Para conocer a Hermann Richter y de verdad entender las motivaciones que están detrás de su accionar, haría falta más que un posgrado en psicología y algo más que unas cuantas copas de vino. No es tarea sencilla, pero tampoco es una que muchos se propongan. La base es simple: estudió leyes y ejerció como abogado en el gobierno anterior, odia a los magos casi desde que tiene memoria, y posee una moral extremadamente dudosa. Lo que hay detrás de eso y lo que lo llevó a ser como es, solo él lo sabe al completo y no es algo que le guste divulgar. Prefiere las verdades a medias, los discursos efusivos y la lógica que siempre encuentra a las cosas pese a que no cree en las verdades absolutas.

Cambió su apellido ni bien pudo escapar del mercado de esclavos, y si bien no le disgusta usar el nombre de familia de su madre, le molesta que el idiota que lo entregó siga ostentando el “Powell” como una insignia de la que es merecedora, alzándose dentro de su sociedad y manchandolo de una política aborrecible y de unos ideales que harían que su hermano se retorciese en su tumba.  

Nunca fue su intención el quedarse mucho tiempo dentro del continente pero su intento de escape hacia nuevas tierras fue un fracaso, y si bien no lo volvieron a capturar, poco faltó para que eso ocurriese. Luego de otros cuantos intentos frustrados, terminó por asentarse en las fronteras del país y, de a poco, formó un pequeño grupo de gente que, como él, no cumplían los requisitos para considerarse ciudadanos del país.

Es un sobreviviente, una cucaracha difícil de matar y se rige por la creencia de que sin importar que, el fin justifica los medios. Le costó entenderlo en un principio, aborreciendo a los magos y todo lo que se relacionara con “los de su clase”, pero un desafortunado encuentro con una criatura le hizo cambiar de parecer y aprender que la adaptación no era sinónimo de la aceptación. Tuvo que aprender a vivir con la licantropía, pero junto con eso, también aprendió a utilizar artefactos mágicos, disfrutando especialmente cuando podía pagarles con la misma moneda en más de una ocasión.