OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Fiesta de coronación de los 337th Magic Games. Jolene, Jeremy y Anderson, contra todo pronóstico, han ganado.
[...] Alcé la ballesta y ataqué, no a la chica que había centrado su ira contra Ryan sino por el contrario hacia el grupo algo mas grande que venía detrás de ella. La primera flecha se clavó en una zona que la habría desangrado en cuestión de segundos... segundos que no tuvo. Su cuerpo cayó al suelo a la vez que varios más. Tres de nosotros murieron en el encuentro de las dos alianzas antes de que cualquier pudiera parpadear. Llega un momento en el que ni siquiera puedo ver todo lo que sucede a mi alrededor porque una flecha se ensarta en mi pecho a una considerable cercanía a mi corazón. Mi vista se va al cielo cuando mi cuerpo golpea en el suelo casi inerte y los gritos desesperados de mi hermana se van amortiguando. - RESISTE ANDY! TU NO PUEDES ACABAR ASÍ, NO MERECES ACABAR ASÍ - Gritos... eso es lo que prácticamente me está chillando desesperada agachada a mi lado llorando, y reconozco esas lágrimas porque entonces me veo a mi mismo en la misma situación hace varios años, destrozado por ella cuando se desplomó en la plaza la tarde en la que falleció abandonándome y dejándome a la deriva y solo en un mundo que no entiendo y que además me odia. Siento su mano agarrar la mía con una fuerza increíble, pero poco a poco se va menguando hasta desaparecer del todo. Se difumina en el aire cómo si nunca hubiera existido... Cuando me alegro de que no estuviera aquí para pasar por esto y sufrir lo que sufrí yo al perderla.
[...] Repentinamente ya nada va a velocidad normal, todo se ha parado y mi mirada se va hacia Jolene cuyo cuerpo va cayendo al suelo en una lentitud que resulta desesperante. Quiero gritar su nombre, correr hacia ella pero mi cuerpo apenas responde. Consigo arrastrarme suficiente como para alcanzarla, no estoy seguro de si las distancias eran tan grandes como lo que me parecieron pero eso da lo mismo. En cuanto siento su mano me aferro a ella con la esperanza de que eso la mantenga viva pero sé que no lo hará, ya nada puede salvarla, ya nada la hará volver a casa y a mi tampoco. He fallado una promesa, pero lo bueno de todo esto es que no tendré que lamentarme por eso, en un par de minutos estaré muerto y ni siquiera recordaré que prometí volver a casa pero me quedé en el camino.
Enlazo mi mano a la de Jolene aferrándome con la otra a su camisa y mirándola a medias porque aunque intento enfocarla veo a diez como ella. - Hoy sí que no pienso soltarte. No vas a volver a marcharte sin mi - No sé exactamente el momento en el que varias lágrimas salen de mis ojos. Estoy harto de despedirme, estoy harto de perderla, estoy harto de destruir todo mi mundo. No paro de lastimar a las personas que me rodean, mis padres muertos, mi hermana muerta, Jeremy muerto, estoy obligando a mi abuela ver fallecer a lo más parecido que tiene a un hijo. Esa es la clase de persona que soy, que hiere de gravedad a todo lo que toca. Ahora estoy sosteniendo la mano de Jolene entre las mías mientras muere... y eso es lo mejor que puedo hacer por ella. - Perdóname - Aquello sale como un ruego, pero no estoy seguro de si con la suficiente voz como para que me oiga. Con las heridas que llevo encima apenas puedo saber de qué me estoy disculpando exactamente. ¿por haber llegado a su vida y jodersela entera? ¿por haberme marchado? ¿por haberla dejado? ¿por haberla hecho preocuparse por mi? ¿por no poder hacer nada para salvarla? ¿por dejar morir a Jeremy? por... por... hay tantas cosas por las que debería disculparme...
Muchos recuerdos abordan mi cabeza, todos relacionados con ella probablemente porque es la única persona a la que puedo aferrarme mientras mis segundos se agotan. La primera vez que la vi en aquella fuente, sus trenzas y vestidos de niña mona, su sonrisa extraña entre lágrimas que solo era capaz de sacarle yo y soy consciente por primera vez de lo importante que fue para mi que formara parte de mi vida. Quiero quedarme con ella, para siempre, no volver a dejarla, no volver a abandonarla sola a la deriva cuando todos sus amigos se reducían a mi y a su muñeca.
Alrededor todos están agonizando. Ya no hay nadie en pie. Todos vamos a morir. Quizá por primera vez, los Magic Games no tengan un ganador; quizá por primera vez, nadie aguante suficiente.
Y entonces despierto violentamente con el corazón tan acelerado que podría echar a volar, mis manos enterradas entre las sábanas de las cuales me agarro con la esperanza de tocar algo real y con los ojos llenos de lágrimas que ya había estado derramando antes de despertar del todo. Las enfermeras entran en tropel porque la máquina que sigue los ritmos de mi corazón les avisa del brusco cambio pero en cuanto me tocan intento sacarlas de encima. - DEJADME! DEJADME EN PAZ! - Todos los días lo mismo, todas las veces lo mismo. Me drogan con la esperanza de que duerma después de semanas sin pegar ojo sin darse cuenta de que cada vez que me obligan a dormir vuelvo allí, a aquella noche lluviosa en la que casi morimos, en la que casi lo pierdo todo; en la que podría ser hoy mi existencia si hubiera tenido, quizá algo más de suerte. La gente a veces cree que los juegos se trata de sobrevivir, que todo termina una vez la arena termina.
Se equivocan.
Hoy se supone que es un día especial. Hoy es el día de nuestra coronación. Hoy millones y millones de personas vendrán a vernos para celebrar con nosotros que sigamos vivos. No es más que otra de esas fiestas estúpidas donde debemos sonreír, fingir que ahora todo ha terminado mientras por dentro nos desmoronamos trozo a trozo. Me inyectan varios calmantes y al final, aunque no me duermen, consiguen que deje de luchar. Una enfermera me ayuda a levantarme mientras vamos hacia los servicios del hospital para bañarme y arreglarme para el gran día. Por el camino alcanzo a ver la habitación de Jolene entre abierta a quien también están despertando y por primera vez en esa noche, me doy cuenta de qué era lo real y qué era mentira. Eso es lo que más cuesta tras tener una pesadilla sobre la arena a la que casi sobreviví por los pelos, confiar y confiar de verdad, en qué aquella noche sea un recuerdo lejano y no un lugar en el que volveré a estar en cuanto abra los ojos.
Los preparativos son bastante rápidos ahora que ya no me resisto, me peinan, me cambian de ropa, me ponen corbata (que por cierto no me gustan) y alcanzo a oler incluso la colonia con la que prácticamente me han bañado. Cuando me siento en el coche Jeremy no tarda en llegar a sentarse en el asiento de en frente al mío con su cara de refunfuñon de siempre y en la que solo me fijo cuando estoy hasta las narices de calmantes, supongo que entonces poco me importa que me encuentre mirándole fijamente durante lo que a mi me parecen segundos pero probablemente sean minutos; seguido de él entra Jolene llevando uno de esos vestidos que nos ponían en las entrevistas, como poniéndonos guapos para vendernos al mismísimo diablo. El coche se mueve pero a mi no me importa, busco a tientas la mano de Jole y me aferro a ella con más fuerza de la que probablemente debería tener con la sangre llena de calmantes mientras el resto de mi cuerpo se va hacia un lado y acaba cayendo contra la puerta como si no tuviera potestad alguna sobre él.
Creo que duermo pero no estoy seguro, menos desde que cada vez que lo intento las pesadillas sobre la arena se me meten en la cabeza con una facilidad de vértigo. Cuando me despierto hay un médico delante de la puerta en al que estaba apoyado asegurándose de que no se han pasado con los calmantes y me han provocado una sobredosis; cuando abro los ojos le oigo respirar con tal alivio que casi me lo transmite. - ¿Hemos llegado ya? - El hombre asienta y me ayuda a salir del coche, el resto parece estar fuera esperando a que me recomponga. Los calmantes suelen durar varias horas, lo sé por experiencia, pero al ver que ha anochecido asumo que esas horas se han agotado y pronto dejarán de hacer efecto. Aparece una mujer alta y esbelta que nos explica lo que debemos hacer. Ya lo sabemos, llevan entrenándonos semanas para esto así que desconecto en cuanto abre la boca y miro hacia otra parte. Todo el lugar está decorado como siempre lo recordaba de la televisión, nuevos tapices, luces de colores colgando de todas partes y un montón de adornos.
Me separo del grupo distraído caminando no estoy seguro de cuanto hasta que me paro justo delante de una de las farolas, de color azul mirando aquel foco cómo si fuese lo mejor que me ha pasado nunca. Extiendo mi mano intentando atrapar la luz pero por más que cierro mi mano a su alrededor ésta consigue escapar. Ojalá todo fuera tan fácil como eso, que el capitolio lanzara sus manos contra nosotros pero no pudiese tocarnos, desgraciadamente ahora nos tiene más a la mano que nunca. Escucho unos pasos detrás de mi pero no me molesto en mirar quien es porque siempre he sido muy bueno identificando pasos. En ese momento estoy seguro de que es Alex quien se para a mi izquierda y cuando giro mi cabeza, allí está, con los ojos llorosos como si le hubieran pegado pero fingiendo estar bien. - Te has perdido - Yo no me he perdido, sé donde estoy. Miro a mi alrededor para demostrárselo pero la gente que debería estar en el coche no está, el coche tampoco está y los adornos de la fiesta de coronación están demasiado lejos. - Sé volver - De pronto me doy cuenta de que tengo razón, sé volver, pero no quiero. Ella niega suavemente y desaparece. No la entiendo a veces, aparece y desaparece cuando quiere, pero no cuando yo la necesito.
El agua ya se ha puesto helada y mis poros parecen chillar a gritos que salga de la bañadera, pero yo no lo hago, sino que aprieto aún más los labios para aguantar la respiración y me quedo tendida, sintiendo el mármol contra la piel desnuda de mi espalda. No sé si espero ahogarme o retrasar el momento de saludar a las cámaras, pero finalmente la silueta de Mariol se asoma y yo le lanzo una mirada de reproche desde mi sitio, de modo que me levanto, rompiendo el límite del agua y tomando una gran bocanada de aire. Me aparto las gotas de los ojos, escuchando las indicaciones del día de hoy y yo asiento porque es lo único que he hecho en estos días. Básicamente me sacan de la bañera por su cuenta, porque yo no coopero, me secan y comienzan con los preparativos. Me liman las uñas, me arreglan las cejas y me ponen una capa de maquillaje que casi fuerza una sonrisa por mí. Me meten en un vestido cargado de brillos y tul que apenas me deja respirar y me colocan unos zapatitos que me recuerdan a los de la cenicienta. Me rizan el cabello y le tiran mucho spray que a su vez lo decora con pequeños brillitos, de modo que cuando me miro al espejo, tengo que parpadear para ver entre tanto destello. La chica que se encuentra allí no es Jolene del ocho. Parece delicada y poderosa a la vez, pero yo no me creo ninguna de las dos cosas. Cada vez que respiro algo no me cuadra y siento el impulso de rogar que me dejen volver a la cama. No quiero observar a aquellas personas que nos festejan. Cuando me ponen un perfume dulzón que me recuerda las galletas de vainilla, comienzan a sobornarme con voz melosa, diciéndome que podré comer cosas ricas y que veré a Jeremy y a Anderson. La verdad es que no me entusiasma, porque ellos están siendo arrastrados igual que yo y me duele ver como han quedado luego de lo que pasamos. Y de todas formas, es lo mejor que puedo pedir esta noche.
Obviamente, soy la última en llegar. Me escoltan hasta el coche que nos aguardan y yo piso allí donde mi estilista lo ha hecho antes para no acabar cayendo y tener un rumbo. Cuando me deslizo dentro, lo primero que veo es el rostro ensombrecido de Jeremy y una sacudida me revuelve el estómago... he visto nuestro beso una, diez, cincuenta veces en la televisión. Me ruborizo, algo que alivia a Mariol, que dice algo sobre que necesitaba algo de color en el rostro, y me las arreglo para sentarme junto a Andy, que parece estar en cualquier lugar menos aquí. Cuando arrancamos, siento su mano sostener la mía y le doy un apretón mientras enrosco nuestros dedos y pego los ojos al vidrio, observando las calles que quedan atrás y a todas las personas que, emocionadas, van a la festividad. ¿Cómo es que pueden estar tan excitados con algo que a mí me deja vacía por completo? Estoy tan centrada en ello que tardo en darme cuenta de que sostengo unos dedos que parecen muertos y volteo la cabeza, viendo como Andy ha caído contra la puerta del coche. Por un momento creo que se ha dormido, por lo que tiro de su mano para que se despierte, pero como no lo hace, miro a Jeremy, que parece tan confundido como yo, y luego a nuestras escoltas - ¿qué le dieron? - pregunto. Justo llegamos y el auto se detiene, por lo que nos obligan a salir mientras llaman a un médico y los nervios vuelven a mí de manera insoportable. Me niego a bajarme, pero Jeremy es quien me arrastra y me rodea con los brazos, aunque hago lo posible por mirar debajo de su axila. Finalmente, la voz de Andy llega y todos respiramos con alivio. El corazón deja de latir con tanta violencia, porque por un momento fue como regresar a la arena. ¿Es qué esto nunca va a acabar? ¿Voy a pasar el resto de mi vida vigilando a quienes me rodean para chequear que todavía se encuentren ahí?
Cuando Andy sale del coche le lanzo una mirada preguntona y curiosa, pero no puedo dirigirle la palabra porque nos manejan como marionetas hasta que, una vez más, vuelven a explicarnos el funcionamiento de todo esto. Rodeo los ojos y hago oídos sordos, mientras la mujer anda diciendo que debo ir en el medio y contar no-sé-cuantos pasos para hacer la entrada. Cuando la perorata acaba todos se dispersan, alguien me sacude el vestido y yo miro alrededor, encontrándome nomas con Jeremy a mi lado, que parece estar en otro sitio - ¿Y Andy? - ninguno de los dos sabemos donde está, nos giramos y no lo vemos. Jeremy farbulla, de mal modo, que irá a buscarlo, pero como yo no quiero quedarme sola, hago mi propio camino. Lo encuentro no muy lejos, doblando un esquina y unos cuantos metros más allá, solo. Suspiro con reproche y voy hacia él, haciendo sonar los pequeños tacos de mis zapatos - Te perderás tu propia fiesta - digo con suavidad, sin intenciones de asustarlo. En mi voz dejo bien en claro que éste es el último lugar donde quiero estar. Me detengo a su lado, miro el farol y me quedo observando la luz. A lo lejos, se escuchan ahogados los comienzos de la fiesta; la gente ha llegado y todo inicia sin nosotros, porque hacemos una gran entrada más tarde. Se escuchan gritos de admiración, probablemente han puesto pantallas con repeticiones de nuestros mejores momentos y todas esas cosas que nos ahogan y nos hacen sentir atrapados. - ¿Qué pasó en el coche, Andy? ¿Bebiste... o lo que sea? - lo analizo de pies a cabeza. Parece más ido que de costumbre. Tal vez en la arena lo he perdido para siempre.
Obviamente, soy la última en llegar. Me escoltan hasta el coche que nos aguardan y yo piso allí donde mi estilista lo ha hecho antes para no acabar cayendo y tener un rumbo. Cuando me deslizo dentro, lo primero que veo es el rostro ensombrecido de Jeremy y una sacudida me revuelve el estómago... he visto nuestro beso una, diez, cincuenta veces en la televisión. Me ruborizo, algo que alivia a Mariol, que dice algo sobre que necesitaba algo de color en el rostro, y me las arreglo para sentarme junto a Andy, que parece estar en cualquier lugar menos aquí. Cuando arrancamos, siento su mano sostener la mía y le doy un apretón mientras enrosco nuestros dedos y pego los ojos al vidrio, observando las calles que quedan atrás y a todas las personas que, emocionadas, van a la festividad. ¿Cómo es que pueden estar tan excitados con algo que a mí me deja vacía por completo? Estoy tan centrada en ello que tardo en darme cuenta de que sostengo unos dedos que parecen muertos y volteo la cabeza, viendo como Andy ha caído contra la puerta del coche. Por un momento creo que se ha dormido, por lo que tiro de su mano para que se despierte, pero como no lo hace, miro a Jeremy, que parece tan confundido como yo, y luego a nuestras escoltas - ¿qué le dieron? - pregunto. Justo llegamos y el auto se detiene, por lo que nos obligan a salir mientras llaman a un médico y los nervios vuelven a mí de manera insoportable. Me niego a bajarme, pero Jeremy es quien me arrastra y me rodea con los brazos, aunque hago lo posible por mirar debajo de su axila. Finalmente, la voz de Andy llega y todos respiramos con alivio. El corazón deja de latir con tanta violencia, porque por un momento fue como regresar a la arena. ¿Es qué esto nunca va a acabar? ¿Voy a pasar el resto de mi vida vigilando a quienes me rodean para chequear que todavía se encuentren ahí?
Cuando Andy sale del coche le lanzo una mirada preguntona y curiosa, pero no puedo dirigirle la palabra porque nos manejan como marionetas hasta que, una vez más, vuelven a explicarnos el funcionamiento de todo esto. Rodeo los ojos y hago oídos sordos, mientras la mujer anda diciendo que debo ir en el medio y contar no-sé-cuantos pasos para hacer la entrada. Cuando la perorata acaba todos se dispersan, alguien me sacude el vestido y yo miro alrededor, encontrándome nomas con Jeremy a mi lado, que parece estar en otro sitio - ¿Y Andy? - ninguno de los dos sabemos donde está, nos giramos y no lo vemos. Jeremy farbulla, de mal modo, que irá a buscarlo, pero como yo no quiero quedarme sola, hago mi propio camino. Lo encuentro no muy lejos, doblando un esquina y unos cuantos metros más allá, solo. Suspiro con reproche y voy hacia él, haciendo sonar los pequeños tacos de mis zapatos - Te perderás tu propia fiesta - digo con suavidad, sin intenciones de asustarlo. En mi voz dejo bien en claro que éste es el último lugar donde quiero estar. Me detengo a su lado, miro el farol y me quedo observando la luz. A lo lejos, se escuchan ahogados los comienzos de la fiesta; la gente ha llegado y todo inicia sin nosotros, porque hacemos una gran entrada más tarde. Se escuchan gritos de admiración, probablemente han puesto pantallas con repeticiones de nuestros mejores momentos y todas esas cosas que nos ahogan y nos hacen sentir atrapados. - ¿Qué pasó en el coche, Andy? ¿Bebiste... o lo que sea? - lo analizo de pies a cabeza. Parece más ido que de costumbre. Tal vez en la arena lo he perdido para siempre.
Los ruidos regresan, el suelo haciendo track track con cada paso. Durante un momento creo que es Alex y es por eso que ni siquiera me vuelvo, pero cuando escucho la voz de Jolene, de forma algo tardía, me giro para mirarla. Hago una mueca cuando dice lo de la fiesta y bajo la vista hacia mis zapatos. En medio de todas esas nubes en la que estoy también miro los suyos. Subo lentamente hacia el resto de su ropa y cuando quiero darme cuenta he vuelto a su rostro. - Y tú la tuya - Comento haciendo una pequeña mueca, casi infantil, al torcer la boca y que luego se asemeja a un pequeño puchero pero se pierde en el aire cuando quito mi vista de ella y vuelvo a la luz que parece tan lejana y cercana al mismo tiempo.
Extiendo mi mano delante cambiando de táctica, dejando que la luz bañe toda la palma y luego cerrándola. Me encuentro con la misma decepción de que así tampoco puedo atraparla. - No quiero ir. Allí están todas las personas que les compraron armas y mejoras a los que casi nos matan - Siempre hay un punto de los calmantes en el que no tengo un filtro mental, en el que las cosas salen de mis labios tal como las pienso, cosa que cambia muy drástricamente conmigo que intento pensar siempre todo lo que digo aunque al final salga una gilipollez. - ¿Cómo les voy a mirar a la cara? Seguro que nos ven y piensan. Bah, han salido los que no me caían bien - Luego pienso en lo estúpido que sueno. ¿Cómo no vamos a caerles bien? Jeremy es grande y fuerte y encantador; Jolene también. Seguro que a ellos les aman. Yo soy el problema, yo soy el que casi nos mata a todos con las alucinaciones en la arena.
Junto mis manos enlazándolas por los dedos y apretando con una fuerza descomunal, como siempre que intento recordarme a mi mismo que estamos en el mundo real; cómo cuando por un momento me amenaza la realidad de que vamos dando pasos lentos y tortuosos hacia el final de mis sueños. Antes de darme cuenta estoy respirando más aire de la cuenta. Desato mis manos y me las llevo a la camisa, abro los botones casi de forma brusca y con movimientos mecánicos y torpes; de mis labios sale algún que otro ruidillo que se asemeja a un quejido y que se apagan por completo con una evidente tranquilidad cuando veo la cicatriz de la flecha que casi me mata en la arena. Esa cicatriz borra cualquier miedo, porque me recuerda que lo que pasó en mis sueños no es el futuro hacia donde vamos, sino el pasado del que venimos.
Mi respiración también se calma y ya no me molesto si quiera en reacomodarme la camisa, creo que le he arrancado un botón como mínimo. - Calmantes - Contesto por inercia. Alzo mi vista hacia la cabeza de Jolene, más exactamente hacia la parte izquierda de su frente donde recuerdo con claridad la herida que casi le mata a ella. Alguien le acertó con un hacha lanzada desde la distancia, alguien que no aplicó suficiente fuerza para su desgracia, por suerte para la nuestra. Paso mi dedo recorriendo el exacto lugar donde debería estar su cicatriz pero no está. Siempre las borran, intentan fingir que de la arena salimos perfectos pero eso no es así. Cualquier cosa que puedan ver los de fuera, manos, piernas, cabeza, la borran, como si nunca hubiera estado ahí. Incluso habrían borrado la de mi pecho si no hubiese sido por ese ataque de pánico que casi me revienta el corazón cuando desperté bruscamente mientras intentaban curarla, apenas unas cuantas horas tras que supuestamente, muriésemos. - No quiero dormir - Vuelvo a encontrar mi voz, aunque está un poco quebrada. Los calmantes pierden su efecto poco a poco. - Cada vez que cierro los ojos estamos allí. - Pero me obligan a hacerlo, me atiborran a medicamentos contra mi voluntad cada cierto tiempo porque concederme el capricho de no volver a dormir jamás acabará por matarme. Algo que obviamente, no les conviene en absoluto.
Extiendo mi mano delante cambiando de táctica, dejando que la luz bañe toda la palma y luego cerrándola. Me encuentro con la misma decepción de que así tampoco puedo atraparla. - No quiero ir. Allí están todas las personas que les compraron armas y mejoras a los que casi nos matan - Siempre hay un punto de los calmantes en el que no tengo un filtro mental, en el que las cosas salen de mis labios tal como las pienso, cosa que cambia muy drástricamente conmigo que intento pensar siempre todo lo que digo aunque al final salga una gilipollez. - ¿Cómo les voy a mirar a la cara? Seguro que nos ven y piensan. Bah, han salido los que no me caían bien - Luego pienso en lo estúpido que sueno. ¿Cómo no vamos a caerles bien? Jeremy es grande y fuerte y encantador; Jolene también. Seguro que a ellos les aman. Yo soy el problema, yo soy el que casi nos mata a todos con las alucinaciones en la arena.
Junto mis manos enlazándolas por los dedos y apretando con una fuerza descomunal, como siempre que intento recordarme a mi mismo que estamos en el mundo real; cómo cuando por un momento me amenaza la realidad de que vamos dando pasos lentos y tortuosos hacia el final de mis sueños. Antes de darme cuenta estoy respirando más aire de la cuenta. Desato mis manos y me las llevo a la camisa, abro los botones casi de forma brusca y con movimientos mecánicos y torpes; de mis labios sale algún que otro ruidillo que se asemeja a un quejido y que se apagan por completo con una evidente tranquilidad cuando veo la cicatriz de la flecha que casi me mata en la arena. Esa cicatriz borra cualquier miedo, porque me recuerda que lo que pasó en mis sueños no es el futuro hacia donde vamos, sino el pasado del que venimos.
Mi respiración también se calma y ya no me molesto si quiera en reacomodarme la camisa, creo que le he arrancado un botón como mínimo. - Calmantes - Contesto por inercia. Alzo mi vista hacia la cabeza de Jolene, más exactamente hacia la parte izquierda de su frente donde recuerdo con claridad la herida que casi le mata a ella. Alguien le acertó con un hacha lanzada desde la distancia, alguien que no aplicó suficiente fuerza para su desgracia, por suerte para la nuestra. Paso mi dedo recorriendo el exacto lugar donde debería estar su cicatriz pero no está. Siempre las borran, intentan fingir que de la arena salimos perfectos pero eso no es así. Cualquier cosa que puedan ver los de fuera, manos, piernas, cabeza, la borran, como si nunca hubiera estado ahí. Incluso habrían borrado la de mi pecho si no hubiese sido por ese ataque de pánico que casi me revienta el corazón cuando desperté bruscamente mientras intentaban curarla, apenas unas cuantas horas tras que supuestamente, muriésemos. - No quiero dormir - Vuelvo a encontrar mi voz, aunque está un poco quebrada. Los calmantes pierden su efecto poco a poco. - Cada vez que cierro los ojos estamos allí. - Pero me obligan a hacerlo, me atiborran a medicamentos contra mi voluntad cada cierto tiempo porque concederme el capricho de no volver a dormir jamás acabará por matarme. Algo que obviamente, no les conviene en absoluto.
Me encojo de hombros porque la verdad me importa poco y nada estar en esa fiesta, aunque sé muy bien lo insoportables que se van a poner todos en cuanto se den cuenta de que no estamos allí, si es que no lo han hecho ya. Andy parece muy entretenido con la luz y no lo culpo, porque centrarse en cualquier otra cosa puede hacerlo todo menos sufrido, pero cuando me confiesa su temor siento una sacudida en el estómago. No había pensado en todas las personas que estarán esta noche y nos odian. ¿Habrá entre ellos algún familiar o ser querido de las personas contra quienes hemos luchado? Probablemente tendré que soportar las miradas acusadoras, las palabras de odio y por mi mente desfilan los rostros de aquellas personas a las cuales asesiné sin tener otra opción. Me vuelvo a preguntar como serían sus vidas, a quienes tendrían y tengo que cerrar los ojos con fuerza, respirando profundamente para no perder la calma. No fue mi culpa, no tuve otra opción, no fue mi culpa... recordarme aquello a veces funciona, pero en otras ocasiones, el vacío es demasiado grande como para soportarlo. Es ahí cuando todo el equipo se pone en movimiento para evitar que haga lo que ellos creen que son tonterías. - ¿Cómo no podrías caerle bien a alguien? - le acuso finalmente, aunque no me atrevo a decir nada más. Muchos niños nos hicieron la vida imposible cuando éramos pequeños y dudo que a ellos le cayéramos bien. Pero... ¿quien podría odiar a Andy?
Vuelvo a sentirme pequeña e insignificante y mis manos aplastan los recientemente creados y perfectos rizos, notando como mi amigo parece centrado en algo que mucho no comprendo, por lo que me dejo caer con desgano en el medio del paso, junto al pie del farol. Mi vista se pierde en un punto sin sentido, sintiendo el bombeo de un corazón agotado y desesperado a la vez, y aquel cosquilleo insufrible que recorre mi cuerpo cada vez que los recuerdos me golpean facilmente. Escucho los ruidios que produce Andy y vuelvo a prestarle atención, enarcando una ceja cuando básicamente lo veo arrancándose los botones de la camisa - ¿No hace un poco de frío para desnudarse? - comento, aunque mi broma se pierde en el instante en el cual me percato de lo que está buscando. Casi puedo sentir el sonido de la flecha cortando el aire, los gritos que luego reconocería como míos; noto la lluvia helada golpearme la piel, el dolor y el olor de la sangre y la suavidad del césped al caer. Es como ver una película que baila sola ante mis ojos, porque por un momento el Andy actual desaparece y solamente puedo ver al que me sujetaba con firmeza mientras los dos creíamos que nos íbamos. Un escalofrío me recorre entera y me encojo en mi sitio haciéndome casi una bola de tul y brillos, escuchando pero no oyendo sobre sus calmantes que le dan sentido a su estado de drogadicción. Doy un respingo cuando me toca allí donde la sensibilidad me recuerda el corte que ya no está, dejando al descubierto sus miedos que conozco tan bien. El problema es que yo siento que estamos allí incluso estando despierta. Cuando vuelvo a mirarlo, lo veo borroso y tardo en notar que es culpa de las lágrimas que se apiñan en mis ojos, a las cuales me obligo a limpiar.
Hago un esfuerzo por la hipocresía, porque por un momento, creo que es el Anderson de ocho años que necesita que lo consuele de la cruel mujer que lo maltrataba en el orfanato y no el vencedor que acaba de salir de la arena - Deberías repetirte a ti mismo que estamos aquí. Que estamos a salvo. Que pudimos más que.... - "más que todos ellos". Es desagradable verlo de aquel modo. Estiro las piernas sin levantarme y me miro los zapatitos; demasiado bonitos para alguien como yo - no sé lo que sucederá con el tiempo, pero solo te puedo asegurar una cosa. Hay una festividad allí atrás donde debo estar aunque la deteste y para poder superarla, necesito a mi mejor amigo conmigo - quiero decirle que no es necesario, que podemos irnos corriendo hasta que los pies nos sangren, pero le estaría mintiendo. No tenemos más opción que darles lo que quieren - ¿puedes hacer eso por mí, Andy? - es más complicado que ninguna otra cosa, incluso más que aquella vez que le pedí que se suba a un árbol para recuperar un globo rojo antes de que se pinche con las ramas.
Vuelvo a sentirme pequeña e insignificante y mis manos aplastan los recientemente creados y perfectos rizos, notando como mi amigo parece centrado en algo que mucho no comprendo, por lo que me dejo caer con desgano en el medio del paso, junto al pie del farol. Mi vista se pierde en un punto sin sentido, sintiendo el bombeo de un corazón agotado y desesperado a la vez, y aquel cosquilleo insufrible que recorre mi cuerpo cada vez que los recuerdos me golpean facilmente. Escucho los ruidios que produce Andy y vuelvo a prestarle atención, enarcando una ceja cuando básicamente lo veo arrancándose los botones de la camisa - ¿No hace un poco de frío para desnudarse? - comento, aunque mi broma se pierde en el instante en el cual me percato de lo que está buscando. Casi puedo sentir el sonido de la flecha cortando el aire, los gritos que luego reconocería como míos; noto la lluvia helada golpearme la piel, el dolor y el olor de la sangre y la suavidad del césped al caer. Es como ver una película que baila sola ante mis ojos, porque por un momento el Andy actual desaparece y solamente puedo ver al que me sujetaba con firmeza mientras los dos creíamos que nos íbamos. Un escalofrío me recorre entera y me encojo en mi sitio haciéndome casi una bola de tul y brillos, escuchando pero no oyendo sobre sus calmantes que le dan sentido a su estado de drogadicción. Doy un respingo cuando me toca allí donde la sensibilidad me recuerda el corte que ya no está, dejando al descubierto sus miedos que conozco tan bien. El problema es que yo siento que estamos allí incluso estando despierta. Cuando vuelvo a mirarlo, lo veo borroso y tardo en notar que es culpa de las lágrimas que se apiñan en mis ojos, a las cuales me obligo a limpiar.
Hago un esfuerzo por la hipocresía, porque por un momento, creo que es el Anderson de ocho años que necesita que lo consuele de la cruel mujer que lo maltrataba en el orfanato y no el vencedor que acaba de salir de la arena - Deberías repetirte a ti mismo que estamos aquí. Que estamos a salvo. Que pudimos más que.... - "más que todos ellos". Es desagradable verlo de aquel modo. Estiro las piernas sin levantarme y me miro los zapatitos; demasiado bonitos para alguien como yo - no sé lo que sucederá con el tiempo, pero solo te puedo asegurar una cosa. Hay una festividad allí atrás donde debo estar aunque la deteste y para poder superarla, necesito a mi mejor amigo conmigo - quiero decirle que no es necesario, que podemos irnos corriendo hasta que los pies nos sangren, pero le estaría mintiendo. No tenemos más opción que darles lo que quieren - ¿puedes hacer eso por mí, Andy? - es más complicado que ninguna otra cosa, incluso más que aquella vez que le pedí que se suba a un árbol para recuperar un globo rojo antes de que se pinche con las ramas.
Mantengo toda mi atención en la luz, con los calmantes resulta bastante fácil centrarse en una sola cosa porque centrarse en varias se vuelve imposible. Sin embargo, su efecto está desapareciendo y poco a poco voy siendo mas consciente de las cosas de mi alrededor. El suave viento que sopla ligeramente frío por la noche, las luces de lo lejos, incluso la música aunque aún estamos a una distancia considerable del lugar del baile. Llevo mi vista hacia ella cuando cierra los ojos y enlazo mi mano a la suya a modo de consuelo, la conozco suficientemente bien como para saber que he dicho algo que no debía y que la tiene en este momento intentando convencerse de que lo hizo porque tenía que hacerlo y no porque quería. Me disculpo con la voz tan baja que no estoy seguro de que me escuche, pero siento el impulso enorme de girar la cabeza y no mirarla cuando se recupera y habla otra vez. - Jer me odia, aunque todavía no sé porqué - Una parte de mi debería haberlo intuido, pero aún no estoy preparado para ser consciente de eso. Jer es el primero de una larga lista mental que me he hecho durante las noches en las que no puedo dormir y entro en un trance que no es una alucinación en sí, pero anula muchos de mis sentidos y los desliga de la realidad.
No es en sí la herida del pecho que demuestra que aquellos acontecimientos ya pasaron y no se vienen hacia nosotros a una velocidad de vértigo, sino sus palabras lo que a la larga me consuela aunque no sea precisamente las que necesito oír. Yo hago eso todos los días, me miento a mi mismo que estamos a salvo confiando en que así lo sea, confiando en que no decidan algún día que sobrevivimos demasiados y nos maten al azar disparándonos a la cabeza y luego fingiendo que nos suicidamos. Lo han hecho antes, mi abuela me contaba las historias aunque siempre eran cuando en mis fiestas de pijama con Nuria y mis alucinaciones decidíamos que era noche de historias de terror. Nunca supe si eran ciertas y no quiero averiguarlo. - ¿Te funciona? - Pregunto. Mi voz es insegura y temblorosa. - Cuando pierdes la noción de la realidad y el tiempo. ¿te funciona mentirte de esa forma?. Estamos aquí, estamos a salvo. Conseguimos ganar y seguimos vivos, vivos para envejecer, morirse y tener hijos. - Todas esas cosas se me cruzaron por la cabeza, aunque en un orden distinto. Me doy cuenta de lo estúpido que suena y hago un gesto con mis manos casi de obviedad que me sale demasiado infantil. - Al revés. Primero los hijos y luego morirse de viejo - He pensado en ello suficiente como para saber que prefiero quedarme en un rincón, abrazarme a mi mismo, meterme en la cabeza que seguimos vivos, que realmente conseguí que Jole saliera de la arena y luego morirme solo cuando llegue el momento.
Suelto un suspiro y bajo la cabeza hasta que mi frente prácticamente toca la suya, al menos siento el flequillo hacerme cosquillas. - Olvida lo de los hijos. Solo lo de envejecer y morir de viejos. - Me trago el "juntos" porque eso va implícito en mi opinión. No solo para ella y para mi, sino para Jeremy también. Salimos los tres y moriremos los tres. Es así como debe ser.
En algún momento he agarrado una de sus manos con ambas de las mías. La derecha sostiene el pulgar y la izquierda el meñique mientras hago movimientos con éstas como si estuviese jugando. Su voz se cuela dentro de mi cabeza con dulzura, como siempre lo hace desde que tengo memoria, de la misma forma que conseguía que me metiera a un recoveco oscuro y horrible para sacar alguna pelota que se nos había colado dentro, la voz por la que yo haría cualquier cosa que me pidiera. - Supongo que no podemos dejar a Jeremy solo. Luego nos lo echará en cara hasta el fin de nuestros días - Me lo imagino con su cara de rubio borde mirándolos mal a todos y negándose a hacer nada, como bailar, sin ninguno de nosotros. Aquella imagen hace que me eche a reír. Creo que el único motivo de que lo soporte es porque me resulta gracioso a veces. - Vale. Esta bien. - Acepto formalmente el ir a la fiesta bastante mas lúcido que al principio pero aún algo ausente. Levanto mi mano en señal de promesa y en ella ondea la pulsera que le regaló Jolene a Erígone cuando fue a la arena, la misma de la que cuelga la moneda de cobre que le di yo a ésta cuando la vi en la playa; la pulsera que no pudo salvar a la hermana de Jole pero que nos salvó a nosotros y que yo cuido desde hace más tiempo del que me corresponde.
Sacudo la mano porque me gusta oírla sonar y pierdo el hilo de lo que hacíamos durante unos leves segundos, hasta que alguien parece encontrarnos y se acerca caminando hacia nosotros a gran velocidad. - No te separes de mi. Que si tengo ocasión de huir, te traigo conmigo
No es en sí la herida del pecho que demuestra que aquellos acontecimientos ya pasaron y no se vienen hacia nosotros a una velocidad de vértigo, sino sus palabras lo que a la larga me consuela aunque no sea precisamente las que necesito oír. Yo hago eso todos los días, me miento a mi mismo que estamos a salvo confiando en que así lo sea, confiando en que no decidan algún día que sobrevivimos demasiados y nos maten al azar disparándonos a la cabeza y luego fingiendo que nos suicidamos. Lo han hecho antes, mi abuela me contaba las historias aunque siempre eran cuando en mis fiestas de pijama con Nuria y mis alucinaciones decidíamos que era noche de historias de terror. Nunca supe si eran ciertas y no quiero averiguarlo. - ¿Te funciona? - Pregunto. Mi voz es insegura y temblorosa. - Cuando pierdes la noción de la realidad y el tiempo. ¿te funciona mentirte de esa forma?. Estamos aquí, estamos a salvo. Conseguimos ganar y seguimos vivos, vivos para envejecer, morirse y tener hijos. - Todas esas cosas se me cruzaron por la cabeza, aunque en un orden distinto. Me doy cuenta de lo estúpido que suena y hago un gesto con mis manos casi de obviedad que me sale demasiado infantil. - Al revés. Primero los hijos y luego morirse de viejo - He pensado en ello suficiente como para saber que prefiero quedarme en un rincón, abrazarme a mi mismo, meterme en la cabeza que seguimos vivos, que realmente conseguí que Jole saliera de la arena y luego morirme solo cuando llegue el momento.
Suelto un suspiro y bajo la cabeza hasta que mi frente prácticamente toca la suya, al menos siento el flequillo hacerme cosquillas. - Olvida lo de los hijos. Solo lo de envejecer y morir de viejos. - Me trago el "juntos" porque eso va implícito en mi opinión. No solo para ella y para mi, sino para Jeremy también. Salimos los tres y moriremos los tres. Es así como debe ser.
En algún momento he agarrado una de sus manos con ambas de las mías. La derecha sostiene el pulgar y la izquierda el meñique mientras hago movimientos con éstas como si estuviese jugando. Su voz se cuela dentro de mi cabeza con dulzura, como siempre lo hace desde que tengo memoria, de la misma forma que conseguía que me metiera a un recoveco oscuro y horrible para sacar alguna pelota que se nos había colado dentro, la voz por la que yo haría cualquier cosa que me pidiera. - Supongo que no podemos dejar a Jeremy solo. Luego nos lo echará en cara hasta el fin de nuestros días - Me lo imagino con su cara de rubio borde mirándolos mal a todos y negándose a hacer nada, como bailar, sin ninguno de nosotros. Aquella imagen hace que me eche a reír. Creo que el único motivo de que lo soporte es porque me resulta gracioso a veces. - Vale. Esta bien. - Acepto formalmente el ir a la fiesta bastante mas lúcido que al principio pero aún algo ausente. Levanto mi mano en señal de promesa y en ella ondea la pulsera que le regaló Jolene a Erígone cuando fue a la arena, la misma de la que cuelga la moneda de cobre que le di yo a ésta cuando la vi en la playa; la pulsera que no pudo salvar a la hermana de Jole pero que nos salvó a nosotros y que yo cuido desde hace más tiempo del que me corresponde.
Sacudo la mano porque me gusta oírla sonar y pierdo el hilo de lo que hacíamos durante unos leves segundos, hasta que alguien parece encontrarnos y se acerca caminando hacia nosotros a gran velocidad. - No te separes de mi. Que si tengo ocasión de huir, te traigo conmigo
¿Me funciona? Tengo que tragarme las palabras para no confesar que es todo una hipocresía, que no soy capaz de animar a nadie porque yo misma estoy aprendiendo a vivir en la miseria y que no tengo idea de cómo voy a continuar. Le sonrío de puro compromiso de un modo bastante apagado, porque la idea de tener hijos y envejecer ya la había abandonado hace tiempo, en el mismo instante en el cual levanté la mano en la cosecha, abriéndome paso entre la multitud para convertirme en una voluntaria en busca de algo que todavía no encuentro. Pero Andy parece tomar las riendas de aquello solo y se inclina, chocando su frente con la mía, haciendo una obvia corrección que consigue que le de una pequeña y cariñosa palmadita en la mejilla; creo que los dos sabemos que lo de envejecer juntos fue una promesa silenciosa que nos hicimos en el mismo instante en el cual nos conocimos, incluso sin saber todo lo que pasaríamos después.
Dejo que juegue con mis dedos casi resignada a dejarlo entretenerse, cuando nombra a Jeremy y recuerdo otra de las razones por las cuales estoy tan nerviosa, por lo que le hecho una mirada al punto donde sé que se está desarrollando la fiesta, ignorando que, por fin, Andy se está riendo de algo que muy bien no entiendo. Solamente vuelvo a prestarle atención porque escucho el sonido de la pulsera, la cual todavía no me devuelve y que estoy comenzando a cansarme de pedirle, por lo que cierro mi puño y le doy un golpecito en el hombro que sé que no le va a doler, haciendo una mueca - más te valía. Sino no solo eras un ladrón de pulseras, sino que también el peor amigo del mundo y el más abandonador de todos - mi voz sale demasiado infantil, por lo que casi, por un momento, volvemos a ser los de antaño. Me fijo en la figura de la escolta que viene hacia nosotros con cara de pocos amigos, por lo que bufo y me aferro a su brazo, usándolo para tomar el envión que me permite ponerme de pie. Sacudo la falda de mi vestido, esperando que no se arruine para no soportar reclamos. El comentario de Andy logra que me gire hacia él, mordiéndome la lengua en una sonrisa divertida - y si no me llevas contigo, no sabes la que te espera - le amenazo en broma, justo cuando nos están comenzando a gritonear que es momento de que entremos.
Me aferro al brazo de Andy para comenzar a andar hacia nuestra entrada, notando que todos parecen nerviosos y algunos nos lanzan miradas de reproches, por lo que alzo mis hombros con total indiferencia. Lo suelto porque prácticamente me obligan y dejo que se vaya primero en la fila, a tomarse del brazo con una de las vencedoras de su distrito, una mujer de mediana edad que parece un poco ida. Mi mentor, que ya es algo mayor, me aferra del brazo y nos colocamos últimos, por lo que puedo ver la nuca de Jeremy a la perfección y lo disimulo fijándome en mis zapatos. Le chisto a Andy, logrando captar su atención y levanto uno de mis pulgares para indicarle que todo estará bien, hasta que anuncian nuestra entrada y cruzamos el umbral entre música y vítores, adentrándonos en lo que, a partir de ahora, será nuestro intento de vida.
Dejo que juegue con mis dedos casi resignada a dejarlo entretenerse, cuando nombra a Jeremy y recuerdo otra de las razones por las cuales estoy tan nerviosa, por lo que le hecho una mirada al punto donde sé que se está desarrollando la fiesta, ignorando que, por fin, Andy se está riendo de algo que muy bien no entiendo. Solamente vuelvo a prestarle atención porque escucho el sonido de la pulsera, la cual todavía no me devuelve y que estoy comenzando a cansarme de pedirle, por lo que cierro mi puño y le doy un golpecito en el hombro que sé que no le va a doler, haciendo una mueca - más te valía. Sino no solo eras un ladrón de pulseras, sino que también el peor amigo del mundo y el más abandonador de todos - mi voz sale demasiado infantil, por lo que casi, por un momento, volvemos a ser los de antaño. Me fijo en la figura de la escolta que viene hacia nosotros con cara de pocos amigos, por lo que bufo y me aferro a su brazo, usándolo para tomar el envión que me permite ponerme de pie. Sacudo la falda de mi vestido, esperando que no se arruine para no soportar reclamos. El comentario de Andy logra que me gire hacia él, mordiéndome la lengua en una sonrisa divertida - y si no me llevas contigo, no sabes la que te espera - le amenazo en broma, justo cuando nos están comenzando a gritonear que es momento de que entremos.
Me aferro al brazo de Andy para comenzar a andar hacia nuestra entrada, notando que todos parecen nerviosos y algunos nos lanzan miradas de reproches, por lo que alzo mis hombros con total indiferencia. Lo suelto porque prácticamente me obligan y dejo que se vaya primero en la fila, a tomarse del brazo con una de las vencedoras de su distrito, una mujer de mediana edad que parece un poco ida. Mi mentor, que ya es algo mayor, me aferra del brazo y nos colocamos últimos, por lo que puedo ver la nuca de Jeremy a la perfección y lo disimulo fijándome en mis zapatos. Le chisto a Andy, logrando captar su atención y levanto uno de mis pulgares para indicarle que todo estará bien, hasta que anuncian nuestra entrada y cruzamos el umbral entre música y vítores, adentrándonos en lo que, a partir de ahora, será nuestro intento de vida.
Intento no mirarla demasiado, ella siempre es de expresiones muy fáciles de descifrar y en el fondo creo que no estoy preparado para mirar a su rostro y darme cuenta de que se miente y me miente a mi de paso porque así resulta más fácil. Desde que salimos de la arena lo hacemos, fingir que las cosas no están pasando es mucho mejor que todo lo contrario, resulta más fácil de asimilar que sobrevivimos, que matamos a personas para hacerlo (personas que están marcadas en mi antebrazo, una por una, con una cicatriz que me negué a hacer desaparecer) y que no vamos a volver si realmente creemos en ello. Paso mi mano por su cabello para acomodar un mechón de su pelo y sonrío de medio lado deslizando mis dedos por éste hasta que llego al final y cae por inercia. - No me la robé. Me la diste tú - comento con un reflejo de la misma voz infantil que usa ella haciendo una mueca. La historia de esa pulsera es larga, demasiado para empezar a discutir por ello, empezó siendo de su hermana, se le fueron añadiendo cosas. Rememoro todo eso mientras centro mi vista en la moneda que cuelga de la pulsera, moneda que yo le di a la hermana de Jole cuando era ella quien la llevaba.
Le doy un empujón cariñoso con mi brazo cuando me amenaza antes de reír y me dejo arrastrar hacia la entrada de la cual desaparecí lo que a todo el mundo le parecieron horas pero no fueron más que unos segundos. La mirada de odio y rencor de Jeremy es inmediata y yo me limito a desviar la mía incapaz de aguantarle; el resto de personas aparecen casi en un instante hacia nosotros agitados y asustados, preguntándome si estoy bien. Acomodan mi ropa, me peinan de nuevo, hacen más cosas en las que no pienso manteniendo mi mano sobre la de entre la mía, a veces en ocasiones por culpa de la gente con solo un par de dedos enlazados entre sí. - Solo he ido a dar una vuelta. - Explico, pero tras ver lo desordenada que estaba mi camisa no me creyeron mucho.
Suelto un suspiro una vez estamos listos para entrar y aprieto la mano de mi mejor amiga. A veces me imagino que ella muere, que realmente no sale, que tengo que vivir el resto de mi existencia cargando con la culpa de no haber cumplido una promesa tan sencilla como esa: sacarla de allí. Bajo la cabeza durante los primeros pasos captando el movimiento de sus dedos y mirándola un momento. Sonrío y entonces vuelvo a ser yo, consciente de que es real, de que está aquí porque Jeremy le queda mirándola cuando cree que nadie más le ve, porque a ella los estilistas le arreglan también, porque cuando mencionan el nombre de los vencedores, mencionan el suyo también. El único modo que yo tengo de identificar una alucinación de algo que no lo es esa, basándome en las reacciones de los demás y si Jolene está ahí para ellos, real y tangible, lo está para mi también. - ¿Has visto eso? - Señalo la mesa de la comida susurrando por lo bajo mientras saludamos a la gente que grita nuestros nombres feliz de que estemos vivos. En la mesa se puede ver un montón de comida pero destaca entre toda ella, que la mitad son cosas que a los 3 nos gustan.
Eso me recuerda las palabras del psicólogo que intenta que las crisis se reduzcan a la mitad al menos, la primera vez que me explicó lo que tendría que hacer durante la coronación también dijo que era nuestro día especial, que harían cualquier cosa por hacer que fuésemos felices. Supongo que a mi me habría dado exactamente igual lo que hicieran, pero que se tomaran la molestia de llenar una mesa entera con mi comida preferida me hacía sentir diferente, menos asustado de que esas personas me odiaran y culparan por las personas que tuve que matar para sobrevivir. A partir del baile las cosas fueron mejor, cuando dejamos ser el centro de atención acabamos escondiéndonos en una de las mesas del fondo con comida suficiente para todo un batallón. Incluso Jeremy se unió cuando no soportaba a una sola persona más que le saludara y dijera lo mucho que había amado su actuación.
Y ahí estábamos nosotros, los tres sobrevivientes de lo imposible; las tres personas que jamás habrían sobrevivido si no hubiesen tenido a las demás. Porque protegernos los unos a los otros es lo que hacemos, es lo que hemos hecho siempre.
Le doy un empujón cariñoso con mi brazo cuando me amenaza antes de reír y me dejo arrastrar hacia la entrada de la cual desaparecí lo que a todo el mundo le parecieron horas pero no fueron más que unos segundos. La mirada de odio y rencor de Jeremy es inmediata y yo me limito a desviar la mía incapaz de aguantarle; el resto de personas aparecen casi en un instante hacia nosotros agitados y asustados, preguntándome si estoy bien. Acomodan mi ropa, me peinan de nuevo, hacen más cosas en las que no pienso manteniendo mi mano sobre la de entre la mía, a veces en ocasiones por culpa de la gente con solo un par de dedos enlazados entre sí. - Solo he ido a dar una vuelta. - Explico, pero tras ver lo desordenada que estaba mi camisa no me creyeron mucho.
Suelto un suspiro una vez estamos listos para entrar y aprieto la mano de mi mejor amiga. A veces me imagino que ella muere, que realmente no sale, que tengo que vivir el resto de mi existencia cargando con la culpa de no haber cumplido una promesa tan sencilla como esa: sacarla de allí. Bajo la cabeza durante los primeros pasos captando el movimiento de sus dedos y mirándola un momento. Sonrío y entonces vuelvo a ser yo, consciente de que es real, de que está aquí porque Jeremy le queda mirándola cuando cree que nadie más le ve, porque a ella los estilistas le arreglan también, porque cuando mencionan el nombre de los vencedores, mencionan el suyo también. El único modo que yo tengo de identificar una alucinación de algo que no lo es esa, basándome en las reacciones de los demás y si Jolene está ahí para ellos, real y tangible, lo está para mi también. - ¿Has visto eso? - Señalo la mesa de la comida susurrando por lo bajo mientras saludamos a la gente que grita nuestros nombres feliz de que estemos vivos. En la mesa se puede ver un montón de comida pero destaca entre toda ella, que la mitad son cosas que a los 3 nos gustan.
Eso me recuerda las palabras del psicólogo que intenta que las crisis se reduzcan a la mitad al menos, la primera vez que me explicó lo que tendría que hacer durante la coronación también dijo que era nuestro día especial, que harían cualquier cosa por hacer que fuésemos felices. Supongo que a mi me habría dado exactamente igual lo que hicieran, pero que se tomaran la molestia de llenar una mesa entera con mi comida preferida me hacía sentir diferente, menos asustado de que esas personas me odiaran y culparan por las personas que tuve que matar para sobrevivir. A partir del baile las cosas fueron mejor, cuando dejamos ser el centro de atención acabamos escondiéndonos en una de las mesas del fondo con comida suficiente para todo un batallón. Incluso Jeremy se unió cuando no soportaba a una sola persona más que le saludara y dijera lo mucho que había amado su actuación.
Y ahí estábamos nosotros, los tres sobrevivientes de lo imposible; las tres personas que jamás habrían sobrevivido si no hubiesen tenido a las demás. Porque protegernos los unos a los otros es lo que hacemos, es lo que hemos hecho siempre.
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