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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Iolanthe Orielle Beaumont
The heart is a museum, filled with the exhibits of a lifetime love's
Cuando una persona vive tanto tiempo, los años parecen mezclarse, fundirse entre sí hasta que solo queda la idea de lo que puede ser un recuerdo. En el caso de Iolanthe, sin embargo, en lugar de fundir todas sus memorias en la idea de una idea, ella construyó un museo de imágenes en su cabeza. Muchos cuadros no tienen el año de composición, las tarjetas de información parecen borrosas y desgastadas y, en algunos casos, hay alguna exposición en la que ella misma ha apagado la luz. En otros sectores los reflectores parecen iluminar de lleno alguna de las obras, la volvían una pieza central imposible de ignorar.
El recorrido comienza más o menos así: en el vestíbulo de su museo hay una vitrina central con una breve autobiografía. La artista, Iolanthe Orielle Beaumont, nació posiblemente un trece de octubre de 2384 en un camping perdido de Ordesa, en España. Su madre, una bruja conocida en la región por sus habilidades curativas, captó la atención de su padre, Étienne Beaumont, cuando una expedición a través de los Pirineos lo había dejado con una pierna inservible al menos un año antes de su nacimiento. La historia no especifica mucho más de la relación de ambos. Étienne tuvo que volver a su país por alguna urgencia y, debido a lo avanzado de la gestación, tuvo que hacerlo solo. Cuando regresó unos pocos meses después de su partida, solamente encontró a la pequeña. Su madre había muerto antes de poder sostenerla o siquiera nombrarla, y recayó en él la sola responsabilidad de criar a la niña. La única razón por la que conoce sus orígenes es debido a que Étienne hablaba con mucho cariño de ese entonces. Iolanthe trató de regresar a Ordesa en su juventud, pero no pudo encontrar ni rastros del lugar mencionado por su padre.
La explicación de la vitrina concluye diciendo que, aunque los años que siguieron encontraron a Iolanthe en varias expediciones a través de lo que quedaba del continente, su verdadero hogar siempre residió en el sur de Francia, en la que antiguamente había sido conocida como la Academia Mágica Beauxbatons.
La sala contigua al vestíbulo estaba llena de pequeños cuadros, todos pintados con colores vibrantes y llenos de inocencia. Su padre la había ayudado con esas pinturas, dándole lienzos pequeños y encapsulando su niñez en los marcos más bonitos que podía encontrar. En aquel entonces Iolanthe no había notado en verdad qué tan buen artista podía ser Étienne. Eso llegó después, de la mano de esculturas cargadas de rabia que se encontraban guardadas en un almacén al que había que ingresar con una linterna si es que se quería ver algo. La única pintura que exhibía de esa época, era la de un castaño con una lápida al pie de sus raíces. El cuadro la llenaba de tristeza, pero el árbol que todavía se encontraba en los terrenos de La Academia la llenaba de paz y le recordaba el por qué se mantenía firme dentro de su legado.
Un pasillo lleno de instantáneas y alguna que otra foto revelada cuenta su historia luego del fallecimiento de su padre. Iolanthe no suele prestar mucha atención cuando lo atraviesa. No necesita ver los rostros de las fotografías para recordar lo mucho que le costó superar esa época de su vida. Se suponía que ella, como la única hija de la persona a la que todos veían como líder debería tomar su lugar, ¿no? Lo intentó, Merlín sabe que lo intentó. Pero una serie de malas decisiones y aún peores consecuencias casi diezmó al refugio que habían armado dentro de Beauxbatons. Las peores fotografías aún se encontraban en el cuarto de revelado, en negativos olvidados e instantáneas guardadas en cajas que no pensaba abrir.
Si tiene que sacar algo bueno de ese pasillo, es que la sala que se encuentra al final es su favorita. Está llena de vitrinas con pequeños objetos, y tiene un mural enorme adornado con páginas de su diario de exploración. Tal vez no había podido llenar los zapatos de su padre como el líder ejemplar que había sido, ¿pero buscando recursos? Eso era lo suyo. No podía decir que recordaba a todas las personas que había conocido, a la mayoría incluso solo las había visto una vez en su vida, pero había aprendido mucho de todos ellos. La miseria era recurrente, pero también lo era la necesidad de supervivencia.
Al igual que Étienne, Iolanthe conoció al padre de su hija en uno de esos viajes. A diferencia de él, la razón por la que el susodicho no pudo regresar con ella radicaba en su otra familia, esa que nunca le había mencionado hasta que no fue demasiado tarde. No le guarda ningún tipo de rencor, pero admite que de haberlo sabido su vida probablemente hubiera sido diferente. O al menos la vida de su hija, Manon.
Manon Beaumont tiene salas y salas llenas dentro de su museo. Exposiciones enteras dedicadas a diferentes hitos de su vida, a cada uno de sus logros y a los momentos que surgieron luego de cada uno de sus fallos. Manon Beaumont es el mayor logro de Iolanthe… fue el mayor logro de Iolanthe. Ahora las exposiciones de su hija se mantienen cerradas bajo llave. No le gusta entrar en ellas porque la única salida se encontraba debajo de un altavoz. Ese que con voz pesada le informa del grupo de aerodeslizadores que bombardeó Londres, la ciudad en la que su hija, su marido y los hijos de ellos residían. Stephan formaba parte de una rebelión que ocurría al otro lado del mundo y Manon lo había apoyado en cada una de sus decisiones a costa de su propia vida.
Las últimas dos décadas no forman parte del museo de Iolanthe. No tuvo el tiempo de organizar sus recuerdos en exposiciones a las que ya no les veía sentido. Estaba muy ocupada retomando el liderazgo que había olvidado años atrás, reorganizando a la gente que aún tenía las energías para luchar por algo mejor y tratando de hacer que la miseria dejase de formar parte del día a día. No es una bruja excepcional, lejos de ello. Pero tenía años y años de experiencia, y una paciencia infinita.
Beauxbatons era una Academia. Un castillo cuyas montañas habían funcionado tanto para protegerlos como para matarlos de hambre. Era historia pura, arte y conocimiento. Pero sobre todas las cosas, Beauxbatons era la gente que conformaba el lugar. Ellos merecían la oportunidad de salir adelante, de disfrutar de lo poco que el mundo aún tenía para ofrecer. Iolanthe quería asegurarse que así fuera y, si en el proceso clamaba justicia por su hija, pues mejor aún.
De los Beaumont y sus ancestros hay una sección a la izquierda del vestíbulo que se encuentra en el museo mental de Iolanthe. Un mapa de Francia y una imágen de La Tour Saint-Jacques, más conocida como La Torre de Santiago, sirven de referencia a varios de los documentos que se exponen sobre una larga mesa. Ellos sitúan al linaje de los Beaumont al menos un milenio atrás, mucho antes de la Gran Guerra, pero sólo poco después de la llamada Guerra de los Cien Años. Para tratarse de una familia que vivió enmarcada en varios contextos de batallas y enfermedades, resulta sorprendente que su dato más curioso recaiga en un rumor. Una carta de Pierre Beaumont a su hermana Perenelle allá por el año 1356, hace suponer que dicha hermana no es nada más ni nada menos que Perenelle Flamel, la esposa del famoso alquimista. Sin embargo, el contenido de la carta es tan trivial que los nombres y las fechas que contiene podrían ser solamente eso, una casualidad.
La sala principal de sus memorias replica en cierta forma al baúl en el que Iolanthe guarda sus cuadernos de exploración. En ambos hay cinco tomos desgastados, atados con cuerdas entre sí para que las páginas no se desprendan del lomo. También hay una caja de madera tallada. La única razón por la que áun puede cerrar su tapa es porque su interior está mágicamente expandido para albergar todas las fotos que ha tomado a lo largo de su vida, así como las cartas que ha intercambiado o que le han regalado. Entre ellas, la mítica carta de Pierre Beaumont.
Por más de que toda su vida haga referencia al arte de alguna u otra forma, su gran amor radica en la cocina. El único talento que cree poseer es el de hacer banquetes a partir de los ingredientes más básicos. A día de hoy, incluso aunque han pasado más de veinte años desde aquel entonces, cree que la única razón por la que le dejaron retomar el liderazgo es por haberlos alimentado, literalmente, a lo largo de décadas.
Su lengua no será afilada, pero tampoco se traga las palabras. Si algo no le gusta, lo hará saber. Si ve algo con malos ojos, sea inteligente o no de su parte el decirlo, lo dirá de todas maneras. En su opinión, ha vivido demasiados años disconforme con la vida como para encima tener que estarlo también con sus pensamientos.
La sala principal de sus memorias replica en cierta forma al baúl en el que Iolanthe guarda sus cuadernos de exploración. En ambos hay cinco tomos desgastados, atados con cuerdas entre sí para que las páginas no se desprendan del lomo. También hay una caja de madera tallada. La única razón por la que áun puede cerrar su tapa es porque su interior está mágicamente expandido para albergar todas las fotos que ha tomado a lo largo de su vida, así como las cartas que ha intercambiado o que le han regalado. Entre ellas, la mítica carta de Pierre Beaumont.
Por más de que toda su vida haga referencia al arte de alguna u otra forma, su gran amor radica en la cocina. El único talento que cree poseer es el de hacer banquetes a partir de los ingredientes más básicos. A día de hoy, incluso aunque han pasado más de veinte años desde aquel entonces, cree que la única razón por la que le dejaron retomar el liderazgo es por haberlos alimentado, literalmente, a lo largo de décadas.
Su lengua no será afilada, pero tampoco se traga las palabras. Si algo no le gusta, lo hará saber. Si ve algo con malos ojos, sea inteligente o no de su parte el decirlo, lo dirá de todas maneras. En su opinión, ha vivido demasiados años disconforme con la vida como para encima tener que estarlo también con sus pensamientos.
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Iolanthe Orielle
13 de Octubre, 2384
Exterior
Beauxbatons
Sangre Mestiza
Judi Dench
13 de Octubre, 2384
Exterior
Beauxbatons
Sangre Mestiza
Judi Dench
I. Beaumont
Iolanthe Orielle Beaumont
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