Nathan odia hablar de su vida igual que odia hablar de su familia, porque siente que ambas cosas le fueron injustamente arrebatadas hace demasiado tiempo.

Nació en un cuchitril en el trece, compartido con su padre, su madre, sus tíos, su hermana mayor, Esther, su hermano gemelo, sus dos hermanas pequeñas, sus seis primos y su abuela materna, enferma terminal. Una familia de humanos con pocos recursos. Una situación tan dramática como precaria. Sus progenitores trabajaban un intento de local, entre taberna y hostal, en el trece, igual de pobre que todo lo demás, y el poco dinero que tenían lo sacaban de ahí.

El cambio de gobierno les hizo daño, pero era una familia ya demasiado acostumbrada a tomar todo lo que les viniera y a aceptarlo como una circunstancia más en su poco afortunada vida. Pero, cuando Nathan tenía apenas once años, se abrió el que se convirtió en su mayor pesadilla: el mercado de esclavos. La familia Livingstone fue rápidamente capturada y puesta a la venta para que familias de magos con posibilidades económicas les usaran para lo que quisieran.

A Nathan le separaron de sus padres, a quienes no ha vuelto a ver y sospecha que murieron hace años, también de sus primos y tíos. En el mercado, se quedó con su abuela y sus cuatro hermanos. La abuela resistió apenas unos meses, antes de que las condiciones horribles del lugar se sumaran a su afectada salud y terminan con su vida. No tuvo un entierro digno, fue lanzada a una fosa común, como tantos otros.

Una familia rica se llevó a una de sus hermanas pequeñas cuando Nathan tenía doce años. A la otra la compraron cuando Nathan tenía trece. Cuando cumplió los quince años, llevando ya cuatro en el mercado, fue testigo, junto a su gemelo, de cómo su hermana Esther recibía un hechizo letal por un “intento de escaparse”, según los magos del mercado, cuando ella intentaba ir al baño. El asesinato de su hermana abrió un cajón lleno de rabia que no se ha vuelto a cerrar jamás.

Durante unos meses, a los 18 años, logró escapar del mercado, pero no durante mucho tiempo. Experimentó la vida fuera del mercado, vivió su adolescencia. En su mente no cabía la posibilidad de escapar del todo, así que cuando le atraparon de nuevo ni siquiera lo vivió como una derrota: una parte de él se esperaba que pasase. Y en el mercado aguardaba su hermano, que todavía no había sido comprado.

A Nathan le compraron cuando tenía veinte años, alegando que si le daban suficientemente de comer podría tener unos brazos musculados y ayudar con las tareas domésticas. A su hermano gemelo le compraron casi al mismo tiempo y se lo llevaron al Distrito tres, según entendió, mientras que a él le condujeron al Capitolio.

En la casa donde estuvo como esclavo había una muchacha de su misma edad a la que limitaban a tareas de limpieza y cocina (cuando Nathan estaba bastante seguro de que, probablemente, tenía más fuerza que él). Más que amigos, se hicieron cómplices. Al fin y al cabo, ambos vivían en la misma situación de mierda. Nathan se puso fuerte, aprendió a manipular vehículos, hacía tareas de mecánica para su amo, originario del tercer distrito y apasionado de todo lo que tuviera que ver con coches, motos o transportes. Aprendió bastante, lo único bueno que le ha dejado ese lugar. Y vivió durante años en esa casa, resignándose a la idea de ser, para siempre, un simple esclavo.

Hasta que la pantalla de televisión del salón de sus amos se iluminó con las imágenes del mercado de esclavos en llamas. Hubo, en ese fuego, el nacimiento de una nueva esperanza para Nathan, que instintivamente cometió un acto en el que arriesgaría su vida. Haciendo gala de su fuerza adquirida durante los últimos años, tiró escaleras abajo una estantería, aplastando a su amo. A día de hoy todavía no sabe si vivió o murió después de eso: le da totalmente igual. Le ofreció a su compañera escaparse con él, pero ella estaba más paralizada por el miedo que animada a escaparse, por lo que Nathan emprendió su marcha solo, montado en una moto robada a su amo, con los bolsillos llenos de joyería que había robado en la casa, con algo de ropa y algo de comida en la mochila. Esta vez dispuesto a escapar de verdad. A encontrar gente con la que poder luchar en contra de todo lo que estaba pasando.

Como es normal, las políticas de Aminoff le parecen una basura. Pero las del niño Black también: un niño mago, desde su posición de privilegio por condición y apellido, tratando de hacer políticas buenas para todo el mundo... Está claro que eso no ha funcionado jamás, ni funcionará, ¿verdad? Los magos tienen la necesidad de hacer como que son superiores al resto en todo. Lo que más lógico le parecía cuando empezó a escucharlo era la política de Richter... Y por eso se fue en su búsqueda y se puso a sus órdenes y su favor. Y si el jefe le manda a vagar por ahí y ver qué puede encontrar... Pues sin duda su primera parada será el Distrito 9. Ahí ya conoce gente, y le apetece una temporada, como mínimo, de calma.