El deseo de sus padres siempre fue tener una vida normal, en una casa no demasiado glamurosa, dentro de un distrito más o menos aislado. Una rutina, unos hijos que entendieran la importancia de la normalidad, de seguir la corriente y no salirse de los límites.

Pensaban que esa era la única forma de sobrevivir.

Priscilla nació con prisas y sin ser entregada a los brazos de su madre en el mismo instante. Los médicos se limitaron a seguir diciéndole que empujara un poco más, que la cabeza del otro mellizo estaba asomándose. Preston nació doce minutos y treinta y ocho segundos después.

El distrito trece los vio crecer juntos, correteando por sus calles y con Priscilla metiéndose para interrumpir cualquier pelea de la que fuera consciente. Su madre le acariciaba el pelo cada vez que le explicaba sus aventuras, orgullosa de su sentido de la justicia, pero preocupada de lo que podría significar. Tras los afectos, llegaban las reprimendas. Nunca creyó que hiciera nada malo, pero sus padres seguían insistiéndole que no debía entrometerse en asuntos ajenos.

Cuando cumplió ocho años, pasaba más tiempo admirando al bebé en aquella cuna que jugando en las calles. El nacimiento de Paige le dio a alguien a quien tenía la necesidad de proteger. En el primer momento que la vio, se prometió que jamás dejaría que le pasara nada. Su dulce inocencia le hacía creer que podía conseguirlo.

Visitaba mucho la biblioteca de su barrio, lugar en el que comenzó a interesarse por la historia de su país. Allí conoció a Dorothea, la bibliotecaria, quien fue su mentora y encargada de enseñarle la doble moral de NeoPanem: la historia de los muggles, la esclavización de los magos como ella y el cambio de tornas que dio después. Mientras más conocía la historia, más triste se sentía. Dorothea le decía que se estaban cometiendo los errores del pasado una y otra vez.

La señora desapareció cuando Priscilla tenía doce años. Poco después descubrió que había muerto por esconder a un muggle y ayudarle a escapar.

En casa no calló ni una sola de sus opiniones: mientras el resto de su familia alababa al gobierno, ella se posicionaba en su contra. Sus padres la obligaban a callar, justificando sus opiniones a su corta edad y desconocimiento de la historia. Pero era todo lo contrario, su criterio era tan firme justo por lo que conocía. Por aquellos años se dio cuenta de que no le gustaba el distrito trece y de que no sería capaz de llevar el estilo de vida que sus padres querían para ella.

Comenzó a hacer contactos más allá de los sitios dirigidos por el gobierno, a desaparecer más a menudo y dormir fuera de casa. Participaba en reuniones rebeldes y comenzó a preparar su plan para escapar. Decidió quedarse más tiempo en el trece hasta terminar sus estudios de Derecho en el Royal. Ayudó a planificar y participó en varios de los disturbios previos a la toma del nueve junto con Preston y ese momento fue en el que todo cambió. Huyó nada más ver que comenzaban los problemas, intentando movilizar al mayor número de personas posibles hacia la mejor forma de huida. Pero dejó atrás a su hermano, todo por su propio beneficio.

Cuando los bilaterales tomaron el distrito nueve, Priscilla se marchó sin dejar atrás nada más que una carta para sus padres, disculpándose por su forma de ser, por dejarlos solos cuando su madre estaba enferma y con Preston encarcelado, y otra para Paige, donde solo dijo que lo sentía y que siempre la protegería.

Cuando el presidente anunció una nueva edición de los Juegos Mágicos se dio cuenta de que Priscilla había hecho de todo menos protegerla.

Solo presenció la cosecha en la que sus ilusiones de que Paige no fuera elegida entre el resto de chicas del distrito trece fueron rotas por completo. Después de aquello, se aisló en su trabajo, evitando toda la información sobre los Juegos hasta que, finalmente, no le quedó otra que enfrentarse a la realidad: Paige había ganado.

En el último año se ha ganado un puesto dentro del consejo del distrito como líder de derecho y justicia. Carga con la culpa de lo que han pasado sus hermanos por sus propios errores, pero más que dejar que se convirtiera en un punto débil, aceptó que sería capaz de hacer cualquier cosa por conseguir su objetivo, por un poco de paz. Sería una traidora toda su vida, pero al menos conseguiría justicia.