-¡Protego! - conjuro y evito que su encantamiento me haga perder la varita. No sé dónde dejé el bastón pero me gustaría tenerlo ahora mismo para impactárselo en la cabeza de alguna forma, eso seguro acabará con su conciencia sin necesidad de tanto hechizo.

- Dejarás a mi esposa y volverás al hoyo de dónde haz salido ¡Diffindo! - conjuro apuntando a sus brazos.

-¿Segundo puesto? ¡Soy el mejor! - respondo para luego largar una carcajada algo falsa. Ahí ha fallado, Locki dio información falsa y comienza a notarse... Aunque ¿Por qué demonios le pedirían esa clase de información? Él ni siquiera sabe qué tan bueno soy.

Pero mi despiste me cuesta otro golpe al cuál respondo como puedo.

Echo un rápido vistazo al agujero que me ha hecho en el abrigo con ese rayo, pero solo es un segundo para no volver a desconcentrarme. Supongo que, aun así, ese segundo es tiempo suficiente para no poder protegerme de su hechizo y acabar flotando boca abajo. El hechizo dura un buen rato, o al menos así me lo parece; tanto que hasta empiezo a notar algo de náuseas por permanecer así. Cuando consigo librarme, me doy contra el suelo. Por suerte no es un golpe muy fuerte, aunque tampoco reacciono al escuchar lo que dice. — ¿Cómo sé qué dices la verdad? — pregunto, en parte porque de verdad dudo por un momento, y en parte porque quiero distraerle. Es precisamente por eso por lo que utilizo el hechizo Depulso, pero de nuevo, consigue esquivarlo.

Dejo que mis hombros se relajen cuando pregunta cómo podría saber que estoy hablando en serio. Casi que empiezo a hablar pero lanza otro hechizo y tengo que levantar rápido la varita para protegerme - Porque de querer pretender ser alguien más fingiría ser algo más que un científico ¿No cree? - pregunto con las cejas en alto.

Lanzo la varita e intento pegarle la lengua al paladar para que me deje hablar con más calma. Pero el tipo llega a defenderse así que me pongo en guardia para esperar su siguiente locura.

No entiendo por qué Hanna me tira un zapato de golpe, pero solo consigue que llore todavía más. Me restriego los ojos con los nudillos porque odio estar así, lo que hace que llore todavía más porque no quiero quedar como un flojo que no sabe mantener la compostura en situaciones nerviosas. — Han, estoy intentando ayudarte — explico, aunque no sé ni siquiera si me escucha. Para demostrarle que de verdad no quiero hacerle daño, le tiro un caramelo.

Su cara ocupa la pantalla, es todo lo que puedo ver. El estadio entero desaparece para mí. —Hermann— murmuro su nombre, lo saboreo en mis labios que se van alzando en una sonrisa filosa, esa que deja a la vista los colmillos que una vez probaron su garganta, allí donde latía una vena con el mismo frenesí que avanzan los segundos de su conteo. Es un desgraciado mal nacido al que tendría que haber asesinado, se atreve a amenazar a Magnar delante de todo el país como el estúpido que puede llegar a ser, lo mejor para él hubiera sido que lo matara porque al pararse como un enemigo de este gobierno se está condenando. Muerdo mi labio para contener la carcajada, en tanto se alzan las voces en el debate de si se debe ceder, se debe negociar o se debe sacrificar a los aurores. Si cree que con sus amenazas cobardes conseguirá debilitar el poder de Magnar de alguna manera, está tan equivocado que me da pena. Nadie que ha tenido las manos vacías y tuvo que ensuciarlas, suelta de sus garras la mínima pizca de poder para ceder ante un imbécil.

Sucede lo que tenía que suceder, la cuenta regresiva llegar a cero, ni siquiera parpadeo cuando se transmite la masacre. Mis manos se están aferrando a la baranda de las gradas, expectante a lo que ocurrirá con la sentencia hecha de que serán los magos quienes se exterminen entre sí y por debajo de mi piel corre mi sangre de bruja, esa que poco importó por una maldición que me hizo paria. Estoy en el mejor de los lugares posibles para ver cómo es que se cumplirá su presagio. Pero los gases que se van espesando en el aire irritan mi nariz, los veo tomar color y forma, invadiendo las vías respiratorias de todos los presentes. Inhalo fuerte, profundo. La pantalla está a oscuras, el rostro que vi ahí hace unos minutos, lo distingo ahora entre la multitud. Me está mirando desde debajo de las gradas, ese imbécil. Me muevo entre los asientos, siguiéndolo con la vista, desaparece. Miro hacia un lado y creo verlo en la escalera, voy hacia ahí, sube. Reconozco su espalda, lo persigo. Lo pierdo. Y entonces lo veo, tan cerca, lo suficientemente cerca como para sacar mi varita y hacer explotar los asientos que lo rodean.

Su respuesta en parte tiene sentido, y en cualquier otro momento quizá me plantearía que estuviera diciendo la verdad... pero sigue reteniendo a mis hijos. — O quizá me has visto hablar con Riley y ahora quieres confundirme y tomarme por un estúpido — rebato, y me encojo de hombros, como si fuera tan sencillo como eso. Lo cierto es que a estas alturas prácticamente no puedes fiarte ni de tu sombra, visto lo visto. Vuelvo a intentar utilizar el hechizo Depulso contra él, pero sigue quedando todo en un simple intento.

Negó rápidamente con la cabeza, gateando aún para distanciarse. —Mentira. Me has apuntado con la varita— acusó automáticamente, tomando un par de piedras y tomándolas entre sus manos para, de seguido, mirar a su primo. Sus ojos llorosos eran similares a los suyos. Perdidos y confusos. Quería volver a casa. No quería seguir allí peleándose con él sin saber, si quiera, porque la había atacado en primer lugar.

Siento que flaqueo en mi determinación de no llorar cuando me corrije, como si acabara de cometer un error garrafal y mi engaño se desbaratara, cuando no estoy hacienda otra cosa que tartar de que me crea. — ¡Simon, por favor! ¡Estás confundido! ¡Tienes que hacer un esfuerzo!— barboteo, —¡Piensa! ¡Piensa en nosotros… en tu familia!— se me va la voz al detener su hechizo con un escudo débil, se me van las fuerzas también, lo ataco conteniendo el llanto.

Hermann responde de manera tan vaga y poética que me hace poner los ojos en blanco. Sin embargo su discurcito va aumentando de tono así que saco mi varitas por las dudas y estoy atento a cualquier cosa ¿Qué estoy haciendo? Debería desaparecer ahora mismo y no mirar atrás, nada me detiene y mi trasero es lo más valioso que tiene Neopanem como para ponerlo en peligro.

Veo como un humo comienza a invadirnos y sin pensar demasiado conjuro un casco burbuja para proteger al menos mis pulmones. Ya me vale si tiene algún efecto sobre la piel pero por suerte conozco un buen sanador que sabrá darme el cuidado apropiado.

No mucho después las gradas a mi alrededor explotan y veo como una mujer desconocida se acerca. Creo que es del nuevo escuadrón de hombres lobo... Geniales, pero ahora mismo está causando una muy mala primera impresión.

A mi alrededor las personas se baten a duelo así que no me quedo atrás. Solo me encojo de hombros y lanzo el primer depulso.