Nació en el distrito cinco en una familia terriblemente pobre, de las que tenían que escoger entre a cuál de sus hijos darle de comer porque no había para todos. El gobierno de los Black no fue gentil con su familia, y el respiro que los Niniadis le dieron a su familia fue como una de cal y otra de arena. Su madre era muggle, su padre mestizo, así que a pesar de que fue una mejoría respecto a su situación pasada, su madre fue recolectada como una mercancía cualquiera y enviada al mercado de esclavos del distrito seis antes de que pudieran hacer nada por evitarlo.

Su padre, alistándose como auror, empezó a ganar dinero muy lento durante el cambio de gobierno, demasiado lento, al menos si querían recuperar a su esposa antes de que alguien más se la llevara. La urgencia por recuperarla hizo que tanto Braxton, de 14 años por entonces, y su hermano mayor (de 17) dejaran sus estudios de magia a un lado para ayudar a conseguir dinero. Con esa decisión lo único que hicieron fue quedare atrás en el aprendizaje de la magia y hechicería; y mientras todos iban trasladándose poco a poco hacia un futuro dominado por la brujería, ellos se quedaron estancados en el pasado. Aunque llevaban sangre mágica en sus venas, no sabían usarla; eran como muggles. Lo mismo que desperdicios en la nueva era.

Se empezaron a ahogar seis meses después, cuando la inexperiencia de su padre con la magia provocó un accidente que acabó quitándole la vida. Intentaron salvar a su madre con el dinero que les dieron como indemnización por el accidente (que tampoco era mucho) y el que habían recolectado para entonces, pero cuando fueron a buscarla, ella estaba muerta. Se había rebelado contra los métodos de reeducación de los esclavos y lo había pagado con su vida. Lo último que recuerda de su hermano mayor es la recomendación de que nuca se fie de nadie; justo antes de tomar todo el dinero que habían reunido para salvar a su madre, y desaparecer, dejando a Braxton en la calle.

Y siguió ese consejo durante años, nunca más se fio de nadie. Si su propio hermano podía hacerle algo como eso, nada mejor podía esperar de un completo desconocido.

Empezó a trabajar donde pudo, apenas teniendo para pagar la costosa renta del cuartucho del tres al cuarto que alquilaba para no dormir en la calle, una situación que no duró mucho porque conforme más tiempo pasaba, los trabajos manuales de los que podía encargarse con sus conocimientos, eventualmente fueron reemplazados por sistemas mágicos y eso lo dejó sin trabajo. Fue entonces cuando no le quedó otra opción que venderse a si mismo y a los últimos resquicios de dignidad que le quedaban para poder sobrevivir. Hizo el único trabajo que la magia no le pudo arrebatar. Pasaron algunos años antes de que conociera a Rosie, una empresaria del capitolio que pidió específicamente sus servicios. Raro desde el principio no solo porque le sacaba quince años sino porque la gente del capitolio no solía ir a buscar a distritos del norte cosas que no se le han perdido. Pero pagaba bien, olía bien, le trataba bien; y lo que al principio era raro, dejó de serlo con el tiempo.

Dos años después de conocerla, Rosie le invitó a vivir con ella a cambio de la exclusividad en sus servicios, y cuatro más después, a puertas de sus veintitrés, se casaron. Desde el momento en el que pisó el hogar de Rosie por primera vez, ella le dio la vida que nunca pensó conseguir. Fue entonces cuando empezó a estudiar magia por fin, y también, a pensar en algo que no fuera solo llegar al otro día. No está seguro del momento en el que la relación de los dos evolucionó a lo que tienen ahora, pero sí recuerda lo duro que fue acostumbrarse a no ser algo que ella había comprado con su fortuna. Durante muchos años, fue difícil para él recuperar su identidad como ser humano, y a dejar brillar su personalidad no oculta tras la máscara de indiferencia y perfección que debía ponerse para no mostrar al mundo lo asqueado que estaba de sí mismo por tener que vender su dignidad a cambio de unas monedas. El amor acabó siendo parte de la ecuación en su relación, y cada día desde su matrimonio, no se han permitido olvidarlo.

Tenía 24 años cuando por fin se graduó en la especialidad de defensa e ingresó a trabajar como auror. Está convencido de que los rebeldes solo complican las cosas para todos. Admira mucho al presidente Aminoff desde el momento en el que empezó a dotar a ciudadanos de bajos recursos con ayudas que Braxton no tuvo si quiera la oportunidad de soñar cuando más las necesitó. El gobierno de Jamie Ninadis no fue del todo bueno para él, y siempre le guardó inmenso rencor por castigar a su madre por crímenes que otras personas cometieron en el pasado. Sin embargo, no fue hasta Magnar Aminoff que realmente sintió el trabajo de auror como algo con honor. No considera que ese hombre tenga toda la razón o sea completamente perfecto, hay cosas que hace con las que no suele estar de acuerdo y otras que piensa que podrían haberse hecho de otra forma; sin embargo, hace muchas cosas bien, lo considera un gran líder y esa es la razón por la que lo sigue.

A pesar de que no necesita el trabajo debido al dinero de su esposa, ella misma lo anima a hacer algo por su cuenta, la especialidad de defensa solo es un accidente programado en su cerebro cuando todavía no confiaba en la vida que había conseguido e intentaba sacar el máximo beneficio posible antes de que Rosie se aburriera de él y lo enviara a la calle de nuevo. Nunca se le ocurrió otro trabajo accesible para él y mejor pagado que el de Auror y por eso lo escogió como carrera, para poder mantenerse a si mismo fácilmente cuando se quedara solo. Ahora lo hace porque confía en el gobierno, y porque puede y quiere proteger a los ciudadanos del país que ha elegido servir.

Después de varios años en el departamento de defensa, fue ascendido como jefe de los aurores, un puesto al que está adaptándose muy reciente.