OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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No sé cuánto tiempo me demoró que me hicieran caso. Le grité a Lyon que me lleve de vuelta a casa, hice berrinches y me resigné a comer hasta que accedieron que, si no podían conmigo, era mejor darme un gusto. Aceptaron que pase un fin de semana lejos del Centro, de los tributos y de todo el desastre en el cual me vi sumida de la noche a la mañana. Ni siquiera me molesté en hacer las maletas; cuando subo al tren, lo único que llevo conmigo es un libro que me dieron para que me entretenga y un avox que se dedicaría a controlar que no me tire por la ventana. De todas formas, no está en mis opciones de suicidio, así que deberían ahorrarse la molestia.
No leo la novela, pero tampoco soy capaz de dormir; me limito a pegar la frente a la ventana, haciéndome pequeña en mi sitio y observo los paisajes cambiantes hasta que se hace de noche y ya solamente puedo divisar el reflejo de las luces del tren. En mi cabeza me pregunto una y otra vez qué es lo que hice mal, si me equivoqué demasiado como para darme cuenta y cómo es que llegué a ser tan ciega como para no ver lo obvio. Todavía recuerdo claramente la expresión en los ojos de Jeremy, el descaro que tuvo en mentirme como si nada de lo que me afecte le importase lo más mínimo; me repito constantemente que no podré volver a la casa de Anderson y que nunca más voy a formar parte de sus planes de vida. Hago una lista mental y me recuerdo entonces que ya no queda nadie de mi pasado que se encuentre en mi futuro.
Para cuando el tren aparca en la estación del ocho, está amaneciendo y apenas logré pegar el ojo en toda la noche. Me subo a un coche que obligaron que espere por mí y logro hacerme pequeña en el asiento, adormilándome hasta que aparcamos delante de mi antiguo hogar. Todavía me sigo asombrando de que mamá se niegue a recibir mi ayuda y que siga viviendo en aquella casucha tan desvaída. De todas formas, ella me espera con los brazos abiertos y una sonrisa triste en la entrada, por lo que abro la puerta de manera atropellada hasta llegar a ella y envolverme en su calor. No tiene ni la más mínima idea de cuánto necesité esto. Me acaricia el cabello y no tardamos en ingresar, mientras olfateo un aroma familiar en el aire; alegremente, mamá dice que preparó el pastel de chocolate de su tan famosa receta, lo que le vale una mirada frívola de mi parte antes de que me meta en mi vieja habitación.
Todo está igual, desde las paredes pintadas por la mano de Eri hasta los juguetes amontonados en pilas, algunos ya demasiado gastados. La muñeca de trapo, Lucy, descansa sobre la almohada de mi cama, y no puedo evitar inclinarme sobre ella y empujar el botón que antes era su ojo, el cual ya se encuentra colgando de ella, como si de ese modo pudiese regresarlo a su lugar. Tras unos pocos intentos me rindo; tengo que admitir que no sé cómo devolver las cosas a su sitio. Me paso la mañana durmiendo y solamente me levanto cuando mamá me llama para comer, lo que hago solamente por no decepcionarla, pero no abro la boca. Ella se da cuenta de que algo no anda bien, pero no hace preguntas. Como necesito tomar aire, acabo pasando la tarde por las calles.
Una de las cosas que me gustan de mi distrito es que nadie parece preocuparse por quien soy, a pesar de que todos conocen mi nombre de sobra. Saludo a algunos viejos conocidos, que se llevan toda mi atención hasta que el familiar sonido del agua corriente me inunda los sentidos. Cuando levanto la vista, allí está; brilla a la luz del sol, más pequeña de lo recuerdo de mi infancia pero, aun así, imponente a su modo. El agua cae a borbotones de la fuente, produciendo un sonido que es tan familiar como amargante. La observo unos momentos, pero cuando me quiero dar cuenta, comienzo a darle golpes al agua con los puños cerrados; la angustia no se va, la ira tampoco, pero el elemento salpicando por todas partes me infunde cierta satisfacción – Serás… desgraciado… ¡ay! – he pateado el mármol y ahora mismo, me encuentro saltando en una pata, notando como las lágrimas brotan de mis ojos, pero no sé por qué dolor están causadas. Estoy frustrada, odio este lugar tanto como lo añoro y me dejo caer hasta sentarme en el borde, abrazando mis rodillas y dejando salir el llanto que tanto me tomé la molestia de ahogar. Ojalá el agua bastase para llevarme lejos.
No leo la novela, pero tampoco soy capaz de dormir; me limito a pegar la frente a la ventana, haciéndome pequeña en mi sitio y observo los paisajes cambiantes hasta que se hace de noche y ya solamente puedo divisar el reflejo de las luces del tren. En mi cabeza me pregunto una y otra vez qué es lo que hice mal, si me equivoqué demasiado como para darme cuenta y cómo es que llegué a ser tan ciega como para no ver lo obvio. Todavía recuerdo claramente la expresión en los ojos de Jeremy, el descaro que tuvo en mentirme como si nada de lo que me afecte le importase lo más mínimo; me repito constantemente que no podré volver a la casa de Anderson y que nunca más voy a formar parte de sus planes de vida. Hago una lista mental y me recuerdo entonces que ya no queda nadie de mi pasado que se encuentre en mi futuro.
Para cuando el tren aparca en la estación del ocho, está amaneciendo y apenas logré pegar el ojo en toda la noche. Me subo a un coche que obligaron que espere por mí y logro hacerme pequeña en el asiento, adormilándome hasta que aparcamos delante de mi antiguo hogar. Todavía me sigo asombrando de que mamá se niegue a recibir mi ayuda y que siga viviendo en aquella casucha tan desvaída. De todas formas, ella me espera con los brazos abiertos y una sonrisa triste en la entrada, por lo que abro la puerta de manera atropellada hasta llegar a ella y envolverme en su calor. No tiene ni la más mínima idea de cuánto necesité esto. Me acaricia el cabello y no tardamos en ingresar, mientras olfateo un aroma familiar en el aire; alegremente, mamá dice que preparó el pastel de chocolate de su tan famosa receta, lo que le vale una mirada frívola de mi parte antes de que me meta en mi vieja habitación.
Todo está igual, desde las paredes pintadas por la mano de Eri hasta los juguetes amontonados en pilas, algunos ya demasiado gastados. La muñeca de trapo, Lucy, descansa sobre la almohada de mi cama, y no puedo evitar inclinarme sobre ella y empujar el botón que antes era su ojo, el cual ya se encuentra colgando de ella, como si de ese modo pudiese regresarlo a su lugar. Tras unos pocos intentos me rindo; tengo que admitir que no sé cómo devolver las cosas a su sitio. Me paso la mañana durmiendo y solamente me levanto cuando mamá me llama para comer, lo que hago solamente por no decepcionarla, pero no abro la boca. Ella se da cuenta de que algo no anda bien, pero no hace preguntas. Como necesito tomar aire, acabo pasando la tarde por las calles.
Una de las cosas que me gustan de mi distrito es que nadie parece preocuparse por quien soy, a pesar de que todos conocen mi nombre de sobra. Saludo a algunos viejos conocidos, que se llevan toda mi atención hasta que el familiar sonido del agua corriente me inunda los sentidos. Cuando levanto la vista, allí está; brilla a la luz del sol, más pequeña de lo recuerdo de mi infancia pero, aun así, imponente a su modo. El agua cae a borbotones de la fuente, produciendo un sonido que es tan familiar como amargante. La observo unos momentos, pero cuando me quiero dar cuenta, comienzo a darle golpes al agua con los puños cerrados; la angustia no se va, la ira tampoco, pero el elemento salpicando por todas partes me infunde cierta satisfacción – Serás… desgraciado… ¡ay! – he pateado el mármol y ahora mismo, me encuentro saltando en una pata, notando como las lágrimas brotan de mis ojos, pero no sé por qué dolor están causadas. Estoy frustrada, odio este lugar tanto como lo añoro y me dejo caer hasta sentarme en el borde, abrazando mis rodillas y dejando salir el llanto que tanto me tomé la molestia de ahogar. Ojalá el agua bastase para llevarme lejos.
Cuando Jolene desaparece mi habitación repentinamente está tan fría y tan vacía que soy incapaz de dormir en ella. Todo se me acumula, los tributos, la arena a la vuelta de la esquina, el bebé, Katie, Jeremy, todo el mundo repentinamente está involucrado en cualquier tipo de problema conmigo, problemas que no se cómo parar o solucionar. Pasan un par de días antes de que me desespere con mi búsqueda. Intento compaginar todo lo que tengo que hacer con buscar a mi amiga; voy a su habitación pero no está; voy a donde su hermano pero no sabe donde está, sospecho que me miente pero no tengo potestad para enfrentarme a él, creo que ni siquiera merezco hablar con la rubia que es su hermana ahora que sé que el causante de todo el daño he sido yo. Para cuando mi desespero aumenta ya sabe medio centro de entrenamiento que ando buscando a Jolene, palabras que llegan a oídos de Jeremy que a media tarde va a buscarme para preguntarme dónde coño la he perdido.
No sé cuantas horas discuto con él a gritos en medio del comedor donde varios deciden marcharse solo por miedo a estar presentes cuando aquello nos explote del todo. Él no sabe donde está y se nota la frustración que eso le provoca, yo no puedo entender cómo puede hacerle daño y quererla de esa forma. Repentinamente quiero pegarle y recuerdo porqué le odiaba antes de creer que Jolene no era lo único que había intentado robarme, sino que Katie también. Me dejo caer en una de las sillas cansado con las piernas sobre ésta y doblado sobre mi mismo no queriendo oír nada más sobre quien tiene o no tiene la culpa. - No puedo con ésto - ¿Cuantas veces he dicho eso ya? demasiadas. Demasiadas para una persona que a pesar de que considera que no puede con las cargas que lleva encima, sigue intentándolo. - ¿Y si le ha pasado algo? ¿Y si... ? - ¿Y si la tiene algún Black? No me extrañaría después de la escena que montó en la ejecución de Dalerick y de la que todo el mundo habla.
Intento pensar como ella pero me es imposible. Hay un millón de sitios donde podría estar, hay un millón de quizás - Se acabó todo - Jeremy cae delante de mi tan derrotado como lo estoy yo. Sé que tiene razón, sé que Jole no me lo perdonará, que no se lo perdonará a él tampoco, que lo que empezó hace años en una fuente, acabó la misma tarde en la que yo decidí que los labios de Katie eran como una droga sin la que no podía vivir. Suelo un suspiro y un recuerdo aparece en mi cabeza, una cosa que en realidad no fue un recuerdo. El momento en el que una chica de 8 años y un chico de 9 se encuentran en la fuente una última vez la tarde en la que murieron. En la que creyeron morir, en la que creyeron estarse despidiendo para siempre.
Como si fuera un resorte me levanto de la silla. Oigo a Jeremy llamarme mientras salgo a toda velocidad del comedor sin prestarle atención, sin mirar atrás y sin explicarle nada. A pesar de que entiendo como se siente, de que soy tan culpable como él, sigue molestándome que esté más cerca de Jolene de lo que yo querría que esté.
Me las apaño para conseguir que me den una excedencia de un par de horas gracias a Paul al que aún le cuesta asimilar la noticia de que voy a ser padre, probablemente tanto como a mi, y encuentra coherente que sea yo quien se lo diga a mi abuela y no que se entere por los medios de comunicación que pronto rapiñarán esa noticia y la esparcirán por todo NeoPanem. Al final vamos en un dirigible que nos traslada infinitamente más rápido que el tren, pero cuando éste va a atrancar en el distrito seis salto de mi asiento. - No! al ocho. Vamos al ocho! - insiste en que él tiene órdenes de marcharse al seis pero yo insisto con que mi abuela adora el distrito 8 y creí que decírselo allí era la mejor manera. Que es allí donde nos espera. El piloto mira a Paul confuso que me mira a mi también confuso. Yo nunca he sido de mentir, pero estoy soltando mentiras con tal naturalidad que le asombra. Asiente para darme la razón aunque sabe a la perfección que tuve el valor para mentirle a él también cuando dije que quería decirle a mi abuela lo del bebé antes que se enterar por otros labios. Mi intención no es mi abuela entonces ¿para donde voy?. Da igual decírselo ahora o después. Acabará por saberlo.
En cuanto el aerodeslizador aterriza soy el primero en bajar, saltando la distancia que hay entre la puerta y el suelo y sin esperarme ni siquiera a que la rampa de emergencia se baje del todo. Atravieso el puerto aéreo en una carrera que Paul no puede seguir y me dirijo hacia la casa de Jolene primero. Estúpido de mi. ¿Por qué va a estar en su casa? ¿Cuál es el único lugar del mundo al que Jolene siempre va cuando todo se ha acabado? ¿Cuándo su padre se ha marchado? ¿Cuándo esperó y esperó el sábado que jamás llegó?. Tardo tres minutos en llegar a la fuente, al lugar donde la encontré por primera vez y también donde la abandoné.
Hiperventilo con violencia al llegar allí, jamás en mi vida he recorrido una distancia tan larga como esa. Doy varios pasos hacia ella cuando la reconozco en parte sintiéndome orgulloso todavía de ser el único capaz en el mundo de encontrarla cuando quiere desaparecer. Está llorando, está llorando cómo la primera vez que la vi, la tarde en la que su padre se fue de su vida para siempre; aún puedo verla con su muñeca de trapo mojada y llena de mugre, su vestido de flores y sus dos coletas; ese recuerdo me produce el dolor que me faltaba para sentir ganas de echarme a llorar yo también. Clavo mi mirada sobre ella y sopeso todo lo que hemos pasado desde la primera vez que estuvimos aquí. Nuestro juegos, nuestro propio idioma, nuestros accidentes, la tarta de chocolate, la historia del príncipe sin caballo y la princesa menos princesa del mundo, la arena, las muertes de todas las personas que pudimos llamar aliados allí, la alianza que casi acaba con nosotros. Ella y yo hemos vivido y muerto juntos, hemos pasado por tanto, que... 9 años después... no quiero tener que volver a acostumbrarme a que no esté.
No sé cuantas horas discuto con él a gritos en medio del comedor donde varios deciden marcharse solo por miedo a estar presentes cuando aquello nos explote del todo. Él no sabe donde está y se nota la frustración que eso le provoca, yo no puedo entender cómo puede hacerle daño y quererla de esa forma. Repentinamente quiero pegarle y recuerdo porqué le odiaba antes de creer que Jolene no era lo único que había intentado robarme, sino que Katie también. Me dejo caer en una de las sillas cansado con las piernas sobre ésta y doblado sobre mi mismo no queriendo oír nada más sobre quien tiene o no tiene la culpa. - No puedo con ésto - ¿Cuantas veces he dicho eso ya? demasiadas. Demasiadas para una persona que a pesar de que considera que no puede con las cargas que lleva encima, sigue intentándolo. - ¿Y si le ha pasado algo? ¿Y si... ? - ¿Y si la tiene algún Black? No me extrañaría después de la escena que montó en la ejecución de Dalerick y de la que todo el mundo habla.
Intento pensar como ella pero me es imposible. Hay un millón de sitios donde podría estar, hay un millón de quizás - Se acabó todo - Jeremy cae delante de mi tan derrotado como lo estoy yo. Sé que tiene razón, sé que Jole no me lo perdonará, que no se lo perdonará a él tampoco, que lo que empezó hace años en una fuente, acabó la misma tarde en la que yo decidí que los labios de Katie eran como una droga sin la que no podía vivir. Suelo un suspiro y un recuerdo aparece en mi cabeza, una cosa que en realidad no fue un recuerdo. El momento en el que una chica de 8 años y un chico de 9 se encuentran en la fuente una última vez la tarde en la que murieron. En la que creyeron morir, en la que creyeron estarse despidiendo para siempre.
Como si fuera un resorte me levanto de la silla. Oigo a Jeremy llamarme mientras salgo a toda velocidad del comedor sin prestarle atención, sin mirar atrás y sin explicarle nada. A pesar de que entiendo como se siente, de que soy tan culpable como él, sigue molestándome que esté más cerca de Jolene de lo que yo querría que esté.
Me las apaño para conseguir que me den una excedencia de un par de horas gracias a Paul al que aún le cuesta asimilar la noticia de que voy a ser padre, probablemente tanto como a mi, y encuentra coherente que sea yo quien se lo diga a mi abuela y no que se entere por los medios de comunicación que pronto rapiñarán esa noticia y la esparcirán por todo NeoPanem. Al final vamos en un dirigible que nos traslada infinitamente más rápido que el tren, pero cuando éste va a atrancar en el distrito seis salto de mi asiento. - No! al ocho. Vamos al ocho! - insiste en que él tiene órdenes de marcharse al seis pero yo insisto con que mi abuela adora el distrito 8 y creí que decírselo allí era la mejor manera. Que es allí donde nos espera. El piloto mira a Paul confuso que me mira a mi también confuso. Yo nunca he sido de mentir, pero estoy soltando mentiras con tal naturalidad que le asombra. Asiente para darme la razón aunque sabe a la perfección que tuve el valor para mentirle a él también cuando dije que quería decirle a mi abuela lo del bebé antes que se enterar por otros labios. Mi intención no es mi abuela entonces ¿para donde voy?. Da igual decírselo ahora o después. Acabará por saberlo.
En cuanto el aerodeslizador aterriza soy el primero en bajar, saltando la distancia que hay entre la puerta y el suelo y sin esperarme ni siquiera a que la rampa de emergencia se baje del todo. Atravieso el puerto aéreo en una carrera que Paul no puede seguir y me dirijo hacia la casa de Jolene primero. Estúpido de mi. ¿Por qué va a estar en su casa? ¿Cuál es el único lugar del mundo al que Jolene siempre va cuando todo se ha acabado? ¿Cuándo su padre se ha marchado? ¿Cuándo esperó y esperó el sábado que jamás llegó?. Tardo tres minutos en llegar a la fuente, al lugar donde la encontré por primera vez y también donde la abandoné.
Hiperventilo con violencia al llegar allí, jamás en mi vida he recorrido una distancia tan larga como esa. Doy varios pasos hacia ella cuando la reconozco en parte sintiéndome orgulloso todavía de ser el único capaz en el mundo de encontrarla cuando quiere desaparecer. Está llorando, está llorando cómo la primera vez que la vi, la tarde en la que su padre se fue de su vida para siempre; aún puedo verla con su muñeca de trapo mojada y llena de mugre, su vestido de flores y sus dos coletas; ese recuerdo me produce el dolor que me faltaba para sentir ganas de echarme a llorar yo también. Clavo mi mirada sobre ella y sopeso todo lo que hemos pasado desde la primera vez que estuvimos aquí. Nuestro juegos, nuestro propio idioma, nuestros accidentes, la tarta de chocolate, la historia del príncipe sin caballo y la princesa menos princesa del mundo, la arena, las muertes de todas las personas que pudimos llamar aliados allí, la alianza que casi acaba con nosotros. Ella y yo hemos vivido y muerto juntos, hemos pasado por tanto, que... 9 años después... no quiero tener que volver a acostumbrarme a que no esté.
Cuando pienso que el llanto se acaba, me detengo unos momentos a tomar aire hasta que, por algún motivo que completamente desconozco, brota de nuevo como si hubiese prendido un grifo interno y nunca fuese a agotarse. Me paso las manos por la cara, intentando limpiar las lágrimas que no creo que valgan la pena, pero luego de unos minutos acabo por resignarme y vuelvo a hacerme pequeña en el borde de la fuente, esperando a perderme en la piedra para que nadie se fije en mí. De todas formas, las personas que pasan no lo hacen; nunca tienen demasiado tiempo en sus corridas vidas como para preocuparse por una desconocida llorona. Todos se preocupan por sus propias desgracias, excepto los niños; tal vez por eso Anderson fue el único en detenerse a mirar aquel día.
Cuando escucho los pasos, ni siquiera tengo que levantar la mirada para saber de quién se trata. Conozco demasiado su andar sobre este mismo suelo, porque lo he escuchado años enteros de mi vida, cuando la fuente era un refugio que compartíamos una vez al mes. Levanto la vista, pero la esperanza de ver al niño se esfuma cuando recuerdo que yo también he crecido y todo eso se perdió hace mucho tiempo. Este chico no se parece nada a aquel niño. Está cansado, mentalmente herido y parece querer llorar. No quiero que me mire, no quiero que se quede y tampoco quiero que se vaya - ¿Acaso que miras? – le espeto con voz estrangulada, pasándome otra vez las manos por las mejillas para fingir que no estaba llorando. Sé que no sirve de nada, que ya me ha visto y que, además, me conoce lo suficiente como para saber cuándo algo me ocurre.
Me pongo de pie como si fuese a tropezar con mis propias piernas y camino de lado, sin quitarle la vista de encima mientras busco alejarme de él; mis ojos lo observan como si fuese un desconocido, alguien en quien no puedo confiar. Porque no puedo hacerlo; estoy contando los segundos que faltan para que desaparezca por completo y nunca más vuelva a hablarme. De algún extraño modo, le tengo miedo; aunque sé el motivo por el cual vino y no me sorprende en lo absoluto que me haya encontrado en el único lugar donde, alguna vez, dije ser feliz – No era necesario que vinieras. Deberías volver. No te quiero cerca del ocho… - hago muequitas y me giro para mirar el agua, sintiendo algunos rastros de agua que llegan a salpicarme en la cara. Una vez más, me limpio los ojos.
Guardo silencio un momento, contando nomas mis latidos como si pudiese quedarme toda la eternidad sin mirarlo y ocupándome nomas del correr del agua enfrente de mí. Tomo aire, lo largo, recompongo mi respiración hasta que siento que ya no puedo hacerlo más - ¿Por qué no te quedaste? Creí que estarías con ella – enrosco mis manos en los bordes de la enorme blusa de Lyon que llevo puesta, haciéndole bolitas para entretenerme y no sentir mis manos temblar – que estarías haciéndote cargo de tu familia, ahora que tienes una... – una de la que yo no formo parte, está claro. Me atrevo entonces a volver a mirarlo, notando cierto reproche en cada una de mis facciones - ¿Por qué te molestas en venir y hacerme sentir peor, en lugar de tener la dignidad de aceptar que ya todo se acabó?
En el arranque más infantil (y estúpido) que puedo llegar a tener, golpeo la fuente con la mano con toda la intención de empaparlo hasta los huesos. Necesito que sienta una mínima parte de la humillación que yo sentí, más de la que le puedo decir porque ya me quedé sin palabras explicarme. Como no es suficiente, elimino toda la distancia que acabo de crear y le doy un empujón de lleno en el pecho - ¡Vete! ¡No quiero que vuelvas! ¡No vuelvas a hacerlo! – se supone que ahora debería ser más fácil, que sabemos dónde debemos estar y, de todas formas, aquello parece complicarlo mil veces más. Como odio no poder odiarlo como se supone que debería.
Cuando escucho los pasos, ni siquiera tengo que levantar la mirada para saber de quién se trata. Conozco demasiado su andar sobre este mismo suelo, porque lo he escuchado años enteros de mi vida, cuando la fuente era un refugio que compartíamos una vez al mes. Levanto la vista, pero la esperanza de ver al niño se esfuma cuando recuerdo que yo también he crecido y todo eso se perdió hace mucho tiempo. Este chico no se parece nada a aquel niño. Está cansado, mentalmente herido y parece querer llorar. No quiero que me mire, no quiero que se quede y tampoco quiero que se vaya - ¿Acaso que miras? – le espeto con voz estrangulada, pasándome otra vez las manos por las mejillas para fingir que no estaba llorando. Sé que no sirve de nada, que ya me ha visto y que, además, me conoce lo suficiente como para saber cuándo algo me ocurre.
Me pongo de pie como si fuese a tropezar con mis propias piernas y camino de lado, sin quitarle la vista de encima mientras busco alejarme de él; mis ojos lo observan como si fuese un desconocido, alguien en quien no puedo confiar. Porque no puedo hacerlo; estoy contando los segundos que faltan para que desaparezca por completo y nunca más vuelva a hablarme. De algún extraño modo, le tengo miedo; aunque sé el motivo por el cual vino y no me sorprende en lo absoluto que me haya encontrado en el único lugar donde, alguna vez, dije ser feliz – No era necesario que vinieras. Deberías volver. No te quiero cerca del ocho… - hago muequitas y me giro para mirar el agua, sintiendo algunos rastros de agua que llegan a salpicarme en la cara. Una vez más, me limpio los ojos.
Guardo silencio un momento, contando nomas mis latidos como si pudiese quedarme toda la eternidad sin mirarlo y ocupándome nomas del correr del agua enfrente de mí. Tomo aire, lo largo, recompongo mi respiración hasta que siento que ya no puedo hacerlo más - ¿Por qué no te quedaste? Creí que estarías con ella – enrosco mis manos en los bordes de la enorme blusa de Lyon que llevo puesta, haciéndole bolitas para entretenerme y no sentir mis manos temblar – que estarías haciéndote cargo de tu familia, ahora que tienes una... – una de la que yo no formo parte, está claro. Me atrevo entonces a volver a mirarlo, notando cierto reproche en cada una de mis facciones - ¿Por qué te molestas en venir y hacerme sentir peor, en lugar de tener la dignidad de aceptar que ya todo se acabó?
En el arranque más infantil (y estúpido) que puedo llegar a tener, golpeo la fuente con la mano con toda la intención de empaparlo hasta los huesos. Necesito que sienta una mínima parte de la humillación que yo sentí, más de la que le puedo decir porque ya me quedé sin palabras explicarme. Como no es suficiente, elimino toda la distancia que acabo de crear y le doy un empujón de lleno en el pecho - ¡Vete! ¡No quiero que vuelvas! ¡No vuelvas a hacerlo! – se supone que ahora debería ser más fácil, que sabemos dónde debemos estar y, de todas formas, aquello parece complicarlo mil veces más. Como odio no poder odiarlo como se supone que debería.
Su grito hace que de un bote, como la primera vez que que me gritó, como la primera vez que la encontré allí llorando porque su padre se había marchado. Han pasado tantos años desde entonces que no puedo creer cómo ha cambiado todo, cómo sigue estando tan sola como entonces y cómo ha pasado de ser la niña de las mejillas regordetas a ser alguien que no reemplazaría en mi vida por nada del mundo. Si alguien me lo hubiera dicho entonces no lo habría entendido, solo nos pasábamos el día cazando bichos, jamás me di cuenta de que nos apoyábamos el uno el otro hasta que casi la pierdo del todo. Primero por culpa de la arena, luego por culpa de Jeremy, ahora por culpa exclusivamente mía. No puedo culpar a Katie por ésto, tampoco al bebé que viene en camino. De solo pensar de nuevo en la palabra bebé siento cómo si alguien me metiera un puñetazo que sacara todo el aire de dentro de mi.
Aún recuerdo lo que le contesté cuando me gritó que miraba la primera vez que la encontré llorando en éste sitio, pero no me veo incapaz de decirlo, sería como violar un recuerdo del pasado que preferiría que permaneciera intacto para siempre, mucho más ahora que todo nuestro futuro se tambalea, que probablemente ya no hayan más recuerdos como éste. Bajo la vista cuando me mira y anda a mi alrededor cómo un cazador junto a su presa. No me gusta la manera en la que me mira, no me gusta la forma en la que anda, no me gusta que se sienta como se siente. Ojalá pudiera arreglarlo con un beso todo, como cuando nos caíamos y su madre le daba un beso sobre la herida. Eso podía arreglar cualquier cosa en el mundo, incluso en el mío y ni siquiera era mi madre. - Sabes que sí. Sabes que tenía que venir - Que me diga que no me quiere cerca del ocho me confirma lo que ya sabía, lo mucho que me odia porque ahora soy el traidor que la abandonó por Kathleen Jhonson.
Avanzo hacia ella hasta que vuelve a hablar, porque de pronto siento cómo si estuviera creando alrededor de nosotros un muro que yo no puedo evitar que cree. Niego suavemente sin motivo ninguno y busco la mejor manera de explicarme. - Porque quería hablar contigo, ¡pero te largarste! - Levanto mi voz, las personas de nuestro alrededor empiezan a prestar atención aunque no demasiada, y quiero gritarles que se metan en sus cosas pero tengo un miedo atroz de romper esa burbuja en la que estamos ella y yo y darle la oportunidad de que escape para siempre. - No puedes echarme la culpa de ésto, yo no lo sabía - Eso no me excusa, si lo hubiera sabido todo habría sido distinto, al menos Jeremy no la habría traicionado y solo me odiaría a mi. Permanecería junto a nosotros de alguna forma, nos daría una oportunidad de arreglar las cosas. - No quiero una familia si tu no estás en ella - Aquello es algo que he pensado mucho en el par de días que estuve perdiendo el tiempo pensando en cómo dar con ella, pensando de verdad que si quería escapar a algún sitio, esconderse de nosotros, sería dentro de los límites del centro de entrenamiento; pero que lo haya pensado entonces no significa que ella debiera saberlo, se me escapa, y mi impulso en cuanto lo suelto es taparme la boca.
No quiero hacerle daño, tengo que buscar la forma de no estropearlo todo para siempre, de dejar una herida que el tiempo cure y la deje volver, me deje volver. - Jole - Se acabó. ¿Por qué te molestas en venir y hacerme sentir peor, en lugar de tener la dignidad de aceptar que ya todo se acabó?. De esa frase hay varias cosas que me duelen, la primera de ellas era lo obvio, lo inevitable, lo que he intentando no tener en cuenta con la esperanza de que no fuera real. Y lo segundo es el hecho de que le estoy haciendo daño, estoy siendo egoístas, estoy siendo Jeremy. - Yo no he venido a hacerte daño - Mi voz se quiebra, estoy desarmado, no tengo nada que respalde esas palabras porque le estoy haciendo daño, estoy cogiendo un cuchillo, se lo estoy clavando y luego le estoy dando vueltas mintiéndome a mi mismo diciendo que ésto tiene arreglo.
Tropiezo hacia atrás cuando me empuja con el dolor de sus manos donde impactaron contra mi. Creo que es la segunda vez que hace algo cómo eso, la primera fue para decirme que me fuera, que lo único que traía a su vida eran desgracias. Quizá tenga razón, quizá su vida era más fácil cuando yo no estaba. Quizá si yo no hubiera venido su padre no se habría marchado, ni Ewan habría muerto y erígone habría sobrevivido a los juegos, jamás se habría presentado voluntaria y jamás habría estado a punto de morir por una venganza que ya no era necesaria. Quizá yo soy el foco de todos sus problemas. - ¡no voy a irme! - Quizá es mi egoísmo lo que nos ha llevado al caos. - No voy a irme solo porque estés cabreada por algo que... por algo que no... - Empiezo decidido, sabiendo lo que voy a decir, sabiendo que tengo razón. Pero en cuanto voy a excusarme con que yo no tengo la culpa me detengo porque eso no es verdad. Me acosté con Katie, de eso tengo toda la culpa, y también de no pensar en lo que podría pasar.
Suelto un bufido cuando no encuentro como acabar esa frase sin quedar como un imbécil descuidado, sin que ella gane porque no quiero que gane, no puedo dejarle ganar. Si gana yo perderé, y la perderé a ella como penitencia por perder. - Yo no lo sabía. Si lo hubiera sabido te lo habría dicho. Las cosas habrían sido de otra forma. - Pongo mis manos sobre sus brazos apretando quizá con un poco más de fuerza de la que debería, presa del miedo de que de media vuelta y desaparezca para siempre. - Pero no me lo dijo. No me lo dijo porque ni siquiera tengo derecho a pertenecer a la familia que tú crees que ahora tengo. No tengo lo que hay que tener, no soy quien quiere que sea - A lo nuestro no puede llamársele familia. ¿Cómo voy a perdonarle que no me dijera algo como eso? ¿Cómo voy a perdonarle que me mintiera? - Siempre hemos sido tu y yo y lo sabes. Solo tu y yo - No, ahora no somos ella y yo, porque viene alguien en camino que romperá esa ecuación, ese híbrido al que nos habíamos acostumbrado. Jole-Andy-Andy-Jole. - Y ya se que estás molesta y me lo merezco - Apoyo su frente contra la mía cerrando los ojos cómo si así fuera capaz, a punta de fuerza de voluntad, de transmitirle lo mucho que lo siento. - Pero lo superaremos. Y será como siempre ha sido. - Nunca será como siempre fue; no lo es ahora, ni lo será después. Lo que éramos se perdió el sábado en que no volví, aunque me mienta a mi mismo creyendo que eso no es así.
Aún recuerdo lo que le contesté cuando me gritó que miraba la primera vez que la encontré llorando en éste sitio, pero no me veo incapaz de decirlo, sería como violar un recuerdo del pasado que preferiría que permaneciera intacto para siempre, mucho más ahora que todo nuestro futuro se tambalea, que probablemente ya no hayan más recuerdos como éste. Bajo la vista cuando me mira y anda a mi alrededor cómo un cazador junto a su presa. No me gusta la manera en la que me mira, no me gusta la forma en la que anda, no me gusta que se sienta como se siente. Ojalá pudiera arreglarlo con un beso todo, como cuando nos caíamos y su madre le daba un beso sobre la herida. Eso podía arreglar cualquier cosa en el mundo, incluso en el mío y ni siquiera era mi madre. - Sabes que sí. Sabes que tenía que venir - Que me diga que no me quiere cerca del ocho me confirma lo que ya sabía, lo mucho que me odia porque ahora soy el traidor que la abandonó por Kathleen Jhonson.
Avanzo hacia ella hasta que vuelve a hablar, porque de pronto siento cómo si estuviera creando alrededor de nosotros un muro que yo no puedo evitar que cree. Niego suavemente sin motivo ninguno y busco la mejor manera de explicarme. - Porque quería hablar contigo, ¡pero te largarste! - Levanto mi voz, las personas de nuestro alrededor empiezan a prestar atención aunque no demasiada, y quiero gritarles que se metan en sus cosas pero tengo un miedo atroz de romper esa burbuja en la que estamos ella y yo y darle la oportunidad de que escape para siempre. - No puedes echarme la culpa de ésto, yo no lo sabía - Eso no me excusa, si lo hubiera sabido todo habría sido distinto, al menos Jeremy no la habría traicionado y solo me odiaría a mi. Permanecería junto a nosotros de alguna forma, nos daría una oportunidad de arreglar las cosas. - No quiero una familia si tu no estás en ella - Aquello es algo que he pensado mucho en el par de días que estuve perdiendo el tiempo pensando en cómo dar con ella, pensando de verdad que si quería escapar a algún sitio, esconderse de nosotros, sería dentro de los límites del centro de entrenamiento; pero que lo haya pensado entonces no significa que ella debiera saberlo, se me escapa, y mi impulso en cuanto lo suelto es taparme la boca.
No quiero hacerle daño, tengo que buscar la forma de no estropearlo todo para siempre, de dejar una herida que el tiempo cure y la deje volver, me deje volver. - Jole - Se acabó. ¿Por qué te molestas en venir y hacerme sentir peor, en lugar de tener la dignidad de aceptar que ya todo se acabó?. De esa frase hay varias cosas que me duelen, la primera de ellas era lo obvio, lo inevitable, lo que he intentando no tener en cuenta con la esperanza de que no fuera real. Y lo segundo es el hecho de que le estoy haciendo daño, estoy siendo egoístas, estoy siendo Jeremy. - Yo no he venido a hacerte daño - Mi voz se quiebra, estoy desarmado, no tengo nada que respalde esas palabras porque le estoy haciendo daño, estoy cogiendo un cuchillo, se lo estoy clavando y luego le estoy dando vueltas mintiéndome a mi mismo diciendo que ésto tiene arreglo.
Tropiezo hacia atrás cuando me empuja con el dolor de sus manos donde impactaron contra mi. Creo que es la segunda vez que hace algo cómo eso, la primera fue para decirme que me fuera, que lo único que traía a su vida eran desgracias. Quizá tenga razón, quizá su vida era más fácil cuando yo no estaba. Quizá si yo no hubiera venido su padre no se habría marchado, ni Ewan habría muerto y erígone habría sobrevivido a los juegos, jamás se habría presentado voluntaria y jamás habría estado a punto de morir por una venganza que ya no era necesaria. Quizá yo soy el foco de todos sus problemas. - ¡no voy a irme! - Quizá es mi egoísmo lo que nos ha llevado al caos. - No voy a irme solo porque estés cabreada por algo que... por algo que no... - Empiezo decidido, sabiendo lo que voy a decir, sabiendo que tengo razón. Pero en cuanto voy a excusarme con que yo no tengo la culpa me detengo porque eso no es verdad. Me acosté con Katie, de eso tengo toda la culpa, y también de no pensar en lo que podría pasar.
Suelto un bufido cuando no encuentro como acabar esa frase sin quedar como un imbécil descuidado, sin que ella gane porque no quiero que gane, no puedo dejarle ganar. Si gana yo perderé, y la perderé a ella como penitencia por perder. - Yo no lo sabía. Si lo hubiera sabido te lo habría dicho. Las cosas habrían sido de otra forma. - Pongo mis manos sobre sus brazos apretando quizá con un poco más de fuerza de la que debería, presa del miedo de que de media vuelta y desaparezca para siempre. - Pero no me lo dijo. No me lo dijo porque ni siquiera tengo derecho a pertenecer a la familia que tú crees que ahora tengo. No tengo lo que hay que tener, no soy quien quiere que sea - A lo nuestro no puede llamársele familia. ¿Cómo voy a perdonarle que no me dijera algo como eso? ¿Cómo voy a perdonarle que me mintiera? - Siempre hemos sido tu y yo y lo sabes. Solo tu y yo - No, ahora no somos ella y yo, porque viene alguien en camino que romperá esa ecuación, ese híbrido al que nos habíamos acostumbrado. Jole-Andy-Andy-Jole. - Y ya se que estás molesta y me lo merezco - Apoyo su frente contra la mía cerrando los ojos cómo si así fuera capaz, a punta de fuerza de voluntad, de transmitirle lo mucho que lo siento. - Pero lo superaremos. Y será como siempre ha sido. - Nunca será como siempre fue; no lo es ahora, ni lo será después. Lo que éramos se perdió el sábado en que no volví, aunque me mienta a mi mismo creyendo que eso no es así.
- Claro que me marché… ¿Qué querías que hiciera? – esa acusación me parece tan estúpida que poco me falta para darle un cachetazo, aunque me contengo. Es imposible para mí concebir la idea de haberme quedado en el centro de entrenamientos, esperando a que la muerte se lance sobre mis tributos y teniendo que esconderme del resto hasta que me sienta lo suficientemente valiente como verles a la cara. Claro que puedo reprocharle, porque me ocultó la mitad de la historia, porque supuse que él habría descartado la idea de que el bebé sea suyo porque “era imposible” y no por un arranque infantil. Me molesta que él la quiera a ella de un modo que nunca va a quererme a mí, incluso cuando sé que me lo he ganado a pulso, cuando soy consciente de que quiero a Jeremy de un modo que no debería tener permitido, incluso después de todo. Probablemente, yo tenga la mayor parte de la culpa. No sé si creerle que me quiere como su familia, por lo que lo miro un momento como si intentara descifrar el funcionamiento de su cabeza, pero como no lo logro, abandono el leve intento.
No, no vino a hacerme daño… ¡si él daño ya está hecho! Tendría que haberlo empujado más fuerte, me convenzo de ello cuando lo veo tropezar hacia atrás gracias a mi empujón. Repentinamente, la idea de ahogarlo en la fuente es tentadora. - ¡Sí, sí vas a irte! ¡Yo quiero que te vayas! – pateo el suelo y muevo mis puños cerrados como una niña pequeña y caprichosa que se va poniendo roja acorde el llanto molesta y traba mi garganta. Me doy cuenta de lo que cree entender y se me escapa una risa sarcástica y cruel, mientras niego con la cabeza una y otra vez hasta que sus manos me toman de los brazos y lanzo un quejido a modo de protesta por la presión que ejerce sobre mí. Sí, siempre fuimos él y yo… ¿ese no fue el quid de todos nuestros problemas? ¿Cuántas veces ya nos preguntamos cómo seguir el uno sin el otro? Se fue, volvió, nos fuimos, yo volví, nos dijimos cosas horribles que olvidamos para volver a ser nosotros. Es un juego agotador y creo que es momento de rendirme y aceptar que lo he perdido.
Niego una y otra vez con la cabeza, pero el ritmo de aquello va descendiendo poco a poco hasta que siento su frente chocar contra la mía, por lo que me detengo. Apenas me doy cuenta de que mis manos se cierran en su abrigo, sosteniéndolo con firmeza, como si de aquel modo pudiese retener todos los recuerdos por tan solo cinco minutos más. También cierro los ojos, esperando que todo se acabe, pero cuando Andy se calla y solamente puedo escuchar el ruido de la fuente, pienso en que algo no cuadra. Yo no debería estar sosteniéndolo para que no se marche. Él no lo entiende.
- ese es el problema, Andy. Ya no somos más tú y yo – murmuro, haciendo un nudo de su abrigo entre mis manos, sin molestarme por si aquello le daña – con el tiempo, lo superarás y Katie y tú serán una familia, Jeremy también… yo no tendré un espacio dentro de ese cuadro familiar. Crecerás, serás “el padre de alguien” y ya no importará dónde esté tu mejor amiga de cuando eras un niño, porque tendrás algo más importante por lo que preocuparte – no me molesta que él tampoco lo hubiese sabido. Me molestan las promesas rotas. El haber construido toda una realidad que, repentinamente, no viene al caso porque eran solamente sueños de infantes que no sabían lo que les esperaba afuera. No hay nada más estúpido que soñar en este mundo.
No sé cómo pasé de querer golpearlo a esto, pero suelto su ropa para meter los brazos debajo de los suyos y estrecharlo en uno de aquellos abrazos que ya me había olvidado que existían. Escondo el rostro en el hueco de su cuello y, aunque está calentito, lo siento extrañamente helado – ¿Qué quieres que haga? ¿Que me quede sentada a esperar a que todo eso suceda? Sabes que quedarme sentada no es mi estilo… - le doy un pequeño apretón, como si de aquel modo pudiese retenerlo aún más cerca, incluso sabiendo que cuando lo suelte, todo se habrá acabado – si las cosas fuesen al revés, tampoco lo soportarías.
Por un momento, aquella imagen invade mi cabeza de un modo inquietante. ¿Qué habría pasado si Jeremy y yo hubiésemos tenido un hijo y Andy hubiese quedado fuera de la ecuación para siempre? La idea me hace estremecer, porque ya he decidido que eso ni siquiera debería ser posible. No, no es posible. Jeremy me mintió más o peor que Anderson y tendrá que dejar de existir para mí, al igual que él. Será una especie de tío para el bebé y parte de aquello que yo planeo dejar atrás. Fui masoquista demasiado tiempo.
Por un momento, mis labios se posan en la piel de su cuello donde puedo sentir el latir de su corazón, hasta que mis brazos lo abandonan y doy un paso hacia atrás, buscando mirar los ojos que usé como apoyo cuando creí que me moría – lamento no haber sido suficiente para ti, de verdad – como parece que tampoco Jeremy lo fue para mí. Es una cadena infinita, la que nos ató y consumió desde el mismo momento que creímos tener una segunda oportunidad.
No, no vino a hacerme daño… ¡si él daño ya está hecho! Tendría que haberlo empujado más fuerte, me convenzo de ello cuando lo veo tropezar hacia atrás gracias a mi empujón. Repentinamente, la idea de ahogarlo en la fuente es tentadora. - ¡Sí, sí vas a irte! ¡Yo quiero que te vayas! – pateo el suelo y muevo mis puños cerrados como una niña pequeña y caprichosa que se va poniendo roja acorde el llanto molesta y traba mi garganta. Me doy cuenta de lo que cree entender y se me escapa una risa sarcástica y cruel, mientras niego con la cabeza una y otra vez hasta que sus manos me toman de los brazos y lanzo un quejido a modo de protesta por la presión que ejerce sobre mí. Sí, siempre fuimos él y yo… ¿ese no fue el quid de todos nuestros problemas? ¿Cuántas veces ya nos preguntamos cómo seguir el uno sin el otro? Se fue, volvió, nos fuimos, yo volví, nos dijimos cosas horribles que olvidamos para volver a ser nosotros. Es un juego agotador y creo que es momento de rendirme y aceptar que lo he perdido.
Niego una y otra vez con la cabeza, pero el ritmo de aquello va descendiendo poco a poco hasta que siento su frente chocar contra la mía, por lo que me detengo. Apenas me doy cuenta de que mis manos se cierran en su abrigo, sosteniéndolo con firmeza, como si de aquel modo pudiese retener todos los recuerdos por tan solo cinco minutos más. También cierro los ojos, esperando que todo se acabe, pero cuando Andy se calla y solamente puedo escuchar el ruido de la fuente, pienso en que algo no cuadra. Yo no debería estar sosteniéndolo para que no se marche. Él no lo entiende.
- ese es el problema, Andy. Ya no somos más tú y yo – murmuro, haciendo un nudo de su abrigo entre mis manos, sin molestarme por si aquello le daña – con el tiempo, lo superarás y Katie y tú serán una familia, Jeremy también… yo no tendré un espacio dentro de ese cuadro familiar. Crecerás, serás “el padre de alguien” y ya no importará dónde esté tu mejor amiga de cuando eras un niño, porque tendrás algo más importante por lo que preocuparte – no me molesta que él tampoco lo hubiese sabido. Me molestan las promesas rotas. El haber construido toda una realidad que, repentinamente, no viene al caso porque eran solamente sueños de infantes que no sabían lo que les esperaba afuera. No hay nada más estúpido que soñar en este mundo.
No sé cómo pasé de querer golpearlo a esto, pero suelto su ropa para meter los brazos debajo de los suyos y estrecharlo en uno de aquellos abrazos que ya me había olvidado que existían. Escondo el rostro en el hueco de su cuello y, aunque está calentito, lo siento extrañamente helado – ¿Qué quieres que haga? ¿Que me quede sentada a esperar a que todo eso suceda? Sabes que quedarme sentada no es mi estilo… - le doy un pequeño apretón, como si de aquel modo pudiese retenerlo aún más cerca, incluso sabiendo que cuando lo suelte, todo se habrá acabado – si las cosas fuesen al revés, tampoco lo soportarías.
Por un momento, aquella imagen invade mi cabeza de un modo inquietante. ¿Qué habría pasado si Jeremy y yo hubiésemos tenido un hijo y Andy hubiese quedado fuera de la ecuación para siempre? La idea me hace estremecer, porque ya he decidido que eso ni siquiera debería ser posible. No, no es posible. Jeremy me mintió más o peor que Anderson y tendrá que dejar de existir para mí, al igual que él. Será una especie de tío para el bebé y parte de aquello que yo planeo dejar atrás. Fui masoquista demasiado tiempo.
Por un momento, mis labios se posan en la piel de su cuello donde puedo sentir el latir de su corazón, hasta que mis brazos lo abandonan y doy un paso hacia atrás, buscando mirar los ojos que usé como apoyo cuando creí que me moría – lamento no haber sido suficiente para ti, de verdad – como parece que tampoco Jeremy lo fue para mí. Es una cadena infinita, la que nos ató y consumió desde el mismo momento que creímos tener una segunda oportunidad.
¿Qué quería que hiciera? No lo sé. Ni siquiera sé que habría hecho yo en su lugar. Lo pienso detenidamente, en ella y jeremy esperando un hijo, a mi en medio sabiendo que van a ser felices sin mi. Sacudo la cabeza. - ¡No es lo mismo! - No es la respuesta que espera a esa pregunta y no la culpo, mi cabeza siempre va a su propia bola cuando quiere. No es la misma situación si fuera al revés ni por asomo. Si ellos fueran o no fueran una familia feliz, eso es independiente. ¿qué familia feliz se funda a base de las mentiras y el engaño? ninguna. Si Katie y yo tuvimos una oportunidad de estar juntos en algún momento, esa oportunidad desapareció cuando me mintió, cuando me hizo pensar que iba a ser feliz con otro, cuando agarró mi corazón y lo hizo añicos.
- ¡Y no voy a irme! - Chillo saliendo de mis pensamientos y dando un golpe en el suelo con el zapato también. Hace rato que aquel mundo que nos rodea desapareció, que de pronto hemos entrado en una dimensión especial donde podemos gritar todo lo que queramos porque nadie nos oye, donde la fuente es la única cosa del mundo real que nos hace compañía. - Y tú tampoco. Menos así. No puedes simplemente desaparecer como si nada importara. - También estoy molesto de que no me dejara hablar con ella antes de que agarrara el berrinche de venirse para el distrito ocho. Podría haber esperado, podríamos haberlo aclarado en un lugar donde no hubieran tantos recuerdos destrozándolo todo, siendo manchados por recuerdos malos cuando todos los que tenemos de éste sitio son geniales.
Desvío la mirada hacia otra parte cuando suelta todo aquello de golpe. ¿Seré el padre de alguien en realidad? no lo se, me he enfadado tanto y ahora mismo odio a la Jhonson suficiente cómo para querer desaparecer también; pero tampoco soy tan idiota como para no darme cuenta de que algo me lo impide. Tal vez Jolene tenga razón, tal vez quiera o no, me deje o no, sí que voy a ser el padre de alguien en breve. Aquella idea me aterra y me deja sin aire. - ¿que te hace pensar que para mi realmente hay un lugar ahí? Jeremy me odia, y no es que me importe, me da lo mismo; pero Katie también. Ni siquiera considera que sea suficiente cosa para su bebé - Aún no me he atrevido a llamarlo nuestro y mucho menos mío. - ¿por qué te crees que no me lo digo? oh sii, vamos a darle una sorpresa a andy un día cualquiera. Seguro que le encanta que le peguen un puñetazo y le suelten la bomba así como así; como si fuera perfectamente capaz de asimilarlo en un instante - No me doy cuenta de cuan resentido estoy hasta que esas palabras salen atropelladamente de mi boca.
Me llevo las manos a la cabeza apretando con fuerza intentando no perder el control de lo todo lo que pienso, porque va a demasiada velocidad, a más de la que puedo soportar. De pronto todo se congela cuando pasa sus brazos alrededor de mi y casi por inercia hago exactamente lo mismo enterrando mi cabeza contra su cuello cerrando los ojos y deseando estúpidamente detener el tiempo. Pero no ahora, no hace dos minutos antes de que me pegara, no hace tres días cuando me enteré de que iba a ser padre; sino congelarlos hace 8 años, cuando nadie tenía problemas, ella no sufría más que por un padre que pronto olvidaría, mi hermana seguía con vida, Erígone también, había tarta de chocolates por las tardes y siestas hasta el anochecer, un caballero viviendo aventuras junto a una princesa que nunca necesitó ser rescatada de ningún dragón.
Me aferro a su ropa cuando se separa negando casi antes de que abra la boca, sabiendo que va a decir, sabiendo a que viene todo ésto. Realmente es el final, es el final de una historia que llevamos demasiado tiempo escribiendo y queriendo cambiar. Las cosas habrían sido distintas en otro momento, si hubieran pasado de otra forma. Si alex no hubiera muerto yo habría vuelto aquella tarde que ella esperó y esperó... algún día incluso se la habría presentado, habría podido venir con nosotros, habríamos podido ser tres y no dos. Si las cosas hubieran sido así ¿Jeremy y Katie hubieran entrado en nuestro mundo? No, si las cosas hubieran sido así siempre habríamos sido ella y yo, para los restos. - No puedes dejarme otra vez. Prometimos que... me lo prometiste. Íbamos a ir de Picnic ¿recuerdas?, nunca lo hicimos. Y a la playa, aunque nunca me ha gustado la arena pero prometimos que iríamos - Y sin más, empiezan a salirme un montón de cosas que nos habría gustado hacer de no haber muerto. Las tartas de chocolate, las salidas al parque, las citas en el cine, las comidas de los domingos, las fiestas de los viernes, los amaneceres, los atardeceres, los arcoiris, la cueva que solo encontramos una vez y donde grabamos nuestros nombres hace demasiado tiempo, una cueva a la que no supimos volver pero algún día alguien encontrará cómo lo hicimos nosotros y será testigo de todas las parrafadas y babosadas que escribieron dos niños de nueve años en las paredes de piedra.
- ¡Y no voy a irme! - Chillo saliendo de mis pensamientos y dando un golpe en el suelo con el zapato también. Hace rato que aquel mundo que nos rodea desapareció, que de pronto hemos entrado en una dimensión especial donde podemos gritar todo lo que queramos porque nadie nos oye, donde la fuente es la única cosa del mundo real que nos hace compañía. - Y tú tampoco. Menos así. No puedes simplemente desaparecer como si nada importara. - También estoy molesto de que no me dejara hablar con ella antes de que agarrara el berrinche de venirse para el distrito ocho. Podría haber esperado, podríamos haberlo aclarado en un lugar donde no hubieran tantos recuerdos destrozándolo todo, siendo manchados por recuerdos malos cuando todos los que tenemos de éste sitio son geniales.
Desvío la mirada hacia otra parte cuando suelta todo aquello de golpe. ¿Seré el padre de alguien en realidad? no lo se, me he enfadado tanto y ahora mismo odio a la Jhonson suficiente cómo para querer desaparecer también; pero tampoco soy tan idiota como para no darme cuenta de que algo me lo impide. Tal vez Jolene tenga razón, tal vez quiera o no, me deje o no, sí que voy a ser el padre de alguien en breve. Aquella idea me aterra y me deja sin aire. - ¿que te hace pensar que para mi realmente hay un lugar ahí? Jeremy me odia, y no es que me importe, me da lo mismo; pero Katie también. Ni siquiera considera que sea suficiente cosa para su bebé - Aún no me he atrevido a llamarlo nuestro y mucho menos mío. - ¿por qué te crees que no me lo digo? oh sii, vamos a darle una sorpresa a andy un día cualquiera. Seguro que le encanta que le peguen un puñetazo y le suelten la bomba así como así; como si fuera perfectamente capaz de asimilarlo en un instante - No me doy cuenta de cuan resentido estoy hasta que esas palabras salen atropelladamente de mi boca.
Me llevo las manos a la cabeza apretando con fuerza intentando no perder el control de lo todo lo que pienso, porque va a demasiada velocidad, a más de la que puedo soportar. De pronto todo se congela cuando pasa sus brazos alrededor de mi y casi por inercia hago exactamente lo mismo enterrando mi cabeza contra su cuello cerrando los ojos y deseando estúpidamente detener el tiempo. Pero no ahora, no hace dos minutos antes de que me pegara, no hace tres días cuando me enteré de que iba a ser padre; sino congelarlos hace 8 años, cuando nadie tenía problemas, ella no sufría más que por un padre que pronto olvidaría, mi hermana seguía con vida, Erígone también, había tarta de chocolates por las tardes y siestas hasta el anochecer, un caballero viviendo aventuras junto a una princesa que nunca necesitó ser rescatada de ningún dragón.
Me aferro a su ropa cuando se separa negando casi antes de que abra la boca, sabiendo que va a decir, sabiendo a que viene todo ésto. Realmente es el final, es el final de una historia que llevamos demasiado tiempo escribiendo y queriendo cambiar. Las cosas habrían sido distintas en otro momento, si hubieran pasado de otra forma. Si alex no hubiera muerto yo habría vuelto aquella tarde que ella esperó y esperó... algún día incluso se la habría presentado, habría podido venir con nosotros, habríamos podido ser tres y no dos. Si las cosas hubieran sido así ¿Jeremy y Katie hubieran entrado en nuestro mundo? No, si las cosas hubieran sido así siempre habríamos sido ella y yo, para los restos. - No puedes dejarme otra vez. Prometimos que... me lo prometiste. Íbamos a ir de Picnic ¿recuerdas?, nunca lo hicimos. Y a la playa, aunque nunca me ha gustado la arena pero prometimos que iríamos - Y sin más, empiezan a salirme un montón de cosas que nos habría gustado hacer de no haber muerto. Las tartas de chocolate, las salidas al parque, las citas en el cine, las comidas de los domingos, las fiestas de los viernes, los amaneceres, los atardeceres, los arcoiris, la cueva que solo encontramos una vez y donde grabamos nuestros nombres hace demasiado tiempo, una cueva a la que no supimos volver pero algún día alguien encontrará cómo lo hicimos nosotros y será testigo de todas las parrafadas y babosadas que escribieron dos niños de nueve años en las paredes de piedra.
No lo entiende y no puedo pedirle que lo haga. Es exactamente lo mismo, yo puedo ir a donde se me dé la gana (o hasta dónde me lo permita el Capitolio, pero creo que ahora mismo me es suficiente) y que no tengo planes de que venga conmigo, como fue toda la vida. Al fin y al cabo, es un chico, y los chicos no comprenden estas cosas. No tienen idea de cómo funcionan las desilusiones y el latir vacío de un corazón hecho pedazos. Siento que todos aquellos consuelos fueron una mentira y que las promesas nunca existieron. Pero… ¿qué más da? Yo no soy más que un fantasma, alguien que estuvo allí hace mucho tiempo pero que perdió importancia hasta que me di cuenta de que he gastado mi tiempo reclamando cosas que ya me robaron y que ni siquiera debería considerar porque yo se las otorgué a alguien más. Odio a Jeremy, odio a Katie, odio a Anderson hasta el punto de desear no haberlo conocido nunca. Odio haber sido tan estúpida como para permitirme querer a las personas. Odio tener la debilidad más dolorosa e insoportable de todas.
Por un momento, dudo. Repaso sus palabras en mi mente y niego con la cabeza. Ahí se va otra cosa a la cual no entiende. Incluso, quiero reírme de su estupidez, pero no me sale. Me retiene una vez más y me echa en cara todas las cosas que no hicimos porque la vida es una jodida mierda que no nos lo permitió. Sé que he abierto los ojos como si no me creyese que es capaz de decirme esas cosas y abro y cierro la boca varias veces - ¡y tú me prometiste que siempre serías mío! – le acuso, notando el tono agudo que indica que el llanto está por brotar de nuevo, producido tanto por el enojo como por el dolor - ¡Me prometiste que no te irías nunca! ¡Y te esperé! ¡Te esperé aquí mismo por horas, hasta que me obligaron a volver a entrar! ¡Y volví cada sábado y cociné pasteles que terminaron en la basura y te lloré cinco fuentes de estas, no solamente una, cinco! – hago el gesto con la mano, balanceándola frente a sus ojos, como si aprendiendo a contar mis cinco dedos tuviese una mínima idea de lo mal que la pasé - ¡Y volviste a aparecer y volviste a irte! ¡Y cada vez que volvías, Andy, cada maldita vez que volvías y me mirabas otra vez, creía que no ibas a irte! ¡Y te ibas! Una y otra y otra vez… ¡y dolía! ¡Dolía incluso más que todos mis enfados con Jeremy, porque eras tú!
Sé que estoy llorando como las niñas de las que tanto me burlaba antes, cuando recuerdo haberle dicho a Andy que los besos en los cuentos eran estúpidos porque no solucionaban nada. Sé que no necesita que me explique, que le dé las mil razones por las cuales sus partidas siempre fueron más dolorosas que las del leñador. Son aquellas malditas ilusiones de cuando era niña, rompiéndose una tras otra, dándome razones para ver que hemos crecidos. Lo nuestro es un vínculo celoso, demasiado enfermizo para resultar ser sano. Y fui una estúpida al creer que así iba a ser.
- Dices que no hay lugar para ti en aquella familia. Pero ese bebé te necesita, Andy, y aunque Katie no te lo pida, tú estarás ahí para cuidarle. Y si no es así, entonces vete conmigo. Armemos otra moto y vayámonos, como ya te lo pedí cientos de veces. ¿Ves que siempre soy yo la que corre detrás de ti? – lo miro a los ojos, retándolo a que lo niegue, a que me rechace una vez más y niegue las cosas obvias. Le sonrío con burla – No vas a hacerlo porque no puedes. Y ahí es donde yo tengo razón. Ya eres padre.
Le aparto las manos para que me suelte y doy otro paso hacia atrás, respirando con fuerza para detener las lágrimas, aunque me tambaleo levemente y estoy por caer al suelo, cosa que por suerte no pasa – No pienso cumplir esas promesas, Andy. Ya no quiero ser la niña masoquista que se queda porque se lo pides, cuando tú nunca lo hiciste – pensar en todas las cosas que se van y que nunca van a suceder, me da náuseas. Puede que no lo diga, pero de verdad deseo poder darle todo aquello sin que me duela. No tiene idea de cuánto.
Por un momento, dudo. Repaso sus palabras en mi mente y niego con la cabeza. Ahí se va otra cosa a la cual no entiende. Incluso, quiero reírme de su estupidez, pero no me sale. Me retiene una vez más y me echa en cara todas las cosas que no hicimos porque la vida es una jodida mierda que no nos lo permitió. Sé que he abierto los ojos como si no me creyese que es capaz de decirme esas cosas y abro y cierro la boca varias veces - ¡y tú me prometiste que siempre serías mío! – le acuso, notando el tono agudo que indica que el llanto está por brotar de nuevo, producido tanto por el enojo como por el dolor - ¡Me prometiste que no te irías nunca! ¡Y te esperé! ¡Te esperé aquí mismo por horas, hasta que me obligaron a volver a entrar! ¡Y volví cada sábado y cociné pasteles que terminaron en la basura y te lloré cinco fuentes de estas, no solamente una, cinco! – hago el gesto con la mano, balanceándola frente a sus ojos, como si aprendiendo a contar mis cinco dedos tuviese una mínima idea de lo mal que la pasé - ¡Y volviste a aparecer y volviste a irte! ¡Y cada vez que volvías, Andy, cada maldita vez que volvías y me mirabas otra vez, creía que no ibas a irte! ¡Y te ibas! Una y otra y otra vez… ¡y dolía! ¡Dolía incluso más que todos mis enfados con Jeremy, porque eras tú!
Sé que estoy llorando como las niñas de las que tanto me burlaba antes, cuando recuerdo haberle dicho a Andy que los besos en los cuentos eran estúpidos porque no solucionaban nada. Sé que no necesita que me explique, que le dé las mil razones por las cuales sus partidas siempre fueron más dolorosas que las del leñador. Son aquellas malditas ilusiones de cuando era niña, rompiéndose una tras otra, dándome razones para ver que hemos crecidos. Lo nuestro es un vínculo celoso, demasiado enfermizo para resultar ser sano. Y fui una estúpida al creer que así iba a ser.
- Dices que no hay lugar para ti en aquella familia. Pero ese bebé te necesita, Andy, y aunque Katie no te lo pida, tú estarás ahí para cuidarle. Y si no es así, entonces vete conmigo. Armemos otra moto y vayámonos, como ya te lo pedí cientos de veces. ¿Ves que siempre soy yo la que corre detrás de ti? – lo miro a los ojos, retándolo a que lo niegue, a que me rechace una vez más y niegue las cosas obvias. Le sonrío con burla – No vas a hacerlo porque no puedes. Y ahí es donde yo tengo razón. Ya eres padre.
Le aparto las manos para que me suelte y doy otro paso hacia atrás, respirando con fuerza para detener las lágrimas, aunque me tambaleo levemente y estoy por caer al suelo, cosa que por suerte no pasa – No pienso cumplir esas promesas, Andy. Ya no quiero ser la niña masoquista que se queda porque se lo pides, cuando tú nunca lo hiciste – pensar en todas las cosas que se van y que nunca van a suceder, me da náuseas. Puede que no lo diga, pero de verdad deseo poder darle todo aquello sin que me duela. No tiene idea de cuánto.
La suelto como si transmitiera mil voltios de golpe cuando me echa en cara una promesa que no cumplí, otra de las muchas que le hice y que fallé. Suelto un suspiro desviando la mirada incapaz de verla llorar, incapaz de saber que cada una de esas lágrimas son mi culpa también. Jeremy probablemente ni siquiera ha hecho nada, probablemente en éstos instantes se la merece mucho más que yo. - ¡Mi hermana murió! ¡Tú sabes lo que eso! ¡tú sabes lo que es levantarte un día y darte cuenta de que ya no tienes a la única persona que te quedaba! - Durante los primeros meses solo estaba metido en la cama mirando el vacío, recordando a una persona que ya no volvería, deseando que estuviera allí, imaginándola a mi lado todavía con tal ahínco que al final conseguí que se quedara para siempre; así es como empezó todo, así es como mis alucinaciones se volvieron una parte constante de mi vida.
Para aquella vez tengo excusa, para las demás en realidad no. Durante la arena me negaba a estar en el mismo bando que ella sabiendo que tarde o temprano acabaría matándola, sabiendo que tarde o temprano la vería morir. A la larga acabé cediendo, pero la abandoné. ¿Que excusa pongo para eso? Ninguna. Simple y llana cobardía. Sacudo la cabeza reacio a creer en eso, Katie jamás me lo permitirá, y de no ser ella su hermano me odia. - ¿Cómo se supone que voy a formar parte de una familia que no quiere que esté en ella? ¿estás oyendo lo que dices? Jeremy y yo cenando juntos los domingos. Su primo y yo dándonos regalos de navidad. ¿te parece realista? - Quiero gritarle que eso no es cierto, que yo he ido detrás de ella demasiadas veces, más de las que puedo contar; y tendría razón pero ella también. Siempre ha ido detrás de mi más veces que las que yo he ido detrás de ella. Me llevo las manos ala cabeza echándome el cabello hacia atrás en un gesto totalmente desesperado. Estoy perdiendo la discusión, estoy perdiendo y no sé porqué. Venía seguro de que era capaz de hacerla entrar en razón pero está claro que no.
Estoy a punto de rogarle, estoy a punto de arrodillarme frente a ella y prometerle que las cosas irán a mejor ahora que... ¿ahora que qué? ¿que mi vida se va a la mierda? ¿que mi abuela va a matarme? ¿que... que? No puedo mentirle, las cosas solo irán a peor de ahora en adelante. ¿Qué se supone que haré yo con un bebé? ¿y que se supone que le diré a Katie cuando pregunte por qué forma parte de ésto Jolene también? Haga lo que haga para explicárselo ella nunca lo entenderá. Nunca entenderá que la necesito, no como la necesito a ella, no cómo Jolene necesita a Jeremy, sino de una manera completamente diferente. Fue la primera persona en entrar a mi mundo, la primera chica de la que supe su nombre, su fecha de cumpleaños, su tarta preferida y el nombre de todos sus peluches. Ella fue la primera chica que no era mi hermana y que invadió mi vida. La primera de todas. La primera que nunca se olvida ni se reemplaza.
Pongo mi mano sobre su mejilla sin responder a esa pregunta. Sabe que no me iré, y sé que no puedo irme. Ella tiene razón. Ese bebé me necesita y cuidaré de él todo lo que Katie me permita. ¿Que pasará si me voy con Jolene? será como la primera vez, estaremos rompiendo normas, normas que supondrán un castigo que si no nos implantan a nosotros le implantarán a mi hijo. Acerco mi rostro al suyo hasta que mi frente se apoya contra ella. Cierro los ojos un momento y detengo todo nuestro tiempo alrededor. ¿De verdad voy a dejarla ir? ¿De verdad se lo voy a permitir? ¿De verdad se han agotado todas mis opciones? Siento ganas de llorar, en esos instantes agarraría una cuerda y la ataría con tal de no dejarla ir pero sé que es egoísta, sé que necesita espacio y sé que volverá cuando esté lista para aceptar el nuevo entorno en el que me he metido. - Es el momento de que la princesa menos princesa del mundo y el caballero sin caballo vivan historias por separado - Cómo en todos los cuentos del mundo. - No pierdas. No te pierdas. - Mi voz va menguando de volumen hasta que es tan solo un susurro. Repito esas palabras incluso solo delineadas con mis labios aferrándome a esa idea desesperada de que volverá. No mañana, ni pasado mañana, pero volverá y todo será como antes, aunque no lo sea no me importa, volverá de todas formas. Consigo realmente tragarme esa idea, consigo realmente creer que pasará, que puedo esperar ese día toda mi vida pero llegará. Y aferrado a esa idea pego mis labios a los suyos en un beso que habrá de durarnos el resto de la historia que los dos protagonistas de una larga leyenda vivirán por separado.
Para aquella vez tengo excusa, para las demás en realidad no. Durante la arena me negaba a estar en el mismo bando que ella sabiendo que tarde o temprano acabaría matándola, sabiendo que tarde o temprano la vería morir. A la larga acabé cediendo, pero la abandoné. ¿Que excusa pongo para eso? Ninguna. Simple y llana cobardía. Sacudo la cabeza reacio a creer en eso, Katie jamás me lo permitirá, y de no ser ella su hermano me odia. - ¿Cómo se supone que voy a formar parte de una familia que no quiere que esté en ella? ¿estás oyendo lo que dices? Jeremy y yo cenando juntos los domingos. Su primo y yo dándonos regalos de navidad. ¿te parece realista? - Quiero gritarle que eso no es cierto, que yo he ido detrás de ella demasiadas veces, más de las que puedo contar; y tendría razón pero ella también. Siempre ha ido detrás de mi más veces que las que yo he ido detrás de ella. Me llevo las manos ala cabeza echándome el cabello hacia atrás en un gesto totalmente desesperado. Estoy perdiendo la discusión, estoy perdiendo y no sé porqué. Venía seguro de que era capaz de hacerla entrar en razón pero está claro que no.
Estoy a punto de rogarle, estoy a punto de arrodillarme frente a ella y prometerle que las cosas irán a mejor ahora que... ¿ahora que qué? ¿que mi vida se va a la mierda? ¿que mi abuela va a matarme? ¿que... que? No puedo mentirle, las cosas solo irán a peor de ahora en adelante. ¿Qué se supone que haré yo con un bebé? ¿y que se supone que le diré a Katie cuando pregunte por qué forma parte de ésto Jolene también? Haga lo que haga para explicárselo ella nunca lo entenderá. Nunca entenderá que la necesito, no como la necesito a ella, no cómo Jolene necesita a Jeremy, sino de una manera completamente diferente. Fue la primera persona en entrar a mi mundo, la primera chica de la que supe su nombre, su fecha de cumpleaños, su tarta preferida y el nombre de todos sus peluches. Ella fue la primera chica que no era mi hermana y que invadió mi vida. La primera de todas. La primera que nunca se olvida ni se reemplaza.
Pongo mi mano sobre su mejilla sin responder a esa pregunta. Sabe que no me iré, y sé que no puedo irme. Ella tiene razón. Ese bebé me necesita y cuidaré de él todo lo que Katie me permita. ¿Que pasará si me voy con Jolene? será como la primera vez, estaremos rompiendo normas, normas que supondrán un castigo que si no nos implantan a nosotros le implantarán a mi hijo. Acerco mi rostro al suyo hasta que mi frente se apoya contra ella. Cierro los ojos un momento y detengo todo nuestro tiempo alrededor. ¿De verdad voy a dejarla ir? ¿De verdad se lo voy a permitir? ¿De verdad se han agotado todas mis opciones? Siento ganas de llorar, en esos instantes agarraría una cuerda y la ataría con tal de no dejarla ir pero sé que es egoísta, sé que necesita espacio y sé que volverá cuando esté lista para aceptar el nuevo entorno en el que me he metido. - Es el momento de que la princesa menos princesa del mundo y el caballero sin caballo vivan historias por separado - Cómo en todos los cuentos del mundo. - No pierdas. No te pierdas. - Mi voz va menguando de volumen hasta que es tan solo un susurro. Repito esas palabras incluso solo delineadas con mis labios aferrándome a esa idea desesperada de que volverá. No mañana, ni pasado mañana, pero volverá y todo será como antes, aunque no lo sea no me importa, volverá de todas formas. Consigo realmente tragarme esa idea, consigo realmente creer que pasará, que puedo esperar ese día toda mi vida pero llegará. Y aferrado a esa idea pego mis labios a los suyos en un beso que habrá de durarnos el resto de la historia que los dos protagonistas de una larga leyenda vivirán por separado.
Por un momento lo logra, hacerme sentir como una mala persona que no se fija en lo que él ha pasado incluso cuando sé lo que significa, pero después los rencores tapan cualquier signo de lástima que pudo haberse asomado. De todas formas, no me atrevo a refutar aquello, porque acabar hablando de hermanas muertas y alucinaciones y vaya a saber qué otra cosa más, solamente lo hará más difícil. Me pregunto si tal vez estoy haciendo las cosas mal, que si dejarlo solo es un error, pero me doy cuenta de que seguir siendo la eterna compañía solamente me ocasionará más daño. ¿No era que no iba a preocuparme nunca por esta clase de cosas? Y sé que la idea de que comparta comidas con Jeremy es descabellada, pero no tiene otra opción si quiere permanecer cerca del bebé, como sé que lo hará porque lo conozco demasiado como para llegar a sospechar que desaparecerá de su vida como lo hizo mi padre. No, Andy puede tener muchos defectos, pero sé que será un buen padre. Y que yo no puedo estar ahí para verlo.
Sé que he ganado y le echo una mirada de superioridad de aquellas que Erígone solía decir que eran exasperantes, dispuesta a irme y abandonar la fuente por última vez para luego evitarla o fingir que es un sitio borrado del mapa. Pero su mano toma mi mejilla y mis pies se clavan al suelo porque no quieren marcharse y dar por sentado que se ha perdido todo aquello que alguna vez pudo ser. Permito que su frente se vuelva a apoyar en la mía y, al contrario de él, no cierro los ojos porque me doy el gusto de observarlo como lo he hecho durante la mayor parte de mi vida. Quiero reírme y decirle que extraño sus mejillas regordetas que se perdieron y de que ya no tiene ventanas oscuras entre los dientes de leche que ya no están. Asiento levemente, provocando que mi flequillo raspe su frente, aunque aquella petición me hace morderme el labio inferior, dubitativa - eso es algo que no puedo prometer – murmuro. No tengo idea de cómo serán las cosas ahora, de hacia dónde avanzaré ni cuando voy a aceptar que verlos continuar sin mí era algo inevitable. No sé si voy a perderme o no.
Sus labios sobre los míos no me sorprenden como deberían hacerlo, o como lo hicieron la primera vez, tal vez porque no son tan extraños después de todo. Soy consciente de como mis manos se cierran en el cuello de su abrigo, creando un nudo posesivo en la prenda, notando como el único sonido que llega a mis oídos es el brotar del agua a nuestro lado, rompiendo contra el mármol de nuestro punto de encuentro. Lo suelto con una lentitud exasperante y me separo, parpadeando, preguntándome si debería golpearlo o no. Guardo silencio un momento mientras desvío la mirada hacia un lado, acomodando el cuello de mi campera, lanzando un pequeño suspiro – enviaré a alguien a recoger mis cosas cuando regresemos a la isla. Lo siento – no sé exactamente de qué me disculpo, pero creo que con Andy ya tengo las disculpas incorporadas cada vez que discutimos. Tal vez me disculpo por no ser suficiente, o por no haber estado siempre ahí, o por no haber corrido al distrito seis a averiguar que le ocurrió cuando fue él quien no acudió a la cita. Quizás es por haber dejado que Jeremy tomase lo que alguna vez fue suyo, o por marcharme cuando tal vez no sea completamente feliz. O porque las galletas que hice en Navidad al final sabían asquerosas. O porque ya no puedo ser suya o él no puede ser mío. O porqué… hay tantos motivos.
Todavía recuerdo la última vez que lo vi antes de que no regresara. Estábamos en este mismo lugar y yo tenía puestas unas gigantes botas de nieve de mi mamá porque fue un tiempo de muchas tormentas. Acabábamos de venir corriendo del bosque y estábamos llenos de barro hasta la cabeza, pero no nos importaba porque éramos felices y acabamos de acomodar el nido de un pájaro otra vez en su ramita. En ese momento éramos de la misma altura y Andy seguía siendo un niño demasiado patoso, así que las rodillas de sus jeans estaban rotas de tanto caer por el camino de regreso. Me dolían las mejillas de reírme y, cuando me senté en la fuente al momento de despedirnos, él me gritó un “nos vemos el sábado”. Fue un “hasta luego” que se transformó en un “adiós” en poco tiempo. Y yo sí quiero despedirme como debería serlo, porque me cansé de romper promesas.
Le pico la nariz con mi dedo, tal como hago cuando armo una bolita de papel y quiero lanzarla lejos. Fuerzo una sonrisa tan falsa como las flores de plástico que decoraban las tacitas donde lo obligaba a tomar el té con mis muñecas, ignorando el repentino frío - Será un “hasta que nos veamos de nuevo”. O un adiós. O lo que tenga que ser – o tal vez no será nada, pero no puedo saberlo. Lo esquivaré como esquivo a medio mundo durante los juegos y cuando regresemos a nuestro distrito, haré lo posible para no entrometerme en su rutina. Como si fuésemos dos extraños con recuerdos en común.
Como ya no queda nada que decir, mis labios se posan en la comisura de los suyos antes de pasar por su lado, sin poder evitar despeinarlo levemente y marcharme de allí sin mirar atrás. Sin fijarme en la fuente que guarda mil memorias, ni en la persona que creó todas ellas y que ahora ya no son más que una sombra perdida en el fondo del cajón.
Sé que he ganado y le echo una mirada de superioridad de aquellas que Erígone solía decir que eran exasperantes, dispuesta a irme y abandonar la fuente por última vez para luego evitarla o fingir que es un sitio borrado del mapa. Pero su mano toma mi mejilla y mis pies se clavan al suelo porque no quieren marcharse y dar por sentado que se ha perdido todo aquello que alguna vez pudo ser. Permito que su frente se vuelva a apoyar en la mía y, al contrario de él, no cierro los ojos porque me doy el gusto de observarlo como lo he hecho durante la mayor parte de mi vida. Quiero reírme y decirle que extraño sus mejillas regordetas que se perdieron y de que ya no tiene ventanas oscuras entre los dientes de leche que ya no están. Asiento levemente, provocando que mi flequillo raspe su frente, aunque aquella petición me hace morderme el labio inferior, dubitativa - eso es algo que no puedo prometer – murmuro. No tengo idea de cómo serán las cosas ahora, de hacia dónde avanzaré ni cuando voy a aceptar que verlos continuar sin mí era algo inevitable. No sé si voy a perderme o no.
Sus labios sobre los míos no me sorprenden como deberían hacerlo, o como lo hicieron la primera vez, tal vez porque no son tan extraños después de todo. Soy consciente de como mis manos se cierran en el cuello de su abrigo, creando un nudo posesivo en la prenda, notando como el único sonido que llega a mis oídos es el brotar del agua a nuestro lado, rompiendo contra el mármol de nuestro punto de encuentro. Lo suelto con una lentitud exasperante y me separo, parpadeando, preguntándome si debería golpearlo o no. Guardo silencio un momento mientras desvío la mirada hacia un lado, acomodando el cuello de mi campera, lanzando un pequeño suspiro – enviaré a alguien a recoger mis cosas cuando regresemos a la isla. Lo siento – no sé exactamente de qué me disculpo, pero creo que con Andy ya tengo las disculpas incorporadas cada vez que discutimos. Tal vez me disculpo por no ser suficiente, o por no haber estado siempre ahí, o por no haber corrido al distrito seis a averiguar que le ocurrió cuando fue él quien no acudió a la cita. Quizás es por haber dejado que Jeremy tomase lo que alguna vez fue suyo, o por marcharme cuando tal vez no sea completamente feliz. O porque las galletas que hice en Navidad al final sabían asquerosas. O porque ya no puedo ser suya o él no puede ser mío. O porqué… hay tantos motivos.
Todavía recuerdo la última vez que lo vi antes de que no regresara. Estábamos en este mismo lugar y yo tenía puestas unas gigantes botas de nieve de mi mamá porque fue un tiempo de muchas tormentas. Acabábamos de venir corriendo del bosque y estábamos llenos de barro hasta la cabeza, pero no nos importaba porque éramos felices y acabamos de acomodar el nido de un pájaro otra vez en su ramita. En ese momento éramos de la misma altura y Andy seguía siendo un niño demasiado patoso, así que las rodillas de sus jeans estaban rotas de tanto caer por el camino de regreso. Me dolían las mejillas de reírme y, cuando me senté en la fuente al momento de despedirnos, él me gritó un “nos vemos el sábado”. Fue un “hasta luego” que se transformó en un “adiós” en poco tiempo. Y yo sí quiero despedirme como debería serlo, porque me cansé de romper promesas.
Le pico la nariz con mi dedo, tal como hago cuando armo una bolita de papel y quiero lanzarla lejos. Fuerzo una sonrisa tan falsa como las flores de plástico que decoraban las tacitas donde lo obligaba a tomar el té con mis muñecas, ignorando el repentino frío - Será un “hasta que nos veamos de nuevo”. O un adiós. O lo que tenga que ser – o tal vez no será nada, pero no puedo saberlo. Lo esquivaré como esquivo a medio mundo durante los juegos y cuando regresemos a nuestro distrito, haré lo posible para no entrometerme en su rutina. Como si fuésemos dos extraños con recuerdos en común.
Como ya no queda nada que decir, mis labios se posan en la comisura de los suyos antes de pasar por su lado, sin poder evitar despeinarlo levemente y marcharme de allí sin mirar atrás. Sin fijarme en la fuente que guarda mil memorias, ni en la persona que creó todas ellas y que ahora ya no son más que una sombra perdida en el fondo del cajón.
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