The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
- No lo entiende... ¡tiene que dejarme verla!

Mi petición hacia los médicos estos últimos pocos días siempre fue la misma, pero en la mayoría de los casos solamente me cierran la puerta en la cara y en los demás, me dicen que Arianne no ha despertado todavía. He hecho rabietas, me he quejado con Derian, me quedé en la sala de espera hasta que me sacaron casi a los tirones y hasta llegué a amenazar al guardia con que le rompería la nariz si volvía a ponerme una mano encima (y él sonó los nudillos como si fuese a romperme la mía, pero me fui antes de descubrir si era capaz). Los juegos han terminado hace una semana y mi mundo se puso de cabeza. Recuerdo haber estado pegado a la pantalla con Derian y la estilista en nuestra planta durante las horas finales de la arena y mis uñas han sido las que salieron perdiendo; la del meñique está básicamente consumida. Mi cerebro todavía no tiene la capacidad de comprender lo que ha pasado, porque las imágenes son confusas  y me digo una y otra vez que lo que vi en la televisión fue una treta. Alex no está muerto. Arianne no lo ha matado. Todo fue un juego de cámaras, que lo sé yo. En el fondo también sé que Alex sí murió y no tuve tiempo de llorarlo ni de asimilar cómo me siento al respecto de que ella fuese su asesina, incluso cuando parecía que no deseaba haberlo hecho. Apenas los juegos terminaron nos pusieron en movimiento y todo el tiempo veo cámaras allí a donde vaya, porque es la segunda vez consecutiva que el cuatro gana y lo normal es que estemos en todas las malditas noticias. De todas formas yo no hablo mucho nunca, sino que me limito a estar de fondo... creo que todo el país se dio cuenta de que no soy capaz de decir palabra alguna sobre la muerte de un amigo. También apuesto a que si tuviese el tiempo para detenerme y meditarlo, no podría soportarlo. Y Silván... ver muerto al gemelo de Seth me ha dejado fuera de sitio. Supongo que en cuanto tenga algún momento, deberé encargarme de los hermanos de los muertos.

Pero ahora no. Llueve a cántaros (probablemente por la pesadez de los últimos días de verano, que son insoportables), así que no estoy seguro de que la recepcionista del hospital me escuche cuando golpeo una vez más el vidrio que la separa de mí. Sus ojos de sapo, cansados, me miran con irritación y dudo de que pueda reconocerme con el pelo empapado en la cara y el sombrero de lana que combina con la chaqueta azul oscuro, pero apuesto a que quiere ahorcarme con los pompones que le cuelgan de ambos cordones. Una de esas cosas horriblemente infantiles que mi estilista me hace usar teniendo el cuenta el clima y los periodistas que tienen permiso a venir a hacer notas - ¿tú otra vez? - me espeta. Sí, al parecer sí me reconoce. Yo hago una muequita que claramente dice "¿quien más?" - si no me deja pasar a verla, le ensuciaré todo el pasillo de barro. No quiere eso, ¿no? - estiro los brazos para enseñarle que estoy chorreando y puedo ver como su rostro se transforma ante la idea de salir de su hermosa cabina y darse un buen resbalón. Así que sonrío de forma triunfal cuando ella llama por el comunicador a los médicos, anunciando que Arianne Brawn tiene visitas. Y eso significa que ya ha despertado.

En cuanto me dan el número de la habitación, doy las gracias y me alejo escuchando los pasos húmedos de mis zapatillas, sin molestarme en pedir disculpas por la mugre. Veo el número 130 al final del pasillo y los últimos metros me doy cuenta de que respiro con mayor lentitud, hasta que me detengo frente a la puerta y dudo, estirando una mano temblorosa hacia la manija. ¿Con qué me encontraré? Ni siquiera estoy seguro de estar listo para enfrentarme a alguien que ha matado a mi amigo para sobrevivir. No la culpo y al mismo tiempo, no puedo evitar hacerlo - vamos, no seas idiota - mascullo para mí mismo, y abro la puerta. La habitación, como todo el hospital, es tan blanca que me marea. Echo un vistazo alrededor hasta fijarme en la cama, donde me encuentro con Arianne y noto como el corazón se me salta un latido de un modo algo desagradable.

- Hola - es lo único que se me ocurre decir y me fuerzo a sonreírle, aunque creo que no me sale tan amistoso como esperaba. Simplemente sale. Sin emoción. Cierro a mis espaldas y me acerco hasta detenerme al pie de su cama y así puedo mirarle como corresponde. No puedo felicitarla. Eso hasta sería hipócrita viniendo de mí. Así que golpeteo los dedos contra el borde de la cama de forma casual y los observo para no mirarla a ella - volviste. Sabía que podías volver - siempre lo supe en realidad. Pero ojalá hubiese podido salvarlos a ambos. A veces el destino nos jode hasta el punto que se transforma en un hijo de puta.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Los días han pasado muy, muy lentos. No recuerdo mucho lo que ha pasado, solo se que estoy todo el santo día acostada en una cama y que las paredes blancas me abruman y me hacen pensar que estoy encerrada en un sitio, aunque... realmente es así, estoy encerrada y no me dejan ni bajar los pies de la cama sin estar alguien encima de mí, cosa que hace que me ponga a gritar como una histérica, les grite todo tipo de insultos y les intente golpear con lo primero que pillo a mano. Quizá por eso no hay jarrones, ni marcos de fotos ni todas esas tonterías que te llevan al hospital cuando estás enfermo o cuando acabas de ser operado. La diferencia aquí es que yo no estoy aquí por que esté mala ni porque me hayan operado sino porque salí demasiado herida de la Arena. No me ha dado tiempo a pensar en eso, es más, ahora mismo mi cabeza es un amasijo de recuerdos que se entremezclan con otros y no sé exactamente cuales sucedieron primero y cuales después, solo se que no me gustan y que prefiero no tenerlos en mente. No es complicado no recordar nada de eso, porque cada vez que despierto es como si me sacaran de lleno de una pesadilla, cuando miro hacia todos lados me doy cuenta de que estoy en el hospital pero no hay nadie, estoy sola, y recuerdo el por qué, lo que hace que grite, que me intente saltar de la cama para salir de éste lugar y , como siempre, llegue el doctor con todas sus prisas, pida ayuda para sujetarme y después me pinche en el brazo una jeringuilla que siempre tiene el mismo efecto, me voy poco a poco, noto como la cabeza me pesa toneladas y cuando vuelvo a abrir los ojos se que he estado mucho tiempo durmiendo.

No soy tonta así que se que me tengo que comportar para que no me pinchen de nuevo. Abro los ojos y miro, como siempre, hacia todos lados en busca de alguien dentro de la habitación, y, ahí está, el doctor está sentado en una silla con una libreta sobre sus piernas y lee algo, parece que no se ha dado cuenta que me he despertado hasta que me intento incorporar y noto un fuerte pinchazo en la pierna, lo que hace que suelte un quejido de dolor y él levante le mirada de su libreta y, después, se levante como un resorte de la silla llevándose la mano al bolsillo. Lo observo fijamente con cara de mal humor, odio que se toque el bolsillo, sé lo que vendrá a continuación. -No voy a hacer nada para que me tengas que pinchar de nuevo- digo seria observándolo. Aprieto los labios tragando saliva con dificultad, y veo como, al final, con cierta desconfianza, se acerca hasta mi. Gruño por lo bajo molesta pero lo dejo acercarse, contesto a todo lo que me dice aunque algunas de sus palabras me suenan como lejanas y me cuesta contestarlas porque no sé exactamente que es lo que me está preguntando. Cruzo los brazos sobre mi pecho molesta por tanta pregunta cuando me da un pequeño flashazo que hace que apriete las manos en mis brazos y me intente levantar de la cama tirando de todos esos tubos que tengo en los brazos que se desenganchan, y duele, de golpe. -Necesito salir de aquí, le dije a Alex que le llevaría las medicinas, pero resulta que mis mochila no estaba es muy estúpido eso, ¿no cree? Yo juraría que llevaba la mochila en mi espalda, es más, le quité la flecha, ¿lo habéis traído conmigo? Tengo que verlo, somos amigos, le disparé... pero no está muerto, seguro que sigue por aquí, no le di en el corazón así que tiene que estar, ¿verdad? Llevame con él, por favor, por favor, por favor, juro que me voy a postar bien, que no voy a salir corriendo ni nada parecido. - suelto todo de golpe para después parar y tomar una gran bocanada de aire y seguir hablando, pero el rostro serio del hombre hace que me calle y lo mire con desconfianza. -¡NO ME PODÉIS NEGAR QUE SALGA DE AQUÍ! ¡NO QUIERO ESTAR AQUÍ ENCERRADA!- le grito empujándole hacia un lado con fuerza, pero mis gritos han alertado al hombre que siempre está en la parte de fuera esperando para que nadie entre o para que yo no me escape, ¿cómo se supone que me voy a escapar? Entra de golpe y ve al médico que le hace un gesto para que me sujete y se palpa el bolsillo. -No, no, no, no, no. Me siento, mirad, mirad- voy corriendo hacia la cama y me tapo hasta la cabeza con la sábana blanca -me voy a portar bien, de verdad...- noto las lágrimas en mis ojos y aprieto los labios con fuerza. No escucho nada, nada... pero no retiro la sábana de mi cabeza, seguro que están ahí todavía. Al final escucho pasos y la puerta se cierra. me muevo un poco debajo de la sábana y me asomo para ver que no hay nadie en la habitación, que estoy sola, otra vez.

Me acuesto mirando el techo de la habitación, notando como todo la vueltas a mi alrededor, y el ruido del suero golpeando al suelo, porque se está cayendo al haberme arrancado el tubo antes, me pone nerviosa porque lo que agarro el tubo y lo pongo debajo de la almohada. Se que todo se va a mojar pero me da igual. No pienses, no cierres los ojos, no hagas nada, Arianne. me digo a mi misma sin retirar la mirada del techo, totalmente blanco, y notando como los ojos me pican al no querer, ni siquiera, parpadear. Parpadeo al final notando como las lágrimas corren por mis mejillas y escondo la cabeza debajo de la sábana de nuevo, y me tapo por completo al escuchar el ruido de la puerta abrirse. El médico arrepintiéndose de haberme dejado sin sedar que vuelve para terminar el trabajo, no sé que ganan exactamente teniéndome todo el día dormida. Pero no. Cuando escucho la voz el hilo de mis pensamientos se pierde, se rompe en mil pedazos y dejo de respirar como si así consiguiera desaparecer y no estar aquí. No me muevo hasta que vuelve a hablar y me muerdo el labio inferior con fuerza, tragando saliva después. -¡Pues tenías que haber deseado lo contrario! Era tu amigo, a mi no me conoces, ¿por qué se supone que me tenías que mandar algo a mí? ¿Por qué pensabas que yo podría volver?- le grito quitándome la sábana de encima de la cabeza y mirándole enfadada -¡yo no quería volver teniendo que hacer eso!- presiono ambas manos contra mi rostro, pero luego retirándolas y mirando a Benedict, me arrastro sobre la cama hasta que llegar a la parte inferior donde está él. -No hice nada, ¿verdad? ¿Verdad? Mi cabeza es un lío, no... recuerdo cosas que yo no he podido hacer, pero parecen verdad y no las entiendo, y... luego ese médico no para de hacerme dormir porque dice... dice que grito, que tengo heridas y tendría que estarme quieta, ¡pero no puedo estarlo! ¿Cómo voy a estarlo cuando no recuerdo si... si...? - susurro el final de la frase sin llegar a terminarla y me alejo de él hasta apoyarme en la almohada de nuevo y mirarlo con miedo a Benedict pero me sobresalta un trueno que hace que grite con fuerza y me ponga las manos en los oídos. -No me quiero quemar, no me quiero quemar, si no pienso en el fuego y lo ignoro desaparecerá, todo desaparece siempre- susurro más para mi que para que me escuche él, con las manos presionando con fuerza mis orejas.
Arianne L. Brawn
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Por un momento creo que va a ignorarme el resto del día metida abajo de las sábanas y eso me decepciona debido a todo el trabajo que hice intentando entrar a este cuarto, pero entonces ella me habla de un modo que consigue que dé dos pasos para atrás y que por poco no resbale con el agua que yo mismo he chorreado, además del barro, de modo que me patino un poco pero consigo mantenerme de pie. Las palabras que me gritan me dejan un momento mudo y me doy cuenta de que tengo la boca ligeramente abierta, mientras que el significado de lo que me dice parece golpearme con bofetadas frías y realmente fuertes. ¿Eso es lo que piensa de mí? ¿Eso es lo que realmente se le cruza en la cabeza ahora mismo? - ¡prometí ayudarte! - le espeto, notando como la voz me tiembla un momento. También prometí ayudar a Alex... hice lo que pude, hablé con el padre de Zyanelle, Derian se encargó de enviarle los regalos... ¿qué esperaba que hiciera? Miro esos ojos azules que no se parecen en nada a los que recuerdo y tengo la ligera sospecha de que la chica que bailó conmigo en la coronación se murió en la arena y no es quien tengo enfrente. Y odio saber lo que siente, porque sigo estando ahí, creyendo que debería haber muerto en lugar de alguien más y que todo esto está mal y mil cosas más que no le digo porque soy un cobarde para expresar ciertas cosas.

Ella se arrastra por la cama como un animal enjaulado y yo vuelvo a acercarme como si esperase escuchar un secreto, pero lo que me dice me descoloca por completo. No sé que se supone que tengo que decirle a una chica que está perdida y tampoco soy tan cruel para decirle que ha matado a su aliada, a nuestro amigo ni que se le murieron las personas que le importaba, así que me limito a lanzarle una mirada que indica claramente que todo es verdad pero que soy incapaz de abrir la boca - ¿de verdad me preguntas todo esto? - digo en voz baja, sintiéndome un poco duro con ella pero es que solamente no puedo evitarlo - Arianne, siento mucho que todo esto te haya pasado, pero tampoco puedes... yo no puedo... - ¿qué? ¿Seguir siendo unos pobres infelices? ¿Yo me veía tan desquiciado hace unos meses atrás? Soy tan inútil que no hago otra cosa que quedarme quietito y congelado en mi lugar en cuanto se aparta y reprimo las ganas de decirle que no lo haga, que se quede cerca, porque así la puedo vigilar mejor y siento que está un poco más enfocada. Pero en lugar de eso,  grita por culpa de un trueno que hace temblar las ventanas y se tapa los oídos susurrando cosas que consiguen que piense en llamar a algún médico, pero como los detesto no le haría eso.

Me doy cuenta de que no sé manejar situaciones así cuando me demoro un buen rato en tomar una decisión, odiándome por no poder ser más listo o más maduro o lo que sea que se tenga que ser en situaciones así. Me quito el sombrero de lana y lo dejo colgado del borde de la cama como si fuese un perchero, consiguiendo que mi cabello mojado quede de punta, para luego acercarme a ella y sentarme en la cama. Me muerdo el labio inferior al preguntarme si estaré haciendo bien o mal, pero al final pongo mis manos sobre las suyas con cuidado y tiro de ellas hasta quitárselas de las orejas - Ey, Ari, mírame - le insisto, intentando no gritar ni sonar como un pesado - estas aquí, y estás bien, y no hay fuego. Son truenos. ¿No te gusta la lluvia? A mí me gusta porque es igual a la del distrito cuatro. Ya sabes, no todo ha cambiado... - es mentira, todo cambió, pero no es momento de decirlo. Le sonrío un poco y aparto las manos con lentitud, por si tengo que volver a tomarlas antes de que haga alguna tontería - No te odio por lo que pasó, ¿sabes? - por un momento creo que le estoy mintiendo otra vez porque, en cuanto recuerdo lo que le hizo a Alex, siento el impulso de saltar sobre ella. Pero al mirarla mejor sé que no puedo hacerle eso porque ella solamente actuó por instinto. Como yo o como todos. Suspiro y me acomodo en la cama, a la cual me doy cuenta que estoy ensuciando por completo - creo que tendrán que cambiarte las sábanas esta noche. ¿No te parece una buena excusa para salir de este cuarto al menos un momento? Creo que en la cafetería tienen pastelitos - va a detestarme más de lo que ya me detesta, estoy seguro, pero si no buscamos el modo de que salga de ésta, jamás lo hará.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
No entiendo lo que me dice, para mí no son más que palabras sin sentido, cosas que... se han reproducido decenas de veces en mi cabeza, pero aún no he sido capaz de estar despierta y llorar por todo lo sucedido, de pensar y de asimilar que todo aquello era real... o puede que no, es decir, Theseus me atacó en la playa y era mentira quizá todo ésto de que Alex ha muerto también es mentira, todo una gran mentira que me está gastando el Capitolio y yo me la estoy creyendo, todas las cosas que he escuchado son mentira, mis recuerdos son mentira, todo ha sido metido dentro de mi cabeza sin que pudiera defenderme, sí, tiene que ser esa la respuesta porque no le veo otra. Miro a Benedict entre con miedo y confusión. Se quien es él, se que me mandó algo, se que era amigo de Alex... pero está aquí, sabiendo lo que dicen de mi dicen que he matado a Alex, ¿cómo voy a matarlo? Era mi amigo, no es posible. Y aún menos posible que él matara a Theseus, ¿por qué me tienen que mentir así? ¿No ven que hacen daño a los demás? Hago un pequeño puchero a Benedict asustada. Arrugo la nariz cuando habla y muevo la cabeza hacia ambos lados confundida. Parezco una niña perdida, una niña amnésica, cuando en absoluto es así, solamente no entiendo mis recuerdos, no entiendo los momentos nuevos que hay en mi mente y no los ubico bien, además de no creer que sean recuerdos míos porque no es propio de mi lo que recuerdo. Me alejo, de él y me refugio contra la parte superior de la cama. Ahora quiero dormir, nadie me puede ayudar, no quiero ayuda, solo quiero dormir aunque... cuando duermo veo siempre lo mismo, y no me gusta, no, no me gusta nada, en absoluto, odio esos sueños, siempre sueño lo mismo creo que estarán metiéndome alguna sustancia para que mis sueños se repitan una y otra, y otra vez.

Es fuego, es el crepitar de las llamas. Hay fuego por todos lados, hay fuego a mi derecha, a mi izquierda, estoy rodeada, no tengo hacia donde correr, no puedo ir hacia ningún sitio. Cierro los ojos con fuerza presionando cada vez más contra mis orejas las manos, cosa que empieza a doler, pero no quiero escucharlo. Si ni lo veo, ni lo escucho desaparecerá, dejará de ser real, se perderá de mi mente. Todo está en mi mente y tienen que desaparecer, si no les presto atención desaparecerán. Las llamas se apagarán y podré salir de aquí. Unas manos se posan sobre las mías y sé que los espectros han vuelto, que están aquí y que no voy a poder hacer nada, me vas a arrastrar de nuevo, me van a hacer correr de nuevo hasta el acantilado donde veré a Jesse y Alexander y pasará lo de siempre, pasará lo que sucede en todos mis sueños; pero no es así, no aparece el sable frente a mi sino que una voz me nombre y dice que lo mire. Abro los ojos para fijar mi mirada en Ben que está sentado en la cama frente a mí, cogiéndome de las manos para retirarlas de mis oídos. Parpadeo un par de veces seguidas notando como las lágrimas me pican en los ojos y lo miro escuchando sus palabras para luego intentar separarme un poco de él. Niego con la cabeza rápidamente. -No, no me gusta. No me gusta el fuego, ni el agua, ni la lluvia. No me gusta.- repito otra vez rápidamente y tragando saliva con fuerza, cierro los ojos con fuerza y cuando los vuelvo a abrir lo miro con pena bajando la mirada hasta mis rodillas. -Yo no quería...- niego con la cabeza con ímpetu  y golpeo con las manos la cama, con cuidado de no darle a él. -él me atacó, yo no tenía que estar allí, yo estaba lejos, pero me gritaba y me decía cosas feas, y luego gritaba y el fuego estaba allí...- susurro acelerada y acercándome de nuevo hacia él cogiendo su manos entre las mías. -¡Me tendrías que odiar! ¡No quiero que nadie más me mienta! ¡No quiero que me mientas!- le suelto la mano rápidamente y me alejo de él de nuevo cuando se acomoda en la cama. Lo miro de arriba a abajo.

Me bajo rauda por el otro lado de la cama y camino hacia atrás para alejarme de él, cuando mi cuerpo choca contra la pared y otro trueno suena, doy un salto y miro hacia todos lados. -¡No lo entiendes!- le grito mirando hacia todos sitios -¡Yo quiero salir! ¡Pero todos mienten! Hacen como que son tus amigos pero cuando los necesitas te dejan o cuando les das la espalda te atacan- grito con lágrimas en los ojos. Camino de un lado para otro en la habitación hasta que piso el barro que hay en el suelo y caigo de culo directamente. No me da tiempo a agarrarme a ningún sitio, solamente caigo de golpe al suelo y me golpeo contra la cama. Grito de nuevo y me agarro a la cama para intentar levantarme, y cuando lo consigo, me quedo de pie mirándome el feo camisón blanco que ahora está todo sucio. -¿Me vas a sacar de aquí?- pregunto casi histérica. Se que antes me ha dicho de salir, pero no me fío, no me fío de la gente que hay aquí, solamente me quieren hacer dormir, de lo cual no se la razón, y  yo solo duermo cuando quiero, no me gusta que me obliguen a hacerlo. -Me porto bien, ¿vale? No te voy a gritar, ni nada de eso, lo prometo.- digo acercándome a él y sentándome en el borde de la cama para mirarlo con gesto de pena.
Arianne L. Brawn
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Por un momento intento ponerme en su lugar y, para mi desgracia, descubro que no me es realmente muy complicado. Ella ha perdido a Theseus, yo he perdido a Melanie; dos personas que significaban el mundo para nosotros, o al menos eso puedo deducir luego de las cosas que he visto en pantalla. Ella ha perdido a Alex, yo a Martin... y de maneras injustas. Y la peor parte es que ella carga con esa muerte sobre sus hombros. Casi pero casi me voy de la habitación, pero ella comienza a decir todas las cosas que pasaron por su mente, golpea la cama y la comprendo, así que me encuentro asintiendo con la cabeza para dejarle en claro que me quedaré aquí y que no iré a ninguna parte porque no puedo dejar sola a una persona que me necesita. Ari toma mis manos y yo observo esa pequeña unión por un momento, notando que las palabras se me escapan y mantengo la mirada baja, como si de verla a los ojos perdiese toda la capacidad de decir algo coherente de lo que luego no me arrepienta - ¡Yo no te estoy mintiendo! ¡Ya deja de creer estupideces! - dejo salir sin poder contenerme, dándole un apretón a sus dedos - si te odiase, si nada de esto me importara, no estaría aquí, ¿no crees? - eso es lo que hace la gente a la cual no  le importas, simplemente desaparecen.Creo que con el tiempo fui capaz de darme cuenta de eso, sino... ¿por qué jamás he podido hablar con mi padre desde que me fui del cuatro? Porque parece no importarle. Seguro está demasiado ocupado con sus botellitas como para darse cuenta de lo que pasa detrás del límite de sus copas.

En cuanto me suelta me froto las manos contra las piernas como si de aquel modo pudiese quitarme la sensación del firme agarre, pero no se me pasa desapercibido el hecho de que se baje de la cama por el otro lado y por un momento estoy por burlarme de ella, pero no lo hago cuando veo como se sobresalta por culpa de un nuevo trueno, lo que provoca que me recuerde a un cachorrito herido y asustado. Arianne tropieza entre su parloteo y cae al suelo por culpa de mi barro y no puedo contener la risa que ahogo, pero que transforma mis labios en una sonrisita pequeña, torcida y obviamente reprimida. A veces detesto ser tan infantil cuando el momento no es el adecuado, pero...¡por favor! - ¿estás bien? - me limito a preguntar, pero ella parece tomar tarde mis palabras de antes y se me sienta al lado, obviamente deseosa por salir. Su puchero me desconcierta un poco y me demoro un momento en responder, mientras la miro y me pregunto cómo podré hacer que nos dejen andar por ahí sin vigilancia teniendo en cuenta lo pesados que son. Pero no puedo decirle que no a ella, no ahora - claro - afirmo, asintiendo con la cabeza - pero te vas a portar bien, que no queremos que nos griten otra vez. A veces son peores que una madre sobreprotectora - no sé por que digo eso porque apenas recuerdo como era el tener una madre así, pero creo que ha entendido mi punto.

Doy un saltito para ponerme de pie y noto como mi ropa mojada me pesa, pero no le presto mucha atención. Me quito el cabello mojado de la cara para ponerme el gorro otra vez, pero al final se lo coloco a ella en la cabeza y le sonrío, intentando darle ánimos con cualquier tontería - Ten. Hasta te sienta bien y todo. Y yo que creía que era un sombrerito ridículo - creo que fue Sophia la que me dijo que a las chicas le gustaba escuchar elogios (en una de esas discusiones tontas sobre que las niñas eran raras), así que supongo que no está mal intentarlo para hacerla sentir un poquito mejor. Le tomo la mano y tiro de ella para llevarla hacia la puerta, aunque al apoyar la mano en la manija me detengo un momento para mirarla en señal de advertencia - No tienes que gritar ni irte de mi lado, ¿de acuerdo? Nos meteremos en problemas. Si deseas volver a tu cuarto, me dices y ya - estoy hablando como hablan los adultos serios y me doy asco, pero es que no puedo evitarlo ahora mismo. Entonces, con lentitud, abro la puerta.

El pasillo se nota silencioso y vacío, aunque a lo lejos estoy seguro de que todos se encuentran sumidos en sus tareas y prefiero que siga así. Le insisto con un par de señas y tiro de ella, comenzando a caminar con cuidado de no caerme y escucho como el agua y la mugre de mis zapatillas van dejando huellas, que alguien más tendrá que limpiar. La lluvia sigue gulpeando contra las ventanas y estoy seguro de que luego será un desastre el intentar regresar a casa, pero no me preocupo por eso en cuanto abro la puerta de la cafetería, que se encuentra vacía excepto por el avox detrás del mostrador y un vencedor ya anciano que se encuentra ocupando una mesa con gesto ausente y charlando con un palito de queso. Niego con la cabeza y la obligo a sentarse en una silla, poniéndole las manos en los hombros para impulsarla hacia abajo y ocupe su lugar - ¿qué quieres comer? - le pregunto, suspirando. Me giro, buscando cámaras de seguridad, porque sé que probablemente, no tenemos nada de tiempo. Pero es cuando la miro que me percato de un pequeño detalle y me inclino para estar a su altura y poder hablarle en voz baja - Ari, ¿tú me tienes miedo como a los demás? - tal vez ni en la cafetería se siente segura. Tal vez está atrapada en su mente para siempre.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Escucho sus palabras y me muerdo la mejilla por dentro. Sus palabras no son de verdad, ¿cómo puede habalr conmigo después de haber matado a Alexander? ¿Cómo puede hacerlo? Yo no podría hablar con alguien que hubiera matado a un amigo mío por mucho que su vida estuviera en juego, no... no sería capaz en absoluto. Aprieto los labios en un gesto de disgusto moviendo la cabeza hacia ambos lados. No quiero dar pena, no quiero que piensen 'Oh, la pobrecita de Arianne está mal porque ha perdido a gente, que egoísta, en vez de vivir la vida que ellos ya no pueden se machaca a sí misma'. Nadie entiende nada, no son capaces de comprender que todo ésto es una mentira, que yo no he hecho esas cosas que dicen, que no es real, que... tenga que ver esas imágenes para ver si son real, para ver si realmente yo fui... yo hice todas esas cosas que sueño. Que no lloré cuando maté a Rowena, que simplemente me sentí mal, pero que no lloré su muerte porque no la conocía; que maté a Jesse y ni siquiera miré su cuerpo, porque, al segundo, me enfrenté a Alexander totalmente enfada por su ataque y por sus palabras... no me molestó que me gritara que todo lo que le había dicho era mentira, me dolió más que dijera que me mataría como Theseus... no le hubiera creído, hubiera creído que era una mentira, que solamente era para desconcertarme pero, ¿cómo iba a saber sino de mi relación con él? Lo hizo, lo hizo y yo le maté, yo... ¿me vengué? No, no, no, eso no es propio de mí, yo no lo hice por eso, yo... yo no lo hice. No puedo aceptarlo, si acepto que hice todas esas cosas me destrozaré más, no podré dejar de pensar en esos sueños y cuando me despierte no podré convencerme a mi misma de que no eran pesadillas, de que eran recuerdos, recuerdos de cosas horribles que hice en la Arena. Muevo la cabeza hacia ambos lados asustada de mis pensamientos, asustada de querer huir de la realidad pero mucho más asustada de enfrentarlos y poder soportarlos.

Después de mi escapada, mi caída al suelo por el barro, que no se de donde ha salido porque antes no estaba allí, y mis súplicas cuando me siento a su lado y le pongo ojitos. Su afirmativa hace que una pequeña sonrisa aparezca en mis labios y asienta rápidamente con la cabeza a sus palabras.Me portaré bien, seré una chica buena, lo juro por todo lo jurable. No quiero estar más tiempo aquí encerrada, no quiero estar cerca de la ventana y de esos malditos truenos que me asustan y sobresaltan, quiero alejarme de ésta habitación, quiero andar, poder sentir los pies después de... ¿Cuánto tiempo he estado dormida? ¿Cuánto tiempo llevo aquí? Mi respiración se acelera mirando hacia todos lados de la habitación en busca de algo que me ayude a ubicarme un poco en el día en el que vivo, ¿cuánto tiempo hace que me tienen aquí? No recuerdo cuantos días estuve en la Arena, ni el día en el que entré en ella, no puedo encontrar... los recuerdos que deseo, por más que lo intento solo me choco con flashazos de ramas ardiendo, mutos, gritos y sangre, más sangre de que la he visto en mi vida y de la que jamás veré. Me miro las manos alarmada, por que noto algo pegajoso en ellas, por si es sangre, pero cuando las veo me fijo en que es barro, solo es barro... Respiro acelerada pero se para cuando noto que me ponen algo en la cabeza y giro los ojos hacia adentro para intentar mirar que me ha puesto en la cabeza -cosa que me da una visión bastante cómica- pero no puedo, así que regreso la mirada a mis manos justo cuando él las agarra y tira de mi para que me levante de la cama. Por fin algo de aire nuevo, algo diferente a éstas cuatro paredes que me ahogan.

Me coloco detrás de él con su mano cogida para no perderme, la verdad es que no se donde estoy y no estoy muy segura de a donde ir, es un hospital, tampoco creo que haya mucho en éste. Con la mano libre me toco el gorro y al bajar la mano por mi cuello toco uno de los pompones que me sobresalta y doy un pequeño salto hacia atrás. Los agarro los dos y le dirijo una mirada extrañada. ¿Llevaba con gorrito con pompones? Me hubiera reído, de verdad que lo hubiera hecho, pero solamente suspiro y suelto los pompones para regresar la mirada hacia él y asentir con la cabeza antes sus palabras. -Vale, vale, lo prometo.- digo empujándole levemente con la mano libre para apresurarle a salir de la habitación.

Cuando salimos al pasillo todo es silencio. Me extraña que no estuviera el armario empotrado, como he denominado al guardia de la puerta, vigilando al otro lado de la puerta, cosa que me desconcierta y miro hacia ambos lados del pasillo con urgencia. Cuando tira de mi mano camino detrás de él, cerciorándome entonces, de que no he puesto las zapatillas y que dentro de la habitación el ambiente parecía otro bien distinto pero aquí me está dando frío. Me abrazo un poco con el brazo que tengo libre mientras me apresuro detrás de sus pasos. Miro al suelo viendo las pisadas que va dejando y sigo sus pasos con mis pies, manchándome éstos. En la Arena hice lo mismo, para que no se supiera cuantas personas íbamos seguía las pisadas de mis aliados o ellos las mías y así parecía que iba una persona sola. Cierro los ojos con fuerza y casi tropiezo con Ben porque he acelerado el paso mientras estaba inmersa en mis pensamientos. Entramos en la cafetería y me obliga a sentarme en una silla. Miro a mi alrededor y veo que no hay nadie, cosa que me tranquiliza, porque temía horrores que hubiera más gente y tener que estar vigilándome todo el rato las espaldas. No me fío de nadie que hay aquí... ¿Quién me dice que no hay un familia de uno de los tributos que maté aquí? ¿Quién me dice que no se ha podido colar y que estaba deseando que saliera de la habitación? Trago saliva con fuerza mirando hacia todos lados cada un par de segundos de forma frenética. Cuando me pregunta mi mente para unos segundos y le dirijo una mirada confusa sin saber muy bien que decir. -Bueno... eh... no sé.- murmuro intranquila mirando de reojo al hombre que está sentado en la otra mesa. -Tú... no lo sé...- me llevo las manos a la cabeza tapándome los oídos con fuerza. -tú eres bueno conmigo, pero yo también lo era con los demás e hice cosas feas y...- me muerdo la lengua sin llegar a terminar la frase porque estoy alzando la voz y le he prometido que no lo iba a hacer, que me iba a comportar, que no gritaría, que sería buena. Le he prometido a un chico menor que yo que me portaría bien, como una niña de dos años cuando quiere salir de paseo pero nadie sabe como se comportará.
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Paso saliva porque sus palabras me hacen creer que ella piensa que yo soy capaz de traicionarla por la espalda, cuando yo jamás he sido una persona que llegase a considerar aquella opción, y no recuerdo que se me pasara alguna vez por la cabeza incluso durante mis juegos. Ni siquiera me preocupo porque se encuentre alzando la voz, sino que finalmente le doy una palmadita en una de sus manos para que se tranquilice a modo de consuelo, aunque bien sé que no servirá de nada. Solamente quiero dejarle en claro que estoy aquí para ella y ya - ¿acaso por quien me tomas? – respondo simplemente, e intento dedicarle una sonrisa cargada de burla – yo nunca te… - entonces me ataca el recuerdo, esa sensación odiosa de querer saltar sobre ella y culparla a gritos de la muerte de uno de mis pocos amigos en el mundo. Es casi como volver a vivir el momento en el cual recuerdo que la pantalla pareció borrarse un momento y fui incapaz de respirar o moverme del sofá mientras anunciaban la muerte de Alex. Incluso creo que Derian se marchó de la sala cuando dijeron que Arianne había sido coronada vencedora, pero yo no me salí de ahí hasta dentro de un buen rato. La peor parte es que solamente me moví como si me lo hubiesen ordenado y ya. Ni siquiera fui capaz de demostrar lo mucho que me había afectado.

Ahora tampoco puedo hacerlo.

Le doy la espalda y voy hacia el mostrador para tomar una bandeja y la lleno con todo lo que encuentro que parezca apetecible, aunque muy bien sé que la comida del hospital es asquerosa. Me hago con unos pequeños panecillos, algo de mermelada y pido dos chocolatadas, que tienen un color dudoso, pero igual le llevo todo y lo coloco sobre la mesa, frente a sus narices. Lo empujo hacia ella mientras tomo asiento, manteniendo la mirada ligeramente gacha – tienes que comer, te vendrá bien. Estás blanca como un papel– tomo mi chocolatada y la olfateo, seguro de que será horrible, y cuando le doy un sorbo no está tan mal, a pesar de que hago una mueca que indica claramente que he probado mejores. Mientras me dedico a beber en silencio la miro por encima de mi vaso, pensativo, fijándome en sus manos frágiles y en su rostro, tan diferente y a la vez tan familiar. Tal vez soy menor que ella, pero su estado me provoca las ansias de abrazarla y decirle que todo estará bien, de arroparla e incluso quedarme toda la noche vigilando que no tenga pesadillas, porque sé que llegarán. Sé que Alex, Theseus y los demás la visitarán en sueños, porque Melanie, Martin, Ryan y aquellos a quien maté o dejé morir siempre están conmigo cuando intento descansar. Me echan culpas, me murmuran palabras de odio o de auxilio, me recuerdan cosas que desearía enterrar en lo más profundo del mar del distrito cuatro. A veces me dan miedo esos sueños, porque creo que estoy loco y no me doy cuenta, pero no se lo preguntaré a ningún terapeuta porque no quiero que me encierren en el hospital o me den pastillas. Estoy bien solo.

Cuando me doy cuenta de que estoy intentando beber la nada misma porque me acabé el contenido del vasito, lo dejo sobre la mesa y estiro una mano para tomar la suya, a la cual le doy un apretón amistoso – no quiero que sientas que no … que no mereces estar aquí ni nada por el estilo. Pronto descubrirás que es un lugar de mierda, aburrido, que no te merece a ti, así que puedes visitarme cuando quieras para aburrirnos juntos – mis ojos recorren el contorno de su rostro y me fijo en los pompones que cuelgan del sombrero, lo que me hace sonreír sin mucho entusiasmo – sé por qué hiciste lo que hiciste. También sé que no querías hacerlo, así que no metas excusas conmigo. Yo también estuve ahí, ¿recuerdas? Y en estos meses aprendí que no hay nada peor y menos productivo que tenerse pena a uno mismo – le suelto la mano y arranco un trozo de uno de los panecillos, sacudiéndolo frente a su nariz cuando intento que se caigan las migajas flojas – te ganaste el derecho a vivir tu vida a costa de otras que te importaban más. Lo entiendo. Pero ahora debes decidir qué hacer con eso. Mi mamá… - bajo considerablemente la voz y me quedo mirando el panecillo entre mis dedos, que repentinamente no me parece apetitoso en lo absoluto - … ella decidió morir cuando mi hermano se fue. Fue su decisión, como también fue la de mi papá la de seguir una existencia vacía. Mi hermana y yo seguimos intentándalo. Al final solo estoy yo.

Me meto el panecillo en la boca y me limpio las manos con mi propio pantalón, masticando lentamente hasta tragar – mi punto está en que ahora tú debes elegir que papel tomar. Sea lo que sea, quiero que sepas que estoy aquí para ayudarte. A final de cuentas soy tu mentor, ¿no? – le sonrío de medio lado, dejando bien en claro que esa no es la palabra que en realidad buscaba. Era “amigo”.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Que creyera lo que me dice todo el mundo, en el fondo, sería algo bonito. Tendría su parte positiva y su parte negativa; la positiva sería que confiaría en los que rodean, que no estaría todo el rato pensando que me pueden traicionar, que en cuanto baje un poco la guardia me van a intentar herir o algo parecido, pero, por otro lado, estaría que tendría que reconocer que todo ésto no es una mentira, que mis recuerdos me pertenecen, que no es una mentira del Capitolio y no me han metido todas éstas imágenes en mi cabeza mientras dormía, que lo hice todo. Aunque se que es lo correcto, que debería afrontar las cosas porque, no todo el mundo me tiene por qué mentir, es mi obligación aceptar todas las cosas que he hecho, fueran queriendo o por puro instinto. Escucho sus palabras pero no les presto especial atención porque el dilema interno que tengo es suficientemente grande como para ocupar exclusivamente éste mi cabeza y mis pensamientos, pero, no puedo evitar, mirarle de soslayo cuando deja la frase sin terminar para después bajar la mirada a mis manos que están en el borde de la mesa. Recorro el borde con una dedo lentamente de un extremo de la mesa hasta el otro, debido a que la mesa no es excesivamente grande. -No te culpo por querer golpearme... puedes hacerlo, yo quiero hacerlo pero no tengo muchas cosas a mano que realmente me puedan hacer daño.- murmuro con una nota de disgusto en mi voz. No disgusto porque él, se le nota, quiera golpearme sino porque yo también lo haría encantada de la vida pero con lo único que me podría golpear en la habitación es con las paredes o contra la cama, y no creo que eso me haga liberarme como quiero.

Cuando se va de mi lado no me siento especialmente segura así que vuelvo a mirar hacia todos lados, en especial hacia la puerta por la que hemos entrado, no sé si hay más entradas para la cafetería, pero no me gusta estar en un espacio tan abierto donde me siento... indefensa. Si solamente tuviera mi arco... Me doy una bofetada a mi misma, por ese pensamiento, que resuena en la cafetería porque no hay ninguna voz que impida que ésto sea así. Me sonrojo rápidamente pero veo que Ben está cogiendo cosas y deseo que no se haya dado cuenta. Cierro los ojos con fuerza y luego pongo las manos sobre mis oídos para concentrarme en mis pensamientos sin que nada me moleste, sin el ruido de las pisadas del avox que se mueve detrás de la barra y me pone cardíaca. Subo las piernas a la silla y me siento sobre ellas sin retirar las manos de mis oídos. ¿Por qué tengo que pasar todo ésto yo? Yo nunca he ido contra corriente, siempre he hecho lo que se me ha ordenado y me están pagando con recuerdos de sangre  y dolor que no puedo controlar. ¿Qué lado es el bonito de ser Vencedor? ¿Por qué lo había deseado con tanta fuerza y sabía que perdería cosas para poder salir de la Arena yo? ¿Por qué lo había deseado? Mi respiración empieza a acelerarse conforme mis pensamientos gritan, cada vez más y más, dentro de mi cabeza hasta que me levanto de un salto de la silla mirando, otra vez, hacia todos lados, como si alguien hubiera estado susurrándome al oído o algo parecido. Pero aquí no hay nadie. Miro la expresión de Benedict que ha vuelto a la mesa, no se hace cuanto tiempo. No he escuchado sus palabras, si es que ha dicho algo, solo sé que en la mesa hay comida y la observo atónita. Mis manos se mueven nerviosas y me muerdo el labio inferior sin saber que hacer, si pedirle que nos vayamos, que prefiero estar en la habitación, aunque no me guste, pero que ésto es muy grande que noto como que alguien podría estar aquí... Soy una paranoica. me digo a mi misma un poco enfadada por los pensamientos encontrados que estoy teniendo, por los sentimientos enfrentados. Ganas de llorar de tristeza pero a la vez de romper cosas por la rabia, ganas de gritar por el enfado pero a la vez ganas de poder abrazar a alguien.

Me siento, nuevamente, pero ésta vez entrelazo las manos sobre mis piernas y me quedo un poco alejada de la mesa en la silla. Lo miro mientras come algo y después bajo la mirada hacia la bandeja. ¿Será tan mala la comida del hospital como dicen que es? Bueno... éste se supone que es el hospital de la Isla de los vencedores así que debería ser... ¿buena? Alargo la mano dubitativa hacia la bandeja cuando él alarga la suya y la pone sobre la mía apretándola levemente, alzo la mirada un poco confusa por ese gesto pero no la retiro, sino que escucho lo que dice con 'tranquilidad'.-No creo poder ser una buena Vencedora... muchos ganan porque les da igual todo, van matando sin más, porque quieren salir, fama, dinero, mundo... yo solo quería volver a casa, lo he hecho, sí, pero no así...- susurro lentamente -sé que suena estúpido porque nadie consigue salir de la Arena sin mancharse las manos.- concluyo apretando los labios con disgusto, ¿en qué momento pensé que yo sería diferente? ¿Pensaba que me regalarían mi billete de salida y ya está? Cuando retira la mano aprovecho para avanzar un poco la mía y coger el vaso, de lo que parecer ser chocolate, y acercármelo a la boca pero sin llegar a probarlo porque lo alejo de mis labios cuando sigue hablando y bajo la mirada. -Te diría que también estoy yo, pero... no sé si ahora mismo sería un... buen apoyo- termino por decir mirándolo con vergüenza. ¿Yo un apoyo? Puedo más ser una carga o una piedra atada a su pierna ahora mismo, porque con mis palabras solo conseguiría hacerle recordar, más de lo que debe recordar ya, el pasado.

Finalmente llevo el vaso hasta mis labios y bebo su contenido haciendo una pequeña mueca al quemarme la lengua pero intentando no en el quemado. Saco la lengua para intentar mirármela, que luego cambia a una pequeña sonrisa que esbozo mirándole. -Técnicamente... he dejado de ser tu tributo y tú mi mentor- puntualizo con la sonrisa en los labios pero que se borra casi en un segundo al pensar en que, bueno, ahora, supongo, que tendré que hacer lo mismo que él, intentar ayudar a tributos, a los tributos que yo misma, junto a Ben, elegiré. Cada vez se torna menos llamativo el hecho de ser Vencedora de ésta edición. -Pero al menos tendré a alguien en quien...-dejo la frase a medias y bebo otro sorbo del chocolate y después dejo el vaso sobre la mesa - con alguien en quien confío.- Lo he reconocido, ¿no? Creo que si tuviera que estar en éste sitio con Derian me acabaría volviendo mucho más loca y, a saber, quizá hiciera alguna locura. Es bueno tener alguien que parece cercano a tu lado.
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Tengo que hacer un enorme esfuerzo para no reírme en su cara, aunque obviamente no es por diversión o algo así. ¿De dónde sacó la idea de que podría regresar a casa? Salir de los juegos es meterse en esta isla e ir a casa es sinónimo de ver unos pocos días a esas personas que te importan que no hacen otra cosa que mirarte como si no te conocieran. En mi caso, papá apenas logra mirarme y Sophia insiste en que las cosas no han cambiado, cuando los dos sabemos que es así; además de ellos y de la señora Figgins, ya no hay nadie que me espere en el distrito cuatro, que en cualquier otra época de mi vida fue el sinónimo de hogar y seguridad. Y no, nadie sale con las manos limpias, y estoy seguro de que tampoco con la consciencia intacta; he visto a Amelie. Sé lo que le hace a las personas que parecen indiferentes.Ignoro esa parte de la conversación para parecer amable – cualquier apoyo es mejor que ninguno. Pero ahora yo no soy quien lo necesita – le lanzo una miradita significativa porque ambos sabemos que ella es quien está hecha un desastre, no yo. Al menos no tanto.

Veo su sonrisa y eso es suficiente para hacerme sentir que hice lo correcto al menos una vez, así que se la devuelvo con ganas – “técnicamente”… - puntualizo, burlándome de ella – yo debo enseñarte a ser mentora como Derian lo hizo conmigo, así que sigo siendo tu mentor en cierto punto – el doble de trabajo, aunque no es que me queje de ello. Desde un principio mi misión fue salvarla y lo hice, incluso dejando a Alex en el camino. ¡Lo que daría ahora mismo por volver a estar practicando para ese estúpido baile y el poder evitar todo lo que vino luego! Si tan solo hubiese sabido…  Que me considere digno de su confianza me produce una sensación extraña que me agita el pecho y me lo llena de calor, y no es hasta que noto que le estoy mirando con la cabeza ligeramente ladeada que me doy cuenta de que estoy bochornosamente conmovido. Cuando lo noto, muevo la cabeza para aclararme las ideas y carraspeo – es bueno saber que entonces confías en mí. Por un momento creí que tendría que convencerte de que no soy un muto ni un médico – me meto otro trozo de panecillo, ignorando por completo la mermelada, y balanceo un poco mis pies mojados, aunque para mi gusto descubro que los tengo apoyados en el suelo y tengo que hacer un esfuerzo para no se choquen; cuando subí al tren por primera vez, no tocaba el piso. Supongo que son cosas que debo soportar cuando mi hermana seguirá siendo por siempre una niña y yo no.

En cuanto miro la comida y me percato de que debo dejar de comer para dejarle algo a ella, pongo las manos sobre mis rodillas para evitar tentaciones y giro la cabeza, viendo como las gotas golpean el cristal de  una ventana pequeña, pero aparentemente la tormenta está calmándose porque no escucho los truenos. Suspiro con tranquilidad, sintiendo el aire salirse entre mis dientes – me pasé toda la semana tratando de verte, Ari – confieso en un murmullo suave, sin apartar la vista del cristal – pero no me dejaban entrar. Hasta llegué a pensar que te había pasado algo malo y no me lo estaban diciendo porque creo que se demoraron demasiado. En este lugar ya me odian y ahora me odiarán más – les ensucié todo lo que toqué, de un modo que cualquiera que quisiera rastrearme podría hacerlo sin problemas. Eso consigue que deje de mirar la ventana para observar la puerta, pero nadie viene por nosotros, al menos de momento – sé que es molesto, pero al menos quiero que sepas que cuidaré de ti. Y si te sientes sola… bueno, puedes venir a mi casa y dormir en mi cama. Ocuparé el sofá y dudo mucho que a Amelie le importe – y si le importa que se joda. No voy a dejar sola a una amiga solo porque puede molestarle algo. Eso consigue que mire a Arianne y me pregunte por qué tengo que rodearme de gente tan inestable; entonces recuerdo que generalmente yo soy uno de ellos y hago temblar mis labios produciendo un sonido parecido al suspiro de los caballos - ¿te sientes mejor? ¿Quieres algo más o necesitas… lo que sea?
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
No sé muy bien que decir ahora mismo, antes hubiera estado hablando de salir a correr debajo de la lluvia, no hubiera parado de reír y de comentar cosas absurdas, pero, al contrario, ahora mismo no quiero hacer nada, solamente me gustaría quedarme en silencio, simplemente que se quedara callado, sentado cerca de mí, pero en silencio y con eso me sería más que suficiente. Un pequeño martilleo llena mi cabeza y hace que gire la cabeza hacia un lado y mi mirada se quede fija en el hombre de la otra mesa, que supongo que es un vencedor porque no todo el mundo puede estar en la Isla de los vencedores, y mi corazón se acelera.  ¿Así es como me quiero ver? ¿Así es como acaba todo el mundo aquí? Pues... hubiera preferido quedarme en la Arena, morir allí a tener que pasar todo ésto... sufres unos segundos y ¡puf, todo desaparece, el dolor, la lástima de ti mismo... pero queda tu familia, ese es el cabo que queda suelto, ese es el cabo que no quería dejar suelto, pero ¿me reconocerían? Ni yo misma lo hago, no quiero decepcionar a mi madre ni a mi hermano. Vuelvo la cabeza hacia él y cierro los ojos unos segundos mientras asiento con la cabeza y después, de nuevo, retiro la mirada hasta fijarla en el anciano. Alzo ambas cejas cuando habla pero no vuelvo la cabeza hacia él, solo mantengo la mirada fija en aquel hombre, me da... ¿pena? No es pena, se podría decir que es empatía.

Cojo el vaso, con una mano, y bebo de nuevo chocolate, mientras con la otra juego con el cordón que sostiene uno de los pompones del gorrito que me ha puesto Ben en la cabeza antes de salir de la habitación. Retiro el vaso de mis labios y bajo la mirada dejando el pompón quieto y suspirando. -Derian tenía que tener algo bueno... te enseñó a para poder sacar a alguien de la Arena, y en la primera vez que estás como mentor...- el final lo digo en un susurro. Quizá no sea fácil de entender mi manía con Derian, hay veces que ni yo misma lo entiendo del todo, pero sus palabras del baile siguen clavadas en mi cerebro como si me las hubiera dicho ayer mismo, y... bueno, aquí no ha estado, cosa que me alegra en cierto sentido, si hubiera aparecido creo que me hubiera puesto peor de lo que estoy ya de por sí. Trago saliva y alargo la mano para coger un panecillo pero su expresión hace que pare la mano de camino hacia la bandeja y lo mire extrañada. ¿No ha estado bien lo que he dicho? No, seguro que no y le ha sentado mal, total, las personas que confían en mi no acaban bien del todo, ¿no? Soy tonta de remate. Alejo la mano de la bandeja y la entrelazo con la otra mano para dejarlas sobre mis piernas y observarlas fijamente, como si fueran algo importante, ahora mismo no lo son, pero hace solo unas semanas, o así, eran lo más valioso que tenía, las que me salvaron la vida día tras día. Me sorprenden sus palabras y esbozo una pequeña sonrisa que es devorada inmediatamente por los recuerdos. Correr entre las llamas, intentando salir de aquel infierno, los árboles me cerraban el camino, por donde corría siempre me aparecía un muto y pensaba que iba a morir... que un ser de aquellos sería lo que acabaría conmigo.

Niego con la cabeza a lo que dice y suelto un sonoro suspiro mordiéndome el labio inferior. Una semana... se ve que gané hace una semana y he estado todo éste tiempo metida dentro de la habitación y cada vez que me despertaba como me ponía a gritar y a intentar irme me sedaban una y otra vez, por eso no había visto a nadie. Por eso no habían dejado entrar a Ben hasta hoy... bien porque no se fiaban de mi, que es mi primera opción y por la que votaría, o bien porque no estaba recuperada del todo. Permanezco callada, con los labios pegados, sin ser capaz de pronunciar una palabra porque se que si digo algo no tendrá mucho sentido así que prefiero callar. Muevo la cabeza hacia ambos lados , por lo que dice. Es muy triste todo. Tenía al esperanza, tonta de mí, de que éste año no saldría sola que... algún mago llegaría a la final, y, en especial, cuando vi a Theseus pensé que él y yo saldríamos de la Arena juntos. -Supongo que... alguna vez te iré a visitar- murmuro un tanto molesta. No me gusta estar sola, estaba acostumbrada a estar en casa con mi familia, con Jack en la cama de al lado. Me compraré algún animal de compañía... dicen que los animales tranquilizan a las personas, o algo así, me vendría bien tener un animal por casa y así cuando llegue poder... saludar a alguien. Aprieto los labios enfadada. Yo quería salir de allí con Theseus, todo ésto no estaría tan mal si estuviera aquí, podría abrazarlos y sentir que todo está bien, que no pasa nada, que estamos juntos... pero no es así. Noto las lágrimas correr por mis mejillas e intento esconder el rostro entre mis manos antes de que se de cuenta de que estoy llorando. -Quiero ir a la habitación...- susurro con voz entrecortada y notando que hipo una vez. -aquí no me siento bien...- continuo susurrando. Una frase en una parte verdad y en otra mentira. Me da igual estar aquí porque no hay casi gente, solo un hombre, pero quiere ir a mi habitación para poder meterme en la cama, taparme hasta la cabeza y... diría dormir, pero con el sueño vienen las pesadillas, así que, taparme la cabeza y dejar la mente en blanco, llorar todo lo que tenga que llorar.
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Sé que a ella Derian no le agrada del todo, de modo que no voy a ponerme a decir todo lo que pienso de él, porque dudo mucho que quiera escuchar mis opiniones sobre que es uno de los mejores mentores que existen por ser capaz de mantenernos a salvo durante todo este tiempo. Pero sé que la buena racha tiene su límite y, probablemente, los próximos juegos los tributos del distrito cuatro serán unos inútiles, o tendrán mala suerte, o quizá sean personas que duelan... una vez más el nombre de Sophia aparece revoloteando por mi mente y me pellizco la frente para no darme un golpe, intentando por todos los medios quitarme esa idea. Ella no irá. Cassie no irá. Seth no irá. El hermano de Alex tampoco. Nadie puede tener tantas desgracias y yo creo que ya cumplí con el cupo de las mías por el resto de mi vida. Creo que ese es el motivo principal por el cual sonrío cuando Arianne acepta mi propuesta de las visitas y por un lado, siento un agradable calor, porque eso significa que yo también tendré compañía - cuando quieras - me limito a responder, cruzando mis brazos sobre la mesa para verla mejor. Me acuerdo de ella en nuestros ensayos como pareja de baile. Con añoranza incluso se me viene a la mente el modo en el cual le pisé todos los pies, le pedí mil disculpas, besé su mano e incluso le dije que se veía bonita. Recuerdo su peinado, su vestido y cada melodía de esa noche, antes de que la deje sola para poder ir a recuperar la atención de la persona que hoy en día me tiene tan perdido. Y ella está aquí, tan desgraciada como yo en esos días. Ojalá fuese capaz de decir o hacer algo de verdad útil.

Me incorporo un poco en mi sitio con incomodidad al verla llorar y miro hacia ambos lados, escuchando sus balbuceos y peticiones que eliminan todas mis dudas en dos segundos; me pongo de pie y le tomo la mano una vez más para tirar de ella, mientras la que tengo libre se acomoda en su cintura para estabilizarla y así movernos juntos sin que olvide que no la dejaré caer - olvidemos la comida, si no es lo que necesitas - ojalá pudiese sacarla de aquí ahora mismo, pero no soy tan tonto como para saber que no es momento. Ya tendremos tiempo para estar juntos; lamentablemente, toda una vida en la isla. A mí pesar dejamos las sobras sobre la mesa, que ya alguien se ocupará de limpiar. La hago salir de la cafetería y ya no puedo escuchar los truenos ni la lluvia, pero sí veo mis manchas de barro que aparentemente nadie ha visto ni limpiado. En pocos minutos estamos de nuevo en la seguridad de su solitaria habitación y se ve como si nadie hubiese entrado después de que nos fuimos, lo que me parece extraño y por un momento estoy por ir a preguntar a la recepción, pero como no quiero dejarla sola descarto la idea. Ignoro las manchitas que dejé en las mantas y le doy un empujoncito suave para que se acomode en la cama, donde yo mismo me acomodo sin intenciones de soltarla - ¿recuerdas el baile, Ari? - le pregunto con tranquilidad y cariño, intentando que vea que de verdad me quedo aquí porque así lo deseo - porque yo lo recuerdo muy bien. Te veías genial y no te enojaste en ningún momento conmigo, cuando tenías todo el derecho a hacerlo. Fui una pésima pareja y lo siento mucho. Muchísimo. Si no te hubiese dejado sola... - tal vez no se la habrían llevado.

Paso saliva y le doy una palmadita a una de sus manos en los nudillos, notando que se encuentra helada, aunque no tanto como yo, que vengo de afuera. Me relamo los labios una y otra vez, escuchando atentamente, pero parece que nadie vendrá a molestarnos - Por eso mismo hoy me quedaré contigo incluso cuando duermes, para recompensarlo. No lo sé, simplemente déjalo ir. Ahora vivirás aquí, en  vencedorlandia, de modo que... - " vencedorlandia". Aquella palabra se me seca de inmediato y la miro, parpadeando una vez. Alex utilizaba aquel nombre para llamar a la isla de algún modo que casi suene una burla. Un sopetón y me doy cuenta de lo mucho que lo extraño; y esa simple revelación es suficiente para que la abrace con firmeza y hunda el rostro en su cuello, haciendo un enorme esfuerzo para no dejar aflojar el nudo en mi garganta. Cierro con fuerza los ojos y noto mi cuerpo tenso, cargado de frustración y tristeza, de todo eso que no fui capaz de dejar salir y que ahora mismo tiene que quedarse dentro por el bien de la asesina de mi amigo, a la cual me aferro.

Ella no quería hacerlo, no quería... no tiene la culpa... nos obligan....

Incluso pensarlo así comienza a volverse complicado. No quiero odiarla, no puedo, y cada vez que me lo repito mis brazos la sujetan con mayor firmeza, hasta que dejo que se aflojen poco a poco y la dejen ir. Me separo con lentitud y abro los ojos con miedo a verla, pero al hacerlo dejo salir el aire y sé que puedo contenerme - una vez me dijeron que todo esto va a pasar. Que todo lo malo tiene solución, incluso las cosas que parecen ser las peores. Que va a seguir doliendo, pero que te acostumbrarás. No lo sé. Tal vez me estaban mintiendo, o tal vez no - le quito el cabello de la cara hasta que parece una persona normal y se parece más a la chica del baile, así que mis labios se tuercen en una sonrisa pequeña - Nada de lo que diga va a convencerte, lo sé. Seguro crees que soy un idiota. Lo siento - le quito el gorro y me lo pongo a mí mismo, sabiendo que vuelvo a ser un niño ridículo de trece años que no sabe nada de la vida, y me pongo de pie dispuesto a irme. Creer que podía arreglar las piezas rotas de alguien a quien no sé si puedo perdonar fue una estupidez. Yo no soy fuerte, ni valiente, ni listo. Yo ni siquiera debería estar vivo.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
La soledad nunca me ha gustado y, pensé, que nunca volvería a sentirme tan sola como cuando papá murió. Jack y mamá, entonces, siempre estaban encima mía, porque mi relación con mi padre siempre había sido muy cercana, y aquí estoy de nuevo, sola. Ahora mucha gente se querrá acercar a mi, soy una vencedora, todo el mundo se acerca a éste tipo de gente por interés, para poder tener fama o decir: '¡Miradme, soy amigo de una Vencedora!' Creo que yo cuando me acerqué a Benedict, cuando acepté que mi madre me dijera que tenía que ser su pareja y se esforzara al máximo hasta que lo consiguió, también lo hice por aquello. Siempre me había ilusionado ir a la Coronación, poder conocer a los mentores que tanto idolatro, aunque solamente fuera de lejos, e incluso poder hablar con ellos, no sé, todo una tontería, y si encima podía bailar con uno de ellos y ser presentada como su pareja en el baile... Miro a Benedict apenada. Lo usé en aquel momento y, supongo, por ello fui castigada, en su momento, y lo estoy volviendo a ser ahora. ¿Si no hubiera ido todo hubiera sido diferente? Es decir, no me habría sacado de la Coronación arrastras, y, supongo, que no habría salido mi nombre en la urna, aunque, quien sabe. Pero bueno, ahora estoy aquí, sentada en una mesa frente a él en el hospital de la isla de los vencedores, donde será ahora mi hogar, donde estaré lejos de mi familia y muchísimo más lejos de la gente que quiero. Una parte de mí había tenido la esperanza de que, como en ediciones anteriores, dos persona se pudieran salvar y poder haber salido de allí con Theseus, no estar tan sola en éste lugar. Respiro profundamente. Si los dos hubiéramos quedado al final y no pudiéramos ganar los dos... creo que si yo hubiera sido la vencedora no estaría aquí, me habría buscando alguna forma, lo habría hecho y... lo hago. Presiono los labios con fuerza, sin ganas de reír, sin ganas de sonreír ni de hacer nada. Las lágrimas corren por mis mejillas entre una mezcla de tristeza y de pánico. No hay ruido a mi alrededor, no hay ningún sonido y eso me hace estar más ¿tranquila? Después de la tormenta viene la calma, y eso es lo que yo quiero. Calmarme, ahora que estoy despierta para similar absolutamente todo y poder llorar, gritar o... que se yo, poder hacer algo para liberarme.

Su mano tira de mi y me levanto de la silla, aunque casi me caigo por tener las piernas subidas a la silla, a duras penas para arrastrar los pies hasta él. Me sujeto contra él y apoyo la cabeza en su hombro durante unos segundos antes de que emprenda el camino a la habitación y me tenga que separar de él. El suelo está frío, demasiado frío, siento como mis pies están congelados y me duele al caminar, me da la sensación de que mis pies se pueden romper en cualquier momento, que si tropiezo o golpeo algo con el pie se romperá en miles de pedazos antes de que me de tiempo, ni siquiera, a reaccionar. Entramos en la habitación y yo sigo sin decir ni una palabra, solamente intento no caerme en el camino mientras intento que las lágrimas dejen de salir de mis ojos, intento que mis respiración se vuelva regular y que me tranquilice un poco, pero ¿cómo se hace eso en ésta situación? No veo ninguna manera de poder hacerlo. Bajo la mirada hasta la cama y me subo a ésta haciendo un hueco para que él también pueda subirse a la cama. Me acurruco contra la almohada y abrazo la cubierta de la cama como si me sirviera para protegerme o defenderme de algo. Asiento con la cabeza a sus palabras notando una punzada en mi pecho, me tendré que acostumbrar a esas punzadas en el pecho algún día, esas punzadas que recibo por los recuerdos, cuando se menciona algún nombre o cuando veo algo. Aprieto la mano libre en torno a la colcha y noto veo como mis nudillos se tornan blancos. -No importa... tenías cosas más importantes que hacer, no te preocupes, Ben, eso ya pasó...- susurro lentamente, el final de la frase lo digo casi en un susurro inaudible, ojalá no hubiera dicho nada. Él, aunque no lo diga, me tiene que odiar, maté a su amigo, Alexander, y yo... se supone que le tendría que odiar por haberme dejado sola en la Coronación aunque, ¿qué hubiera podido evitar? Nada, simplemente, no tenía que haber ido. Tener rencor no sirve de nada porque entonces tendría que odiar a mamá por insistir en que fuera la pareja de Benedict, aunque yo no me negara para nada, por tener esa idea, y se que no va a llevar  a ningún sitio, aunque sería lo más fácil, alejarme y así no verle y no tener éstos feos pensamientos cuando estoy cerca de él.

Su abrazo me pilla por sorpresa pero paso mis brazos por sus hombros y lo abrazo también. Un abrazo de un amigo... no creo que haya algo mejor que ésto. Su abrazo aprieta, pero no digo nada, solo permanezco en la misma postura hasta que se separa de mí y me acerco hasta él para darle un beso en la mejilla. Suspiro antes sus palabras y me vuelvo a acomodar a un lado en un lado de la cama y observo el sillón, donde se sienta siempre el médico para observarme, supongo que mientras duermo porque siempre que abro los ojos lo veo allí, con tristeza pero me niego a que la tristeza me invada de nuevo, por muy complicado que sea, por mucho que duela y que sepa que nunca voy a conseguir sacarme todo ésto de la cabeza, que cuando estoy despierta puedo hacer cosas, intentar mantener mi mente ocupada pero cuando duermo no puedo hacer lo mismo, cuando el distrito cuatro, o el fuego de una chimenea o incluso cuando vea el mar... mi mar. ¿Por qué todo te tiene que hacer tanto daño? ¿Por qué...? ¿Por qué no, simplemente, olvidas y ya está? EL mundo se esmera en que no puedas hacerlo, en que no puedas ni olvidar, ni superar las cosas que han pasado. -Es muy triste eso de tener que acostumbrarte al dolor, demasiado.- por triste que sea, en el fondo, se que es la solución, la única que puede haber ahora, el acostumbrarse. Cuando despiertes pensar que son recuerdos, que no puedes hacer nada para cambiar el pasado, por mucho que lo desees, y que están ahí, que no se van a ir, que lo único que puedes hacer es acostumbrarte a ello y seguir caminando, aunque duela horrores. -Eres un idiota- murmuro - pero al menos estás aquí y no estoy tan sola.- le digo mirándoles por el rabillo del ojo e intento esbozar una sonrisa que parece más una mueca fea, por lo que prefiero retirarla de mi rostro rápidamente antes de que la vea. -Eres un idiota bueno.- agarro uno de los pompones del gorro y al vérselo puesto... recuerdo que yo también lo he hecho, por lo que parpadeo un par de veces sin saber que decir, solamente suelto el pompón del gorro. -Espero que a mi me quedara mejor- intento bromear sin saber muy bien si me ha salido bien o he quedado como una tonta, creo que al no tener ganas de reír ni de hacer nada he perdido el sentido del humor por completo.
Arianne L. Brawn
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
¿Tenía cosas más importantes que hacer? Creo que comportarme como un idiota no debería contar entre ellas, porque eso es lo que hice aquel día. Ponerme ebrio por estar molesto con Amelie por cosas que ni entendía y luego armar un escándalo que me valió un golpe y que me arrastren fuera de mi propia coronación, siendo una vergüenza para el Capitolio y la verdad es que lo saqué bastante barato, aunque sospecho que creían que ya no podían quitarme nada y que por eso no tomaron otras medidas en mi contra. Al fin de cuentas, soy solo un crío que no sabe lo que dice. A pesar del enojo me doy cuenta de que me gusta cómo me devuelve el abrazo, de que ahora mismo no puedo pensar en nada que se sienta mejor que esto y acepto gustoso el beso que deposita en mi mejilla, a la cual inflo un momento como si de aquel modo la sensación pudiese durar un poquito más. Es triste acostumbrarse al dolor, sí, pero más triste es pasar el resto de tu vida lamentándote y yo no quiero ser uno de ellos. Pero en su estado no voy a decirle algo así. Probablemente me odie o me dé una buena paliza, que probablemente me merezca.

Me río de manera desganada cuando me da la razón y agarra el pompón del gorrito, lo que evita que pueda marcharme de la habitación, de modo que me quedo quieto un momentito antes de intentar seguirle su broma – jamás te quedaría mejor que a mí. Yo sé llevar las cosas con estilo – digo dándome falsos aires y acabo por picarle cariñosamente la mejilla - ¿ves, Ari? No todo tiene que ser realmente malo. No voy a decir que es un lecho de rosas, pero… siempre podría ser peor – yo podría haber ganado solo y no tener la compañía de Amelie, y estoy seguro de que si fuese así no habría durado ni una semana. Ella podría estar ahora completamente sola y abandonada a su suerte, pero no es así; puede decirse que ambos somos desgraciados y afortunados al mismo tiempo, a nuestra peculiar forma. Entonces me doy cuenta de lo triste que es el alegrarse por no haber terminado en peores condiciones cuando sabes que ya estás jodido.

Suspiro y me acomodo en el sofá del médico y me quedo ahí sentado, mirándole fijo, sin importarme de que sigo ensuciando todo y que probablemente me enfermaré por andar mojado de aquí para allá. Paso la siguiente hora hablando con Arianne por momentos, contándole cosas que tal vez sirvan para que se distraiga, desde lo fea que es la señora de la recepción o lo rico que sabía mi cena de anoche, hasta mis salidas con Zy y los libros que quedaron guardados en mi casa del cuatro, a la cual podemos visitar juntos algún día si ella quiere. Cuando me quedo callado es cuando me limito a vigilarla, esperando que se encuentre bien y por momentos dejo que se duerma, hasta que no tarda en volver a saltar en su sitio y yo estoy ahí para tranquilizarla y decirle que todo va a estar bien. Le regalo abrazos, caricias en el cabello e incluso llego a contar hasta cien como hacía con Melanie cuando ella temía por las noches de tormenta, esperando que todo se tranquilice. Esa habitación se transforma en poco rato, en un sitio aislado del resto del mundo, donde ella se encuentra en su cama y yo hecho una bolita en el sofá, haciéndonos compañía. Al final, cuando parece que afuera ya no llueve y pasó un buen tiempo, un médico viene a pedirme que me marche porque ella debe descansar. Gruño de mala gana y me levanto, pero antes de irme, vuelvo a darle un rápido abrazo – volveré todos los días hasta que te den el alta, lo prometo – le sonrío con honestidad y me acerco a la puerta, donde me detengo antes de salir para echarle una última mirada. Quiero prometerle también que todo va a estar bien, pero como no voy a mentir de esa forma descarada, hago un movimiento con la cabeza y salgo de allí, caminando sobre el camino que se ve que han limpiado y yo vuelvo a llenar de barro relativamente seco.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Entrecierro los ojos por el comentario del gorrito y resoplo levemente dirigiendo la mirada hacia otro sitio. Una diminuta sonrisa asoma en mis labios cuando me pica las mejillas, por lo que me acurruco más en la cama, abrazando la almohada con fuerza. No sé que me espera, no sé que voy a hacer cuando salga de éstas cuatro paredes. ¿Estar sola en casa? ¿Dormir todo el día? Eso ya lo hago aquí. ¿Qué haré cuando me den el alta y tenga que ir a mi casa? No se ni como es mi casa de aquí, solo se que voy a estar sola, aunque Ben me haya dicho que puedo ir a visitar, que voy a estar sola la mayoría de las horas y que no se como voy a hacer para sacar los pensamientos malos de mi cabeza, para apagar los recuerdos, mitigar las pesadillas. Me muerdo la mejilla por dentro cerrando los ojos mientras escondo el rostro en la almohada y asiento con la cabeza. Soy imbécil, pensaba que todo iba a ser fácil, que me iba a alegrar por ser la Vencedora y que, donde ahí, todo sería bonito para mi. Aunque, creo, que si no hubieran estado Theseus, Samantha y Alexander no me hubiera importado en absoluto... estaría bien. No me sentiría tan sumamente mal, no me sentiría tan miserable por haber puesto mi vida por encima de la de ellos.

Se va al sillón del médico por lo que tengo toda la cama para mí, me acomodo mejor mientras escucho lo que me dice, a veces le contesto, otras veces simplemente asiento o, sin más, no digo ni hago nada, solo lo miro sorprendida y parpadeo un par de veces seguidas cuando algo me sorprende notablemente. Cuando comenta que ha estado saliendo con una chica, Zy, asiento con la cabeza... ¿alegre? Sí, creo que sí. No me gustaba cuando estaba siempre detrás de Amelie, esa chica no me gusta, no me gustó cuando la vi en la Arena y menos ahora, aunque no tenga precisamente razones de peso. Me abrazo a la almohada y se me escapa un pequeño bostezo, antes de que pueda hacer nada por evitarlo, me quedo durmiendo abrazada a la almohada. Y vuelven los gritos. Vuelven las lágrimas, las carreras, el calor y la sangre. Vuelven los recuerdos que quiero alejar de mi cabeza. Me despierto jadeando del sueño y me giro en busca de algo de luz, del médico, de alguien. Mi mirada encuentra a Benedict que, enseguida, se acerca hasta mi y lo miro abrazándome a él con lágrimas en los ojos. Permanezco un rato así hasta que entra el médico echándolo. Me separo fulminándolo con la mirada, pero me muevo un poco para que Benedict se pueda levantar para irse. Abrazo de nuevo la almohada tapándome con la sábana hasta el cuello y lo miro mientras se va, asintiendo con la cabeza ante sus palabras. -Adiós...- digo luego cerrando los ojos con fuerza. Cuando sale de la habitación me giro hacia un lado y miro por la ventana, que está la cortina corrida, cierro los ojos levemente intentando imaginar que nada de ésto es verdad, que todo va a pasar, que en nada abriré los ojos y veré que todo ha sido un sueño y podré rectificar todas las cosas que, dicen, he hecho y no tendré que martirizarme más por todo este tema.
Arianne L. Brawn
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