últimas fotografías que le tomamos poco antes de marcharnos a la arena – Amelie es otra historia. A veces solamente no puedo dejar de pensar en ella y no quiero que tenga a alguien más, pero sé que es imposible. Así que no te preocupes. Ya sé que querías que me case con Sophia – añado, volteándome para sonreírle con nostalgia. Cuando era pequeño  siempre me enojaba cuando mis padres y el señor Dawson bromeaban sobre el día en el cual mi amiga y yo fuésemos al altar, pero actualmente es una broma del pasado que me hace sentir un poquito normal.

Miro un momento el salón y me es extraño el estar hablando de todo esto con mi padre, sabiendo que aquí deberían haber tres personas más. Me gustaría ver a Melanie celosa, a Shamel burlándose y a mamá pegando el grito al cielo porque su “hijito más chiquito y dulce” (cómo solía decirme y yo lo odiaba) había crecido. Me apoyo en el mueble y me muerdo los labios - ¿No te resulta extraño el silencio? – me sorprendo de mí mismo al comentarle esto, porque nunca lo hablamos. Ahora que lo pienso, también tenemos eso pendiente – pienso en ellos todos los días. ¿Tú no? – estoy seguro de que sí, ahora más que nunca. Tiene sentido cuando se está solo.
Benedict D. Franco
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Elioh M. Franco
Tengo la cabeza tan embotada de información que casi estoy por cavar un agujero bajo tierra y enterrarme por varios meses para ver si luego al salir de nuevo todo está tal y como debería de estar. Por mucho que se empeñe en estar con esa chica, por mucho que la trate en su día a día en esa isla de la que no puede salir más que cuando le dejan, seguirá sin gustarme. Tan diferente, tan fría, tan... meticulosa y borde. Obstinada, obcecada, y todos los "ob" que se te ocurran. Lo observo dar vueltas por la casa y me doy cuenta de que ha cambiado tanto... ya no es el pequeño de la casa, por supuesto. Se para delante de las fotos y las observa con nostalgia, mientras yo no puedo evitar carraspear la garganta ante el nudo que se me ha formado porque él sigue recordándolos, a todos y a cada uno de ellos, es algo que no ha salido de su cabeza pero que evita en todo momento para no sacar a relucir un tema del que ninguno de los dos queremos hablar. La melancolía de saber que lo que una vez hubo no volverá se hace pesada, pero todos estos meses me han hecho ver que somos capaces de afrontarlo si nos apoyamos el uno en el otro.

Ya no hay agua en la botella y eso hace que mi mirada se vaya a todos lados en busca de algo que poder tomar, pensando que quizás queda algo de whisky en alguna de las alacenas y volviendo quizás a dejarme llevar por la tensión del momento, pero entonces él vuelve a hablar y no puedo evitar sonreír forzadamente pese a que la tristeza asola mi rostro por todas partes - Era un decir, no tienes que ser tan literal - se que fue una broma. Sostiene mi mano de una forma que nunca antes ha hecho y es cuando me doy cuenta de que aquel niño ha desaparecido por completo y busca desesperadamente una solución a todos sus problemas sin tener que hacer daño a los de su alrededor. Tan sólo busco el consejo de un padre y lo que menos quiere es verse derrumbado por el mismo porque no es justo para él - Ya no estarás sólo, nunca estuviste sólo - señalo al teléfono. Se que es un tanto injusto recordarle que tenemos algo todavía para comunicarnos cuando él llamaba y yo obviaba todas sus llamadas, pero de ahora en adelante las cosas pueden ser muy diferentes. Suspiro dejándome caer hacia atrás cuando suelta mi mano, llevándome una de ellas a mi frente y presionando con los dedos porque no he escuchado lo que acaba de decir, me hago simplemente el tonto porque pensar el hecho de que su virginidad siga intacta me tranquiliza, pero a la par me aterra porque ya piensa en esas cosas. Todos lo hicimos en su día, pero él no puede haber crecido tan rápido.

Frunzo el ceño - ¿Patrocinador? ¿Me estás diciendo que te juntas con ese tipo de gente? - obviamente lo hace, es su trabajo a fin de cuentas, pero me asquea tanto el hecho de que se vea obligado a hacerlo... ¿y si en realidad esa chica lo ha acosado y lo obliga por no andar diciendo mentiras sobre mi hijo? No lo se, sacudo la cabeza varias veces sin dejar de hacer presión en mis sienes, asintiendo a sus palabras sobre Sophia y tratando de no retener las de Amelie. Obvio que un padre quiere que su hijo termine casándose con aquellas personas que ve son lo mejor para ellos, pero esas cosas nunca terminan por pasar porque son demasiado complicadas, y si pasan podemos decir que es pura casualidad. No obstante Sophia es amor - Quizás deba empezar a organizar la boda antes de que te vayas por las ramas y no acabes columpiándote con esa... pelirroja - dejo de presionar mis sienes levantándome para ir a por algo más de agua porque siento que la casa está más caldeada de lo debido cada vez que sale a colación ese tema, pero el cambio tan drástico de situación me hace pararme en el sitio justo antes de salir por el marco de la puerta del salón en dirección a la cocina.

Aprendí a convivir con el silencio hace mucho tiempo, quizás porque me evadía de todo rastro del mundo mientras que en mi cabeza seguía escuchando las risas de Mila y las quejas de Shamel cuando sus hermanos le andaban gastando bromas por las mañanas. Trataba por todos los medios de no olvidarme de sus caricias, de los besos que me daba... ni de los abrazos de Shamel, o de los llantos de Mel porque el señor Bigotes le había arañado cuando jugaban... ni tan siquiera de como Ben la consolaba o jugaban a que eran piratas - No he dejado de pensar en ellos ni tan siquiera un momento - termino de salir de la habitación hasta la cocina, donde cojo un vaso de agua que lleno hasta el borde y me tiro en la silla dando pequeños tragos mirando a la nada, perdiendo mi mirada en el refrigerador dónde aún hay varios restos de las cartas que nuestros hijos escribían a su madre por el día de la madre, o los dibujos que tanto gustaban a todos porque Melanie se dedicaba a regalárselos a todo el mundo - Por qué os fuisteis... - apenas se me escucha, mientras cierro los ojos y respiro recuperando el ritmo normal, tratando de no derrumbarme cuando hace mucho que se suponía había superado aquello. Pero que Ben siga preguntándose todo esto, que no termine de acomodarse es algo que no llevo demasiado bien. Lo veo acercarse a la cocina y trato de enjugarme las lágrimas que traicioneras que salen debido a la frustración - Aún recuerdo a tu mamá cuando preparaba el desayuno para todos, ¿recuerdas? Qué tranquilos dormíamos todos por entonces - fuerzo una sonrisa, indicándole que se siente a mi lado, mientras la ensoñación del momento me permite evadirme de la realidad otra vez, sabiendo que Ben sigue aquí.
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Parece que lo que le digo le entra por una oreja y le sale por la otra, así que simplemente pongo los ojos en blanco para demostrar mi irritación.  Los padres a veces tienen una especie de talento natural para escandalizarse por cualquier cosa –Zyanelle no es nada de “esa gente”, como dices. Le gusto de verdad, ¿si? O eso parece porque siempre me mira como si… - intento imitar un rostro de boca entreabierta y ojos soñadores, pero creo que estoy haciendo el ridículo así que lo dejo ahí. Además, ponerme a hablar de los detalles de mis citas con ella no era realmente el plan inicial. ¿Será muy complicado para un padre asumir el hecho de que sus hijos ya andan siendo besados y todo lo que eso implica? ¿Cómo será para él, que no tiene la posibilidad de vivir mi crecimiento todos los días? Tal vez un día toque a su puerta y le traiga la noticia de que voy a casarme o algo por el estilo, y él nunca lo vería venir. Paso saliva; al menos tiene la suerte de que no tengo planes de boda para el resto de mi vida. Incluso intento ignorar el modo en el cual habla de Amelie para centrarme en Sophia, lo que consigue que arrugue la nariz con asco - ¡Soph es mi amiga! – le reprocho, casi riendo. Tendrá que acostumbrarse a eso.

Por un momento creo que va a caer.  Que fingirá que no me escuchó y luego, desaparecerá en su taller para pasar el resto del día ocupado entre sus cachivaches, de modo que no pueda molestarlo mientras se lamenta una y otra vez  por quienes ya han muerto. Pero, una vez más en el día de hoy, me sorprende. Se voltea para coincidir conmigo y se pierde en la cocina, lo que consigue que me quede helado en mi sitio para luego, ir detrás de él con un paso lento y dudoso. Apoyo la mano en el marco de la puerta y me detengo, observando cómo se deja caer en una de las sillas. Papá todavía es joven, pero últimamente siento que parece un hombre anciano, agotado y cargado de un peso invisible que le hunde los hombros. Cuesta un poco pensar esto luego de todo lo que hemos pasado, pero puedo decir que de verdad lo quiero mucho. Eso está ahí oculto, justo debajo de las frustraciones y el enojo y las ganas de gritarle cada vez que se manda una cagada que sobrepasa mi paciencia.

Él sonríe casi de mentira y yo me obligo a devolverle la sonrisa, asintiendo lentamente con la cabeza porque sé muy bien de lo que está hablando – sus tostadas siempre estaban crujientes, nunca quemadas – le recuerdo, apoyándome un poco contra el marco, ignorando su petición para que tome asiento. Creo que tengo una mejor vista de pie, porque de aquí puedo recorrer la cocina con la mirada y recordar bien cómo es que ella se movía por éste mismo lugar preparando las comidas más ricas que he probado jamás. O tal vez no eran tan ricas pero para mí siempre serán excelentes porque es lo que pensaba cuando ella me cocinaba y en ese entonces, no conocía mucho del mundo  - ¿y recuerdas cómo le gustaba cantar cuando regaba las flores de adelante? Siempre la misma canción – una muy alegre que mi abuela le cantaba cuando era pequeña y que, a veces, nos tarareaba a nosotros para que nos podamos dormir – y el vestido azul que le gustaba usar en la playa. Y cómo la enloquecía el helado de frutilla. Y el olor de su cabello que hacía cosquillas… -  automáticamente me llevo la mano a la cabeza, porque es la primera vez en mi vida en la cual me percato de que mi pelo es igual al suyo. Fino, lacio, como el de Melanie, como el de Shamel… incluso lo tengo lo suficientemente largo para, con esfuerzo, percatarme de que tiene el mismo aroma. A casa.

Me giro para alcanzar a ver el salón desde la entrada de la cocina, casi esperando que alguno de los tres interrumpa la escena, pero no lo hacen. Cuando suspiro dejo salir el aire hasta el punto que siento que me he desinflado. Sin muchas ganas, me siento junto a papá, cruzando las manos sobre la mesa y clavando la vista en ellas. Al cabo de unos cinco minutos me atrevo a volver a hablar – sueño siempre con ellos. En especial con Melanie. En mis sueños muere todo el tiempo – me muerdo la lengua porque las únicas personas que escucharon de esto fueron Amelie y mi terapeuta, pero ninguna de esas dos personas tenía una relación con mi melliza como nosotros. – una y otra vez. En mis brazos, o a lo lejos, en la oscuridad…  - paso saliva y vuelvo a mirarlo.  ¿Seguirá echándome la culpa de que yo no pude salvarla? ¿Me odiará como  dijo que lo hacía? Como respuesta, tanteo en uno de mis bolsillos y la saco. La nota. Se la dejo justo enfrente, sobre la mesa.

Todavía se pueden leer las palabras:

Papá: Si tú sigues yo sigo”
“Te quiero”
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- ¿Todavía sigue ese acuerdo? – pregunto en un murmullo. La verdadera pregunta sería “¿sigues creyendo de verdad que me odias?”
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Paso mis dedos por mi pelo, revolviéndolo y acomodándolo después de un rato al darme cuenta de que sigue tan desordenado como siempre, mientras las palabras vienen y van mezcladas entre todos aquellos recuerdos que me trae la soledad de mi casa en estos momentos. No es algo a lo que te acostumbres de buenas a primeras, pero con el tiempo todo se adecua en su lugar y apenas notas que lo que había ya no está, y que se termina por volver incluso borroso en tu memoria. Pero hablar con él de esto quizás si que sirva para hacernos dar cuenta de lo mucho que nos necesitamos el uno al otro, o más bien de lo que yo lo necesito a él porque ya dejó demostrado que está creciendo a un ritmo que yo ya no soy capaz de llevar, pero al cuál tendré que adaptarme tarde o temprano si no quiero volver a perderlo - Siempre la misma canción - la recuerdo. Esa melodía que inundaba todo el hogar y que incluso hacía que muchos de los vecinos se quedaran prendidos a sus ventanas para terminar de escucharla. Quizás un tanto extraño e incluso misterioso, pero siempre pasaba igual y yo no puedo evitar sonreír ante aquella imagen mental. A veces desearía poder tenerla conmigo de nuevo para acunarla en mis brazos y decirle lo mucho que le quiero. Recuerdo el olor de su cabello, como poder olvidarlo - Además apenas la hacíais enfadar, recuerdo que el de las reprimendas siempre era yo... ella siempre estaba tranquila y trataba de mediar para que no llegáramos a matarnos entre todos - sonrío. No matarnos de una mala manera, pero tanto las trastadas de los pequeños como las de Shamel que se mostraba más serio ante estas cosas a veces me sacaban de quicio y había que reprender de alguna forma u otra. Nunca llegábamos a las manos, tan sólo hacían falta las palabras. Y Mila lo hacía todo más fácil, tan fácil que incluso me resulta doloroso.

Miro la palma de mi mano como si no fuera mía, como si aquella noche hará varios meses cuando volvió de aquel lugar no hubiera sido yo, como si con eso pensara que algo me había poseído y hacerme darle un golpe que lo dejó incluso más tocado que cualquier otra cosa. Soy consciente de que la misma soledad que yo estoy viviendo la está viviendo Ben en aquella isla, porque sus suspiros son más acentuados últimamente - Volveremos a verlos, volveremos a verlos - asiento con la mirada gacha, levantándome entonces para abrir la nevera y empezar a preparar algo de almuerzo pues ya casi llega la hora. Empiezo a coger varios cuencos donde voy dejando diferentes ingredientes. Huevos, harina, diferentes tipos de embutidos y algo que sirva para aderezar la pizza que tanto le gusta, la que no llegó a tomar la última vez - Esta no saldrá volando, ya vas a ver - le guiño un ojo escuchándolo hablar como si se le fuera la vida en cada palabra al recordar tantas cosas. Que aún sueñe con Melanie hace que me pare un momento para mirarlo, preocupado verdaderamente porque sus pesadillas se hayan vuelto más acusadas ahora que no tiene a su familia cerca - Yo también Ben, yo sueño con ellos a menudo... aunque siempre suelen ser sueños bastante tranquilos, hasta que todo se oscurece y... desaparecen - y me levanto casi gritando en medio de la noche, aferrándome a las sábanas y haciéndome daño en las palmas de las manos con mis propias uñas, sudando y respirando difícil - Terminan desapareciendo, eso dice Yvonne - me encojo de hombros aunque no es un asunto del que pueda despreocuparme tan tranquilamente.

Empiezo a amasar la masa con mis manos, que ya están limpias del todo al haberlas lavado antes de empezar a siquiera coger los ingredientes, y no me percato de lo que está haciendo en la mesa hasta que vuelve a hablar. Me giro para mirar la nota que descansa en su mano y que ahora deja caer en la mesa, quedándome completamente de piedra.

Guarda esa nota.

Pensé que no querría acordarse, que olvidar lo que pasó aquella noche sería lo mejor para todos, pero al parecer no pudo ser... de hecho casi me atrevo a decir que si la ha guardado es porque de veras necesita aferrarse a algo que le demuestre que le importo. Dejo escapar un leve suspiro que apenas se oye alcanzando uno de los bolígrafos que descansan en una de las repisas al lado del ventanal que da a la playa, el cuál se ve completamente tranquilo con varias personas dando un paseo mientras el Sol deslumbra un poco. Me acerco a la mesa y me pongo de cuclillas para llegar a la nota, tomándola entre mis dedos y colocándola de nuevo a la mesa para poder escribir. Cuando termino se puede leer claramente un "Nunca voy a dejar de quererte." con una letra que titubea de vez en cuando, pero firme y clara a fin de cuentas. Se la entrego para que la lea y me lo quedo mirando desde la altura a la que estoy, de cuclillas, con una leve sonrisa - Nunca has tenido la culpa de nada, nunca - hago una pausa para tomar aire estrechando con fuerza una de sus manos - Y si alguna vez lo di a entender, quiero que te olvides y que no pienses más en ello, porque yo nunca voy a poder odiarte por algo que no hiciste - con el paso del tiempo me hicieron dar cuenta de que él hizo todo lo que pudo y que no por no haberse salvado también su hermana iba a significar que él tuviera la culpa - No pudiste hacer más, y tú estás vivo, ¿no? Mamá, Shamel, Melanie... ellos no querrían vernos separados desde allí arriba - señalo al techo con mi mano libre, terminando por sonreír del todo - Ellos nos querrían ver unidos, así que si, ese acuerdo sigue en pie - desde entonces no he bebido apenas. Me he mantenido fuerte y lo he conseguido - Ahora, como dijiste entonces, ayúdame a seguir - escucho los ladridos de la perra, mientras miro de reojo a la encimera que sigue llena de ingredientes. Le hago un gesto con mi cabeza, para indicarle si me ayuda, dejando apartadas todas las preguntas que tenía sobre su trabajo, no me interesa. No me importa. No tiene más remedio. Y yo le quiero.
Elioh M. Franco
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
- Sí, tú siempre fuiste el gruñón amargado – bromeo, dejando que se me escape una sonrisita que incluso pretende ser cariñosa. Es una de las pocas cosas que me pueden hacer sonreír en momentos como este. No creo que volvamos a verlos, ni tampoco creo que las pesadillas acaben desapareciendo, pero no le digo nada de eso, porque él parece demasiado feliz con la idea de poder comer la pizza que me debe como la familia normal que se supone que deberíamos ser. No sé como se supone que papá sigue siendo padre después de que casi todos sus hijos se murieron; tampoco entiendo cómo es que las cosas terminaron de esta forma recién cuando pasó tanto tiempo. ¿Tuvo que morir Mel para que pudiese darse cuenta de lo que estaba pasando? ¿Tuve que quedar solamente yo para que él abra los ojos? En su cara veo la sorpresa por haber conservado aquel recuerdo, pero intento mostrarme impasible, haciendo un enorme esfuerzo por no desviar la mirada, o salir corriendo, o cometer alguna estupidez de la cual luego me arrepienta.

Se toma su tiempo en busca un bolígrafo y en ningún momento dejo de mirarlo, hasta que al final se inclina sobre el papel y comienza a garabatear unas palabras que consigue que estire el cuello para intentar leerlas antes de tiempo. Al final me entrega la nota y, en cuanto la leo, noto como la garganta seca me raspa y no puedo evitar estrujar el papelito entre mis dedos, volviendo a alzar la vista a él en cuanto me habla y aprieta mi mano de un modo que casi me dice que planea retenerme cerca el mayor tiempo que pueda. Durante mucho tiempo intenté pensar en que sus palabras habían sido por el enojo, pero siempre había una vocecita molesta y maliciosa que me decía que él en realidad me odiaba y que no debía regresar nunca al distrito cuatro. Que él podía vivir sin mí, yo sin él, que él envejecería en su taller y yo en la isla, hasta transformarnos en dos completos extraños a los cuales nadie extrañaría. Al final ni siquiera tengo que decir nada. Solamente asiento con la cabeza y me levanto de la silla, regalándole un torpe y fugaz abrazo que le da paso a un momento tan simple como el de preparar la comida juntos.

Tras lo que parece ser la mejor pizza de mi vida, tiene paso una de las tardes que creí haber olvidado. Cuando todo parece sumirse en una tranquilidad olvidada, empujamos el bote en el cual, anteriormente, éramos cuatro personas en lugar de dos, mientras mamá se preocupaba en preparar la merienda. Supongo que los honramos en los momentos en los cuales festejamos cuando un pez pica el anzuelo, o nos reímos por chistes que solamente entendemos nosotros, mientras Gigi espera se asoma por el borde y se permite mojar su trompita en el agua. Y ahí estamos hasta que el sol se oculta. Como padre e hijo.
Benedict D. Franco
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