The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Alexander Darksun
Vale, primero me encuentro al padre de Ben el día de la coronación del mismo totalmente borracho y pocos días despues recibo una llamada telefónica del propio Ben, cosa que nunca antes había sucedido, aunque yo tampoco lo había llamado a él nunca. Es decir, nos llevábamos bien, pero nunca habíamos hablado fuera del recinto escolar, hasta ahora.

Quedamos de vernos en mi casa, lo cual me dejó un poco descolocado. ¿Cuando había sido la última vez que había traido un amigo a casa? Cuando era pequeño y los demás niños aun no habían aprendido a alejarse de mi como si tuviera una enfermedad mortal y contagiosa. No pude evitar estar un poco nervioso, aunque era un comportamiento infantil y lo sabía. Sobre todo porque no creía que fuera una casualidad recibir su llamada poco despues de haber hablado con su padre. Encuentro que había tenido sus consecuencias, el padre de Ben y yo nos habíamos encontrado con algunos de los matones del instituto y sus padres, por lo acontecido allí, ellos decidieron vengarse de mi al día siguiente en el instituto. En resumidas cuentas, tenía un moratón nuevo en la mejilla izquierda.

Mi madre trabajaba esta tarde, así que en principio estaría solo en casa con mi hermano, el cual seguro que se las arreglaría para meter la pata de algún modo, pero por lo visto no tenía intención de salir esta tarde. Maldita sea, siempre estaba fuera haciendo el tonto con sus amigos por la ciudad, ¿Porque precisamente esta tarde tenía que quedarse en casa? Pues por lo visto ninguno de sus amigos había podido quedar hoy. Que oportuno todo. Mientras fregábamos los platos del amluerzo, intenté convencerlo para que se quedara en su habitación con sus cosas y que no viniese a molestar, pero por su forma de hablar y de lanzarme miradas traviesas sabía que esperaría el mejor momento para hacer una de las suyas, lo cual me exasperó, tenía que librarme de él o conseguir que estuviera en un lugar de la casa sin incordiar.

Al final opté por quitármelo de encima, ¿Como? Pues le dí algo de dinero y lo mandé al cine, al menos me lo quitaría de encima durante un par de horas así. Casi inmediatamente despues de oír como mi hermano salía como una tromba por la puerta escuché el timbre. Suspiré, seguro que se le habían olvidado las llaves o algo así. Abrí la puerta con cansancio . - A ver, ¿que te pasa ahor... ? ¡Oh! Hola Ben. - dije con cierto tono de sorpresa. El que estaba en el rellano de mi puerta no era mi hermano en busca de algo que se le hubiera olvidado, si no que era mi invitado. De reojo, vi la figura de mi hermano de once años corriendo por la calle hacia el cine, era inconfundible, su pelo era tan naranja como el mío. - Pasa, pasa. - le invité con una sonrisa y haciendome a un lado.
Alexander Darksun
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Fue demasiado extraño enterarme de que mi padre se encontró con Alexander, aunque fue tan solo un comentario al azar que hizo durante una de nuestras comidas y no me quiso dar muchos detalles, por lo que no tuve más remedio que sospechar que me estaba ocultando algo. En cuanto despedí a Seth en la estación, regresé a casa lo más rápido que pude e hice un alboroto en mi habitación intentando encontrar la lista con los teléfonos de los chicos del colegio, hasta que di con el suyo. Fue extraño volver a escuchar su voz y, por primera vez desde que he regresado, me doy cuenta de lo mucho que extrañaba incluso la normalidad del colegio.  No es que Alex haya sido un gran amigo mío ni mucho menos, pero era lo más parecido a uno de lo que jamás habría podido pedir. Y todas las cosas que hizo por mí se las agradezco infinitamente.

Como papá ha estado muy ocupado en sus asuntos y apenas le he visto el pelo, no doy aviso de a donde voy y meto las manos en los bolsillos de mi delgada chaqueta mientras camino por las calles de la zona, saludando vagamente a las pocas personas que me dedican un segundo para desearme buenos días. A la mayoría no los conozco, de modo que me encuentro un poco desconcertado aunque ya debería haberme acostumbrado a ser una especie de celebridad, en especial porque gracias a mí tienen provisiones de sobra hasta que haya nuevos vencedores de los juegos. Creo que estoy a punto de llegar cuando veo una cabecita naranja acercarse a mí y estoy por saludarlo, cuando me doy cuenta de que no es Alex sino su hermano y paso mi mano por mi cabello en un total intento de disimular mi casi saludo, hasta que me encuentro parado frente a la casa habiendo pasado desapercibido para el chico. Me acomodo las ropas por mera costumbre para no parecer un dejado, como solía hacer mamá pero que aprendí el trabajo de hacerlo solo, para después tocar el timbre.

Escucho los pasos y en cuanto me abre la puerta, sus primeras palabras me quitan una rápida risa que nunca creí que me saldría en un momento como este - si quieres me marcho - digo a modo de broma, señalando el camino sobre mi hombro, para después volver a meter las manos en los bolsillos y entrar. Le echo un vistazo alrededor, porque es la primera vez que vengo a su casa y no tengo mucha experiencia en cómo se supone que debo actuar, antes de fijarme en él. Me sorprende lo alto que está, quizás porque no nos vemos desde hace meses y meses, desde el inicio del invierno cuando todavía tenía hermana y el verano aún se encontraba lejos. Me pregunto si él pensará lo mismo de mí y, por acto reflejo, intento aplastarme el cabello contra la mejilla aunque sé que no llega del todo y no puedo cubrirme los golpes que he recibido, pero no importa, porque todos saben que he cambiado para mal después de todo - esto... ¿cómo has estado? - pregunto, pasando el peso de uno de mis pies al otro y sintiéndome un tonto - bonita casa - más comentarios simples. A veces me sorprendo al encontrarme a mí mismo siendo vencedor después de lo torpe que soy. Tras un momento de vacilación, prefiero sincerarme - escuché que te encontraste con mi papá... - en el tono de mi voz queda implícito que no tengo idea de qué ha pasado que se han visto y que busco respuestas, aunque tampoco es que se me antoja pasar una tarde completa hablando de dramas familiares.
Benedict D. Franco
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Alexander Darksun
Sonreí a su vez. - Es que pensaba que Kairot había dado media vuelta. - cerré la puerta tras suya, pero solo despues de asomarme una última vez para asegurarme de que mi hermano no venía de nuevo a casa por haberse olvidado algo, cosa que no me extrañaría. Este niño no perdía la cabeza por tenerla pegada al cuello, pero todo lo demás... una vez hasta había vuelto a casa sin un zapato, todavía no conseguía entender como podía alguien perder un zapato.

Ben estaba más grande, bueno, imaginaba que yo tambien, pero lo que más me llamó la atención fue que parecía estar dejándose crecer el pelo, no sé, casi le tapaba la mejilla. Pero hacía ya bastante que no nos veíamos por lo que podía tener su imagen levemente distorsionada por el paso del tiempo. Se hicieron un par de segundos de silencio mientras nos mirábamos en el rellano, vale, esto de ser el anfitrión no era mi fuerte, no tenía demasiada práctica, aunque él tampoco parecía saber muy bien como actuar. - Ya sabes, como siempre, por aqui no han cambiado mucho las cosas. - aunque el distrito había recibido una fuente de alimentos para todos desde que Ben ganó los juegos, pero de todas maneras no éramos un distrito lo bastante pobre como para que se notase una gran diferencia. En el instituto, perder a una alumna era algo que se había superado ya, era comprensible, normalmente perdíamos dos adolescentes cada tres meses, la gente debía adaptarse a la situación.

Sonreí. - Vamos a la cocina, ¿te apetece tomar algo? - ya me había olido yo que era eso lo que lo había traido hasta aquí, no es que me pareciese mal, ni mucho menos. Crucé la puerta y entré en la misma, abrí la nevera donde teníamos algunas latas de refresco y cogí una. - Sírvete tu mismo. - lo invité haciendo un movimiento en arco con el brazo desde él a la nevera. - Escuchaste bien. - dije arrastrando una de las sillas para poder sentarme en ella. - Fue el día de tu coronación. - la lata emitió un pchhh cuando abrí el cierre de un rápido movimiento. Dí un sorbo y la dejé en la mesa antes de continuar hablando. - Yo había salido de casa porque, bueno, había discutido con mi madre y no quería verla desde la televisión de casa, así que me metí en un bar, un cuchitril cualquier, realmente. - dije arrugando la nariz solo por recordar el ambiente de aquel lugar, tampoco había durado mucho tiempo dentro. - Y allí estaba él, claro que al principio no lo sabía, pero cuando los agentes de la paz te sacaron del escenario casi a rastras él se lanzó sobre el televisor hecho una fiera, creo que si llega a estar allí habría intentado estrangularlos. - dí otro sorbo al refresco, el resto se lo contaría si seguía preguntando al respecto, tampoco quería aburrirlo demasiado ni sacar a coalición temas demasiado desagradables.

- ¿Que te apetece hacer? - teníamos una tarde por delante y él era el invitado, lo correcto sería que él decidiese, aunque quizás debería darle algunas opciones. - Um, tengo una consola de videojuegos, aunque es un poco antigua, tambien podemos hacer palomitas y ver una pelicula, salir a dar una vuelta o... no sé. - me encogí de hombros. - lo que quieras. Si, definitivamente estaba un poco oxidado en esto, estaba sintiendo algo de pánico porque tenía la impresión de estar siendo un anfitrión malísimo.
Alexander Darksun
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Asiento ligeramente con la cabeza ya que no se me ocurre nada para decir; sí, el distrito sigue siendo tal como lo recordaba y, aunque sé que no me estoy perdiendo de nada nuevo, no puedo evitar el querer volver a vivir aquí a pesar de las peleas con mi padre. Aquí están mis pocos amigos, está el verdadero Ben  y no el Benedict el Vencedor; aquí puedo ser yo y no tener a nadie siguiendo mis pasos como si fuese una sombra que intenta juzgarme. Su ofrecimiento logra que me pase una mano por la frente, apartándome el flequillo, recordando el calor que comienza a hacer en ésta epoca del año - no tienes idea de lo que me hace falta, allí afuera es el infierno - es extraño no haber tenido juegos en ésta estación, pero con la cercanía del verano, la gente comienza a detestar las altas temperaturas porque saben que dentro de poco estaremos jodidos de nuevo. Es casi la misma sensación que uno siente cuando se acaban las vacaciones, pero mil veces peor.

Alex toma un refresco y me invita a hacer lo mismo, de modo que murmurando un breve "gracias" apenas audible, tomo la lata y la encierro entre mis manos, agradeciendo el frescor. Me dedico a beber en silencio, apoyado contra uno de los muebles y sin quitarle los ojos encima, aunque mi mente en realidad no se encuentre en esta cocina. Puedo ver como en una película todo aquello que me describe y casi puedo oler el aroma a humedad de aquel apestoso bar. Me siento avergonzado y abro y cierro las bocas varias veces sin dejar salir palabra alguna, porque no sé si debo disculparme por la actitud de papá o no, aunque acabo por mirarlo por encima de la lata como si me estuviese diciendo algún delirio - ¿de verdad dio signos de que le importaba? - pregunto con una ceja arqueada, claramente extrañado - ¡Vaya...! - doy otro trago que me silencia de cientos de improperios y para cuando me doy cuenta, me acabo la soda, de modo que busco el cesto de basura con la mirada y, al encontrarlo, lanzo allí la lata, que cae haciendo un pequeño ruido bastante audible en nuestro silencio - lamento que hayas tenido que ver algo como eso. Cuando él bebe es insoportable - el moretón parece gritar en afirmación a aquello e intento cubrirlo mejor por propia costumbre, en un gesto disimulado que casi parece que tengo un tic con peinarme.

Sé que está enumerando varias cosas para hacer, pero mi mente se queda en una de ellas - ¿tienes videojuegos? ¡wow! - acabo de sonar como el crío de trece años que soy, cosa que solamente me permito hacer cuando me encuentro con Seth, lo que en parte es genial porque es casi como volver a ser quien era antes de todo el desastre - yo nunca tuve. Papá siempre decía que era un gastadero de dinero que no servía para nada y prefería que juguemos con cosas que nos "alimenten más" - me encojo de hombros con una actitud que demuestra mi molestia, porque es normal de los padres el prohibir cosas que creen que nos van a pudrir el cerebro - pero, ahora que lo pienso, podría comprarme uno en la isla. Hay que pasar el tiempo con algo que no sea ir a sus clases aburridas de tres estudiantes o visitas a los terapeutas - la vida en la isla es demasiado rutinaria hasta el punto de resultar amargante y es imposible no sentirse como un prisionero. Me acerco a la entrada de la cocina, pero entonces recuerdo que esta no es mi casa y no tengo idea de dónde están las cosas - ¿podemos... jugar? - es extraño el pedir algo tan simple, por lo que intento corregirme con alguna otra cosa - así también me cuentas como ha ido el colegio. ¿Has visto a Soph? - Sophia Dawson es la única niña que tenemos en común ahora que Melanie ya no está. Es mi vecina, mi única mejor amiga, la mejor chica del mundo... y sé que va a su curso, de modo que él debería saber como la ha pasado mientras yo no estuve. Eso me pasa por ser demasiado cobarde como para preguntárselo personalmente.
Benedict D. Franco
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Alexander Darksun
Asiento, era verdad que las temperaturas se estaban disparando, pero afortunadamente vivíamos en la costa, donde el mar ayudaba a regular las temperaturas y nos enviaba algunas brisas de aire fresco de vez en cuando. Además, aquellos que no tenían pánico al agua (todos menos yo), podían ir a refrescarse a las playas en su tiempo libre. Francamente, no me gustaría vivir en los distritos del centro de Panem en una época como esta, bueno, había estado en el nueve hace poco, y no había sido muy agradable. - Odio el calor, prefiero el frio. - uno podía cubrirse del frio simplemente poníendose más ropa, pero el calor llegaba un momento en que se volvía insoportable y no te podías defender de él.

Ennarqué las cejas al ver la vacilación dibujada en la cara de Ben, como si no supiera como reaccionar ante lo que le había contado. ¿Tan raro era? Finalmente me miró como si le hubiera contado que el camarero tenía dos cabezas, pero por lo visto lo que le extrañaba era que su padre hubiese mostrado preocupación por él. Bueno, era verdad que Ben había tenido problemas en casa, algo de eso recordaba, pero no esperaba que fueran para tanto. - Bueno, parecía más preocupado de lo que estuvo mi padre nunca por mí. - contesté con un encogimiento de hombros, como diciendo, "alguien con un padre normal y vivo podría contestarte mejor", pero mi padre había sido ejecutado por rebelde hace cuatro años. Me termino el refresco de un largo trago y tambien lo lanzo al cubo de la basura, metiéndolo detrás del suyo. - No tienes que disculparte, no fue culpa tuya, y tampoco fue tan terrible. - yo no sabía como solía ser el padre de Ben, pero conmigo se había mostrado agradable... bueno, al principio no, pero despues del encontronazo con los matones del instituto si.

Sonreí en parte contagiado por su entusiasmo en parte por haber dado con algo con lo que poder pasar la tarde, me levanté y le hice con un gesto que me acompañase hasta el salón, donde teníamos el televisor y la videoconsola. - Mi madre es de la misma opinión, pero la consola la compramos entre yo y mi hermano con el dinero de nuestra paga y haciendo algun trabajillo a los vecinos y cosas así para recaudar dinero. - mi madre era las que aplicaban el método de "los caprichos te los pagas tú". Por eso mismo no teníamos demasiados juegos, de vez en cuando a alguno le alcanzaba el dinero para comprar algo, pero bueno, éramos felices con los cuatro que teníamos. La excepción a su norma eran los dos instrumentos musicales que teníamos (guitarra eléctrica y batería) y las armas de entrenamiento (estoque y arco), ya que consideraba que la música era un estimulante intelectual y, en cuanto a las armas, bueno, estábamos en un distrito profesional, había que prepararse por si algun día pasaba lo peor.

Hinqué una rodilla en el suelo mientras enchufaba los cables en la televisón y la fuente de alimentación de la pared. - Claro, todos los días. - salvo los fines de semana, evidentemente. - Sigue siendo la mejor de la clase, y diría que cada día está más guapa. - Las chicas maduraban un poco antes que los chicos, eso era verdad, poco a poco las chicas de mi clase se estaban convirtiendo en mujeres jóvenes. - En cuanto a los demás... bueno, nadie ha cambiado un pelo. - al decir esto me señalé el moratón nuevo que tenía en la mejilla. Me levanté y le pasé uno de los mandos, mientras yo sostenía el otro. - Elije. - le dije señalando a los juegos. Las cuatro opciones eran: aventura fantástica, carreras, lucha y disparos.
Alexander Darksun
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Decido que es mejor dejar el tema del bar de lado y lo sigo sin chistar a la sala, pretendiendo olvidar por un momento el motivo inicial de mi visita para no destruir lo que puede ser una tarde típica de chicos. Me río entre dientes ante su explicación porque parece la clase de cosa que me hubiese dicho mi madre de estar viva, aunque en esos tiempos solamente cuidaba que no veamos demasiada televisión porque la mayoría de los programas eran un asco; incluso hacía lo posible para que no veamos los juegos, pero siempre al fin y al cabo, acabas viéndolos de alguna u otra forma - eso está bien. Se siente mejor cuando tienes algo que tú mismo te has ganado - me suena un poco feo decirlo ahora que gané los juegos, pero antes me gustaba ir de pesca solo y vender algunos pescados en el mercado para hacerme algo de dinero y comprar tonterías. Shamel solía venir conmigo y papá decía que era nuestro modo de hacernos hombres independientes que algún día sabrían manejarse mejor en la vida y todas esas tonterías que dicen los mayores.

Alex se pone a conectar la consola y yo me siento en el mango del sofá, arrugando el ceño cuando habla de Sophia como si fuese la mejor chica del curso y, aunque yo suelo pensarlo, no me gusta que otros lo digan porque se supone que yo la vi primero y eso la convierte de mi propiedad por puro derecho - Soph siempre ha sido guapa- digo secamente, porque recuerdo incluso el día que la conocí, que la califiqué de "no tan fea" cuando en ese momento ni siquiera miraba a las niñas con demasiado interés. De todas formas, él me enseña su moretón y lanzo una risita sarcástica, porque es una enorme casualidad que ambos tengamos golpes similares sin siquiera ponernos de acuerdo - ¿quién fue esta vez? ¿Mike o Hugo? - pregunto, arrastrando las palabras de modo cansado, como si estuviese harto de hacer esa pregunta. Tomo el mando con mucho cuidado, como si fuese a romperlo de tironearlo y observo los juegos. Ya he matado demasiada gente en la vida real para no querer saber nada de ello, así que señalo el de carreras con el mentón - extraño el chocar coches de mentira - confieso con una media sonrisa, sentándome en el sofá como se supone que hace la gente normal y me dejo hundir un poco.

No me animo a decirle que me gusta su casa, que parece ser el hogar de una familia normal y todas esas cosas que sé que lo van a incomodar, así que me centro en el silencio un momento - ¿dónde está tu mamá? ¿Trabajando? - sé que no tiene padre porque todo el mundo en el colegio lo comentaba, pero no voy a ser tan cruel de recordárselo - he visto a los adultos en estos días. Todos actúan raros... es como si la ceremonia hubiese congelado al país - una reforma en los juegos, nuevos líderes que no conocemos, la gente teniendo miedo y sin saber en quien confiar. A veces siento que estamos cada vez peor.
Benedict D. Franco
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Alexander Darksun
Eso era verdad, cuando conseguías algo por ti mismo la recompensa valía doble y lo apreciabas mucho más. Lo regalos tendian a perder valor a tus ojos porque no eres consciente de cuanto cuestan realmente, sin embargo, al hacerlo así valorabas hasta el último centavo invertido. Esa pequeña videoconsola era nuestro orgullo, puede que fuese de segunda mano y un modelo pasado de moda hacía años, pero, ¿que importaba? Funcionaba, y sus juegos eran buenos. Me preguntaba si Ben sentiría lo mismo cada vez que compraba algo, ahora era rico y lo seguiría siendo de por vida, pero había tenido que luchar por su vida en una situación casi imposible, y había pagado un altísimo precio: ver como mataban a su hermana ante sus ojos sin poder impedirlo. No obstante no lo comenté en voz alta, sería meterse en un tema espinoso que requería un nivel de confianza que aun no había alcanzado con él.

Me encojo de hombros antes de poner el juego que él me ha pedido. - No la conozco desde siempre, solo desde que ingresé en la secundaria, en primaria íbamos a escuelas distintas. - eso fue lo que remató mi vida social, ir a un instituto al que, por lo visto, ninguno de mis compañeros de clase iría al año siguiente. A veces me preguntaba si habría cambiado algo en realidad, a parte del hecho obvio como no conocer a la gente que había conocido en mi actual escuela, claro. Me senté en el sofá con uno de los mandos mientras la consola comenzaba a funcionar y la intro del juego aparecía en pantalla, un montón de coches con apariencia superfuturística aparecían corriendo a velocidades imposibles por pistas que desafiaban las leyes de la gravedad y la arquitectura.

- Los dos, ya sabes, uno sujeta y el otro golpea. Si te ataca una manada de perros rabiosos, no creo que importe mucho quien te lanza el mordisco. - torcí un poco la boca al decir esto, como si en el fondo me hiciera gracia. - Acelerar, frenar, turbo (necesitas pasar por encima de unas bolitas luminosas para tener carga), cambio de vista en primera/tercera persona, disparar cohetes (tienes 3, cada vez que cruces la linea de meta se recargan), saltar y derrape. - enumeré los controles mientras iba señalando los botones correspondientes. Los juegos de carreras solían tener controles muy simples, en este en concreto, lo complicado era no salir volando de la pista por un cohete enemigo o, bueno, simplemente por no saber tomar determinadas curvas o "loopins" de la forma adecuada.

Mientras pasábamos a la pantalla de selección de vehículos seguimos hablando. - Así es, trabaja de enfermera. A veces pasa un día  o dos fuera porque tiene que hacer guardia nocturna, pero normalmente solo tiene turno de mañana o tarde. - afortunadamente, no lo dije en voz alta, pero a mi madre no le gustaban los humanos que ganaban los juegos, los "asesinos de magos". A ver, entendía que no se iban a dejar matar, y en el caso de Ben lo toleraría porque es del cuatro, además, pero... no sería una situación divertida. - Es verdad, mucha gente está aliviada porque solo serán dos juegos al año, eso supone la mitad de familias destrozadas a lo largo del año... pero por otra parte. - con el ceño fruncido seleccioné un vehículo negro con un rayo dibujado en la parte de delante y unos alerones atrás que parecían alas de murciélago. - El ministro del trece dijo que "debemos mantener los ojos bien abiertos y que ningún traidor será aceptando en nuestra sociedad". - eso no lo había visto porque estaba con Elioh en ese momento, pero lo había visto despues en una grabación. - Si te soy sincero, estoy un poco acojonado. - por razones obvias, todo el mundo sabía como era mi familia y, aunque yo no era un purista de la sangre (en fin, era squib) tampoco me gustaba nada el Capitolio.
Alexander Darksun
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Anoto cada una de las instrucciones de Alex de forma mental, aunque estoy seguro que en cinco minutos voy a estar preguntando de nuevo como se supone que debo manejar esto. Repaso los botones, rozándolos con las yemas de mis dedos, mientras el clásico sonido de los juegos de vídeo inunda el lugar de un modo que casi parece que somos chicos normales. Me acomodo mejor, observando los vehículos  e intentando elegir alguno que me convenza del todo, cuando me admite que tiene un poco de miedo por lo que dijo el Dexter ese. No lo conozco y no quiero conocerlo, aunque algo me dice que tendré que cruzarme con él en los próximos juegos, cuando yo vuelva para aprender a ser un mentor como Derian y él se encuentre allá dándole órdenes a todos – era obvio que iban a hacer algo así, después de lo que pasó con el once… no deben querer parecer unos idiotas – me encojo de hombros porque son solo suposiciones, dándole “aceptar” a un coche azul eléctrico, que parece tener ruedas más grandes que el tamaño de sus puertas.

Me quedo esperando un momento mientras el juego carga y ladeo la cabeza para poder mirarlo, con un gesto pensativo cruzándose por mi cara - ¿crees que habrán menos juegos pero aún así, morirá más gente? – mi voz baja considerablemente, como si tuviese miedo de que alguien pueda escucharnos y así poder juzgar nuestros pensamientos, que probablemente se encuentran prohibidos en días como los que corren – ya sabes… he escuchado a la gente quejarse en más de una ocasión y creo que hoy en día no van a tolerar siquiera eso – todos saben lo del padre de Alex y no puedo evitar mirarlo con cierta preocupación. ¿Estará más jodido que todos nosotros?

No he escuchado el discurso por encontrarme ebrio y fuera de juego, pero he visto las repeticiones y el horror siempre me sacude, tanto por la situación como por el sonido del disparo rebentando los sesos de aquella pobre mujer que no tenía la culpa de nada. Un escalofrío me recorre y presto atención al juego, que ya entra en la cuenta regresiva para que inicie la carrera. Es como la cuenta regresiva de los juegos, pero mucho más inocente. Me he cansado de las cuentas regresivas para absolutamente todo, pero cuando llega a cero, presiono el botón para acelerar al máximo y me mastico la lengua como siempre hago cuando me concentro – vas a ver como te hago comer polvo…
Benedict D. Franco
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Alexander Darksun
Asentí, lo del once era un asunto muy peliagudo que había levantado muchísima polémica, por decirlo de una forma suave. Aunque, francamente, si lo que querían era no quedar como idiotas habían actuado demasiado tarde, ya han perdido un distrito entero frente a los rebeldes, lo cual ha transmitido un mensaje a todo el mundo: el Capitolio no es invencible. Por supuesto ahora estaban intentando lavar su imagen de nuevo, por eso habían ejecutado a aquella mujer en público, aunque no tenía demasiado claro el porque habían reducido los juegos a la mitad, probablemente fuese para poder prestar más atención a la guerra contra los rebeldes, seguramente en cuanto acabase volveríamos a tener cuatro juegos al año.

- Hay una guerra, claro que morirá más gente. - y no solo soldados, si no tambien muchos civiles. Asentí, yo pensaba exactamente lo mismo, ahora con todo este asunto de los rebeldes los agentes de la paz estarán totalmente paranoicos, verán rebeldes por todas partes y el más insignificante comentario podría desencadenar una "reacción justifiera". - Puede que hasta decidan enviar los mismos tributos al final del año, es decir, el doble en cada edición. - murmuré, eso era solo una suposición y ojalá me equivocase, sesenta tributos en la misma arena era una auténtica barbaridad. Bueno, serían sesenta contando a los especiales, si no tan "solo" serían cincuenta y seis. No creía realmente que tomasen esa medida, pero sería una manera de matar la misma cantidad de tributos a lo largo del año con tan solo dos ediciones.

Me incliné levemente hacia delante cuando comenzó la cuenta hacia atrás para comenzar la carrera. Miré de reojo a Ben un segundo antes de que dieran la señal de salida, me preguntaba si cometería el típico error de novato... si, lo cometió. Esbocé una semisonrisa cuando lo ví acelerar a tope y yo inicié de forma más suave, quedándome más o menos a la par que los otros seis vehículos manejados por la máquina. - No, pequeño padawan, en este juego soy imbatible. - a día de hoy aun se hablaba de la saga de "La Guerra de las Galaxias", a pesar de que tenía siglos de antigüedad, y a mi me encantaba, sobre todo porque poca gente entendía de ese tema y se quedaban con cara de confusión cuando usaba términos como "padawan". Me situé detrás de él y pasé por encima de una de las bolitas de turbo, perfecto, me alineé perfectamente con el vehículo de Ben y lo hice saltar por los aires con un torpedo antes de llegar a una rampa, entonces aproveché la abertura que había quedado para acelerar usando el turbo y aproveché la rampa para saltar por encima de una curva, atajando un buen cacho de mapa. Los vehículos alcanzados por los torpedos se rematerializaban a los dos segundos, pero eran dos segundos preciosos porque además había que volver a acelerar desde cero. - ¿Ves? - pregunté con una sonrisa socarrona, aunque aun quedaba mucha carrera por delante.

Continuamos jugando, concentrados en el juego aunque acabé por preguntar. - ¿Como es vencedorlandia? - tenía curiosidad por la famosa isla de los vencedores. - ¿Es verdad que las casas tienen inteligencia artificial y cumplen todos tus caprichos con chasquear los dedos? - sonaba un poco disparatado, si, pero corrían muchos rumores referentes a ese lugar misterioso que solo los vencedores y algunos miembros privilegiados podían ver.
Alexander Darksun
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Sé que cuando lo miro, mis ojos demuestran el miedo que me producen sus palabras. No es ningún secreto que las cosas no están yendo bien, pero la idea de enfrentarnos a una guerra de verdad, con consecuencias reales, me atemoriza más de lo que me atrevo a admitir. No solo enterraríamos a los niños sino también a los que todavía son demasiado pequeños para los juegos, a los adultos, a los ancianos…pienso en mi abuelito, allá solo en el seis por culpa del correr de los años, y en papá, que es el único que sigue vivo aquí en casa. Una guerra podría quitármelos, podría destruir todo lo que alguna vez quise y tuvo alguna importancia para mí. ¿Por qué no son capaces de solucionar las cosas como personas civilizadas? De todas formas, si asesinan niños por diversión, creo que ya estoy pidiendo demasiado.

Tardo un momento en recordar dónde he escuchado la definición de “padawan” y, en cuanto recuerdo a Shamel obligándome a ver esas películas antiguas que tanto acabaron gustándome, me río brevemente. Alex no tarda en hacer volar mi coche por los aires y dejo salir una palabrota que me supondría un castigo en caso de que algún mayor me escuchase, pero como no hay nadie más, miro a ambos lados y le sonrío a Alex en señal de disculpa – sí, he visto. Ya deja de alardear – respondo, dándole un codazo amistoso como los que mi hermano solía darme cuando intentaba aplastarme y distraerme de lo que estaba haciendo. Lo malo es que él era mucho más grande y de ese modo siempre me hacía perder.

Su pregunta me desconcierta un momento y no puedo evitar mostrarme divertido ante aquella fantasía extraña que tienen los demás sobre la isla, aunque me demoro una pirueta y un torpedo que le hace rebotar por la pista, antes de responder - ¿quién anda diciendo esas tonterías? – pregunto, demostrando en el tono de mi voz de que anda delirando un poco – son casas gigantes y demasiado lujosas, eso sí. Tenemos una televisión que ocupa casi toda una pared de la sala y la bañera tiene canillas con diferentes tonterías con mucho perfume. Pero más allá de los gustos caros, no te pierdes de nada – me encojo ligeramente de hombros para que se de cuenta de que no es gran cosa y justo mi coche se lleva puesto a otro por delante, lo que me hace gruñir ligeramente ante la pequeña traba que eso me supone – hay playas muy blancas y mucho espacio verde, un polideportivo, un hospital gigante… - arrugo la nariz y mi voz se apaga por un momento, porque he pasado una larga temporada allí dentro y detesto ese lugar. Lanzo un suspiro de resignación e intento esquivar un coche de la máquina, que acaba jodiéndome la estrategia – pero lo que más me gusta es la biblioteca. Es enorme y allí nadie grita. Tengo un vecino anciano que ganó los juegos hace mucho tiempo y se la pasa hablando solo y en voz alta desde su jardín – la isla parece más bien un centro psiquiátrico disfrazado de una vida gloriosa, dónde vemos siempre las mismas caras y contamos los intentos de escape o quien ha acabado de perder la cabeza – hacen parecer que es el paraíso, pero es el infierno, créeme.
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Alexander Darksun
Ben suelta un taco y luego mira a su alrededor, como si acabase de hacer algo malo, ante lo cual no pude evitar ennarcar las cejas. - Relájate, estamos solos... joder. - contesté con una semisonrisa mientras le devolvía el codazo, con cierto aire travieso. Parecía ser que el padre de Ben era estricto con esas cosas, mi madre solo si nos pasábamos demasiado, pero en general solía hacer oidos sordos si a mi hermano o a mi se nos escapaba un "joder" o una palabrota de "categoría menor". Había que tener en cuenta que a la primera a la que se las habíamos oído pronunciar había sido a ella, mi madre no era lo que se suele conocer como una mujer delicada.

Cuando mi vehículo toma una curva vertical, más conocida como "looping" tambien giro de forma inconsciente el mando además de pulsar el botón correspondiente, como si eso ayudara, pero era un gesto involuntario. - Pues son rumores, así que todos y nadie. - contesto con un encogimiento de hombros cuando me hizo la pregunta, con el mismo tono que si le hubiera preguntado si los cerdos volaban. Bueno, quizás no fuese algo muy distinto, la verdad, yo nunca me había creido del todo esos rumores, así que presté atención a las explicaciones de Ben mientras intentaba mantenerme concentrado en el juego. La verdad, lo que oigo no suena tan mal, pero luego había que tener en cuenta que los agentes de la paz te vigilaban, que lo otros mentores muchas veces estaban locos y, por supuesto, que no podías salir de aquel lugar. - Pues claro que es el infierno, es una isla, no hay nada peor que las islas. - sobre todo para alguien con una hidrofobia tan grave como la mía, pero bueno, no era demasiada conocida esa faceta mía, afortunadamente, si en el instituto se enteraban sería mi fin.

Continuo manteniendo la delantera en la carrera, en fin, llevaba mucho tiempo jugando a este juego y ya me había pasado el modo campeonato en nivel "locura", el máximo grado de dificultad del juego. Me quité las sandalias, mi calzado habitual de verano, de dos patadas y apoyé los pies descalzos en el sofá, rodeando las piernas con los brazos mientras continuaba acelerando a través de las múltiples rampas y loopings imposibles de la pista. - ¿Tienes una casa para ti solo o la compartes con la chica del Capitolio? - tenía entendido que todos los mentores la tenían, pero quizás Ben fuese demasiado joven para eso, no conocía las normas exactas. Pero debía de ser alucinante tener toda una vivienda, con tus propias normas, sin nadie que pueda decirte lo de "esta es mi casa". Aunque bueno, vivir con un pivón como la ganadora del Capitolio, cuyo nombre no recordaba, tambien debía de ser algo alucinante.

Mi coche cruza la línea de meta en primer lugar, completando así la primera vuelta, pero eran un total de tres, así que había que tener cuidado. - Cuidado con los delfines terrestres kamikaces. - ahora es cuando unos delfines con bombas a la espalda aparecían por la pista... corriendo sobre sus dos aletas traseras. No eran, ni de lejos, tan rápidos como los coches, pero es que se movían en dirección contraría, así que estallaban de frente, y su impacto te dejaba fuera de la pista tres segundos, no dos como los torpedos de los otros vehículos. - En serio, no sé que mierda se fumaron los que hicieron este juego, pero debía de ser algo muy fuerte. - comenté riendo entre dientes.
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
No tengo ni idea del motivo por el cual lo dice, porque creo que nunca ha estado en una isla, pero no puedo hacer otra cosa que darle la razón. Me tomé la molestia de recorrerla de una punta a la otra con el correr de los días y el descubrir que en cada rincón solo encontraba agua me resultó bastante desesperante. Ellos lo llaman "exclusividad", pero todos sabemos que somos prisioneros, en especial porque está lleno de guardias en las pocas vías de salida y estoy casi seguro de que nos deben vigilar en nuestras propias casas, aunque todavía no pude comprobarlo. Puedo ver de reojo como Alex se quita el calzado y me pregunto si yo podré hacer lo mismo, pero por mera educación no lo hago, así que mis pies se quedan ahí donde están.

Su pregunta me lleva de sopetón de regreso a la charla que mantuve con Seth hace poco sobre Amelie, lo que produce que mi estómago se encoja mientras noto como el calor me hace picar las mejillas. De todas formas carraspeo, incorporándome mejor en mi asiento y fijando mi atención en la televisión con total indiferencia, mientras aprieto botones que no tengo ni idea de que van a hacer porque ya he olvidado las instrucciones, de modo que cuando me doy cuenta, mi coche va entre los últimos - Amelie vive conmigo - suena mucho más maduro y serio que decir "yo vivo con Amelie", porque si vamos al caso, yo le pedí que compartamos casa - lo decidimos porque necesitábamos hacernos compañía, además de que los dos estamos solos y ... bueno. Es mas sencillo superar estas cosas si tienes a alguien al lado - y más cuando esa persona que tienes al lado ha acabado significando algo para ti de un modo que no terminas de comprender.

No puedo evitarlo, pero la carcajada que se me escapa ante su sospecha sobre el estado de los creadores de este juego bizarro retumba sin ningún disimulo, aunque me las arreglo para esquivar a uno de esos delfines deformes justo después de cruzar la línea de llegada un poco más tarde que Alex, de modo que presiono los labios con firmeza como si así pudiese concentrarme más - probablemente escribieron sus ideas de fumancheros y las pegaron para completar una idea que no tuvo sentido, pero les pareció genial y pagaron por crearlo - digo, encogiendo ligeramente mis hombros como si fuese la opción más lógica. Lanzo un pequeño festejo cuando uno de mis torpedos hace rebotar a dos coches que iban demasiado pegados, de modo que al acelerar, el coche da un salto en una curva y avanza bastante más de lo que hubiese esperado. Me toma un momento de concentración antes de retomar nuestro tema de conversación - Amelie te caería bien, es la clase de chica que se enoja con cualquiera que no se meta con alguien de su tamaño - me muerdo la lengua para disimular mi diversión y añado un pequeño detalle - por cierto, ¿te has fijado en el ojo morado de Uther? - Uther Sanders es uno de los chicos mayores del instituto, tan grande como un ropero, que siempre buscó el modo de fastidiarme, aunque la última vez que nos vimos las cosas no le salieron muy bien - se lo hice yo, la última vez que nos vimos. Cuando regresé de los juegos, no tuvo mejor idea que decirme un par de comentarios ofensivos. Bueno... la broma le salió por la culata - arrugo el ceño sin despegar los ojos de la pantalla, aunque solamente puedo centrarme en las emociones negativas que aquel recuerdo provoca - lo aprendí del mejor. Jamás te agradecí por ayudarme cuando ellos fastidiaban y creo que todavía no es tarde.
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Alexander Darksun
"Eso, la chica se llama Amelie" pensé para mi mismo, intentaría no olvidarlo, aunque nunca había sido muy bueno para los nombres de las personas a las que no conocía. No se me escapó el echo de que nada más mencionarla carraspeó y empezó a pulsar botones al azar, como si de pronto se le hubiesen olvidado los comandos. Sonreí levemente y negué con la cabeza, no hacía falta ser un genio para llegar a una conclusión. Y no podía culparlo, la chica estaba muy buena, y habían pasado por mucho juntos, lo cual tambien debía servir para unir.

Esquivé a un par de delfines mientras aceleraba hasta alcanzar una velocidad frenética en una curva doble, lo que casi desemebocó en que mi coche se saliera de la pista, pero conseguí mantener el control. - Claro, claro, las cargas se llevan mejor entre varios, o eso se dice. - yo pocas ocasiones había tenido para comprobarlo, por lo general había tenido que llevar mis propias cargas siempre.  - y tal y como describía la isla debía de ser un lugar muy solitario, lo cual no molaba nada. Además, tenía entendido que los mentores dejaban de estudiar ¿para que iban a seguir formándose? Solo podían desempeñar una función en toda su vida. Aunque estudiar no me gustaba, mi vida sería bastante aburrida si no tenía nada que hacer durante todo el día.

Cuando Ben ríe, rio con él y asiento, totalmente de acuerdo con su idea. - Claro, seguro que fue eso, ¡y en otras pistas aparecen cosas aun peores! - veo la maniobra que realiza Ben, sorpendentemente parecida a la que yo había hecho al poco de empezar y enanrco las cejas. - Aprendes rápido. - comento. AL tomar una curva cerrada, un delfín sale casi de la nada y soy incapaz de esquivarlo, de modo que mi coche salta por los aires por la explosión. - ¡Mierda! - exclamo. En los tres segundos que tardo en reaparecer me adelantan cuatro coches, incluido el de Ben. Vuelvo a pulsar el acelerador como si no hubiera mañana mientras Ben continúa hablandome de Amelie. - ¿Esa chica te tiene loquito eh? - digo riendo entre dientes y guiándole un ojo. Me froto la mejilla contra la rodilla que tengo delante porque me picaba y no me atrevía a quitar una sola mano del mando y asiento con un leve "ajam", me había fijado, si. - Esos tipos no tienen respeto por nada, has hecho bien, y enorabuena, Uther es, probablemente, el hueso más duro de roer de todo el instituto. - el típico chico que se había entrenado para ser profesional durante toda su vida, pero Ben había estado en los juegos de verdad, por eso no me extrañó que fuera capaz de golpearle en el ojo. - No tienes que darme las gracias, solo hice lo que creí correcto. - le dediqué una sonrisa al decir esto, me alegraba mucho que se sintiera agradecido por ello, y tambien que hubiera decidido llamarme hoy, hacía muchísimo tiempo que no pasaba una tarde con un amigo. Volví a centrar la mirada en la pantalla, todo esto no significaba que fuese a ser piadoso en el juego, claro estaba.

>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>Salto temporal<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<

Unos minutos despues Ben y yo estábamos casi a la par a punto de alcanzar la línea de meta en la última vuelta. A mi me quedaba una carga de turbo y a él un torpedo, no podía ponerme delante suya porque entonces me haría saltar por los aires, fruncí el ceño, concentrado en resolver aquel problema. El caso era que la meta estaba cada vez más cerca y él iba ligeramente por delante. Me mordí el labio inferior y opté por intentar algo, presioné el botón de turbo y pasé a su lado cuando ya iba a llegar a la línea, pero no me puse a una distancia suficiente para que él pudiera dispararme un torpedo sin correr peligro él mismo, si no que derrapé y me paré justo de frente a él. La idea era que el choque de su coche enviaría al mío contra la línea de meta, era algo que ya había funcionado con anterioridad. Pero hubo algo con lo que no conté, sus ruedas eran enormes y mi vehículo tenía aspecto aerodinámico, por lo que sus ruedas derechas pasaron, literalmente, por encima del mío y cruzó la línea de meta en equilibrio sobre las dos ruedas izquierdas. - ¡¿Queeeeeeeeeeee?! - exclamé llevándome las manos a la cabeza. -¡Venga ya! - exclamé, aunque no pude evitar reirme un poco, que surrealista era todo. - Bueno, enorabuena, primera carrera y primera victoria. - concedí. - Luego jugamos otra o cambiamos de juego, si lo prefieres, peeeeero antes, vamos a hacer palomitas. - dije levantándome de un salto y dirigiéndome a la cocina.

Me puse de puntillas para alcanzar la estantería superior y bajé un cuenco lo bastante grande para cupieran todas. Puse la bolsa dentro y lo metí en el microondas, el cual puse en marcha tras seleccionar un minuto. - ¿Quieres acompañarlas con algo? - dije sacando de la nevera varios botes: queso fundido, sirope de fresa, sirope de chocolate y nata. Um, ¿este último estaba en buen estado? Lo destapé y olí, si, aun estaba fresca, había dudado porque llevaba varias semanas en la nevera, pero la fecha de caducidad decía que aun faltaba bastante. Con una sonrisa traviesa, y sin previo aviso, solté un ligero chorro de nata sobre la nariz de Ben.

off: he hecho el salto temporal para agilizarlo un poco que no quiero que se mezcle mucho con la cosecha, posteas, luego posteo yo y hago otro salto temporal hasta unas horas despues, cuando Ben vuelve a casa y se despiden, o si prefieres hazlo tú en tu post ya ^^
Alexander Darksun
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Ignoro su comentario sobre Amy porque no hace otra cosa que dejarme mudo, aunque mi agradecimiento ya se encuentra hecho y creo que no podía irme de aquí sin hacerlo, aunque no solo por esto, sino también por las cosas que nunca me atreví a decirle. Gracias por no ignorarme, gracias por tratar bien a Melanie, gracias por echarle un ojo a Sophia... me gustaría el poder quedarme en el cuatro para siempre, saber que no los pierdo a ellos cuando ya tuve suficiente con perderme a mí mismo durante los juegos. Me conformo con asentir vagamente con la cabeza y me concentro en el juego, continuando con los disparos, las piruetas y las explosiones que repentinamente, no me parecen reales ni siquiera en la televisión. El rato pasa entre alguna que otra palabrota que dejo salir y más de una vez le he golpeado al control de mando como si éste tuviese una falla mía si algo no me salía bien, hasta que finalmente, tras un momento que me hizo ponerme de pie en mi sitio por pura tensión, mi coche pasa primero la línea de llegada. Levanto los brazos como si hubiese cantado una enorme victoria, gritando un "sí, sí!" mucho más infantil del que hubiese querido, aunque Alex parece perplejo. No puedo evitar reírme con él y dejo el control con cuidado sobre el sofá, sin saber bien donde meterlo - te dije que ibas a comer polvo - bromeo.

Alex dice algo de comer palomitas y todo lo demas no me importa porque adoro las palomitas, así que voy tras él sin chistar, volviendo a hacer un recorrido visual por la casa mientras jugueteo con mis manos escondiéndolas detrás de mi espalda. Me quedo un poco apartado mientras rebusca, aunque me acerco para ver lo que anda sacando - Nosotros siempre le ponemos azúcar, pero hazlas como tú quieras - digo tranquilamente, aunque algo se me sacude dentro porque con "nosotros" me refiero a Mel y a mí, aunque ahora ya no exista hablar en plural. Abro la boca para corregirme, pero Alex suelta un chorro de nata que da de lleno en mi nariz, haciendo que me eche hacia atrás, parpadeando como si me hubiesen dado un susto de muerte - ¿pero qué...? - me llevo los dedos a la nariz y saco un poco de la nata que me chorrea, poniéndome algo bizco para verla mejor. No lo pienso dos veces, que se la desparramo por la cara, mordiéndome la lengua con diversión - ¡si serás...! - mi insulto queda reprimido por el pitido del microondas y, sin pensar en si estoy siendo demasiado confianzudo o no con las cosas que no son de mi casa, abro la puertilla y saco la bolsa inflada de palomitas, aunque la suelto rápido al quemarme los dedos - ¡Mierda! - me lamo allí donde me quemé, empujando con la muñeca de la mano contraria para acercarle la bolsa - hace demasiado que no hago palomitas, me olvidé que se calentaban tanto - confieso, encogiéndome de hombros como si aquello fuese una excusa válida. Debería serlo.

El resto de la tarde transcurre con tranquilidad mientras nos deboramos el bol de palomitas, y para romper la rutina, me la paso haciéndole preguntas sobre lo que ha pasado o dejado de pasar en mi ausencia. Que algunos se pelearon, que otros comenzaron a salir, que tal profesor se manchó el trasero al levantarse del asiento... le enseño a jugar todos los juegos de cartas que Amy me enseñó durante nuestras tardes de aburrimiento y le prometo que cuando regrese, nos juntaremos a jugar a la pelota. Al final, cuando el sol comienza a bajar, decido que es hora de despedirnos, de modo que cuando estoy frente a la puerta, le estrecho la mano con falsa formalidad - espero que nos veamos pronto, Alex. A ver si puedes ganarme la próxima vez - me doy falsos aires, hinchando ligeramente el pecho y suelto una risita para indicar que es una broma, cambiando el saludo de manos por un golpe amistoso en el hombro - cuida a mi papá y a Soph por mí, ¿sí? - él puede echarles un ojo, puede controlar que ella no se ponga triste y que nadie la moleste o que mi padre no se ande poniendo borracho por las calles. Le lanzo una última mirada, le sonrío brevemente y me pierdo calles abajo, dejando que mi cabeza caiga con cada uno de mis pasos hasta que vuelvo a ser el niño cabizbajo que anda solo, con las manos en los bolsillos y la consciencia sucia cargando sobre la espalda.
Benedict D. Franco
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